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Detestably unstable por Ornela

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Notas del capitulo:

Bueno, me demoré un tanto. Este capítulo lo escribí hace mucho, por lo tanto, al leerlo de nuevo, me pareció que era un asco(? así que modifiqué lo que más pude, y así quedó. 

Firme, acomodó el codo en el mesón lustro y recientemente barnizado de la bibliotecaria, golpeteando con los dedos la lisa superficie como si tocara las teclas de un piano, utilizando las uñas.

Esperaba a que la mujer, de piel tostada y de emergentes canas blancuzcas; cuarentona, registrara que se llevaría uno de los libros de ciencias. Uno de tantos.

Los exámenes se acercaban y con una anterioridad de semanas debía estudiar para éstos, si quería ganar.

Sonrió de momento.

Olía a nueva oportunidad.

 
-Perdón. 

Captó rápido la sonrisa del adulto por el rabillo del ojo, escuchándola atentamente.

Sus anteojos redondeados brillaron por segundos a causa del sol que se colaba por la ventana, y notó cómo sus anteojos apejas se sostenían; cayéndose por el tabique de esa su cara ya golpeada por los años. 
 
-Buscaré otros libros similares por ti, pero.. -Se detuvo un breve momento para leer la lista, volviendo pronto la cara sin borrar la sonrisa. Continuando en lo que iba. -Near sea ha llevado ese hace un par de días.
 
De no haber sido por tal nombre, habría dejado el tema pasar.

Habría quizás devuelto sin gracia las sonrisas, pero lo habría hecho.

Se habrían ablandado las molestias de no contar con lo que quería; se hubiese resignado a indagar en el libro más similar. 

Pero este no era el caso.

El desencaje de su rostro le llevaba por mil la ventaja en la carrera de sus intenciones, y a pesar de que no dijo absolutamente nada, las manos se le cerraron de inmediato hechas puños otra vez, como tantas veces en estos últimos días.

Ella, que lo había visto ir y venir en la biblioteca acarreando distintos tipos de libros, lo había notado: esa disimulada tensidad que Mello arrastraba desde hace, justamente, una semana.

Logró captar con rapidez su repentino estrés porque habituaba ver esa melena rubia aparecerse por la biblioteca a leer ocasionalmente, en la mayoría de las veces sólo por el gusto de saber algo nuevo. Comprendió ahora, observándolo ya a punto de hacer hervor -como si este pequeño incidente hubiese sido la gota que derramó el vaso colmado- que no debía decir nada más si quería salir ilesa de esta, a menos de que quisiera, por el contrario, enfrentarse a la fiera delante de ella.

"Algunos niños dan real miedo", pensó, volteándose de espaldas a él con falsa seriedad; amontonando algunos papeles con rigurosidad adulta.

 
-Anote a mi nombre el libro -Musitó de repente, muy bajo a su tono. 
 
-Pero Near aún no lo ha devuelto.- Advirtió, girando por sobre sus talones.

Mello así no le gustaba para nada, sólo le hacía pensar en lo aterrador que era. 
 
-Eso cambiará -Soltó con fría seriedad, sin más saliendo a pasos largos por la gran puerta. Azotándola estruendosamente lo suficiente como para exaltar a la mujer tras el mezón.

Antes de salir, había logrado oír cómo elevaba la voz para decir algo como "¡Ya vuelvo!". Cosa que Berta había escuchado a apenas. Quizás había sido su idea, pero sabía que volvería.
 
-Santos... -Atinó a acomodarse incómoda los anteojos.

Ella no iba a meter la pata, y suponía acertadamente que Mello iría por Near.

Qué pena le daba, aunque contradictoriamente no se atrevía a hacer nada, y de hecho, nadie. 
 
 
 
Sus pasos hacían eco.

Caminaba presuroso pero no corría; no razonaba bien ni tenía ideas claras. Pero sabía que no correría por gastar energías en un gusano como Near: esa larva blanca. Y como anillo al dedo le iba serlo, siempre usando a otros por beneficio. Por la necesidad de no poder movilizarse a sí mismo, si no mas bien moviendo peones a gusto. Estaba seguro que en esta ocasión sólo lo hacía por fastidiarlo. O puede que estaba cayendo en la paraonia, otra vez.


Gruñó audible, no rescatando en que caminaba dando comentarios ocasionales, maldiciones, y por inercia misma sus pies le habían llevado a parar a la sala común, seguramente porque le era lo más cercano asociar ese lugar a Near.

Si se detenía a pensar en él, ¿qué se le venía a la cabeza? Color blanco. Puzzles. Números. Juguetes. Si ahora volcaba su cabeza en pensar posibles lugares donde se acumularan con intensidad estas ideas, sólo eclosionaba en dos opciones asociadas. Estas vendrían siendo su habitación, lo lógico, y la  sala común, en donde se la pasaba gastando la mayor parte de su tiempo.

Pero fuera de planteaciones, cuando plantó pie en aquel lugar, no le hizo falta preguntar por él -y de hecho, nunca hacía falta-, pues ahí estaba clara su marca...

Esos malditos juguetes ordenados meticulosamente sobre los cerámicos del piso, quién sabrá con qué propósito malévolo.

Mas sólo estaban éstos, sin dueño. Casi dándole la bienvenida.

Le pareció a primera ojeadas, algo extraño.

Estos juguetes parecían nuevos, y los colores de sus figuras por alguna razón no le simpatizaban en nada, porque, fuera de ser feos tenían sólo un color cada uno, nada detallado. Soso y simplón como Near. Claramente algo pobre y poco vistoso. "Rojo, negro, marrón, blanco..." ¡Al carajo!


Pateó consecutivamente el rojo tras tirar lejos el negro a su compañía ¡y con ganas al blanco! pateando el blanco por ser blanco sencillamente, tirándolo lejos mientras éste resbalaba de costado por las baldosas.

Miró el último en pie.

Este estaba encerrado en medio de los cuatro márgenes de su baldosa...extraña y meticulosamente situado justo en medio.

Sin querer su mente comenzó a trabajar en busca de una respuesta. Los estímulos visuales lo estaban haciendo intentar entender algo que consciente no tomaba en cuenta. Y su mente, ágil y aguda, le estaba diciendo que había algo.

Miró entonces, más bien de forma incrédula, atentamente esa última pieza en su lugar. Mirándola a ceño fruncido.

Ese marrón tampoco le gustaba, parecía una figura oxidada, allí de pie con los brazos extendidos, como si exigera que lo tomara. Pero, algo, no sabía muy bien qué, no le estaba pareciendo. Lo sentía.

"Mhmm..."
 
-¡Mello~!
 
Sólo de reojo, con un esfuerzo sobrehumano por mirarla, dio la directa señal que se traducía en que la estaba escuchando. No hacía falta siquiera voltearse demasiado, sólo la voz le bastaba para reconocerla.

 
-¿Buscas a Near?
 
Era el nombre de Near en la voz de Linda lo primero que entró por sus oídos y se quedó anclado con cierto desagrado.

Si Linda tenía intenciones de llevarse bien con él, nombrarlo significaba el primer punto en falta. Siempre, siempre buscando y hablando sobre él.

Pero ahora que la escuchaba, era verdad...por momentos había olvidado que Near no estaba ahí.

Miró un poco más el interior de la sala, y nada.

Miró por igual sus juguetes, como s tuviesen una respuesta. Y nada.

Miró la única pieza que no había pateado, y la pieza marrón pareció mirarlo a él.

Este pequeño juguete era lo único en pie que le hacía referencia al chico, como pista y también como nada para dar con él.
 
-No -respondió sin sinceridad a su pregunta, y esta vez la miró un poco a ella también.

Linda también era otra "cosa" que le hacía referencia a Near. Era la única que de vez en cuando charlaba con éste. Que se permitía darse el tiempo de invitarlo a jugar a pesar de la obvia respuesta.

Recordando todo aquello, ¿acaso estaba buscando indicios del niño en ella?
 
Pudo, tras haber respuesto con sequedad, apreciar cómo la expresión de felicidad que traía la chica flaqueaba, cayendo en una lenta caída; matando la sonrisa que llevaba a principios y que ahora ya no existía.
 
-¿Entonces qué haces aquí...? No deberías tirar las cosas de Near...
 

Viró la mirada de ella, con un pensamiento latente recorriendo su mente, en letras marcadas "Cállate. Cállate. Cállate", volviendo así a concentrarse en la figura que ahora, en  comparación a ella, le estaba pareciendo bastante más vistoso con su color horrendo y todo.

Podía sentir a Linda hablar y hablar, algo así como un ruido de fondo no tan presente como sonarían normalmente sus palabras. Y, en ese momento, algo en su cabeza crujió. Como un engranaje andando de golpe.

Quizás, sólo quizás...
 
-Linda.
 
Llamó la atención inmediata de la chica, haciéndola en el acto callar como si se esperara que Mello dijera algo a continuación, algo que no llegaba.

Ahora que la miraba mejor,  habiendose dignado de una vez a mirarla de frente, ese prenda que la abrigaba en invierno y en verano por igual; aparentemente su favorito y que llevaba cada día, le hacían a su subconciente compararla con la figura.

"Ese mismo feo marrón"

Cohesionó hechos.

Tomó en cuenta que lo que estaba a punto de pensar sería una simulación de una situación puramente retórica, pensando en Linda como si se tratase de esa figura.

De ser así, asignó a tal baldosa donde se encontraba -por el orden de la evidencia- como la sala común, quizás. Sólo siendo posible su teoría si se tratase de un escenario a tiempo real.

-Mello...me estás poniendo nerviosa ¿Estás escuchándome? -No recibía reacción de Mello por más que le hablara.

Siempre había sido así con ella, haciendo como si no existiera. Ignorándola la gran parte del tiempo, y si la observaba, siempre como si hubiese cometido un error garrafal. Aveces intentaba dar razones a su comportamiento para con ella. Otras veces, sólo lo aceptaba. Pero ahora mismo Mello no demostraba ninguno de ambos comportamientos. Por eso es que bajó también la vista a la figura, sin comprender bien porqué especialmente Mello miraba el juguete de Near. Y, cuando se dio cuenta de algo, ya estaba jugando intranquila con sus dedos. 

-¿Quieres jugar con él? Es el juguete que Near me deja usar en ocasiones.

La miró con sorpresa sin decir una palabra. 

De modo que sí había una relación más allá de su propia intuición, pensó.

De inmediato, y volviendo a ignorar olímpicamente a Linda, dirigió la vista allá; a las cercanías de los muros en donde choraron los tres muñecos.

Si era posible entonces que estos representaran a alguien respectivamente, daba por apostado a que el rojo TENÍA que ser Matt, el blanco, si se trataba de colores identificativos, sería el mismo Near, y... él, por descarte, el negro.

Trató con esa teoría en mente recordar las posiciones en donde habían estado las figuras antes de patearlas, pero con la rabia del momento se le hacía tarea pesada. 

-Mierda. -Farfulló.

Seguramente Linda debería de estar regañándolo por su mal hablar justo ahora, mas no tenía tiempo ni para oírla ahora, ni luego. 
 
Podía suponer que ese juego endemoniado del albino -Dios quiera castigarlo por jugar con sus compañeros tan suciamente- debía ambientarse en tiempo real, pues bien... la prueba era que Linda estaba en la sala común. Pero Near no, algo fuera de la rutina.

Con gran esfuerzo, recordaba -guiado sólo por los colores que le quedaron grabados a la primera impresión- que de ningún modo el que tenía más blanco que el resto estaba ampliamente alejado del marrón, o quizás del negro, antes de patearlos.

Sólo sabía que el más pálido había estado alejado de los que tenían color más oscuro. Puede que incluso por eso mismo es que los jugetes eran sólo de un color predominante: para recordarlos con mayor facilidad. 

De saber que esto sería otro de sus acertijos se hubiese percatado más en la diferencia de tonalidades al menos.

Tomando en cuenta lo más probable y lo que ya conocía, entonces... en efecto, todo eso estaba situado en ESE preciso momento. No antes, y no después. Si no ahora, justo ahora, en que estaba con Linda.

Así, dedujo por el momento actual, que el muñeco negro; su muñeco, debía de haber estado junto al de Linda. Así cuadraban un poco mejor las cosas.

Sin embargo se sintió, a su vez, como un tonto al ser tan predecible, y no supo -mejor para la moral- cuántas ganas de matar a Near tenía ahora.

Jugando con él como si se tratara de un muñeco más de su colección, una pieza de su puzzle. Usándolo. Utilizándolo a su antojo, a su maldita diversión.

"Te patearé el culo Near.", y con ese pensamiento, sencillamente pateó el último muñeco antes de irse echando humos, cerrando los ojos con una fuerza que dañaría a cualquiera.

Fuera de eso, esto era un ejercicio de ayuda; algo que le serviría para recordar las posiciones de las figuras si se concentraba en ello lo suficiente. Su gran memoría facilitaba la tarea, y Near que había puesto tal reto para el, lo sabía. No por nada era el segundo mejor, aunque este título lo odiara tanto como a Near, por decir lo poco.

De todos modos, ese no era el punto. El punto era que, tomando el horrible juguete como "Linda", y sabiendo que su posición simulaba la "Sala común", si veía y analizaba todo desde arriba -en un plano superior de la casa Wammy's- la cantidad de baldosas que separaban a los muñecos era escencial. 

Pero algo más faltaba para encajar todo, y ese era la posición que Near había dado a "Matt", si no mal deducía la persona tras el muñeco rojo. ¿Por qué habría de involucrarlo a él también? ¿Estaría para corroborar que la idea sobre los jueguetes era verdadera?

No quería, pero seguiría el juego e iría a comprobar si Matt se hallaba donde debía estar, siguiendo la idea. 

De cierto modo, necesitaba confirmarlo para saber que no estaba perdiendo la cordura. Que no estaba siguiendo juegos de su propia mente.

Con poco esfuerzo, rápidamente recordó las posiciones de cada pieza acompañado de sus propias deducciones. 

Cuando miró dentro de la sala de espera, que usualmente era utilizada por los muchachos debido a la comodidad de sus grandes sillones, en efecto, halló a Matt cruzado en uno de éstos con la vista en los gráficos que ofrecían su PSP. 

 

Todo estaba en su posición...

 

De ser así, el de Near -calculando las distancias de cada punto- debería de estar... ¿En la biblioteca?

No, no podía ser. Él había estado allí antes y ni de coña lo había visto, ni por casualidad.

Algo había fallado... O de seguro Near se estaba riendo de él. Burlándose desde algún lugar de Wammy's House... pero QUÉ LUGAR.

Debía encontrarlo.

 

Reparó en visitar la habitación de éste aunque no calzase con el plano de juego que había armado. No le gustaba acercarse a ese lugar por ningún motivo, pero ya no estaba pensando con claridad debido a sus emociones.

Cuando estuvo ahí, zapateaba el piso a ritmo impaciente con el pie tras haber tocado la puerta -a pesar de todo optando por tocar la puerta por más ganas de destruirla quería-, pero nadie contestaba.

Podía ser una suposición suya, algo apresurada, pero podía ser que Near le estuviera ignorando, o durmiendo, o...
 
-Near -Llamó al aire ya dentro de la habitación del susodicho.

Claro, nadie iba a responderle porque nadie estaba ahí después de todo.
 
-¡Vete a la mierda! -Y de un portazo cerró la puerta, de nuevo; sólo para abrirla otra vez

¿Y si Near en ese momento NO tenía el libro con él?

Quizás estaba en su repisa. Entre sus pertenencias.

Bueno, de cualquier modo, si iba a mirarle las cosas, nadie lo vería si lo hacía rápido y no sería robo exactamente, quizás sí invasión de lo personal, pero no contaba como robo si nadie lo sabía. Dejaría todo tal cual. Y luego se olvidaría; se limpiaría las manos.
 
Se sentó sin delicadeza en la cama del menor, mirando muy meticulosamente las pertenencias de éste antes de siquiera tocarlas. Demonios, estaba todo tan ordenado que quién sabe si no estaban como "caza-bobos" para saber si alguien como él sería capaz de husmear en sus cosas o no, como estaba a punto de hacer. Y no era una idea tonta, él lo hacía por precaución también.
 
-Te odio, Near... -Comentó bajito para rellenar el panorama, dado que no era la idea hacer ruido e indicar que estaba ahí. Eso sería un suceso demasiado vergonzoso para él si lo encontraran ahí, susurrando cosas como estúpido.

Pensar en todo eso le estaba calentando demasiado la cabeza, se estaba preocupando por cosas que... no valían la pena.

 

Recostó el cuerpo en la cama, agarrando con fuerza las cubiertas entre sus dedos.

Le provocaban cierto cosquilleo, es especial saber que no era su propia cama. También, cuando agarraba por las solapas la camisa de Near, se sentía algo similar, incluso el aroma era el mismo. No era perfume, si no más bien algo de él, no sintético como esas cosas baratas que las chicas del orfanato se ponían encima para oler mejor, si no, esto era algo propio de él, y estaba recostado en esa fragancia nítida.

Esto le era... algo agradable, por alguna razón desquiciada.

Rodó con pereza por la cama, dejándose boca abajo.

Sus fosas nasales aspiraron de todo. Era como tener a Near muy cerca, y no era tan malo siempre y cuando no abriera la boca. Bueno, no tanto así, porque...porque con su voz aveces, sólo aveces, decía cosas agradables, y eso era algo, sólo un poco...

 
-Detestable -Se convenció a voz alta, pues así sonaba más convincente. 
 
 
En ese momento, hizo un acuerdo personal muy conveniente en momentos como este y era que no volvería a la habitación de Near. "Ya no más", pensó, descartando la idea de indagar en sus cosas.

Ya se sentía como un enfermo por pensarlo siquiera, y sabía que no lo era.

"Por su puesto que no"

Sólo cerró tranquilamente la puerta tras de sí al salir, verificando que absolutamente nadie le viera. Sería un bochorno.

Así, con la tranquilidad en que cerró la puerta, caminó también -ya recuperado- a la librería de vuelta.

Ese encuentro con la paz había sido bizarro. Él no encontraría jamás calma en algo relacionado a él, ¿no es así?

 
Cuando abrió la puerta de la biblioteca, sintió la mirada insistente de la bibliotecaria, pasándola por alto antes de pasar él también de largo, no con la mejor cara y actitud, pero sí normalizado en general.

Pero a pesar de todo, continuó pensando en los infernales muñecos de Near, buscando veracidad entre las estanterías, esas altas repletas de libros. Una tras otra como piezas de dominó en orden.

El olor a viejo, a antiguo, le inundaba los sentidos, e incluso el polvo de vez en cuando le picaba en la nariz al sacar uno que otro libro de tapa comprometedora sin siquiera teniendo las intenciones de leerlo. No era como si no limpiaran, pero eran de esos libros que nadie se molesta en sacar a menudo.

Y ahí, ahí en ese momento, vio algo.

Lo veía por el hueco que había dejado el libro que había sacado.

Lo había encontrado por fin.

Allí estaba él, sentado frente a una mesa pequeña entre el espacio que dejaban dos de esas repisas con libros. Ambas atrapándolo como murallas nacientes del piso; dando forma entre ellas al espacio en donde estaba Near, algo angosto para situar una mesa allí, que era la que ocupaba.

Por donde se mirase, ahí sólo podía caber cómodamente una sola persona. Y si no fuese por la ventana que se incrustaba en el muro mas cercano y que alumbraba naturalmente el libro que Near tenía en las manos, no sería un buen lugar. 

Ahora ya sabía donde estaba ese libro. Lo podía ver, ahí, siendo estudiado en sus manos blancas. 

 
-Near...
 
-Buenas tardes, Mello.- Respondió, sin levantar la vista de las letras de la página en que leía.
 
La luz que se filtraba desde la ventana y caía en Near, parecía hacerle brillar; molestándole a sus ojos por el reflejo de su palidez. Logrando que frunciera el ceño por la molestia ocasionada.
 
-...
 
Era extraño, tenía tantas cosas qué decirle a Near, varios puntos qué gritarle en la cara, pero... el recuerdo que hace poco había tomado lugar en su cuarto le hacían quedarse en blanco.

"Blanco...", tan blanco como él se había quedado ahora.

Se removió de su lugar espectante, tomando pasos hacia el muchacho antes de seguir soportando esa luz cegadora que por desgracia le impactaba en los ojos.

Near por su parte cerraba el libro con lentitud inimaginable.

Con cada paso que acercaba, se convertía más cercano al albino; más personal, aunque no quisiera serlo como tal.

Aún así, supo mantener en el momento la distancia correspondiente. Soportable.
 
-¿Puedo hacer algo por ti, Mello? -Era una insinuación de lo obvio, ayudándolo a volver de su abismal vacío.

Este sólo chasqueó la lengua al reaccionar y enarcó una ceja.
 
-No te hagas. -Sus palabras sonaban...arrastradas, Near lo había notado. Se sentían pesadas al salir por sus labios, como si apretara los dientes al hacerlo.

Era algo tan denso que podrían esas misma palabras salir en estado líquido de la materia. 
 
La vista de Near ascendió en el momento, subiendo a su vez tranquilamente una pierna sobre su sitial, enrollándose el cabello; retorciéndolo.

Podía predecir la furia interna de su compañero mientras el silencio se prolongaba, mientras él no soltaba bola a lo que se le hacía obvio. Y si era sincero, este libro ya lo había leído mucho antes.

Inevitablemente estaba jugando piadosamente con Mello. Las figuras, su posición, el libro, también la mujer de la librería como peón, como pieza para la corroboración del juego.

Mello se daría cuenta en algún segundo de éstos, y él no tenía que irrumpir en su avance mental.
 

-La primera ley de Johann Mendel consta en la utilización de semillas. Se le considera el primero en cruzar especies, en este caso, vegetal. Es una ley sencilla, similar a la "Ley de la selva". El mayor influye en el menor, Domitantes y Recesivos.-
 
Oyó un bufido de Mello que denotaba molestia, extrañamente, sin extremos.

Cuando percató que el rubio comenzaría prontamente a cooperar en lo que  estaba diciendo, no evitó cesar el juego que tenía con sus mechones ya curvados.
 
-El Dominante influye en el Recesivo. Entre su multiplicación, en la mezcla de genes que traen estas semillas por más homocigotas o heterocigotas que sean, el genotipo del Dominante se transmitirá como las del recesivo, más aún las caracterírticas del Dominante permanecerá en el resultado. Dime Near, ¿Estás insinuando algo?
 
-¿Es así?
 
-Tú te las buscas.
 
-No lo hago, Mello.
 
-¡LO HACES!-
 
-No es necesario elevar la voz.- Comenzó de nuevo con el jugueteo con su cabello que había abandonado en medio de la charla. -Estamos en la biblioteca.
 
-¿Y a mí qué?
 
Near por momentos, vio brillo en el azul de los ojos de Mello, algo amenazantes al compás de su mirada ya natural de mala leche.

Evitó entonces mirar de esa forma a Mello, desviando la vista a ningún punto en general, sin reparar en las molestias que sabía que le resultaban a Mello. Y es que mirarlo aveces resultaba peligroso, como los animales que toman una mirada fija como un reto, así era él. Pero no mirarlo en ocasiones resultaba tanto una excelente idea como una mala, y eso se demostraba justamente ahora que el rubio le buscaba la mirada y él rechazaba con monotonía inevitable, no sabiendo qué sería esta vez.

Mas podía sentir ese calor incómodo sobre su persona.
 
-Sabías que vendría por ese libro, ¿no? -Preguntó, acercándose al chico.

El tono no le era como una pregunta, era más una afirmación, pues de que era así, lo era.

Near no era ningún estúpido para no suponer sucesos futuros a sus acciones.

Mello sólo se sentó sobre la mesa sin demasiado cuidado, apoyando las palmas de las manos en la superficie como apoyo, dejando sus piernas balancearse flojamente.

Antes de acomodarse lo suficiente como para no querer removerse de ahí, sacó de su bolsillo una barra de chocolate como no había hecho hace un par de días, manteniendo apoyo ahora con sólo una mano sobre la mesa. 
 
-No. -Oyó responder a su rival, este continuando en lo suyo con su cabello, tranquilamente enrollando y desenrollando como anillo a su dedo.

Quizás tranquilidad no era la palabra correcta.

En ello, pudo sentir el cuerpo de Mello removerse sobre la mesa, atrapando su silueta por ambos costados con sus piernas, sus pies descalzos topando el estante con libros detrás de sí.

Se sentía atrapado, no diminuto ni reducido por Mello, pero sí encerrado entre la delgadez de esas extremidades a tela negra.

No se movieron, ninguno de ambos.

En el caso de Near, no lo hacía por docilidad, si no más bien por un acto de no-reacción válida.

El olor del chocolate pronto rondó por las fosas nasales del albino, haciéndole sumamente familiar aquél aroma. Ese cacao intenso.

Luego, era el crujido de la tableta de un trozo de chocolate que se disolvería en calor; ese quebrar lo había oído tantas veces. Eso era algo que definía a Mello en todas partes. 
 
-...El chocolate contiene Phenylethylamine o PEA, sustancia natural que es la que estimula en el cuerpo la acción de "enamorarse...-  
 
El crujir resonó de nuevo, con más ferocidad que antes.

Esas desviaciones a Keehl le molestaban más que nada, en él. En él justamente molestaban porque lo hacía a conciencia viva y tenía el descaro de hacerlo, lo tenía claro.

Pero lo que decía no era una mentira total. No es como si consumiera chocolate para sentirse estimulado, pero ese  detalle en él no funcionaba una mierda por como veía. Tampoco le hacía falta, no con Phenylethylamine superaría la mente de Near, no en esta realidad. De modo que no le podía importar menos, aunque le había dado un par de ideas.


 
-Di: "Ah".
 

Sus dedos partieron un trozo sólido de chocolate.

Ese crujido se hacía presente en sus oídos, y no sólo el sonido, si no también ese aroma y ese sabor, entrando lento y forzado por la boca del menor.

Seguramente podría decirse que ambos eran consciente de lo que sucedía, pero a la vez ninguno era capaz de llevarlo más que el otro. Sólo era dar y recibir algo que sólo había nacido de una idea, y esa partía de la poca humanidad de Near que Mello pensó al momento en que habló sobre la Phenylethylamine.

Near sabía qué era, incluso hablaba como si fuera el clima el asunto de enamorarse y esas cosas. Pero sabía perfectamente que él, siendo simplemente Near, no conocía nada del asunto. en cuestión

Ese niño no era humano, creyó Mello por más adentro que metía el chocolate en su boca.

Podía escuchar a Near quejarse antes de dar algunos manotazos que indicaban que si seguía más adelante vomitaría, haciendo arcadas muy sutiles. Y fue cuando Mello se detuvo, percatándose de que ya tenía al menos más allá de las puntas de sus dedos dentro de la boca del menor. Sólo atinó a retirarlas con cierto espanto, limpiándose por reflejo en la playera. Lo estaba ahogando. 
 
-Phenylethylamine...- Oyó a Mello susurrar en monólogo al cual no respondería. 
 
Podía sentir cómo el chocolate rozaba en la entrada de su garganta aún atorado, y que éste intentaba bajar poco a poco para no hacerle vomitar a sí mismo.

Estaba derritiéndose, endulzando su boca de forma extensa y esa poca costumbre del sabor lo hacía secretamente disfrutarlo.

No era como si nunca lo hubiera comido, pues sería el colmo de la inhumanidad; pero la familiaridad no entraba en categoría, y aunque intentara retener por más tiempo el trozo, le era algo forzoso hacerlo con efectividad. Hubiera quizás disfrutado de él si no se lo hubieran hecho tragar.


Mello sólo lo miraba a punto de hacerse nacer una sonrisa bien dibujada. Y Near prácticamente le exigía una respuesta sin vociferar palabra, frunciendo ligeramente los labios hacia abajo en desdén reconocible.
 
-Comencemos de nuevo.
 
En la torcedura descendente podía verse tan claramente la poca dicha que le tenía a la propuesta, que un simple "No" quedaba poco y hecho añicos en comparación. 
 
-No corroboro con tu idea. Es irracional, Mello.
 
-...Así es.
 
Un alargado "ah" se dio paso con sorna.

La boca del menor no se abrió ni un poco, pero tampoco podía decirse que la apretaba. A veces era difícil identificar sus labios de su piel, pues prácticamente tenían la misma tonalidad. Sólo la diferencia de voluptuosidad las distinguían como algo aparte, y se veían tan suaves; brillantes. Pero no se abrían a su complacencia, y seguramente era ese pensamiento quien lo llevó a tomar la mandíbula del albino, apretándola, esperando a que abriera esa boca.

Pero olía a rechazo total, rechazo a él y a su chocolate.

Cuando recapituló lo que estaba haciendo, recordó que prácticamente tenía a Near atrapado contra su cuerpo. Lo tenía atrapado y la situación más comprometedora no podía ser interpretada.
 
-No es recomendable recurrir a la indecencia  -Soltó Near con dificultad por el agarre. Adivinando los pensamientos en la cabeza de Mello.

Esa insana indecencia la podía leer claramente. Podía leerlo todo claramente.
 
No hubo momento para más palabras, sólo espacio para esa mirada tan asesina, ese ensanchamiento desesperado de sus orbes.

Si Near le dejaba de indecente como persona; ante su religión, entonces qué le quedaba en su vida. 
 
-No me rebajes, Near.
 
Cayeron algunos de los libros, sonando al impactar en el piso; ese sonido estruendoso que les daba de lleno a ambos en los oídos.

Era como un remezón, uno muy rápido, porque al momento en que volvió la tranquilidad y que los libros yacieran inertes sin turbaciones de nuevo, Mello se encontraba a través de un movimiento veloz y ágil -que era lo que había lanzado estos libros con el pie-, inclinado a Near tan suavemente como podía.

Nuevamente ese beso irrumpió en sus vidas. Ese beso burlón que daba contra la piel del albino, esta vez aventurándose un poco más; provocando la cercanía a la comisura de sus labios pero aún sin tocarlos ni un poco.

Esto, no era indecencia, se dijo.

Esto era una insana inocencia, y una bien fingida. O eso creía Mello, quien podía sentir controlar la situación cuando se hallaba sin saberlo pisando terreno inalcanzable, territorio nuevo. Se perdía en él, sin un mapa, sin conocimiento básico. Pero decir que lo controlaba le daba confianza, una que ni siquiera tenía. Y esos ojos que lo miraban con atención múltiple se clavaban en él, perdiéndolo. De ésto, sólo esperaba no encontrarse luego tan perdido como la primera vez que se atrevió a tocar a Near.
 

-Me llevo el libro... -Susurró sobre su piel, totalmente embriagado por el contacto.

Se sentía cálido, todo en él subía de tono, tiñendo con mucha sutileza sus mejillas. Había imaginado que se sentiría bajo, pisoteado en el piso, pero tanto era el embriague que lo nublaba, que sólo irse le era algo razonable, aunque lo hiciese rozado a Near más de la cuenta, pasando las manos por los brazos ajenos antes de separarse totalmente de ellos.

La verdad era que no con Near quería vivir esa clase de experiencias ni emociones. Con él no.
 
Se paró muy lentamente, separándose con la misma lentitud característica del menor, aunque hubiese querido hacerlo en seco.

Sus pies volvieron a tocar la frialdad del piso, irguiéndolo, haciéndolo sentir -aunque sea sólo un poco- en la vida real, esa que ya le costaba vislumbrar con precisión.

Sentir a la vez la tapa gruesa del libro le daba cierta satisfacción, pero si Near no actuaba en contra por exigirlo entonces sólo significaba que se lo estaba entregando, y ya no resultaba algo tan victorioso. Pero no se negaría a llevárselo de todos modos, ya que necesitaba de esas páginas. Por todo eso, sólo comenzó a andar paso por paso. 
 
-La teoría intermedia de Johan Mendel se basa en especies homocigotas, recesivos y/o dominantes, que en conclusión a la multiplicación final da como resultado una clara mezcla de ambos, creación de una especie con ambas características, como uno solo.
 
"Buena jugada Near" Pensó, con una sonrisa a dije de enfado, y atolondrado aún por la embriagues incesante, se movió lejos de ese engendro y sus macabras palabras que más directas y a la vez cubiertas no podían ser.

Cómo lo odiaba por hacer esa clase de cosas cuando menos las necesitaba.

Al fin de cuentas, pensó seriamente en en aquellas palabras, por desgracia. 

Notas finales:

No se desesperen con el avance lento de esta pareja, por favor XD Como ven, ya se están atrayendo lentito. Poco a poquito.

Espero que aún exista gente que lea esta historia, y para ellos, como siempre:

¡Gracias por leer!


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