En Corea del Sur, el líder y representante de la Sociedad Vampírica es T.O.P, un hombre imponente de ojos negros con finos destellos rojos similares al infierno, siempre viste de traje, zapatos impecables, y muy deseado por “Las Tentación”. Este príncipe tiene a su poder las actas de vampiros de todo el país y se ve bajo la obligación de buscar y reclutar a los convertidos; personas que fueron mordidos por aquellos rebeldes que no soportaron la tentación de degustar el sabor metálico de ese liquido rojo vital para ellos; e investigar a los anarquistas; aquellos vampiros que nunca fueron de fiar y mucho menos aptos para vivir en conjunto, ésos son los más rebeldes y peligrosos ya que nunca se sabe qué es lo que pueden provocar.
Pero, eso no amilana en lo más mínimo a T.O.P, quien está sentado en su escritorio en esa habitación poco iluminada, mirando por el ventanal enorme que abarca toda la anchura y altura de la pared, arrimado al espaldar del negro sillón mullido y grande el cual solo deja ver sus manos apoyadas en los respaldos y nada más. El hombre espera por su colega y mejor amigo que en ese momento hace su entrada por la puerta fumándose un cigarro.
- Hola Gran T, ¿cómo ha estado tú día?- esas palabras son las que más odia cuando ve a su amigo de toda la vida, y es que él sabe que, siempre que utiliza esa frase es porque hay malas noticias o algo raro está pasando.
- ¿Sabes que cuando dices esa puta frase me dan ganas de ahorcarte?- dice el más alto del salón haciéndose paso por detrás de su acompañante hasta el bar y prepararse un delicioso whisky el cual le ayudará a digerir las malas nuevas –Vamos, escúpelo sin rodeos, querido- haciendo un cambio de voz en la última palabra para sonar amoroso.
- Seguro, amor- devolviéndole la broma –Tenemos a un rebelde en nuestros dominios, he mandado a los Block B para que lo encuentren pero no hay noticias de ellos y peor del niño- responde después de beber dar una calada a ése cigarrillo fino, blanco y de filtro café.
- Un rebelde…. Hace tiempo que no escucho esa palabra. ¿Por qué mandaste a Zico y su séquito de señoritos en lugar de decirme e ir nosotros personalmente por algo de diversión?- dando un sorbo a su bebida, apoyando sus codos en el soporte de aquel negro asiento.
- Ya no estamos para eso bro, tu sabes bien qu..- y fue interrumpido por el escupitajo de licor en la cara.
- ¿Dijiste niño?- limpiándose la comisura de sus labios y revisando que no tenga mancha alguna en su níveo traje.
- ¡Hijo de las mil putas! Eres verdaderamente un asco. Y sí, he dicho niño- cogiendo el pañuelo favorito de su amigo para limpiarse la cara y el traje.
- ¡Eh! Deja que lo ensucias, toma y límpiate con esto- Y toma una toalla húmeda y la extiende cerca de la mano al menor. –Te pregunto si es niño, porque hace unos días recibí la llamada de C.A.P reportando que hay un anarquista en la cuidad, y tú sabes cuando me encantan los anarquistas. Así que he estado investigando quién podría ser, pero lo único que sé es que es un niño de 16 años, nada más- acabando su whisky.
- Por qué no me lo dijiste antes, de lo que yo sé ese niño es huérfano desde que tiene 10 años y….- no termina la frase porque es interrumpido por un golpe en aquella puerta café oscura que está tras sus espaldas.
- Adelante- dice con su imponente y grave voz el líder.
En este momento y a través de esa puerta color ocre se hace paso un peli-rubio de labios gruesos y cabellos parados, es delgado pero a la vez fornido, de ojos pequeños, rasgados y alargados. Voz grave y con cierto toque de travesura. Detrás de él pero no entran, hay seis chicos más, esos son los muy conocidos Block B.
- Zico, querido ¡Que milagro¡- dice abriendo sus brazos aún sentado en el gran sillón, el líder de la S.V –Dime, tienes noticias de mi pequeño- cambiando repentinamente de voz a una más prepotente.
Sí, T.O.P lo había llamado SU pequeño porque desde que había escuchado la noticia del nuevo forajido se ha interesado mucho en él, igual a cuando escuchó que Zico estaba en el pueblo o cuando Yongguk había aceptado su oferta de alianza con él. El pequeño anarquista como le llamaban los antiguos, había despertado en él una curiosidad inmensa por saber todo lo que se tratase del mismo, y hacer todo lo posible para que se quede con él, para retenerlo, para cautivarlo.
Y es que la verdad al gran líder le debilitaban los rebeldes, llegaba al punto de enloquecer por aquellos vampiros que no seguían las reglas, por eso sus favoritos siempre han sido Zico y Yongguk, ya que ambos eran los más rebeldes, varoniles y aptos para suplantarlo cuando él se retirara del trono.
- Señor, hemos investigado sobre el niño, pero no hay ningún rastro de él. Las personas que creímos podrían conocerlo, tan solo nos informaron que se hacía llamar Zelo, que es menor de edad y de lo que sí todos coincidieron es que tiene el poder de manipular fácilmente a las personas con solo mirar directamente a sus ojos, al parecer es mitad súcubo- Espeta mirando directamente a los ojos de su autoridad, firme pero a la vez con un deje de preocupación.
- No podría ser más perfecto ese pequeño. ¡Quiero tenerlo en mi cama ya! Zico te doy tres días para que lo encuentres- acercándose al menor y tomándolo por las mejillas con ambas manos, sacudiendo su cabeza y palmoteando los mullidos cachetes del rubio.
- Sí señor, no se preocupe. Lo encontraremos- soltándose del agarre y dirigiéndose a la puerta para atravesarla y salir en busca del pequeño acompañado de esos seis jóvenes que no propasan los veinte ocho años de edad.
Mientras Zico abandona esa casa junto al resto del grupo, un segundo máster de los vampiros GD saca su celular y realiza una llamada, finalizándola con un “Te quiero a ti y a tus amigos ya” para dar después una mirada y pícara sonrisa a su superior.
- ¿Yongguk? Vaya que me conoces bien- Expresa el fornido de voz sensual.
Coge del mentón con su mano derecha y de la cintura con su mano izquierda a su “amante” propinándole un beso pasional en los labios pegando más su cuerpo al de él, apoyándolo al escritorio para luego bajar por su cuello con solo roses de esos labios que enloquecían al peli-rosa. Separándose después de dar él con su mano derecha un ligero apretón al bulto del mayor y luego echándose ambos a reír.