Los días comienzan a diluir en mis sentidos, el único, triste y especial momento que compartí junto a él. No quiero que suceda y sin embargo me será inútil luchar ante el colosal tiempo. Pues ha sido el señor del ayer, del mañana y del hoy; quien nos llevó a ti y a mí a ese lugar. Es únicamente a él a quien debo ese sutil instante. Ese fugaz recuerdo, el cual comienza a abandonarme sin proponérmelo.
Siento tristeza y mucho dolor. Como también siento la dicha que me ha dejado el conocer su amor.
No puedo concivir, incluso pensar, los días que su magnífica aroma, que ha embriagado mis sentidos me acompañará. Puedo imaginar, suponer también; pero de hecho sé que tratando de revitalizar los recuerdos ese exquisito perfume no volverá.
Dime pues, ¿qué has hecho con mi alma, mi vida y corazón? ¿Qué fue lo que basto? Quizás esos segundos, los minutos, las horas tal vez; las que me han hecho un ebrio de ti. Siendo tan mágica tú aroma, que has hecho lo que nadie nunca logró. Pues ese tu cruel aroma, ha llevado al exilio mis quimeras y a un tiempo libera a mis demonios.
Por tener de nuevo la esencia que emana tu alma, seré capaz de jurarte que en un solo instante de tan milagrosa aroma has devuelto a este roto corazón lo que se le robo. Puede ser por tu alma cándida, tu sonrisa angelical o bien puede ser tu amor. ¡Explícalo! Pues en toda mi vida he sentido tanto amor.
Ante los aun brillosos recuerdos reconozco que soy un infante que del cobijo paternal apenas salió. Que en este extraño, sublime, mundano y exquisito mundo su primer e inseguro paso recién dio.
¿Dime qué has hecho? ¿Dime qué sucedió? Pero no deseo que lo hagas con palabras, aun deseo que lo demuestre tu corazón.
Puede ser demasiado el pedirles a las diosas del destino y del amor, que converjamos una vez más. Que tus manos ericen mi piel, que tus labios eleven clamores a la pasión, que ese perfume sea mío por las horas que entregas a mi lado todo tu amor.
Tras cerrar los ojos un vivido recuerdo cobra fuerzas, demasiada; entonces te recuerdo completo. Aquella sonrisa, tu hermoso cuerpo, las maravillosas palabras que has dedicado para mostrarme lo que significo. Y el instante se detiene en el tiempo; y con el, yo.
La oscuridad y el silencio del sitio en el que me encuentro ahora me recuerdan a ti. Sin embargo, estos no me asustan como solían hacerlo, porque tu estas ahí. Porque las imágenes de lo que hicimos me recuerdan que fuimos tu y yo. Y la soledad regresa por donde llego.
La noche hace mucho que cayo, y el frío de la tarde se cuela por doquier. Pero yo no lo había notado, puesto que mi alma está a tu lado, mi corazón también.
Vuelvo a cerrar los ojos y un soplo estival se lleva todo. Quisiera llorar. Bramar de tristeza. Pero no lo hago, pues sabía de antemano que el deseo no sería amor. Ni que nuestra pasión dejaría de ser dolor.
Es justo cuando la vida pierde su sentido.
Abro muy lentamente los ojos y es entonces que los últimos instantes nuestros desaparecen, me abandonan, se diluyen sin compasión. Letárgico y sin saberlo bien decido irme del sitio en el que he estado por horas intentando evocar de nuevo el aroma de tu perfume, con el cual volverían esos momentos que hicimos en la mente del otro, los dos.
Cojo mi chaqueta que había permanecido en el suelo, al igual que lo estuvieron nuestras ropas en aquella obscurecida habitación.
Desespero, y necesito huir. No saber de ti, ni de mí. Con el dolor apremiante doy fin a esos recuerdos. Volvería a mi vida sin ti, si fuera posible. Es en ese momento que tu perfume se desvanece por fin. Ese perfume que por aquellos instantes fue únicamente para mí. Del mismo modo que lo fue tu voz, tu sonrisa, que aún me enamora; y la totalidad de tu cuerpo al cual me entregue.
Caigo en cuenta que no importa demasiado, las múltiples plegarias de una nueva oportunidad de entregarme a tu amor. No cumplió nadie: ni el colosal señor del tiempo. Ni la diosa del destino. Mucho menos la diosa del amor. No importa eso, pues los efímeros momentos que compartimos hoy me dicen adiós.
Inhalo fuerte y a su vez muy silenciosamente. Contengo en mis pulmones por largo rato, un embriagante aroma muy similar al tuyo. Exhalo de una y sostengo mi chaqueta. El silencio que perduro en mi estancia en ese sitio comienza a ser inundado de todo sonido. Algunos autos se escuchan a la distancia. El ulular del viento suena con fuerza. Tras de mi, palabras que parecen extrañas resuenan. Sin girarme sé que hay alguien más aquí conmigo.
Un brazo fuerte y cálido, similar al que me arropo ese día, me atrae hacia sí. Mi respiración se corta de golpe, pues su perfume me llena el corazón. Y sin poder parar el mismo repiquetea como el volátil aleteo de colibrí. Cogiendo fuerza de los recuerdos giro en mí y el perfume en su totalidad invade todo mi ser. El rubor sube como el mercurio lo haría debido al calor. Inhalo lo más que puedo de el.
Levanto el rostro y le veo tal y como le recordaba. Su rostro angelical, su infantil pero pícara sonrisa, sus ojos felinos; todos para mí.
Descanso mi pesada cabeza en su hombro. Es cálido como un sol. Respiro su aroma. La frutal esencia de sus cabellos negros. El dulzón y delicioso aroma de su cuerpo. Es ahí cuando aquel perfume que tanto necesitaba sentir se apodera de mí. De cada uno de mis nervios y sentidos. Me aferro a su cintura y me embriago de el. No puedo decir cuánto tiempo aquello durara. Cuantas veces será para mí. Pero en realidad no me interesa saberlo. Tengo el ahora, que es mío. Le tengo a mi lado y es suficiente para poder vivir.