Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Aunque quiera y no deba por elenitaZL

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Ok, admito que desde un principio me encantaba la pareja de ZoSan, pero leía tantos fic yaoi que acabé dejándolo por cansancio, así de vaga y lectora compulsiva soy.

En fin, así que aquí estoy, probando suerte con un un nuevo fic yaoi, cuando se me ocurrió la idea me gustó y pensé que en 3 capítulos lo terminaría pero supongo que no será así xD

De todos modos, soy nueva en la página y este es el primer fic que subo aquí, así que espero que tenga buena acogida y que guste (:

Disclaimer: One Piece es totalmente Odacchi-sensei, si fuera mío ya estuviera nadando en mis montones de dinero con mis ojos convertidos en Berries.

Nota: fic situado en el Nuevo Mundo.

El intenso ejercicio le provocaba transpirar copiosamente, y no era para menos, entre sus manos sujetaba con fuerza una pesa que debía contener una tonelada de kilos, mientras que con sus dientes aferraba otra más pequeña pero que igual pesaba bastante.

 Y como todo acto lleva consecuencias, para pulir como si de un diamante se tratase ese cuerpo merecedor de un samurái, el sudor le resbalaba por los músculos que desde muy pequeño se encargó de forjar a través de los duros entrenamientos y combates con los miembros de su dojo.

 Últimamente había dejado de lado sus acostumbrados ejercicios de por la mañana, así que como castigo, o más en sus propias palabras, como premio a la pereza que se apoderó del espadachín días atrás practicaría con sus katanas hasta bien entrada la noche, y a la mañana siguiente, temprano, volvería a repetir hasta caerse del agotamiento y satisfacción al haber entrenado tanto que se desmayaría.

 Para cualquier otra persona resultaría excesivo, pero para él, el hombre que se convertiría en el mejor espadachín del mundo, no era gran cosa. “Es mi rutina”, diría si se le preguntara por qué le gustaba cansarse a propósito.

 En definitiva, no pararía un segundo ni siquiera para descansar. Pero claro, en el Sunny Go existía alguien que precisamente lo último que  quería era eso, que alguno de sus nakamas, por muy cabeza de alga que fuese, se enfermara por no comer, o incluso que se muriera de hambre, que Zoro era capaz de eso y mucho más con tal de que no se interrumpiesen los ejercicios.

 —¡¡Puto marimoo!!—le gritó desde la cocina con lo que parecía ¿cariño? Oh, claro, pero la palabra “puto” no transmitía ningún ápice de cariño, solo que el tono con el que Sanji se había referido a él le puso los pelos de punta—. ¡La comida ya está lista—continuó más alto de volumen y de humor, pero que en un segundo su voz se revirtió y ahora sonaba grave y molesta—, así que saca  tu puto culo del gimnasio!

 Genial, ahora el cejillas de caracol la tomaba con él. De nuevo. Incluso de cuando en cuando se preguntaba si a Sanji le gustaba, que nada más trataba de llamar su atención insultándole y buscando pelea. Se rehusaba totalmente a que ese cocinero pervertido le anduviera  mangoneando  como si fuera su capitán, para eso ya estaba Luffy, así que permaneció en su puesto unos minutos antes de que Sanji intentara de otra manera traerle al comedor.

 —¡Cerebro de músculo—repitió más cansado de tener que repetirle las cosas al terco de Zoro—, baja ya si no quieres quedarte sin almuerzo!

 —¡Déjame tranquilo, cocinero idiota!—se quejó el espadachín sin ocultar que ya empezaba a agotársele la paciencia, que si bien tenía mucha Sanji la consumía y no dejaba ni un sola gota.

 —¡Entonces muérete de hambre!—.Bien, no insistiría más, si a la mañana siguiente aparecía en el gimnasio los huesos de su nakama muerto por inanición, se echaría a reír y le reprocharía a su cráneo de césped: “Te lo dije, marimo”, ah, y le daría ya de paso una patada en el hueso del culo, de ese modo se removería en su tumba maldiciendo haber nacido.

 Claro, sería demasiado hermoso y su capitán no permitiría que uno de sus nakamas desfalleciera teniendo un cocinero, y de los mejores, en la tripulación, ¡pero es que aquel espadachín mierdoso se lo merecía y con creces, mientras que él tenía que aguantar a sus revoluciones y a su vagancia!

 —¡Yosh, en ese caso puedo comerme su ración!—aclamó Luffy estirando un brazo para alcanzar el plato del peli verde y después dejarlo junto al suyo.

 —Luffy-san, ¿no crees que a Zoro-san podría antojársele más tarde la comida?—le preguntó Brook al capitán cuando vio a este con las intenciones de zamparse lo que le correspondía al espadachín—. Quizá se enfade si se entera de que te le has adelantado.

 —Problema suyo—terció el cocinero, quien  fue el último en sentarse junto a sus compañeros—. Ya le avisé de lo que pasaría, así que…—dirigió la mirada al moreno con una sonrisa arrogante dibujada en el rostro— puedes comértelo, Luffy.

 Ya se imaginaba a Zoro reventar de la rabia porque ninguno había custodiado su plato; sí, sería magnífico ver a la lechuga andante enfadada, pero lejos de su cocina, no vaya a ser que el marimo se atreviese a comenzar allí su habitual pelea y destrozase todo cuanto se le cruzase por el camino.

 El capitán sonrió agradecido y de un bocado se tragó el almuerzo de Zoro. Entonces ahí fue cuando entró el mismísimo demonio en forma de humano enloquecido y la cabeza forrada de césped artificial. Lástima, el marimo había llegado tarde, su comida acababa de tocar el estómago de Luffy y no le apetecía comer alimentos regurgitados, gracias.

 —Oh, Zoro—Luffy se hurgó la nariz con un dedo como si la cosa no fuese con él y acto seguido sonrió a su primer oficial sin sacar el dedo de esa zona—. Te quedaste sin comer—al abandonar el agujero de su nariz, de él sustrajo “algo” que le tiró a la cara a Chopper en cuanto este se distrajo—. Lo siento.

 —¡Oye—farfulló  el renito que con sus pezuñas se extirpó el residuo de la cara—, no me tires tus mocos, cabrón!

 El espadachín avanzó sin abrir la boca hacia el frigorífico, donde escogió una botella de sake para a continuación marcharse de la cocina, no sin antes murmurar algo que dejó a todos pasmados y con la boca entreabierta.

 —No sabes hacer nada, cocinero—escupió con palpable desprecio en sus palabras—, ni siquiera guardarme la comida para más tarde—terminó diciendo, un segundo después desapareció bajo la atenta mirada de sus compañeros, que sin entender nada volvieron la vista hacia Sanji, pero él ni se inmutó de las quejas ni del insulto, porque por supuesto, Zoro le acababa de llamar “inútil” delante de sus narices.

 Sin embargo, el rubio permaneció sentado al lado de Usopp y Brook. Sí que le había sentado mal, pero no era para ponerse así, ¿no? Estaba más que dispuesto a prepararle algo al espadachín cuando se presentara en la cocina, sea junto a sus nakamas o sin ellos. Pero al parecer, Zoro solo se limitó  tranquila y extrañamente a guardar la calma e ignorar que no probaría bocado en horas.

 Intentaba encontrar la razón de por qué Zoro entrenaba tanto si sus músculos ya iban a explotar de lo completos que eran; ahora podría desempeñar un nuevo hábito, como ayudar a su amada Nami-swan a dibujar sus mapas, o quizá pescar con Luffy y Usopp, o también ayudarle a él a cocinar… o también la tripulación Mugiwara podría tirarse por la borda antes de que todo eso llegara a suceder.

 Claro que Zoro se negaría a eso, igual que Nami, Luffy, Usopp y Sanji, que en vez de ayudarles, el marimo lo fastidiaría todo a la mínima de echar una mano. ¡Si es que no sabía hacer nada, el inútil!

 “Que ironía”, pensó el rubio tragándose a duras penas su propia comida, inútil le había designado Zoro cuando supo que permitió a Luffy  engullir su sustento.

 Le encantaría ver al marimo en su lugar, a ver si se defendía tan bien como él siendo el cocinero del Thousand Sunny, capaz de alimentar al legendario estómago de Luffy, el nombrado “Agujero negro” o “El Pozo sin fondo”. El Gobierno debería ponerle precio, porque cuando el capitán tiene mucha hambre… “Agárrense, será un aterrizaje forzoso”. Que se viniese el fin del mundo, que hasta que no comiese en condiciones, él no moriría, podrían venirle cien bombas nucleares y sobreviviría para su merienda de carne. La humanidad le vería las orejas al lobo.

 Ah, sería un placer observar al espadachín rogando al cielo que ese engomado no fuera tan proclive a la comida, porque se tiraría día y noche tratando de saciar a lo que correspondería el triple de comida que una ballena azul de ciento treinta toneladas tomaba al cabo de un mes, y eso era mucho.

 ¿Y él? Si Zoro cocinaba, a él le tocaba dormir, beber como un cosaco y entrenar a su organismo. Pensándolo de ese punto de vista, no estaba nada mal, después de todo, se merecía unas pequeñas vacaciones, y el marimo estaba desocupado durante todo el día, toda la semana y todo el año.

 Todo bien, salvo por el minúsculo detalle de que el espadachín no tenía el menor conocimiento de cocina, y en uno de esos intentos de alimentar a Luffy, podría incendiar el barco entero calentando una sopa.

 Pero Zoro no se echaría atrás ante el desafío de intercambiar posiciones, es más, lo aceptaría con tal de cerrar la boca al cocinero de pacotilla y demostrar que él era capaz de ocupar todas y cada una de las obligaciones del Sunny, incluyendo por supuesto, la de cocinar.

 Sanji sonrió siniestro y terminó su plato, después se levantó ensanchando más la sonrisa que se convirtió de macabra a espeluznante en cuanto dio la espalda a los demás.

Oh, le iba a gustar ver al cara palo suplicar su perdón de rodillas.

Definitivamente… se las vería con él y con el estómago del capitán.

Ese comemierda aprendería a no llamarle inútil.

-----

 “Típico del marimo”, rio Sanji para sus adentros y prestó suma atención al deporte favorito de Zoro: las pesas.

 No es que le resultara típico que al espadachín le gustara levantar pesas y desarrollar músculo en el cerebro que de la presión le estallaría la cabeza, lo que sí le parecía característico de Zoro era la manera en la que se ejercitaba.

 Con las manos en el suelo y las piernas hacia arriba, levantaba con los pies una pesa que lo cuadriplicaba en tamaño, el sudor le volvía a escurrir por el cuerpo y a gotear de la cabellera verde; los jadeos de esfuerzo se mezclaban con la enumeración que el espadachín susurraba, tan bajo que solo lo decía para él.

 —¿Qué quieres, cocinero?—soltó Zoro apretando la mandíbula; no soportaba que alguien irrumpiese en su zona sin permiso, con el descaro de apoyarse en la pared y sonriéndole como un estúpido.

 Sanji rebuscó en sus bolsillos y en el momento en que halló la cajetilla de tabaco, sacó de él un cigarro—lentamente para terminar de enfermar a Zoro— y se lo llevó a la boca, prendiendo luego el extremo con su mechero dorado.

Exhaló una bocanada de humo y posó sus ojos en la espalda del peli verde.

 —Quiero proponerte algo—dejó salir sin más pensando las palabras apropiadas para que el espadachín aceptara su desafío—. Supones que mi puesto de cocinero es fácil, ¿cierto?—Con los dedos índice y pulgar se alejó el  cigarro de los labios y esperó unos segundos a que el espadachín contestara un “Lo más fácil del mundo”—. Entonces… no te importará comprobarlo por ti mismo.

 Zoro al instante se detuvo antes de gruñir y esbozar su sonrisa prepotente; conque era eso lo que pretendía el cejitas, engatusarlo para que hiciera lo que a él se le antojase. Se incorporó dejando la enorme pesa a un lado y alcanzó una de las toallas, echándosela a continuación al cuello.

 —¿A dónde quieres llegar?—contestó Zoro con aparente curiosidad y restregando el paño por su piel húmeda de sudor.

 —Marimo idiota…—chistó Sanji frunciendo el ceño. Ya estaba al tanto de que Zoro no pillaba ni una, pero tampoco había que ser un genio para adivinar lo que pretendía— Digo que podríamos sustituir nuestro trabajo—le miró directamente a los ojos ansiando predecir lo que le pasaba al espadachín por la cabeza, pero hasta ahí Sanji pudo advertir que todavía no lo había entendido del todo—, tú cocinas… y yo entreno. Por favor, puto marimo de mierda, ¿comprendes ya?

 Y como Zoro aprovechaba cualquier oportunidad para burlarse del cocinero, dejó escapar una carcajada  suave y socarrona, cerró los ojos sacudiendo la cabeza de un lado a otro y se sentó en el suelo tomando la botella de sake, para después abrir los párpados ligeramente e ingerir la mitad del licor sin pausa.

Al alejar la boquilla de sus labios, dejó el alcohol a un lado y se llevó las manos a la nuca.

—Ero-cook bastardo, no te permitiré tocar mis cosas—escupió el espadachín sin alterar la expresión serena y tranquila de su rostro, por el momento guardaría la calma. Por el momento.

—Cabeza de brócoli, a mí tampoco me agrada que tú toquetees mi cocina—le siguió al comentario Sanji metiéndose las manos en los bolsillos. Además, ¿desde cuándo Zoro había aprendido a cocinar para ofrecerle el puesto?—. Pero supongo que puedo hacer una excepción en casos como este—se encogió de hombros dejando esas palabras en el aire, como dejándolo caer a ver cómo reaccionaba el peli verde.

Zoro lo pensó unos segundos antes de responder negativamente al cocinero.

—No me interesa—ahora sí que cerró los ojos para dormir un rato, cierto que se había propuesto entrenar sin pausa, pero dado que el molesto cocinero no se iría hasta cumplir su meta de persuadirlo a hacer algo que no él no quería, que mejor manera de ignorarlo haciéndose el dormido.

—Ya me lo parecía—suspiró Sanji volteándose para dirigirse a la salida muy poco a poco, a lo que Zoro enarcó una ceja aún con los ojos cerrados—. Tienes miedo de perder la apuesta, es por eso que te echas atrás como un maricón.

¿Y qué mejor forma de llamar la atención del espadachín que insultarlo y dejar su orgullo por los suelos?

Exacto, como pensaba, aquello accionó con un “click” las defensas de Zoro, enseguida este se levantó como si alguien le hubiera pateado en su vago trasero, y avanzó unos metros hacia Sanji.

—No caeré en tus jueguecitos, putón mujeriego.

—Cobarde cabrón, muérete.

La mayoría que conociera a Zoro y a Sanji, sabían que estos dos no tenían nada en común, excepto ese momento en el que la siente de ambos se destacaban una vena palpitante que estaba a punto de explotar.

—Mr. Hemorragia nasal, te estoy diciendo que no participaré en tus mierdas—claro, como si fuera a caer en algo tan absurdo con sus provocaciones. Ignorante cocinero, si se pensaba que le dejaría poner un dedo encima a sus pesas y a sus hermosas katanas—. Pero de todos modos—cambió completamente de actitud tratando de averiguar lo que quería conseguir Sanji—, ¿qué saco yo de todo esto si gano la apuesta?

—Pues…—se rascó la cabeza en un gesto de duda, la verdad es que no había reparado en el premio/castigo, pero lo propio era que el perdedor sufriera lo máximo posible, y que el vencedor se sintiera el más macho de los machos por mandar sobre el otro— el que se rinda primero antes de que transcurra una semana…—se dibujó una sonrisa pícara y lúgubre en los labios del rubio— cumplirá las órdenes del ganador durante cuarenta y ocho horas sin interrupciones.

—En tu caso—continuó el cocinero—, deberás cocinar para toda la tripulación, incluyéndome a mí, por supuesto.

—¿Y tú qué harás?—investigó Zoro cruzándose de brazos.

—Lo que tú, idiota—le señaló dándole la cara—: entrenar, beber y dormir, ¿no?

El espadachín le miró con los ojos entornados y el ceño tenuemente fruncido, mientras que sus puños se apretaban de la rabia contenida porque Sanji le llamaba “vago” delante de sus narices; “Ojo por ojo, diente por diente”, claro, muy simpático el cocinero de los cojones.

Vale, podría funcionar. Ser él mismo quien cocinara no era tan mala idea, después de todo, algunos que otros platos sí sabía elaborar a la perfección. Lo que no tenía del todo claro es que el rubio cumpliera en condiciones su parte, había que seguir unas reglas y pautas precisas, no coger cualquier pesa y ejercitar a lo loco, no, eso no era así como Sanji se creía.

Pero también tenía que confiar en su nakama, al fin y al cabo, él confiaba en Zoro (aunque no mucho) y ya extendía la mano derecha para cerrar el asunto de una vez por todas, le miraba fijamente y con su cigarro entre los labios.

La mano del espadachín seguía sin ceder.

—¿Aceptas el desafío?—expuso Sanji para impulsar al peli verde a relajar su mano derecha y finalmente, que la acercara a la suya—. Un momento—de pronto el cocinero la retiró tomándose unos segundos para pensar—. Antes tenemos que acordar una manera de abandonar la apuesta.

—¿Cuál?

—Esto…—se masajeó las sienes tranquilamente hasta hallar una posible contraseña—, algo que determine que nos rendimos. Como…—alzó la cabeza posando sus ojos en los negros de Zoro—: “Aunque quiera y no deba, dejo que me sometas”. Algo por el estilo.

El espadachín al escuchar la frase se agarró la barbilla pensativo y estuvo rumiando las palabras con mucho cuidado.

—En el caso de que dimita—musitó luego de que transcurrieran unos minutos—, cambiaría unos cuantos términos, pero supongo que eso servirá, ero-cook.

 —Entonces—de nuevo sus manos se dispusieron una enfrente de la otra, y fue Sanji el primero que estrechó la de Zoro concluyendo de este modo el juego y con más fuerza de la necesaria—. Trato hecho—sus labios se curvaron hacia abajo en un mohín de repulsión—, repollo con patas.

 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).