En la Aldea de los Vencedores se respiraba la misma calma de siempre: Prim y su madre se encontraban haciendo las tareas del hogar tranquilamente cuando de súbito escucharon un grito que las angustió enormemente.
Las dos abrieron rápidamente la puerta y miraron hacia la calle: Haymitch, Peeta y Katniss corrían hacia ahí arrastrando el cuerpo de Gale ensangrentado, que parecía haber perdido la conciencia. La blanca nieve que cubría el suelo se teñía de rojo con las gotas de sangre que caían sobre ella.
-Corred, rápido, estiradlo sobre la mesa. –Gritó la Sra. Everdeen mientras despejaba todos los objetos que cubrían la mesa del comedor y preparado sus cosas.- ¿Qué ha sucedido? Le echaré alcohol sobre las heridas para que se curen mejor. Prim, encárgate de la anestesia.
-De acuerdo, mamá. –Dijo amablemente la niña- Katniss, tú y Peeta id a buscar un poco de nieve para poner sobre las heridas, por favor. –Les pidió mientras preparaba la jeringuilla. Haymitch ayudó a aguantar al herido mientras Prim le inyectaba el calmante, y al poco rato todo el mundo se calmó un poco.
Cuando cayó la noche todo el temor ya había pasado. Mientras el resto dormían, Katniss reposaba tranquilamente al lado de Gale, atenta por si se despertaba y necesitaba cualquier cosa.
Sobre las doce, a medianoche, Peeta entró en la casa paulatinamente, intentando no hacer ruido, y al ver a Katniss ahí, tan protectora y responsable, le dijo:
-Si quieres puedo quedarme yo a cuidarlo un rato, vete y descansa, que lo necesitas. –Su voz era tierna y dulce, como la del chico perfecto.
La muchacha no pudo negarse y Peeta ocupó su puesto. Cuando el chico se hubo asegurado de que no había nadie que lo pudiera molestar, se acercó al cuerpo de Gale y observo su rostro. Al estar dormido parecía más bello que estando despierto; sus pómulos eran rosados y su respiración acompasada, mientras sus largas pestañas ocultaban unos ojos profundos como pozos.
Instintivamente, le besó. No fue un acto hecho por probar qué sucedería, ni por estupidez, fue un acto hecho por amor. Porque lleva guardando esos sentimientos tanto tiempo que en su corazón ya no había más espacio para cobijarlos.
Y fue en ese mágico instante cuando Gale abrió los ojos, y al darse cuenta de lo que sucedía, abrió un poco los labios para que añadirle pasión al beso. Los dos jóvenes estuvieron juntos, sintiendo el cálido aliento del otro durante un largo rato.
-¿Por qué nunca me dijiste nada? –Le susurró Gale.
-¿Qué esperabas? Llevo sintiendo esto muchísimo tiempo. Aquella vez que salvé a Katniss dándole un trozo de pan lo hice por ti, porque sabía que a ti te importaba ella. Y en la arena siempre estuve preocupado por ella, porque sabía que si la perdías, tu vida se derrumbaría. No te diste cuenta porque estabas atento a Katniss y a su familia, pero cuando Effie sacó nuestros nombres, lo primero que hice fue mirarte a ti y lamentarme al no haber podido declararme…
-Yo también, hace muchos años que siento algo especial. Cuando vi vuestra comedia de enamorados en la arena, envidié enormemente a Katniss, quise ser yo el que se besaba…
Volvieron a besarse, y pasaron toda la noche juntos, consumando un amor que sólo vería la luz de la luna y que nunca podría ser libre, por una parte por el teatro de los enamorados Katniss y Peeta, que tiene loco a todo el Capitolio, y por otra parte, por los comentarios de la gente acerca de una relación entre hombres. Fue siempre un amor en silencio.