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Lamento de la Sirena por PrincessIce

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Notas del capitulo:

El segundo capitulo de nueva cuenta esta escrito en primera persona, pero ahora desde la perspectiva de Julian/Poseidón

     ~~Julián y Poseidón~~

 

 

 

Cuando estábamos en la superficie Sorrento me contaba relatos de tiempos mitológicos sobre Poseidón y sus generales marinos, a menudo me sonaban familiar pero el miedo a veces me invadía por las noches cuando tenía ciertos sueños que me hacían sentir propios esos relatos.

 

Estos días en el santuario marino me han parecido bastante raros, cada rincón con el que tengo contacto me hace recordar lo que pasó con Saori, aunque son recuerdos vagos sé que ese poder que hay dentro de mí es enorme.

 

La sensación de que Sorrento me teme no me la puedo borrar de la cabeza, ya no me habla con la misma confianza y sus ojos asustadizos lo delatan, ya le he preguntado qué le pasa pero me niega todo…

 

–¿Julián? – la voz nerviosa de Sorrento una vez más , volteo y le sonrío amistosamente, se queda ahí parado en la puerta por lo que camino hasta el y lo tomo de la mano.

 

 

 

–Sorre, tengo una duda… ¿Qué ha pasado con Saori? –intento externar mi curiosidad por cómo va Saori con el santuario, pensé que podría Sorrento investigar al respecto y quizá concertarme una reunión con ella.

 

 

 

–No lo sé, por la energía que logré captar el dia que volvimos al templo marino, despertaron muchos cosmos dorados – escuchaba atento a las palabras de mi mejor amigo – Pienso que revivió a sus dorados, pero… si quieres puedo ir allá – la sugerencia me agrada del pelilila, eso le serviría mucho pues anda un tanto tenso aquí en el templo.

 

–Me parece perfecto, es más te sirven de vacaciones, últimamente te ves cansado y como no, eres el único marina y se ha cargado mucho el trabajo – tomo su mano entrelazándola para que me tuviera confianza de decirme que la pasara, pero no pica el anzuelo.

 

 

 

–Ya se Julián y si firmamos algún tratado de paz, eso me serviría para investigar bien – me sonríe un poco más animado, pero esta vez ese brillo en sus ojos  es diferente, le capto cierta ilusión, pero… ¿Qué podría ser ahora lo que lo puso así?

 

 

 

–Eso sería muy buena estrategia, pues como gesto de hospitalidad puedes quedarte algunas semanas – palmeo suavemente su hombro, me levanto y busco el pergamino y el tintero –Escribiré el tratado, si quieres nos vemos al rato – no tenía caso que siquiera en mi habitación, su tensión no me dejaría concentrarme en lo que escribiera…

 

 

 

Con sumo cuidado doblo el pergamino, muevo mi cabeza de un lado a otro tronando mi cuello – Que cansado me siento y eso que solo escribí la misiva – cogí el sello y la cera color rojo dejándola caer caliente sobre el pergamino, inmediatamente después lo aprieto con el sello del emperador de los siete mares.

 

Salgo a dar un paseo para desestresarme un poco, pero mis pasos me encaminan al pilar del Atlántico Sur, mi sonrisa dibujada en el rostro va borrándose poco  a poco cuando un mareo se apodera de mi cuerpo…

 

 

 

A unos metros diviso a mi hermoso marina, la inocencia de su mirada me tiene hipnotizado, llego hasta el pasando un brazo por su cintura – Sorrento… – susurro en su oído aprovechando para llenar mi ser con su dulce aroma, lo siento como su bello y delicado cuerpo empieza a temblar y me agrada mucho, que me tema, soy un dios y el un simple mortal…

 

Lo estrecho contra el pilar levantando sus brazos al nivel de su cabeza, ese cuello invitante me llama a que lo pruebe, encajo mis dientes degustando su delicioso sabor de la piel – Abre los ojos – aprieto su mentón para obligarlo a que me mire, pues esos ojos rosáceos asustadizos me excitan mucho.

 

Ya no puedo aguantar más, necesito poseerlo… deslizo su ropa y lo coloco en cuatro entrando en el rápidamente sin importarme sus quejidos – Tu eres de mi propiedad Sorrento – le susurro acompañado de algunos jadeos que escapan de mi boca, este cuerpo… es una delicia, ahora entiendo porque a los humanos les gustan las relaciones afectivas, pero… los sentimientos no son necesarios si puedo colmarme de placer físico a mi antojo.

 

–Gime Sorrento – Doy un tirón a su melena para obligarlo a que disfrute del sexo, pero está lloriqueando como siempre, me pone de malas así que lo empiezo a embestir con mayor fuerza enterrando mis dedos en la piel de sus caderas, con mi mano derecha lo empujo más hacia abajo para poder elevar más sus caderas y llegar a lo más profundo de su deliciosa cavidad, en cuanto me descargo por completo salgo de su interior y vuelvo a mis aposentos para asearme, le dedico una última mirada a mi marina favorito que sigue arrinconado en el piso.

 

 

 

Despierto y me encuentro recargado de la cabecera de la tina en mi baño – Que extraño, no recuerdo haber venido a bañarme – me pongo de pie y con algo de confusión me visto con la bata, llego a la alcoba y en la mesita cerca de la ventana habían frutas que no recordaba haber dejado ahí, alzo los hombros tratando de no darle importancia – Seguro uno de los sirviente lo trajo – tomo un racimo de uvas y comienzo a masticarlas una a una.

 

 

 

Toco la campanilla para llamar a alguno de los sirvientes presentándose al momento una doncella – ¿Quién trajo esto? – le pregunto pero la muchachilla hace un gesto de sorpresa respondiéndome que yo se las había pedido, me rasco un poco la cabeza confundido y le pido mande a llamar  a mi querido hermanito Sorre.

 

–Sorrento, que bueno que viniste rápido...  ve preparando maletas – la puerta se abrió y apareció Sorre, le entrego el pergamino en sus manos  y lo envió de regreso a su pilar para que haga sus preparaciones para que se presente lo más pronto posible en el santuario.

 

–Vaya…  pensé que tardarías más en escribir ese documento – bromeo levemente mi amigo mientras observó atento el sello del tridente. – En ese caso, me iré hoy mismo si no tienes inconveniente, solo dejare instrucciones a todo el mundo para que no te falte nada – lo escuche suspirar como aliviado , así que no tuve más dudas de que estaba haciéndole un bien a mi querido Sorrento.

 

–Si adelante, se que te mueres por ir a ver a cierto chico de cabellos azules.. – siempre tuve la sospecha que le gustaba el tal “dragón marino” por la forma en que hablaba de él en los relatos, y no me equivoqué pues se puso nervioso hasta cierto sonrojo apareció en su rostro.

 

–¡Estás loco! Ese tipo me cae mal – se apresuró a decir dejando notar su nerviosismo una vez más, solo moví la cabeza negando, era tan orgulloso para aceptar que si le gustaba, ya no le insistí más, tome sus manos y las lleve hasta mi pecho.

 

–Está bien, no hay peor ciego que el que no quiere ver… solo prométeme que te cuidaras y disfrutaras estas vacaciones – bese sus manos  despidiéndome para que emprendiera el viaje, solo lo vi mover la cabeza aceptando como un niño desesperado por ir a comprar un helado.

 

–Gracias Julián, te quiero mucho – se zafa de mi agarre para darme un abrazo fraternal, esa faceta cariñosa era la que me gustaba ver de él, no hacían falta vínculos sanguíneos, simplemente éramos hermanos de alma, lo veo salir a las prisas siguiendo su trayectoria desde el ventanal de mi habitación.


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