Oh~
Pareces un niño pequeño perdido en la parte oscura de la ciudad, observando las luces maravillado ¿Qué haces aquí, pequeño? Solo eres una presa fácil en esta ciudad. Sin nombres, no conviertas tus problemas personales en temas de conversación, esas son las dos normas en este lugar. Y pareces desconocerlas.
Todos los hombres que entran aquí comparten unos ojos cansados, sin brillo. Ansiando visitar el casino o quizás el cabaré. Sería una pena que tus ojos se mancharan de toda esta lujuria y este aire adulto, me gustaría acercarme a ti y recomendarte que salgas. Pero, ¿Quién soy yo, eh? Solo alguien más en este cumulo de personas sin nombre ni pasado.
Tú no puedes verlas, claro que no, pero aquí todo el mundo lleva una máscara. Como un gran carnaval impregnado por el adulterio y los crímenes. Las parejas van cambiando, rotando en dirección de las agujas del reloj hasta el amanecer. Aquí no existen cosas tales como la moral o el bien hacer. No, aquí si tú no sobrevives solo acabaras cayendo en venenos como el alcohol, las drogas o alguna mala chica.
Aunque claro, yo soy el claro ejemplo de que no solo esas pequeñas furcias son malas, ellas solo se pintan y visten intentando cautivar el mayor número de miradas posible. Y con suerte de algún hombre capaz de pagar sus caprichos. Pero yo no soy como ellas, no. Yo ataco a una sola persona, alguien que consiga satisfacerme y que no me aburra. Alguien blanco en esta marabunta de gente con el alma negra, yo busco a esa persona y la corrompo. Solo soy el diablo en este mar de pecados.
Tus cabellos rubios bailan al son de tu cabeza al girar y mirar el ambiente. Parece que tus pulmones están acostumbrados al olor del tabaco. Al contrario que tus ojos, que no parecen estar habituados a que las mujeres se muestren así ante ti. Parecen un puñado de niñas ante un caramelo. Tan dulce, que me dan ganas de vomitar. Me encanta.
Soy un condenado masoquista. Mis ojos se cruzan con los tuyos, y una risita sube por mi garganta. Dejo abandonado en la barra mi Wet Sin. Acabas de cometer un fallo imperdonable, cruzar tus ojos conmigo. Encontrarme.
Esos orbes castaños se mueven a la par que mis piernas, estamos cara a cara. Demuéstrame que eres un adulto y no un niño rebelde que ha huido de los brazos de su madre.
¿No te gustan los hombres? Tranquilo, voy a confundirte hasta que no sepas ni tu nombre.
Yo sé quién eres tú, pero tú no sabes quién soy yo. La capucha de mi chaqueta oculta la realidad, ¿A que esperas? Haz lo que deseas sin sentirte sucio, sin traicionarte a ti mismo. Aunque sé que aun con esta nube de tabaco, puedes percibir mi olor, pero lo ignoras, porque no quieres abrir tu ojos a la realidad.
No necesitamos saludarnos ni preguntarnos qué tal el día, tampoco amenazarnos de muerte. Mientras esta ilusión siga viva, nosotros tendremos este escondite alejado del mundo. Por que como he dicho, no es necesario nombres, aquí solo somos dos hombres en busca de satisfacción.
Sin ser juzgados por nadie, tampoco seremos reprendidos. Porque esto es solo un error, un desliz. Una fruta prohibida que podemos probar en esta tierra de nadie. Sin ser molestados, y mucho menos, sin remordimientos. Y porque en este antro lo nuestro es solo sexo, y estas dudas que asaltan nuestras mentes sobre si es algo más, se quedan en este local.
Me pongo de puntillas, y paso mis brazos por su nuca. Parecemos dos apasionados amantes ocultos de quien sea que este arriba. No estamos cometiendo nada malo, a ojos de estas personas. Pero ellos no saben que fuera de este lugar, esta relación es comparable a nuestro odio.
Con una de sus manos sujeta mi mentón y lo alza. Nos unimos en un húmedo beso en donde nuestras lenguas danzan a su propio compas, como si una melodía imposible de tocar se llevara a cabo con nuestras lenguas. Es un beso hambriento en el que no nos demostramos ni una pequeña parte de la lujuria que sentimos. Un hilo de saliva cae por la comisura de mi labio mientras aún seguimos este asfixiante juego. Es placentero, pero con esto no conseguirás apagar el deseo que crece entre nosotros.
Terminas por separarte, tras contornear mis labios con tu lengua, y morderlos hasta hacer sangre. ¿Acaso te excita el color carmín apagado de mi sangre? Eres un sádico, y eso me vuelve loco.
Jadeo, algún día simplemente estarás tan cegado por las ganas de poseerme que oprimirás mi cuello mientras me besas, y espero con ansias a que llegue ese momento. Dejo escapar una risita burlona entre mi escandalosa respiración. No tan deprisa, alejémonos un poco de esta masa de personas.
Todas esas putitas me miran con malos ojos, ellas quieren atender a mi querida bestia. Pero eso no puede ser, porque ninguna mujerzuela puede llenar el corazón de este hombre. Porque alguien ya está haciéndolo, y por eso yo me tengo que contentar con ser esto, un amante anónimo, en esta absurda historia. En la que solo nos vemos y mantenemos sexo homosexual en una habitación de este cabaré. No conviertas tus asuntos personales en tema de conversación, mantengamos a esa zorra insoportable al margen de esto.
Hundo mis dedos en tu cabello, sabes lo que quiero, así que démonos prisa.
Me arrastras hasta las habitaciones, ¿Cuál escoger? No importa, cualquiera estará bien. Solo démonos prisa y terminemos con otro día más.
Abres la número 6, no importa nada más. Es una habitación tan sencilla… un tapiz rojo junto a un suelo de madera, y solo una cama con sabanas granates en medio. Me siento sobre esta y dejo caer mi espalda hasta que lo único que pueden ver mis ojos es el techo, es de un color azabache. Estas ante mí, observándome.
Aun llevo la capucha puesta, seria más fácil tapar tus ojos. Pones tus manos una a cada lado de mi cadera, intentando que no huya. Que iluso, aun creyendo que yo quiero huir. Preparémonos para el espectáculo.
Pero esta noche no, hoy es el fin de todo, y el comienzo de algo.
Del abrigo de tu chaleco cae una pequeña circunferencia de metal. ¿Un anillo? Intentas cogerlo, pero es tarde, ya he leído la inscripción.
‘’De Shizuo, para Vorona’’
Qué bonito anillo de compromiso, una lástima que el novio le engañe con un hombre. Con la pieza de metal entre mis dedos suelto una carcajada. Duele, dentro de mi pecho algo ya roto está quemando y me está matando. Me abrasa como el carbón incandescente.
Porque sé que cuando le des ese anillo te iras, lejos, a algún sitio donde yo no pueda encontrarte. Y aunque te encuentre ¿Qué hare? ¿Qué crees que voy a hacer cuando me abandones? Para ti solo soy tu mayor enemigo, y alguien con quien pasar las noches libres.
Me quito la capucha, mírame a los ojos y hazlo. Ten sexo mientras miras estos ojos, ves mi alma y me dices que esto para ti solo es un pasatiempo. Confiésame todo lo que te enfada mientras ves estos orbes marrones con un toque rojizo. ¿No puedes, no? ¿Tanto asco te doy? Quiero llorar pero solo mantengo mi rostro serio, eres incapaz de hacer nada si mi rostro queda al descubierto.
Si rompo esta ilusión, tú eres incapaz de reaccionar.
Me robas el anillo de entre mis fríos dedos y sales. Me rio estridentemente, este es el punto y final de esta mentira. ¿Vas a sentirte culpable? ¿Vas a pedirle matrimonio y huir? Eres un desgraciado.
Estoy solo atrapado en lo que era nuestra mentira, viendo como se rompe sin poder hacer nada.