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Drunk por AthenaExclamation67

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Drunk

Ikki & Hyoga

By AthenaExclamation67

 

 

Menuda noche…

 

La fiesta no había sido buena, había sido genial.

 

Disfrutó bailando, riendo y bebiendo. Algo que no era demasiado habitual.

 

Pero algo ocurría con él. Hacía tiempo, como un año, que su corazón le enviaba mensajes cifrados al cerebro. Y su cerebro. Se empeñaba en no entender o captar lo que le estaba diciendo.

 

Un impulso. Uno muy fuerte le invitaba, no, no. Le arrojaba a hacer algo que en una situación normal -y lo normal para él era ser más serio de lo que una ocasión funeraria requiere- hubiese significado bajarse los pantalones y poner todas las cartas sobre la mesa. Descubrirse y aceptar lo que fuera que causaran sus acciones.

 

Que podía decir…

 

Ni  él mismo lo sabía.

 

Solo estaba seguro de que era cierto, y de que aunque aquel no fuera el mejor momento, iba a escupir por la boca todo lo que sentía.

 

Se plantó frente a aquel que estaba provocándole todo aquello, y sin más, dejó que sus labios pronunciaran lo que deseaba decir.

 

—Te amo.

 

Y  ojos del otro se abrieron más que dos platos. Mejor dicho. Más que dos fuentes redondas en las que se servía un gran ágape con el que deleitar a hambrientos estómagos.

 

Sin poder remediarlo, se sonrojó. La vergüenza se apoderó de sus mejillas, de su cuerpo y de su cerebro tan rápido que ni pudo dar una respuesta decente ante tal situación.

 

—Estúpido… —Contestó ante semejantes palabras —estás borracho.

 

Y se marchó corriendo a su dormitorio, justo el que se situaba frente a la habitación del otro, no sin antes subir las escaleras torpemente, tropezando con alguno de los peldaños, y dando un sonoro portazo.

 

La indignación se hizo presente -y audible- hacia el resto de los habitantes de aquella enorme mansión.

 

Hyoga se sentía ofendido por lo que había ocurrido, y el culpable era el mismo que siempre solía descolocarle. Ikki.

 

Hacía tanto… Tanto que ni recordaba cuando había empezado a verle como algo más que a un hermano.  Y los músculos, el esculpido cuerpo y ese carácter tan peculiar, no habían ayudado. Más bien todo lo contrario. Todo eso, y mucho más, habían colaborado y propiciado que Hyoga, perdiera el oremus y acabase rendido ante la realidad. Se había enamorado del caballero que era más frío que él. Y este mismo hecho, no era fácil de superar.

 

Él mismo se había encargado de alejar ese pensamiento, ese sentimiento de su mente porque conociendo a Ikki, sería imposible que le correspondiese. Y ahora, ese desgraciado venía a burlarse, y seguramente Shun, tenía la culpa. Porque no había otro que conociera lo que él sentía.

 

Más enojado de lo que nunca había estado, se metió en la cama sin más ropa que sus bóxers. El frío no le preocupaba lo más mínimo, eso lo controlaba. Pero ese calor. El calor que sentía en su cuerpo al recordar esas dos palabras, solo podía solventarse durmiendo, o matando al culpable. La primera opción, le pareció mejor.

 

 

Ofuscado se aferró a la almohada y dio un grito que murió en la misma. El cansancio de la noche, el del rato que había pasado bailando con sus amigos, se hizo más presente. Y con la ayuda de la oscuridad de la madrugada, dejó de pensar unos instantes que se tornaron minutos en los que acabó por dormirse.

 

Cuando despertó la mañana siguiente, su cuerpo le recordó que ya no tenía tanto aguante como para estar de juerga toda la noche. Quiso moverse, pero la pesadez de sus piernas, de todo su cuerpo en realidad, le hizo tomarse su tiempo hasta que se pudo incorporar para sentarse.

 

Frunció su ceño de nuevo, igual que lo había hecho la anterior noche, cuando recordó lo que había pasado, y golpeó la cama con fuerza, deseando haber hecho algo más que salir corriendo cual señorita ofendida, subiendo por las escaleras a toda prisa para encerrarse en su cuarto.

 

—Un puñetazo en la boca del estómago habría sido mejor…

 

Y volvió a azotar sus puños contra la cama. Esta vez impactando contra algo de lo que ni se había percatado, y que se quejó.

 

—Mnghhhh…

 

Un salto le hizo voltearse, ver el bulto que había en su cama, y se estremeció al ver la cabeza del que ocupaba un lugar que él no había concedido a nadie.

 

— ¿Qué demonios? ­—El bulto habló girándose para ver lo que le impedía seguir con sus dulces sueños.

—¡Qué coño haces en mi cama —reclamó a voces más indignado que la noche anterior al ver a Ikki.

 

Este, con suma tranquilidad –algo demasiado extraño en él- se incorporó y se sentó en la cama, imitando la postura de Hyoga inconscientemente.

 

—Debí confundirme de habitación anoche —le miró afilando un poco la mirada —ya sabes, como estaba tan borracho…

 

La cara de Hyoga no tuvo desperdicio. Desencajada podría haber sido la palabra. Y  estaba tan enojado y ofuscado, que no se dio cuenta de que caía en una trampa.

 

—Claro, estabas tan borracho que ni te acordabas donde estaba tu cama —renegó.

—Borrachísimo… —acotó de forma sarcástica.

 

Hyoga lo desafió con la mirada. Su confusión iba en aumento por momentos y lo único que deseaba era que ese descarado se marchara de su habitación.

 

—Lárgate —insistió tirando de la sábana, pero Ikki la sujetó para que no le destapara.

 

La confusión empezaba a disiparse, dando paso a la ira. Ira que Hyoga no era capaz de contener.

 

—¡Suelta mi sábana! —espetó y volvió a tirar, pillando a Ikki por sorpresa.

 

Ikki solo estaba pensando en una cosa, así que cuando Hyoga jaló la sábana, no pudo sujetarla, lo que provocó que Hyoga saliera disparado, haciendo que cayera de la cama, quedando colgado con sus piernas de la cama y con la espalda contra el suelo. Además de la sábana que le cubrió el rostro y el pecho por completo.

 

La sonrisa que se dibujó en los labios de Ikki, no la pudo ver Hyoga. Y lo agradeció porque él no estaba allí para burlarse, sino para arreglar las cosas.

—¿Necesitas ayuda? —se inclinó y apartó la sábana con cuidado, encontrando a Hyoga completamente sonrojado.

 

Ikki le miraba desde lo alto del colchón. Sonreía, pero no jactándose de la situación.

 

—Te parecerá muy divertido — dijo Hyoga avergonzado, y bastante enojado —ayer te burlaste de mí y…

 

Quiso proseguir, pero Ikki no quería escuchar algo de lo que estaba seguro que más tarde, Hyoga se habría arrepentido de decir.

 

—No me burlé de ti ayer… —le aclaró —hablaba muy en serio —siguió dejando a Hyoga más confundido que cuando había visto que estaba en su cama.

—Estabas borracho — espetó.

—Sé que me conoces bien… yo nunca bebo —. Le miró fijamente, para que no tuviera duda de lo que le estaba revelando.

 

Y cuando acabó de hablar, Hyoga estaba tan perdido en aquellos ojos azules, que ni cuenta se había dado de que Ikki se había inclinado sobre él, más que eso, estaba apoyado sobre sus brazos, aguantando el peso de su cuerpo sobre el suyo, mientras le miraba fijo. Y él. Él en esa estúpida posturita, medio tirado sobre el suelo.

 

—¡Estás cruzando los límites de mi paciencia —le avisó.

—No me importa…

—¡A mi si! —Renegó viendo que Ikki cada vez estaba más cerca de él —apártate —. Se movió para poder escapar, logrando sacar sus piernas del colchón, pero Ikki le imitó, y terminó cayéndose sobre él.

 

Aprovechó la cercanía y le sujetó con fuerza de la cadera, deseando retenerle, y se inclinó con suavidad para besarle, pero no lo consiguió.

 

—Deja de burlarte de mi Ikki —insistió una vez más, forcejeando, aunque sin demasiado animo, porque estar así con Ikki, se sentía demasiado bien.

—Dime que me detenga, dime que me vaya, y lo haré… —se apartó un poco, pero no soltó la cadera de Hyoga para sentarse después entre el hueco que había entre las piernas.

 

Ikki le miró más fijo que nunca. Hyoga no le estaba rechazando, o al menos, así lo sentía. Le daba excusas, pretextos baratos, pero cuando hacía ver que se marchaba, su cuerpo no se movía, sino que más bien se pegaba más al de él.

 

Hyoga se incorporó, le devolvió la intensa mirada y repasó con sus ojos el cuerpo del otro, dándose cuenta de que solo llevaba la ropa interior.

 

Se sonrojó al verle, pero cuando se acordó de que él estaba en las mismas condiciones, el sonrojo paso a ser un enrojecimiento color tomate.

 

—¿Porqué? —Preguntó confundido —¿Por qué de esta manera, Ikki? —continuó —pudiste decírmelo por la mañana, y no lo hiciste…

 

El otro, no contestó. Hyoga tenía razón, podía elegir otras formas. Pero él mismo sabía que si hubiese dejado pasar esa ocasión  -una  en la que se sentía cómodo como para decirle lo que sentía- jamás lo hubiera hecho.

 

Abrió la boca, como queriendo decir algo. Pero cualquier explicación, se habría malinterpretado. Y no era que no quisiera aclararle las cosas. Para él, el modo en el que estaba actuando desde la noche anterior, significaba bajar la guardia ante Hyoga. Pero…

 

—No podía esperar a que alguno de los dos diera el paso por más tiempo…

 

Y eso fue todo lo que le dijo. Lo siguiente que hizo, fue tomarle el mentón, acariciar los labios de Hyoga con los suyos a modo de invitación.

 

Y tal invitación fue aceptada. Hyoga no se movió, se limitó a imitar las caricias que los labios de Ikki ejercían sobre los suyos.

 

Le correspondió sintiendo que el corazón se le iba a salir por la boca mientras sentía como Ikki se le pegaba más. Notó como sus piernas se cernían sobre su cintura casi apresándole para que no pudiera escaparse.

 

—No tengo pensado marcharme —susurró separándose unos segundos de la boca del otro para poder respirar.

—Tampoco pensaba dejarte ir —contestó.

—Arrogante —acotó acomodándose ante el agarre de Ikki.

—¿Podrás quererme así?

—Sí —respondió mirándole a los ojos, enredando sus dedos lentamente con el cabello de Ikki antes de entregarse a nuevos besos y caricias que desde hacía bastante tiempo deseaba sentir.

 

F I N


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