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Basket case por Changmin Ears

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Notas del fanfic:

De nuevo, editando y mejorando uno de mis ficss más antiguos, y el primer one-shot que escribí y terminé en mi vida. Por lo tanto, le tengo cierto cariño a esta pieza y quería resubirla mejorada ^^

Espero que les gusten los cambios, tanto de estilo como de parejas. sé que son algo extrañas, pero nunca escribré de parejas normales

Notas del capitulo:

Primer capítulo, más bien un prólogo~ Que lo disfrutéis ^^

O1. Coca cola desafortunada

 

 

 

El día en que todo comenzó… Sí, lo recuerdo como si fuese ayer, ¿cómo podría olvidarlo? Era uno de esos días aburridos de verano en los que no había ni una nube en el cielo y el sol brillaba en todo su esplendor, como queriendo iluminar toda la Tierra bajo él, uno de esos días en los que lo único que te apetece hacer es tumbarte delante del ventilador y dormir tanto que cuando despiertas tienes que preguntar qué año es.  Y sin embargo, me apetecía coca cola... tanto como a un adicto la cocaína.

Tal vez se debiera a que básicamente yo era un adicto –y lo sigo siendo, eso es algo innegable- o simplemente porque tenía una sed de mil demonios, pues las temperaturas rondaban cerca de los cuarenta grados, pero el caso es que, si mi boca no hubiese estado tan seca –o mi síndrome de abstinencia no hubiese estado tan acentuado- nada de lo que voy a relatar a continuación hubiese ocurrido jamás.

Bajé a mi cocina dispuesto a rebuscar hasta en los rincones más recónditos de la cocina aunque fuese una gota de coca cola que calmase mi sed (y mi mono), pero por suerte para mí, mi padre acababa de hacer la compra y un pack de seis latas me esperaba, enfriándose en la nevera, luciendo gloriosas y deliciosas. Mientras me dedicaba a acabar con las reservas de cafeína de toda mi casa, mi progenitor entró en la cocina con cara de enfadado, hablando por teléfono con un tono de voz muy bajo, señal de que estaba furioso, pues mi padre solo hablaba de esa forma cuando intentaba no echarse a gritar, algo que yo veía bastante inútil. Uno no sabe cuán enfadado estás hasta que no le gritas un par de veces. No estaba prestando mucha atención a la conversación, más que nada porque apenas podía escuchar lo que decía mi padre, me limitaba a disfrutar de mi refrescante lata de coca cola, a la que esa tarde estaba dispuesto a escribirle un poema de amor.

-¡¡¡Muy bien!!! ¡Haz lo que tú quieras, siempre lo haces de todas formas! -gritó mi padre, haciéndome dar un respingo y casi derramarme la mitad del líquido encima. Vaya, el pobre desgraciado que estuviese al otro lado de la línea realmente le había tocado las narices a papá.

Recordé la única vez que me había gritado así, la vez que me había amenazado con meterme en un reformatorio. Definitivamente, no era nada bueno hacerlo enfadar. Perdido en estos pensamientos, no me di cuenta de que mi padre me estaba hablando -más bien pegando berridos- hasta que me puso el móvil en las narices. Durante un momento me quedé sorprendido. ¿Qué tenía yo que ver con el próximo homicidio que cometería mi padre? Pero lo de todas formas agarré el teléfono con cuidado, sin apartar la mirada de los ojos, algo –muy- amenazadores de su dueño.

-¿Diga? -murmuré, cauteloso.

-¡Hola, Jaesoon*, cariño mío! -me saludó una voz chillona que hubiese preferido no volver a oír nunca.

-¡Mamá! Te he dicho que no me llames así, ¡soy Junhyung ahora! –exclamé exasperado, recordando esos días amargos en los que se burlaban de mí por el nombre que ella me había puesto al nacer.

Mi madre –o esa mujer, como me gusta llamarla en mi cabeza- se largó de casa abandonándonos a mi padre, a mi hermano y a mí por un hombre veinte años mayor que ella y un par de ceros más en su nómina. Aquello fue un golpe muy duro para todos nosotros, pero, aún así, ella insistió en que mantuviéramos el contacto aunque solo pudo lograrlo conmigo porque mi hermano y, por supuesto, mi padre se habían negado rotundamente a volver a dirigirle la palabra.

Al principio todo había ido bien. Por lo menos, todo lo bien que puede ir una relación así, pero, con el tiempo, ambos comenzamos a echarnos cosas en cara el uno al otro y lo que habíamos conseguido, esa relación madre-hijo tan falsa, se fue deteriorando más de lo que ya lo estaba, hasta que un día, cuando tenía quince años, nos gritamos cosas tan horribles el uno al otro que durante tres años no nos hbabíamos vuelto a hablar… Hasta entonces.

-¡Hijo mío! -exclamó.- Mira, estoy muuuuuuy ocupada, así que iré directa al grano. ¡Voy a casarme!

Oh, así que, de pronto, había decidido que ya era hora de echar el guante a la pequeña fortuna del pobre Sundong

-Oh, vaya. ¡E-enhorabuena...! -dije, no muy convencido, tratando de esbozar una sonrisa forzada hasta que recordé que ella no podía verme.

-¡Ya sabía yo que te alegrarías! Pero te voy a dar una noticia aún mejor. –dijo con voz entusiasmada, y no pude hacer otra cosa que asustarme.

“Dime que te vas a vivir a México” pensé aguantando mis deseos de decírselo

-¿El qué, mamá?-murmuré en voz muy suave, expectante

-¡Quiero que seas tú el padrino y que me lleves al altar!

¡¿Qué?! ¿Ser el padrino de la persona que me había destrozado la adolescencia? ¡Sí, claro!

-Es que... no creo que pueda ir. Estoy muy ocupado, estoy buscando trabajo y, además, Seúl está muy lejos.

-¡Pero eso no importa! Te pagaré el billete.

-Pero...

-¿Es que no quieres asistir a la boda de tu propia madre?

“Obviamente, NO”

-No es eso, mamá. Es que...

-¡Ya sabía yo que tu padre te había estado metiendo cosas en la cabeza! –gritó de forma victimista y lanzó un lloriqueo tan falso que me hizo rodar los ojos- Debería haber luchado más por tu custodia, creo que volveré a presentar cargos y hacer que te vengas conmig…

La simple idea de irme a vivir con mi madre me causó tanto pánico que antes de que terminase la frase la interrumpí chillando:

-¡Está bien, iré, iré!

-¡Oh, hijo! Ya verás, será fantástico. Bueno, te dejo, tengo que irme. ¡Chao!

Oí el ruido del corte de línea, alejándome del móvil y lo mirándolo ceñudo como si el inofensivo aparato tuviese la culpa de todo.

-¿Me lo tenías que pasar? -le reproché a mi padre, entrecerrando los ojos

-Sabes que no hay nada que hacer contra ella. He intentado evitarlo, pero... -se encogió de hombros.

Bueno, no me quedaba otra que resignarme a mi destino. No podía ser tan malo, ¿verdad? Solo un día y todo se acabaría… Un día de horrible tortura maternal.

~To be continued~

 

*El anterior nombre de Junhyung, como explico en el fic, era JeoSoon, pero se lo cambió cuando estaba en sexto grado porque este nombre es muy andrógino y sus compañeros se burlaban de él


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