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KOKUYO SCHOOL por LEGNAEL

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Disclaimer: KHR!, no es de mi propiedad. Los personajes son producto, imaginación y creación de Akira Amano-sensei.
Paring: 6927
Notas de la autora:
Agradecimientos: muchas gracias a todas las personas que siguen este humilde fic.
Advertencias: pues ya a estas alturas creo que ninguna.
Tiempo de actualización: INDEFINIDO a lo mucho me puedo ir de parranda 3 meses.

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Capítulo 75. Festival cultural (parte XII)

Rokudo observaba de reojo a Sawada mientras este mordía una brocheta, era una combinación rara el mezclar fresas con chocolate derretido aun así el sabor no era desagradable. Un claro suspiro salió de sus labios mientras meditaba en silencio.

“Algún día esas manos se teñirán de sangre”. El pensamiento llego de golpe a su mente. …l lo sabía, pese a odiar a la mafia él no era más que un demonio, un ser corrupto. Desde niño, incluso ahora él estaba cubierto de sangre.

– Mukuro –sus pensamientos fueron irrumpidos por la voz de Sawada– tienes rastros de chocolate en el labio –señaló Sawada mientras le ofrecía un pañuelo. Sin dudarlo el italiano lo tomo para limpiarse los rastros de chocolate.

Solo por hoy le apetecía a Rokudo permanecer en la calma y tranquilidad. Claro que eso fue hasta que cierto chico explosivo se acercó gritando una serie de amenazas en contra de su persona.

– ¡TÚ! ¡MALDITO! –Rumio con furia Gokudera Hayato mientras se interponía entre Sawada y él– ¿Dónde demonios te llevaste a Juudaime? –interrogo más que dispuesto a llenarlo de bombas.
– Kufufu –como siempre Rokudo rio despreocupado–. No se supone chico bomba que en este momento debes estar escoltando a una dama –musito sutilmente–. Además Tsunayoshi-kun no necesita de una niñera, mucho menos requiere tus servicios como chaperón.

La frágil vena que Gokudera poseía conocida como paciencia era tan frágil y delgada como un simple hilo. El rostro de Gokudera se tornó claramente furioso mientras apretaba la mandíbula. El ilusionista sin duda alguna planeaba hacer algo, claro que él no lo permitiría no por nada era la mano derecha del décimo Vongola. El guardián de la tormenta estaba preparándose para atacar a Rokudo con bombas.

– Hayato-kun –intervino Sawada–. Prometiste que no ibas a traer ninguna clase de explosivos a la escuela.
– ¿pero Juudaime?, esté sujeto lo está molestando.
– Mukuro no me está molestando. No veo ninguna clase de peligro en comer una brocheta. Lo que si encuentro peligroso es que quieras encender esas bombas en pleno festival, puedes lastimar a alguien.

El joven de ojos verdes bajo la mirada.

– Juudaime, aun así ese sujeto lo secuestro –añadió con fervor.

Ciertamente Gokudera cuando se lo proponía podía ser extremadamente testarudo. Bianchi quien miraba la interacción de su hermano a distancia se sorprendió al ver está nueva faceta de su hermano. En un principio al ser un niño Hayato era hasta cierto punto afectuosa, pero al ir creciendo se tornó en un lobo solitario. Fue una grata sorpresa ver a su hermano preocupado por el futuro líder de los Vongola. Quien lo viera no lo creería el arisco Gokudera Hayato actuando como una mamá gallina. Y con ese pensamiento se le ocurrió una idea a la mujer, que podía ser tachada de malvada.

– Hayato, deja de irrumpir en su cita –. Sonrio al ver la reacciones de los presentes. Sawada se había puesto completamente rojo, lo mismo que su hermano que no estaba para nada feliz con sus palabras.
– Aneki, no intervengas como mano derecha de Juudaime es mi deber protegerlo –sentencio con vehemencia.
– Entonces… tu eres el tan mencionado y futuro décimo –señalo Bianchi mientras se acercaba a examinar al castaño.
– Aneki no te atrevas a molestar a Juudaime.
– Sawada Tsunayoshi –se presentó. Fue lo único que pudo articular ya que la mujer parecía más que dispuesta a atacar.
– Soy la hermana mayor de Hayato, puedes decirme Bianchi. Perdona a este niño, no sabe leer el ambiente.

Y sin previo aviso Bianchi se llevó a rastras a su hermano.
– Debe ser entretenido tener hermanos –señaló Sawada. Sin embargo Rokudo no contesto nada. No se tenía que ser un adivino para notar que el tema de la familia incomodaba a Rokudo.

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Gokudera Hayato pataleaba furioso mientras su hermana lo arrastraba. –Hayato compórtate pareces un niño pequeño –musitó Bianchi.

– Aneki no confió en ese sujeto con cabeza de piña.

Bianchi no le discutió el tema a su hermano, es más únicamente no le permitió intervenir a su hermano ya que Reborn le había pedido el favor de que no se entrometieran el día de hoy entre la interacción entre la niebla y el cielo. Bianchi cabezo buscando alguna respuesta o como mínimo un indicio, pero Reborn no hacia ninguna cosa sin pensar. Por ello la sorprendió la petición inicial. En un comienzo su viaje hasta esta tierra tan distante como lo era la nación del sol naciente fue única y exclusivamente para conocer al próximo jefe de Vongola. Clara que también tenía la intención de ver a su hermano, desde que se enteró de la batalla de sucesión por los anillos estuvo más que dispuesta a ir a ver que la seguridad de su hermano no peligrará. Hayato no aprecia su propia vida. Sin duda alguna su hermano actuaba sin impórtale salir herido en el proceso. Claramente esa agresividad había disminuido un poco al conocer a Sawada Tsunayoshi.

– Entonces Hayato… ¿te gusta el décimo?
– Lógicamente me agrada Juudaime –no había titubeo en su voz–. Es una persona capaz de preocuparse incluso por sus enemigos, cuando lo conocí intente asesinarlo.

Contrariamente al contexto de la pregunta su hermano la interpreto de otra manera.

– Y él te venció.
– Más que eso. Cuando le arroje uno de mis ataque más fuertes…
– No me digas, incluso tu terminaste acorralándote con tu propio ataque –Bianchi era capaz de vislumbrar a su hermano realizando una acción tan temeraria y estúpida.
– Sí, pero eso no es lo importante. Incluso yo que era un enemigo, fui salvado por él. La primera vez que lo vi pensé que era el fin de Vongola –admitió– no parecía alguien apto para tal honor.

La mujer palmeo la cabeza del menor. – Has crecido –sentencio con un deje de nostalgia.

– Aneki, deja de hacer eso… ¡es vergonzoso!

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Justo cuando creía que podría tener una conversación sin estar tenso con Mukuro todo cambiaba. Después de su encuentro con Bianchi el buen humor de Rokudo se había esfumado completamente. El ilusionista revisaba algunos de los documentos, ciertamente Chikusa se había estado haciendo cargo de todo el papeleo hasta que ellos ingresaron a la oficina. Rokudo había relevado al vicepresidente del papeleo alegando que el mismo continuaría revisando los papeles, y que por lo tanto el chico de gorro debía supervisar que la escuela quedará limpia. Prácticamente llevaban hora y media en un mutismo absoluto.

Sawada incluso se había ofrecido a ayudarlo con el papeleo sin embargo el guardián de la niebla se opuso.

El solo comenzaba a ocultarse. Y por fin con los invitados comenzando a retirarse del lugar los alumnos podían comenzar a limpiar la escuela. Sawada se asomó por la ventana pero no había ni rastros de la fogata.

– Pensé que abría una fogata –las palabras de Sawada captaron la atención de Rokudo.
– No hay necesidad de una fogata, no estamos en un campamento.

Ligeramente Tsuna sonrió.

– No es necesario que estés en un campamento –respondió Sawada–. Mamá siempre me menciono con emoción acerca de las fogatas. Sin una fogata no puede concluir adecuadamente un festival escolar –añadió Sawada.
– ¿Por qué? No veo el sentido de una fogata.
– Solo es la costumbre –menciono– al terminar de limpiar el ver la fogata se supone que debe levantar los ánimos de los alumnos que trabajaron arduamente.
– No entiendo lo interesante –mascullo Rokudo de manera fría.
– No es algo que se entiende…es algo que se ve.

Las palabras de Tsunayoshi resonaron en su mente.

– No te entiendo Sawada Tsunayoshi.
– Lo mismo va para ti Mukuro.

Sin previo aviso Rokudo quedo frente a frente de Sawada. En ese instante sus ojos quedaron atrapados en la mirada del otro, simplemente quizá en ese momento las palabras estaban de más. “No es algo que se entendía”, pensó Rokudo. Antes de darse cuenta los labios de ambos se unieron, fue corto incluso el beso podía ser catalogado como casto, pero era suficiente para que Sawada Tsunayoshi se pusiera rojo hasta las orejas. Mukuro internamente rio por la reacción tan tierna del castaño.

– Tal vez en el próximo festival quedes encargado de organizar la fogata– y con esas palabras Rokudo Mukuro salió de la estancia.

Continuará… algún día… probablemente.

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