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Two Small Deaths por i am the Doctor

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Notas del fanfic:

Inspirado en una tarde melancólica en la que teniía la creatividad a full. Mientras lo escribía escuchaba la discografía de Wye Oak, para el que le interese le recomiendo que lea escuchando Civilian o Siamese (las dos canciones que más me gustan), y para el que le gustó el grupo puede escuchar los albums: If Children, The Knot y Civilian (los que yo escuché al escribir, sí todos, así de lerda soy). El nombre también esta inspirado en una canción. Esto no es un songfic, solo me ayuda a pensar.

Notas del capitulo:

 Bueno, siendo sincera, estoy un poco nerviosa, es la primera vez que escribo un fic femsalsh... en realidad no, es el tercero, pero el primero que publico si xD

 Este fic lo aprecio mucho, porque es muy personal y tiene mucho de mi... No está basado en hechos reales, pero si hay muchos sentimientos reales en él, no todos, pero si gran parte.

 No estoy muy metida en el mundo del femslash, le doy mas al slash, aunque el yuri no me molesta en absoluto, no le doy mucha bola porque no tengo un OTP con el cual involucrarme... 

 No estoy muy segura de cómo me quedó, y tal vez le di muchas vueltas a algunas cosas y otras tal vez no tengan sentido (tengo esa impresión) a pesar de haberlo leído varias veces para corregirlo...

 Well, nada más que agregar, espero lo disfruten <3

 El sonido de la risa de Sarah llenó la habitación, luego se le unió la de Anabeth unos segundos más tarde.

 Ambas se encontraban recostadas horizontalmente sobre la cama de Anabeth, dejando sus pies colgar por uno de los lados.

 La ventana abierta sobre el escritorio dejaba entrar una sueve brisa, que revoloteaba apenas en los cabellos de las dos chicas.

 -Eso es imposible, Ann -dijo Sarah una vez que sus risas se calmaron- No creo que sea conveniente vivir en un lugar así -continuó.

 -¿Por qué? -replicó Anabeth, cruzando sus manos sobre su pecho- No veo el inconveniente de los agujeros de hobbit.

 Ambas volvieron a reír.

 -No son prácticos.

 -Bien, entonces nos quedemos con un feo departamento hasta que nos graduemos -contestó Anabeth con fingida indignación.

 Mientras la tarde moría, ambas amigas continuaban platicando sobre su futura vida universitaria. El hecho de estar a punto de terminar su último año de secundaria las tenía muy entusiasmadas, y ya estaban planeando su vida juntas. Desde que eran muy pequeñas se habían prometido mutuamente que compartirían un departamento mientras estudiaban sus respectivas carreras.

 Hubo un momento en que se quedaron calladas, pensando en todo lo que dijeron. El silencio solo era interrumpido por el reproductor de música que sonaba hace quién sabe cuánto.

 La luz de fuera entraba por la ventana, tiñiendo todo de un extraño color azul, dándole un toque melancólico a la habitación. Era un punto del atardecer en el que no era de día ni de noche, no había casi luz pero no estaba completamente oscuro, aún se veían las cosas, aunque con un poco de esfuerzo.

 Anabeth, con los ojos cerrados, permanecía perdida en sus pensamientos cuando una suave corriente de aire las envolvió y el perfume que Sarah siempre usaba se coló por sus fosas nasales, llenando sus pulmones del dulce aroma.

 Abrió los ojos con el corazón latiendole un poco más rápido de lo normal. Suspiró. No era la primera vez que le sucedía, y no sabía qué pensar al respecto.

 Anabeth estaba segura de que le gustaban los chicos, incluso se había enamorado de algunos años antes, pero nunca le había gustado una chica, ni siquiera estaba segura de que le gustara Sarah. Lo habia pensado mucho y había encontrado algunos patrones similares a sus antiguos enamoramientos, pero los relacionaba con que era su mejor amiga y tenía un cariño especial hacia ella.

 Pero ultimamente este "cariño" se había agravado a tal punto de que se ponía ligeramente nerviosa cuando iba a hablarle o la abrazaba para despedirse.

 Una noche, no hace mucho, mientras intentaba dormirse, se descubrió pensando en Sarah: en las cosas que habían hecho ese día, en su hermosa sonrisa y la manera en que su cabello castaño enmarcaba a la perfección la pálida piel de su rostro; pensando en que tal vez no podría dormirse si no estaba a su lado.

 Se aterró al darse cuenta que anhelaba algún contacto con ella: un roce de manos, un beso en la mejilla al despedirse o un abrazo. No se aterró porque le desagradara la idea, no, en absoluto, se aterró porque tal vez todo eso que anhelaba nunca se cumpliría, porque nunca tendría el velor de decirle que la quería como algo más que amiga y que se moría por sentir sus labios sobre los propios. No, definitivamente nunca iba a pasar.

 También corría el riesgo de perderla, ahora, en su auge de amistad y con tantos proyectos futuros juntas. Tenía miedo de perder todo eso.

 Aún con el rastro del perfume en su nariz, volteó su cabeza lentamente para mirar a Sarah a su lado. Lo que vio le contrajo el estómago. Sarah permanecía con los ojos cerrados, sus brazos descansando a los lados. Su cabello ondulado y hasta los hombros yacía erfectamente esparcido sobre la colcha de la cama, con el notorio contraste de su piel blanca. Sus finos labios rosados seguían en silencio la canción que ahora sonaba.

 Anabeth quedó extasiada. Permaneció mirando su perfil un rato largo, preparada a correr la vista hacia otro lugra en caso de que Sarah abriera sus ojos.

 Pero no fue así, dejándole a Anabeth unos minutos de completa felicidad, que opacaba las dudas que luchaban por salir a flote.

 Una idea se plantó en su cabeza. Venía echando raíces hace algún tiempo, pero nunca tuvo la oportunidad o el coraje de probarla. Era tonta e infantil, cualqueira diría que no valía la pena siquiera planearla, pero a Anabeth no le importaba. Lo necesitaba, todo su ser le clamaba a gritos que lo hiciera.

 Tal vez fuera por el ambiente melancólico, o por la música que aún sonaba, o por la perfecta visión del perfil de Sarah que se atrevió a hacerlo.

 Sin dejar de mirarla, y con el corazón latiendole furiosamente, soltó su mano derecha de su pecho y la colocó al lado de su cuerpo, apoyada sobre la cama, rozando la piel de la otra.

 La dejó ahí un momento breve, para luego acercarla muy lentamente hacia la de Sarah. Cuando estuvieron indiscutiblemente juntas, elevó su mano unos centímetros para poder agarrar la de su amiga.

 El rostro de Sarah permanecía igual, excepto por una pequeña sonrisa que afloraba en sus labios.

 No significaba nada. Sarah pudo haberlo tomado como un gesto cualquiera de cariño.

 Anabeth estaba espectante, no se atrevía a nada más, pero tampoco se atrevía a soltar su mano. Estuvieron así un largo rato, la habitación ahora siendo iluminada solo por las luces de la calle. Anabeth empezó a pensar que había sido una pérdida de tiempo el hacer aquello e hizo el amago de soltarse... Que hubiera funcionado si Sarah no hubiera entrelazado sus dedos, evitando que huyera.

 Anabeth, que había clavado su mirada en el techo en algún momento, ahora la tenía clavada en Sarah, sorprendida.

 Esta la veía seria, excepto por sus ojos, que demostraban algo que no supo identificar.

 -No -le dijo Sarah, sorprendiendo aún más a Anabeth- Quédate así, por favor.

 La otra solo atinó a dar un leve asentimiento de cabeza. Ahora Sarah también la miraba y su mente volaba en busca de alguna explicación. ¿Qué significaba esto?

 Anabeth no se animó a nada, solo se quedó allí tendida, escuchando su corazón latir rápidamente, dejando que su mente se despejara para apreciar al máximo los ojos de Sarah.

 El color miel la hipnotizaban, siempre había pensado que etos eran hermosos, pero ahora que los tenía a tan poca y una mejor oportunidad para escudriñarlos, esa definición les quedaba corta, eran sublimes inigualables, no existía palabra que pudiera hacerles justicia.

 Luego, Anabeth se dedicó a mirar sus perfectas y alineadas cejas, finas y oscuras, que resaltaban aún más el brillo de sus ojos. Sus pestañas, que complementaban el resto, no eran largas, pero sí lo suficiente para brindarle un aspecto femenino, intelectual y elegante, sin perder su toque juvenil y divertido. Luego su nariz. No tenía nada de especial pero en su rostro era perfecta. Tuvo unas repentinas ganas de rozarla con las yemas de sus dedos, la piel lucía suave y tersa, era muy tentador, pero se contuvo.

 Por último, bajó sus ojos hasta sus labios. Finos y sorados; habían sido protagonistas de muchas fantasías y sueños de Anabeth, más de los que se atrevería a admitir incluso para ella misma.

 Pensaba en lo mucho que quería besarlos, de sentir su contacto, su calor. Era insoportable, no debía pensar en ello, el hacerlo solo lo volvería más insoportable y doloroso.

 No podía seguir así, debía detener esa linea de pensamientos e ideas antes de que fuera demasiado tarde y pudiera llegar a cometer algún otro acto del que después se arrepentiría.

 Tuvo que acudir a toda su fuerza de voluntad para poder cerrar los ojos, pero la imagen de su boca continuaba grabada con fuego en la mente de Anabeth.

 Esto era una tortura, una muy placentera, la verdad.

 Quería dejar de sentir esto por Sarah, este maldito sentimiento la consumía viva, lentamente. Pero luego pensaba en ella, y ya no le parecía tan horrible, Sarah era la razón por la que ella hacía las cosas, era la razón por la cual reía cada día y la razón por la que preferiría morir antes de perderla.

 Le dieron gnas de llorar. Aunque pudo contener las lágrimas, supuso que un poco de su dolor se reflejó en su rostro, porque sintió que Sarah se removía a su lado, acercándose más.

 Anabeth abrió los ojos para encontrarse a la otra a escasos centímetros de su rostro.

 Ahora Sarah estaba recostada sobre su lado izquierdo, sus manos no se separaron en ningun momento.

 Anabeth sin poder resistirse, guiada por sus deseos, fijó su vista alternativamente en los labios y en sus ojos. Aunque ni ella misma lo supo, sus intenciones eeran obvias, y esto hizo sonreír a Sarah, confundiéndola un poco.

 Sarah presionó ligeramente su mano en el momento en que la otra volvió a posar sus orbes chocolate en su boca.

 Anabeth la miró con la incredulidad refulgiendo en sus ojos. ¿Esto significaba lo que estaba pensando? No podía ser creerlo. Anabeth se humedeció sus propios labios, recibiendo otro apretón por parte de Sarah.

 Su corazón se disparó en su pecho al confirmar sus sospechas. Podía observar en los ojos de la menor su propio deseo reflejado.

 Anabeth sintió un tirón en su estómago y otra oleada de coraje que l invadió.

 Sin romper el contacto visual, se incorporó para quedar encima de Sarah.

 Sus piernas permanecían a ambos lados de su cadera, arrodillada, y soltó sus manos para para apoyarlas en el colchón, a los lados de la cabeza de Sarah.

 Ella respiraba más rápido que hace un momento y sus mejillas estaban un poco sonrojadas. Era algo digno de ver. Anabeth supuso que se encontraba en las mismas condiciones, pero no le importó.

 Se sentía nerviosa y se notaba en el ligero temblor de sus brazos al soportar su peso.

 Su cabello moreno y ondulado caía aambos lados de su rostro, casi rozando las mejillas de Sarah, que la miraba expectante.

 Anabeth tenía miedo, esto era exactamente lo que temía hace un momento. Ahora era muy tarde, en este punto ya no tenía ni una pizca de fuerza de voluntad para detenerse, y le atemorizaba lo que iba a ocurrir a continuación, porque esto solo podía terminar de una sola manera, y por mucho que ambas lo retrasen, se morían de ganas por llegar a ese final.

 Se quedaron otro rato así, sin dejar de mirarse, contemplándose mutuamente.

 Muy suavemente, Sarah elevó su mano izquierda hacia la mejilla de Anabeth. Esta, inconscientemente ladeó su rostro, buscando mayor contacto.. Pero enseguida entendió lo que esto significaba.

 Sarah se incorporó a penas unos centímetros, acortando la distancia entre sus rostros. Anabeth, en cambio, al verla,bajó la suya, flexionando un poco los codos. Se detuvo una milésima de segundo antes de continuar.

 Antes de rozar sus labios, ambas cerraron los ojos y se detuvieron a milímetros de distancia. Querían sentir la emoción del momento, escuchar sus corazones rugir furiosos en sus pechos, sentir el calor del cuerpo ajeno reflejarse en el propio, sus respiraciones mezclarse, volviéndose una sola.

 Todas esas sensaciones eran abrumadoras, pero nada, absolutamente nada de eso se comparaba a lo que sintieron segundos después, al terminar de reducir la poquísima distancia que les quedaba.

 Anabeth no fue consciente de nada más. Ahora su mundo, su existencia entera eran los labios de Sarah. No podía creer que tardara tanto en hacer esto. No entendía por qué se habían originado sus dudas en un principio, esto no podía estar mal, no podía ser algo malo. Era todo lo contrario. Esto era lo mejor que le pasó en sus 18 años de vida. Era tan gratificante que se le ocurrió que solo iba a poder vivir de los labios de Sarah.

 Ya ano sentía miedo, ni ninguna duda. Ahora todo estaba bien, todo era correcto.

 Con un poco de timidez movió su boca, abriéndola ligeramente para capturar el labio inferior de Sarah. Ella le correspondió sin titubear, sujetando su nuca entre el cabello de Anabeth. Repitió esta acción unas veces más, alternando arriba y abajo, cuando sintió la lengua de Sarah acariciar su labio inferior. La sensación que esto le produjo la enloqueció y no dudó en dejarle paso.

 El sabor de su boca era extraño, nunca antes había besado a alguien de esta manera, así que solo tenía a sus instintos para respaldarla.

 Continuó capturando los labios de Sarah, pero en el momento en que intercambiaba, introducía su lengua en la boca ajena, moviendola y rozando la otra.

 Ese intercambio era embriagante, y pronto dejó de ser suficiente.

 Descubrió que Sarah opinaba lo mismo cuando presionó su nuca con más énfasis, provocando que Anabeth se juntara y abriera más la boca, permitiéndole un mejor acceso.

 Anabeth también sujetaba la nuca de la otra con una mano. Con el pulgar acariciaba el borde de la mandíbula, un gesto que llenó de cariño a Sarah.

 Anabeth movía su cabeza alternativamente hacia los lados, buscando una mejor manera de encajar sus bocas.

 A cada segundo el beso se volvía más y más necesitado, más salvaje. Esta era una oportunidad que Anabeht no iba a perdonar perderse.

 Si miraba en retrospectiva, cosa que solo logró por un escaso segundo, no podía recordar todo el sufrimiento, era como una nebulosa, sabía que estaba allí, pero no recordaba cómo surgió o cómo se sentía, pero en cambio, sí recordaba muy bien las veces que pasó el tiempo con Sarah, las charlas que tuvieron, los momentos que rieron de alguna broma estúpida, cuando fueron al cine y casi las echan por hablar mucho... Cosas banales y que cualquiera consideraría hechos sin importancia, pero que para Anabeth conformaban toda su existencia.

 Su cuerpo le empezó a exigir oxígeno, y ella luchaba con todas sus fuerzas contra esto. No quería. Sí detenían el beso, todo la oscuridad se cerniría sobre ellas de nuevo, ahora con el sentimiento de culpa y remordimiento carcomiéndola por dentro.

 No quería volver a eso, sería más tortuoso aíún, ahora que ya había probado los tan ansiados labios de Sarah.

 Anabeth la besó con más ahínco, como queriendo aprovechar cada segundo que le quedara antes de sucumbir a sus necesidades naturales.

 Esto sucedió unos segundos más tarde. Ambas cortaron el beso respirando por la boca, buscando oxígeno.

 Anabeth no se había atrevido a mirarla al separarse, por lo que ahora, renovaba el aire de sus pulmones dándole la espalda a la menor.

 Pasados unos largos minutos, y a pesar de ya haberse recuperado, seguían sin mirarse.

 Anabeth hacía un esfuerzo sobrehumano para contener las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.

 Escuchó cómo Sarah se incorporaba y se sentaba al borde de la cama.

 ¿Qué se supone que debían hacer o decirse ahora? En ningún lugar o manual te enseñan cómo actuar después de que besas a tu mejor amiga.

 Sarah miró de reojo a Anabeth, permanecía arrodillada sobre el colchón, abrazándose a sí misma. Tuvo la idea de abrazarla ella, pero eso solo lo haría más doloroso para ambas.

 -Nada va a volver a ser como antes, ¿verdad? -soltó de repente Anabeth, con un esfuerzo evidente para que su voz saliera normal.

 Sarah miró el suelo con podían engañarse.

 -No... -admitió.

 -¿Vas a volver mañana? -preguntó pasado un rato. Ahora su voz estaba más controlada.

 -No creo que sea conveniente.

 -Yo tampoco.

  Otra vez el silencio.

  Anabeth dejó de sentir presión sobre la cama y supo que Sarah se había levantado.

  Recogió su campera y su mochila de una silla dirigiéndose a la puerta.

  -¿Me vas a llamar? -Anabeth estaba desesperada por comprobar que no había arruinado las cosas por completo. Tenía esperanzas en que esta marea negra se secaría en algún momento y les dejaría paso para algo más. Porque, a pesar de todo, había descubierto que Sarah también sentía algo por ella, y eso le bastaba para esperar los años que sean necesarios.

  Sarah se quedó con la mano en el picaporte al escucharla. Dudó un momento, pero luego respondió:

  -Sí, no te preocupes.

  Y en un segundo desapareció por la puerta.

Notas finales:

 Espero les haya gustado, realmente apreciaría que me digan qué tal me quedó... Como ya dije más arriba, estoy nerviosa por ser el primero que publico y realmente espero que no sea un fiasco ._. 

 Bueno, gracias por leer! :D


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