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Después de Caperucita Roja por Sennyazell

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Notas del capitulo:

Aqui el segundo capitulo de mi historia, espero les este gustando :3

Jonathan Sagess

Había una vez, hace no mucho tiempo, en nuestro mundo natal, Pandora (que se encuentra aproximadamente a 1 año luz de la tierra), una linda aldea que se encontraba al sur de la cascada silbadora en el bosque de las aves dormilonas. La aldea Rash era pequeña pero acogedora y apta para cualquier familia pues el bosque por el que estaba rodeada daba los más espectaculares y ricos frutos que puedas imaginar. A pesar de ser un lugar realmente hermoso y pacifico para habitar no había más de 15 familias, con no más de 7 integrantes cada una, viviendo en armonía.

Cada una de las familias de la aldea tenía profesiones características: Los Moretz se especializaban en la costura, podrían hacer cualquier arreglo a tu ropa por más difícil que pareciera y hacer los más majestuosos trajes de la zona sur de Pandora. Los Wekks se especializaban en la panadería, sus pasteles y panes eran más que exquisitos, no podrías comer solo uno para poder captar todos los sabores escondidos en su masa y sus glaseados. Los Sullman eran los mejores especialistas y recolectores de hierbas y frutos, sabían para que servía cualquier planta que les mostrases y podían decirte el sabor exacto de cada fruto de este planeta. Los Jenkis eran los encargados de la caza a los animales salvajes del bosque, elaboraban las más impecables y mortales trampas que puedas imaginar.

Y es en esta aldea donde vivía el chico más apuesto de nuestro mundo. Jonathan Sagess. La familia Sagess siempre se había encargado de la madera de la aldea, desde la más común para el fuego hasta los muebles más sofisticados, pero todo esto cambio tras la tremenda depresión que consumió a Leonor desde aquella tragedia que involucraba a su, ya fallecida, hija menor; ese acontecimiento la hizo convertirse en una mujer dura y perdida con una sed insaciable por venganza hacia ese maldito ser que le había arrebatado a su pequeña.

-Jonathan aquí está la ración de pan que me encargaste esta mañana.

-Gracias señor Wekks.

El señor Wekks era un hombre delgado y musculoso que llevaba con el mayor orden su panadería, a pesar de casi cumplir los 300 años de edad pareciera no tener más de 100; su agilidad era impresionante e incluso envidiable para la mayoría, pero que se podía esperar de un señor que hace más que buen ejercicio en su trabajo.

Por otro lado estaba Jonathan. El joven era delgado con poco musculo pero aun así su figura era envidiable y deseable por muchos, de piel pálida que comparada con los demás de la aldea lo hacía parecer único, su pelo rubio pareciera opacar al sol cuando este se reflejaba en las ondas que caían suavemente por su frente, sus ojos verdes aceituna con un brillo mágico lo hacía verse tierno e interesante, y su sonrisa hermosa pero engañosa lo hacían el chico más inestimable de nuestro mundo. No por nada el chico era incluso buscado por las princesas de los reinos sur y norte de Pandora.

-¿El arreglo de mi silla estará lista para mañana?

-Tal vez incluso antes. Si todo marcha bien podría ir a dejársela más tarde señor Wekks.

-Sabes que no duermo hasta dejar limpia la panadería y me despierto temprano para preparar los primeros panes del día, así que pásala a dejar cuando este perfecta. No te presiones.

-Ahí lo veré.

Ya que el panadero en un hombre ocupado con sus entregas, ya que no dejaba que ninguna de sus cuatro hijas las hicieran por él, siempre tenía el tiempo medido. Todo lo contrario a nuestro apuesto rubio. Jonathan desperdiciaba su tiempo en lo cualquier cosa, no veía a su madre en casi todo el día y por las noches ella insistía en irse a cortar madera sola por el bosque así que después de preparar la comida y llevarla a la habitación de su madre podía hacer lo que él quisiera.

-¡Jonathan! –se escuchó un grito largo y poco grave tras la puerta de su casa-. Buen y hermoso día para ti amigo.

-¿Noonka?

-¿Esa es la emoción que te da al ver a tu mejor amigo? Por eso nadie te visita.

-No digas eso, simplemente no esperaba verte hoy, eso es todo.

-Si no vengo yo a verte jamás hablarías amigo…

-Eso es cierto –interrumpió otra voz en el taller de los Sagesse-, No creo que fuera lo tuyo el esconderte como roedor en casa, por eso eres tan pálido niño –el hermano de su amigo, Jerkan Sullman, lo sorprendió. Ese chico solo estaba tratando de quedar bien con los mayores de la aldea e ignoraba de sobremanera a los demás.

-¿Y tú que haces aquí Jerkan?

-Madre quiere que te vigile. No confía en ti después de lo que hiciste ayer.

-¿Ayer? –Jonathan miró confundido a los pelirrojos frente a él, si su amigo hubiera hecho algo malo lo hubiera sabido todo el pueblo y ya que nunca llego a sus oídos comenzó a cuestionar la confianza en los chismes de la aldea.

-¿No se lo dijiste? –el mayor quedo boquiabierto-. Pero dijiste que habías… ¡Rayos!

-¿Qué sucede? –pregunto nuevamente el rubio.

-Yo quise buscarte y contarte lo que pensaba hacer Jonathan pero…

-Tu amigo fue a la casa de tu abuela a buscar una dichosa hacha desaparecida de tu padre.

-¿Qué hiciste qué? –estalló en un grito más que furioso a su amigo después de procesar la noticia-. ¿Qué sucede contigo?

Si bien el chico era extremadamente atractivo a la vista, una vez que se enojaba daba más miedo que los cuervos y lagartos del pantano putrefacto. Sus ojos verdes perdían el brillo, sus cejas se juntaban pronunciadamente y su boca formaba una línea recta indescriptible.

-Lo siento –respondió el menor de los pelirrojos mientras se escondía sutilmente tras de su hermano-. Nosotros solo queríamos recuperar el hacha. Dicen que hirió gravemente a ese lobo y pensamos que podríamos…

El chico no fue capaz de terminar. No solo le asustaba el aura de su mejor amigo sino que ahora también se sentía culpable por recordarle ese día que cambio su vida y lo marco para siempre. Jonathan no hablaba de su familia desde ese día, su padre y el regresaron de una misión altamente importante para el reino oeste de Pandora y mientras el solo iba a su casa para saludar a su mamá y avisar de su regreso, su padre se fue a visitar a su madre enferma, sin saber, que ahí ocurrió lo más sangriento que la aldea había escuchado.

-Dicen que esa hacha misteriosa fue la que consiguió tu padre del reino este en las montañas de fuego ardiente. ¿Es verdad? –el mayor de los tres chicos no fue nunca amable con el rubio, a pesar de que él solo irradiaba paz, y no esperaba que comenzara en un momento como ese.

-Sí. Los soldados del rey no la encontraron a los alrededores.

-¿Y sabes lo del rumor?

-Guarda silencio Jerkan, se supone que no deberías decirle nada.

-¿Y te haces llamar mi mejor amigo? –dijo el chico sabiendo que estas palabras lo harían sentir como si un hielo de las montañas blancas infinitas resbalara por su espalda-. ¿Y qué le pasa a esta aldea para mantenerlos al margen a mi madre y a mí sobre estos temas?

-Solo no queríamos causarles…

-Eso es lo de menos. Últimamente está el rumor de que aparece y desaparece esperando venganza hacia su amo asesinado.

-Eso es estúpido.

-Tal vez, pero…

Los tres chicos guardaron silencio, que pareció infinito a ojos del rubio. ¿Pero qué más podrían estarle ocultando los Sullman, o mejor dicho, toda la aldea…?

De pronto, en los ojos de su mejor amigo vio saltar una chispa que le proporciono una sola idea: Sangre. Era obvio en realidad. Lo único que la aldea le ocultaría es la presencia del asesino de su padre y su pequeña hermana. Miles de ideas saltaron por su cabeza, quizá sacarle a golpes a los hermanos lo que sabían sobre ese sujeto, tal vez esperar a que alguien más matara a ese infeliz… No, solo él podía cobrar venganza por su familia y eso no lo dudaría.

-Olvídenlo. Tengo algo de trabajo, será mejor que se vayan para que pueda terminarlo.

-Lo siento amigo. De verdad.

-Lo se Noonka… De verdad yo, solo necesito estar solo amigo.

-Yo iré a buscar esa hacha hoy por la noche junto con otros –la cara de su pelirrojo hermano comprobó que ni el sabia los planes de la pandilla de Jerkan, 7 jóvenes brabucones que quieren ser cazadores profesionales.

-¿Por qué?

-Es el hacha de las montañas de fuego ardiente. Cualquiera que las traiga de regreso a la aldea será como un héroe.

-Podrías morir Jerkan.

-Podría morir caminando hacia casa Jonathan…

El mayor de los pelirrojos paso las manos por el cabello del rubio sacudiéndolo con fuerza y cuando el guapo chico aparto sus manos de su cabeza este le sonrió de una manera que nadie creería de él.

-Traeré tu hacha de regreso chico –ese alto y bronceado chico no era nada feo; Ojos cautivadores y profundos, sonrisa amplia y brillante, y un peculiar lunar en forma de lagrima a la mitad de la mejilla izquierda-. Y si puedo también traeré la cabeza de ese…

-¡No!

-Tranquilo, no dejare que Noonka vaya. Él estará sano y salvo en casa.

-No solo me preocupa eso.

-Te agradezco tu preocupación a mi persona guapo, pero vamos a estar bien –comentó antes de salir por la puerta y giñarle un ojo al alejarse.

Jonathan ni siquiera poseía suficiente tiempo para planear algo. Tenía hasta la noche para que alguno de los nuevos cazadores de la pandilla de Jerkan matara al lobo y trajera al pueblo el hacha de su padre.

-Creo que le gustas amigo.

-No juegues con eso Noonka.

-No estoy jugando. Se le nota hasta por los poros amigo –las insinuaciones de su mejor amigo no hacían más que confundir al rubio-. Me voy a casa antes de que mi madre enloquezca viejo.

-Hey, dile a tu hermano que lo veré al crepúsculo para ir con ellos, tienen que esperarme...

-¿Estás seguro?

-No. Pero necesito ir con ellos.

 

Su amigo se fue y Jonathan se quedó en su casa pensando que es lo que podría hacer.

«Si consigo el hacha podría llevarla al reino este y cambiarla por algo de dinero, así Leonor y yo dejaríamos de trabajar algún tiempo. Quizá en ese tiempo logre hacer que vuelva hacer la misma.» La idea en su cabeza era buena pero al no saber si esa arma estaría en custodia de ese lobo, no sabía si todos regresarían con vida y eso lo ponía más que tenso. «Arriesgarme es mi única opción»

Sin quererlo pensar más decidió ir en busca de esa arma en ese presiso instante, antes de que cualquiera pudiera reclamar el arma de su padre y la cabeza del lobo. ¿Pero que debía hacer para que los aldeanos no lo reconocieran y fueran con un previo aviso a su madre?

Disfrazarse.

Desde que su hermana fue asesinada se tomó en la aldea como tributo o forma de pésame el usar una capa roja similar a la de Alice, los aldeanos lo tomaban como una forma de recordar a la linda y tierna niña pero para él y su madre era como una tortura; hasta ese momento, esa pequeña manera de respeto le daba una posibilidad de salir de la aldea sin ser descubierto.

Busco por la casa hasta encontrar una canastita de campo llenándola de cosas que posiblemente podría necesitar y se puso la empolvada capa roja de su hermanita.

Así pues, coloco con seguridad la mano en la perilla de su puerta, la abrió y comenzó a caminar con rumbo a la casa de su abuela. Aunque nunca se imaginó lo que eso le depararía.

Notas finales:

Nos vemos la proxima semana con una nueva actualizacion :3


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