Miró aquel bello cuerpo que yacía todo agotado sobre la cama, se acercó y acarició con total devoción esa fina piel tan suave al tacto que lo hacía fundirse en sentimientos tan fuertes que lo enloquecían. Unas traviesas lágrimas se asomaron por sus ojos y, con toda la fuerza de voluntad que poseía, se alejó de su tentación dispuesto a marcharse de aquel lugar.
- ¿Ya te vas? – preguntó aquella voz, taladrándole hasta lo más profundo de su ser y destrozándole en el proceso.
Volteó y observó nuevamente aquel blanco ser que lo miraba sin emoción alguna, volviendo a desesperarlo por aquella falta de sentimiento alguno.
Recordaba como a cada roce que le había ofrecido, este había mantenido su rostro indiferente, solo respondiéndole con total frialdad y apatía. Solo buscaba grabar cada recóndito espacio de su ser en su memoria, quería poder si quiera tener algo de él; pero el otro actuaba como si nada estuviera sucediendo, como si no fuese nada más que el aire recorriéndolo. Una completa inapetencia que dolía tanto como para morir.
Aquel sentimiento de impotencia que le albergaba lo destrozaba y desesperaba. Cada embestida, beso, caricia y palabra que le había otorgado habían venido directamente de su corazón queriendo mostrarle, de alguna forma, sus sentimientos; los cuales fueron ignorados y pisoteados con total desinterés.
- No pensaba que llegarías tan lejos como para tomar mi cuerpo – sus palabras eran frías y sin rastro de emoción alguna – ¿Estás satisfecho?, ¿eso era lo que querías? –
Era cierto que había tomado su cuerpo sin siquiera esperar que este le correspondiera, era cierto que prácticamente le había tomado a la fuerza, pero era porque se había desesperado con la idea de perderlo; no quería perderlo sin siquiera haberle demostrado lo que sentía por él.
- Sabes que eso será todo lo que obtendrás de mí. Nunca podrás llegar a mi corazón. Ni siquiera lograrás que piense dos veces acerca de rechazarte, porque no siento absolutamente nada por ti. No llegarás ni a mis pensamientos. –
Las lágrimas luchaban por caer, pero no las debía dejar escapar. Quería golpearlo, besarlo y volverlo a hacer suyo hasta que cambiara de parecer, pero ¿acaso lo lograría? Bien sabía que no.
- Eres peor de lo que pensaba –
- Cállate – eso había salido en casi un susurro, pero en aquel tortuoso silencio se había podido oír claramente –
- Me sorprende a cuanto llega tu dichoso amor –
- Ya cállate –
- Tu amor no tiene valor suficiente para contar como tal, cobarde –
Lo último lo había hecho enojar lo suficiente como para haberse acercado y cogerlo del cuello a aquel chico que lo miraba desafiante y burlón, miró ese rostro y no pudo evitar besarlo con fiereza, desespero; lo amaba, lo amaba tanto que se odiaba por eso. Separó sus labios adoloridos y vio como algo de sangre escapaba de la boca ajena: le había roto el labio en aquel beso no correspondido.
- ¿Feliz? Ya me tuviste; bueno, solo mi cuerpo. Increíble a que llega tu obsesión. Acercarte como amigo, ganarte mi confianza y luego abusar de mí. –
- Sabías que te amaba –
- ¿Eso disculpa tus acciones?, ¿las justifica? –
- No – respondió a sabiendas de que era cierto. Que lo amara no excusaba lo que había hecho.
- Abusaste de mi confianza y la de tu hermano. –
- No hables de él – dijo en un tono más duro, más sufrido. –
- ¿Por qué no?, tiene mucho que ver ya que es con quien me voy a casar. –
- No lo digas – había sonado casi desesperado –
- Porque lo amo. –
- ¡Qué no lo digas!, ¡ya lo sé! –
- ¿entonces?, ¿vas a responsabilizarte? –
- ¿Cómo quieres que lo haga? –
- Desaparece –
Había quedado sin palabras. Sabía que después de lo cometido, el otro no lo iba a querer ver, pero no esperaba que fuese tan directo en su respuesta. Aunque siempre lo había sido, no entendía porque se sorprendía ahora.
Asintió con todo el dolor de su corazón y se acercó a la puerta dispuesto a marcharse para no volver nunca más.
- Te amo – fue lo último que salió de sus labios mientras cerraba la puerta –
- Lo sé, pero yo no a ti – fue lo último que escuchó.