No hizo falta pensar mucho para que Fye se diera cuenta de lo que en realidad pasaba allí, dándole un disimulado codazo a Kurogane quien, al ver su mirada, entendiese al instante que era lo que pensaba. Y, cómo no, Syaoran también había sacado conclusiones por su parte y tragaba nervioso saliva mientras la chica los conducía por los pasillos de manera decidida, sintiendo como las campanas sonaban y decenas de estudiantes salían de sus salones para ir a almorzar.
Si todo era como lo resultaba ser lo que pensaban, finalmente encontrarían aquello que por mucho habían estado buscando, pero quizás también una que otra sorpresa más…
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Y entonces, aquello ocurrió.
Mientras eran guiados por aquella extraña chica entre los corredores de la escuela vieron salir de una de las últimas aulas a un grupo retrasado de estudiantes, encabezados por su profesor. Todos vestían batas blancas de laboratorio y conversaban animadamente, pero al verles detuvieron sus pasos, claramente sorprendidos.
Uno de ellos era un chico de cabellos castaños y ojos de color miel, que iba de la mano de una chica de su edad de cabello corto y enormes ojos color jade. Unos pasos más atrás le seguían dos chicas de cabello largo, una de ellas de piel pálida y cabello negro recogido en dos coletas mientras que la otra llevaba el cabello suelto, el cual despedía finos destellos morados. Y, al inicio de la caravana, iba un hombre alto y delgado, de cabellos rubios y hermosos ojos azules que vestía con ropas formales y sostenía en sus manos una tasa que despedía un agradable olor café.
Al verles, parecía que el tiempo se había detenido. Nadie era capaz de pronunciar palabra alguna, el asombro y la incredulidad habían tomado sus cuerpos y les impedía hablar. Aquello era sin duda inesperado: allí, frente a ellos, no solo se encontraban los clones de Sakura y Syaoran, sino que también y para su asombro el Fye y Tomoyo de otra dimensión.
Ahora entendían porque aquella chica les había confundido al verles en el parque, porque les había llamado por sus nombres sin siquiera conocerles. Ninguno podía creer lo que sus ojos veían, en todo el tiempo que llevaban viajando habían visto cosas sin duda extraordinarias y poco difíciles de creer, pero en ninguno de los país en donde habían caído se habían topado con una copia de Fye, no así como ocurría en el caso de Tomoyo.
Un silencio incomodo se instalo en el corredor, viéndose los unos a los otros sin poder creer que aquello era verdad. Inclusive Mokona había salido de su escondite, perpleja ante aquella extraña vista. Nadie parecía darse cuenta de lo que ocurría, cuando unos pasos acercándose hacia ellos les pusieron en alerta, asustados de verse sorprendidos por alguien más.
Pero al menos para el mago, aquellos pasos significaban algo más. Aquellos pasos los reconocería en cualquier parte, en cualquier lugar aunque en aquel caso no pertenecieran precisamente a la persona con quien compartía viajes y vivencias. Sino de alguien muy parecido, con quien la chica se había confundido con anterioridad: Kurogane.
Una figura alta e imponente apareció por el final del pasillo, caminando mientras maldecía por lo bajo y frotaba sus sienes con evidentes signos de cansancio y estrés. Al levantar la mirada, quedo igual o inclusive mas atónito que sus acompañantes, mirando alternativamente a ambos rubios y luego a su contraparte, sin saber que decir o que hacer hasta que un ruido ensordecedor proveniente del tazón que había llevado el rubio en aquel mundo cayó al suelo, esparciendo su contenido y manchando las baldosas blancas de color café.
-¿Qué es…que es lo que pasa aquí?-pregunto sin poder salir de su asombro, cerrando los ojos y sosteniéndose en la pared para evitar caer al suelo. Definitivamente, aquello había sobrepasado sus límites como nunca antes nada lo había hecho-
-es una historia algo larga, Kurogane san-contesto Syaoran con voz algo tímida, sorprendido de ver al pelinegro turbado por su presencia- pero preferiría explicárselos en un lugar más…privado. Si nos quedamos aquí, podríamos traerles problemas-rio un poco nervioso, viendo como este asentía aun algo ido y les guiaba a uno de los salones vacios, sin entender del todo que era lo que pasaba-
El silencio lleno la habitación, sintiéndose un ambiente tenso e incomodo caer sobre ellos. Nadie se atrevía a levantar la mirada, asustados de saber que si las levantaban los encontrarían aun allí, a su lado o, en otro caso, ver que habían desaparecido y aquel sería tan solo un sueño más.
Pero para Fye, la cosa pintaba bastante diferente. Desde el instante en que había sentido aquella corazonada y habían visto a la chica en el parque, se había dado cuenta de que algo andaba mal. Y ahora, al no solo reencontrarse con los otros Syaron y Sakura, sino que con otro Kurogane y con el mismo le hacían sentir un horrible dolor en el pecho. Y también, una sensación que hace mucho no sentía: esperanza.
Recordaba claramente cuando la pelinegra les había llamado la atención en el parque, el modo en que había dicho su nombre. Le había llamado por su apellido, y aunque seguramente ninguno de sus acompañantes se había dado cuenta de aquel detalle, para él no había pasado en alto: no sabía con quien exactamente lo había confundido. Lo sabía, y aquello le aterraba.
No sabía si se trataba de Fye, o de él mismo…
El chico que se encontraba delante de él era la versión de sí mismo podía o no la versión de sí mismo en otra dimensión, y no podría saberlo hasta que escuchase su nombre salir de sus labios; su verdadero nombre. Desde que había perdido a Fye luego de la tragedia ocurrida en Valeria había optado por adoptar su nombre, renegando el suyo propio y su existencia, todo lo que él había sido hasta ese día y repudiándose a sí mismo por el asesinato que, supuestamente, acababa de cometer.
Sabía que tanto Kurogane como Mokona y Syaoran habían visto sus recuerdos y por ende habían descubierto que su verdadero nombre no era Fye, sino Yuui; pero que a pesar de todo seguían llamándolo como siempre, sabiendo que prefería dejar su pasado atrás de una vez por todas, dejar aquel dolor de lado y seguir con aquella vida y la nueva oportunidad que se le había brindado. Aunque ahora, el mismo pasado que creyó dejar atrás volvía a él reclamándole el olvido, dándole una bofetada de cruel realidad como no había sentido en mucho tiempo.
Al darse cuenta de sus gestos y de las muecas de dolor que tenía el mago, Kurogane poso una de sus manos con suavidad uno de sus hombros, haciendo que este levantase la cabeza y le viese sorprendido; dándose cuenta de que una vez mas había descubierto su fachada y había leído a través de sus sentimientos y temores, de aquello que pensaba y sentía. Del dolor, de la incertidumbre y la esperanza que se mezclaban como si fueran uno.
-Entonces ¿Qué es lo que demonios ocurre aquí?-pregunto el pelinegro de aquella dimensión, viéndoles con el seño fruncido y logrando arrancarle una pequeña carcajada a Fye, quien no había alcanzado a reprimir la risa al ver a ambos chicos haciendo mismos gesto de manera prácticamente idéntica- ¿uh? ¿Qué es tan gracioso idiota?-
Una carcajada más fuerte escapo de los labios del mago, quien le miraba con lagrimitas en su único ojo visible sin poder parar de reír. El ninja suspiro al notar el motivo de su risa, pegándole un pequeño capón para que el peli castaño pudiese hablar. Pero antes de que pudiera siquiera tomar palabra, una persona ingreso al salón dejando a todos los viajeros con el rostro desencajado.
-al fin han llegado-rio una mujer de unos treinta años de edad, de largo cabello negro y piel pálida como la luna-los he esperado por mucho tiempo. Bienvenidos, a la Academia Tsubasa…-
Tsusuku (o tal vez no xD)