Sus gemidos se apoderaban de cada partícula del tranquilizador silencio, en aquella desolada habitación, ocupada por dos únicas personas.
Gemía a cada fuerte embestida, a cada caricia y beso descarado que recibía, escuchando simplemente los gemidos de la otra persona.
El no poder verle la cara a su amante lo frustraba, pero al mismo tiempo lo excitaba de una manera inexplicable.
El hombre sobre él, apretaba su culo con fuerza, y se empujaba cada vez más fuerte dentro de, el, haciéndolo ver estallar estrellas a través de sus parpados, a cada que tocaba el manojo de nervios que lo hacían volverse loco del puro y vivo placer.
“Oh, demonios hazlo más rápido, se siente tan bien, no pares por favor” - gritaba Jongdae sintiendo a su cuerpo temblar por cada espasmo de placer
Y la mano del contrario apretando y masturbando su doloroso miembro lo volvía más loco, rozaba su pulgar en la punta regando el pre-semen que salía de su hendidura, lo apretaba y lo masturbaba de arriba hacia abajo con rapidez, los dedos de sus pies se contraían y su garganta ardía de tanto gritar.
Los gemidos de ambos se mezclaban sonando como ronca melodía, mientras sus cuerpos golpeaban cada vez más fuerte uno contra el otro, haciendo sonidos demasiado excitantes para ambos.
Jongdae podría ponerse a pensar que lo único que conoce del chico son sus roncos gemidos y sus cálidas, sus suaves manos y sus carnosos y cálidos labios, porque nunca le ha permitido quitarse el vendaje que cubre sus ojos, a cada sesión de sexo con desenfreno que obtienen.
Pero el está demasiado extasiado como para prestarle atención a eso en este momento.
Un fuerte y desgarrador grito se desprende de sus labios en cuanto culmina su orgasmo, sintiendo como el otro seguía empujándose dentro de, el, llegando hasta sus entrañas, empezando a ponerlo duro de nuevo.
Una, dos, tres embestidas más y el chico termina dentro suyo, pero siendo prohibido de sentir la calidez del otro llenarle, pues el estúpido condón lo impedía.
Ambos gimieron cuando el otro salió de, él y Jongdae claramente escucho el plástico del condón hacer ruido en cuanto el otro lo retiro de su pene.
Suspiro frustrado, porque por una vez en estos meses, quisiera que el otro se quedara a su lado, que lo abrace, le bese la frente y le diga que estuvo genial, aunque no deje verlo, pero al menos quiere escuchar su voz por primera vez.
Pero lo único que puede sentir, es cuando el otro desata sus manos de los brazaderos de la cama y le deja un rápido beso sobre los labios.
No tiene permiso aun de quitarse la venda de sus ojos, ni de vestirse, hasta que escucha a la puerta cerrarse, sin tan siquiera poder escuchar un adiós, te veo luego.
Amaba los encuentros sexuales con el chico, pero eso no evitaba que se sintiera vacío al terminar todo y quedarse solo nuevamente, así como en este preciso momento, desnudo, con su corazón apretando fuertemente en su pecho, y sus ojos ardorosos, amenazando con derramar cálidas gotas saladas.
Siempre era lo mismo, se enviaban un mensaje para quedar, día y hora, pero Jongdae debía llegar al lugar de siempre, con 15 minutos antes, vendarse los ojos y desnudarse, esperando al chico misterioso, que lo guíe únicamente con sus manos, a hacer lo que él desea y luego volverlo loco de placer y también frustración en cada encuentro.
Y Jongdae estaba empezando a cansarse de ser solo un juguete sexual, él quería saber más sobre el otro chico, saber su nombre, ver su rostro, oír su voz cuando no está gimiendo porque está a punto de correrse, su edad, Joder el solo quería sentirse importante en la vida del misterioso, rudo pero a la vez dulce chico, pero Jongdae empezaba a plantearse que eso nunca pasaría, y eso le frustraba, de una manera en la que, un poco mas e iba a terminar tirando de su cabello hasta arrancarlo de su cabeza.
Al final, termina su drama mental, se limpia, ordena un poco la cama y se viste, poco tiempo después se retira del lugar, sintiendo su cuerpo más pesado de lo normal.
Sus ojos están notablemente enrojecidos y algo cristalinos y camina a paso lento en dirección de su hogar, esperando a su siguiente encuentro, pero esta vez no con la misma emoción.
Sin saber que alguien le observa de un cercano lugar, con un nudo en la garganta, al sentirse una mierda, por tratar a la persona que ama, de esa manera.