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Calling Down por ShiroTegaMin

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen. Hice éste fanfic para una persona muy especial, aunque el contenido no sea del todo bonito. 

Algunas parejas son atipicas.

Y, también, se llama Calling Down por una canción de INORAN, la letra es similar a cómo se siente Saga en el fanfic y tal vez como será el final. 

https://www.youtube.com/watch?v=zYAEF8cXJds

Notas del capitulo:

Capítulo 1

“Cada que oía su música me alejaba del alrededor. En mi pecho crecía un sentimiento cálido. No me sentía solo.”

–Una para reír, una para sonreír, una para llorar– lo decía como si fuera su mantra. Cubrió su boca y mejillas del fuerte viento del día. Sus cabellos oscuros se movían conforme la brisa lo hacía. El parque por donde caminaba le resultaba tan familiar. Sin embargo, no recordaba nada.

–Una para reír, una para sonreír... –las manos en los bolsillos del abrigo oscuro se formaron en puños. –Una para recordar–agregó, deteniendo su paso. Giró un poco su cabeza hacia la izquierda, no había nada.

Soltó un poco de aire por su boca, viéndolo blanco por el frío. Levantó un poco su vista, y movía los ojos observando a todos lados. Sus oídos captaban un sonido extraño.

“No es música... son palabras vacías”

Sacó sus manos de los bolsillos y tomó su Mobile viendo la canción que en ese momento se reproducía.

Tecleó “Opciones”  y luego “Borrar”.

–No hay sentimiento–susurró y guardó el distractor. Continuó caminando, ajeno a lo que pasaba  a su alrededor.

Llegó a las instalaciones educativas, mirando el suelo. Unos pocos le miraban, otros le ignoraban.

“Está loco”

“Escuché que es adoptado”

“Dicen que está enfermo de la cabeza”

No parpadeaba, no movía sus manos de los bolsillos, aun si no tenía nada en reproducción del aparato, no escuchaba nada. Subió los escalones para estar en la entrada principal, el espacioso vestíbulo le asfixiaba, siendo un lugar tan grande.

No saludó a nadie, no miró a nadie.

–Sigue caminando– obedeció perdido. Sí alguien le miraba a los ojos, no veía nada. Sólo unos pozos café oscuros, vacios.

 Finalmente llegó a su salón, tomó asiento en el lugar más alejado de todos, giró su cabeza, y como todos los días, se perdió en lo que la ventana le dejaba.

Las pequeñas gotas de lluvia golpeaban el grueso vidrio, dejando caminos irregulares. Miraba detenidamente como una gota caía lenta. Como caminaba tan lento.

–¡SAKAMOTO-SAN! –aun si el grito fue demasiado fuerte, saliendo de los labios del profesor, se volvió hacia el frente de manera lenta. Esos ojos le miraron debajo de los oscuros cabellos. Tragó un poco de saliva, apretando más las manos entrelazadas sobre la pequeña mesa de estudiante. Pasó los ojos por toda el aula mirando a sus compañeros que le miraban con burla. –¡Fuera del salón! – no parpadeaba, sus ojos seguían fijos en el mayor, viendo a través de él. Se puso en pie y caminó hacia la pizarra. Tomó la tiza blanca y, con sus dedos izquierdos, borró algunas formulas y letras escritas por el maestro. Posó la tiza sobre la pizarra, deslizándola con delicadeza, bajo la atenta mirada de sus compañeros.

–Problema resuelto–susurró, entregando la tiza al tutor. Se volvió hacia sus compañeros y caminó a su lugar. Tomó asiento y de nuevo, entrelazó sus manos, mirándolas.

“No mira nada, no piensa en nada, pero sabe de qué hablan los demás, no les oye, les escucha”

 

Colocó su bolso sobre su hombro sujetándolo con la mano derecha y la otra la dejó dentro del abrigo. Sus oídos eran cubiertos por los auriculares de color rojo, la bufanda negra tapaba el cable de éstos.

Un fuerte golpe en su brazo izquierdo, otro golpe en su brazo contrario contra los casilleros y cayó al suelo. Hizo una mueca de dolor y miró a quien había hecho eso.

Desde el suelo observó a ese grupo de adolescentes riendo. Luego de la mueca, no hubo otro gesto sobre ese bello rostro.

Se puso en pie y sacudió sus ropas, tomó el bolso que yacía a un costado de él y se giró hacia la salida.

–¡Corre, narizón de mierda! –escupió con asco el chico de cabellos rubios y ojos azules artificial, el chico popular.

Pero, Saga, no hizo nada, siguió caminando perdido en sí mismo. Pasó por el vestíbulo, saliendo de la institución con tranquilidad. Bajó las escaleras como un niño pequeño que salta de uno en uno. Las –ahora– pequeñas gotas de agua fría mojaban su cabello y mejillas. Aun así, no aceleró su paso.

La melodía dejaba escuchar un piano siendo tocado con delicadeza. Tarareaba dicha melodía en el autobús, perdido –de nuevo– en los caminos irregulares de las gotas de lluvia sobre la ventana.

“–¿A dónde pertenezco? –fue lo primero que le dijo al mayor de lentes, haciendo que éste, levantara la vista de la libreta donde no dejaba de escribir. Incluso el menor alzó su vista, uniéndola con los ojos grises del extranjero psicólogo.

–A donde tú vayas–contestó retirando los lentes y, poniéndose en pie, caminando por el amplio cuarto de paredes verdes y azules color pastel. Se detuvo en frente de la pared de vidrio, juntando sus brazos detrás de su cintura.

–¿A dónde pertenezco? –volvió a preguntar el niño, moviendo sus dedos entre sí, y también sus pies que, por el alto sofá, no tocaban el suelo.

Se giró confundido hacia su joven paciente, siendo incapaz de poder cumplir su trabajo en éste caso.”

–¿A dónde pertenezco? –susurró perdido en la borrosa imagen en la ventana debido a que el autobús estaba algo lleno y la lluvia había aumentado.

 

Se puso en pie dirigiéndose a la puerta de salida, su respiración se había acelerado y apretaba su pecho con su mano izquierda.

Bajo tan rápido una vez que el transporte se detuvo que cayó de rodillas en el pavimento. Comenzó a toser respirando de igual manera, se asfixiaba.

“–¡Takashi! –Gritó una voz aguda, zarandeando el pequeño cuerpo de su hijo–¡Moe, Takashi no respira! –gritó con lagrimas en sus claros ojos, corriendo el delineador de ellos.

–¡Takashi! ¡Despierta! –cargó al menor y salió corriendo de la mansión, importando muy poco sí sus sirvientes tardaban en abrir las amplias puertas, las abrió de un golpe, corriendo al lujoso auto deportivo dejando a su hijo con cuidado en el asiento del copiloto y corriendo hacia la puerta contraria, manejando a gran velocidad.”

–Mamá. . . –gimió aún sin poder calmarse, un par de personas se habían acercado a él, unos brazos le rodearon, incluso le alzaron, mientras él, intentaba regular su respiración, sintió un pañuelo sobre su nariz y su vista poco a poco se oscurecía.

 

Sentía un mareo, y un dolor en sus muñecas le hizo sisear. Parpadeó varias veces para acostumbrarse a la poca luz de la oscura habitación.

Cuando fijó su vista por el lugar, abrió los ojos sorprendido. Estaba desnudo y sus manos atadas a cadenas, estirados hacia arriba y unidas a la pared.  Aún con su dificultad de respirar, en ése lugar tan pequeño donde no había vista hacia el exterior. Tosió incapaz de tragar la saliva de su cavidad.

Una de las tantas puertas dejó ver a un par de personas vestidas totalmente de negro. Con gorro y tapabocas oscuros, sólo mirando los ojos.

 

“Unos ojos grises. Fueron. . .”

–Le agradará al jefe, escogieron bien, además es virgen–la voz gruesa le hizo temblar, pero dio paso al coraje cuando el tipo de ojos claros se acercó a él, poniéndose en cuclillas y tomando su mentón. Asco.

–Déjame–dijo en un hilo de voz, la mano contraria del enmascarado pasó por el muslo del desnudo, tocando con descaro. –, ¡Déjame! –se agitó haciendo que las cadenas chocaran entre sí ocasionando un fuerte ruido. Un golpe en su mejilla le hizo girar la cabeza. Sintió el sabor metálico en su boca, sin embargo, no lo escupió ni tragó, dejó que cayera por la comisura de sus finos pero resecos labios.

–Calla, calla. Ya debería estar el jefe acá. ¿Le has llamado? –preguntó a su compañero que estaba recargado en el marco de la puerta.

–Ya viene –los pasos sobre la madera se hacía cada vez más cercanos a la habitación. El chico se hizo a un lado, dejando entrar a esa persona, vestida igual que ellos, dejando ver unos ojos felinos.

–¿Es él? –preguntó sin dirigirse a nadie en especifico, sólo mirando el cuerpo expuesto del joven.

–Sí, espero sea de su agrado–el hombre que estaba cerca de Takashi se alejó lo mas que pudo del chico debido a la mirada asesina de su jefe.

–¿Cuál es tu nombre? –alzó la cabeza del menor sujetando fuertemente sus cabellos, observando ese rostro perlado de sudor con una mueca y las delgadas líneas de sangre por los costados de sus labios.

–Sa. . .Saka–unos dedos rodearon su cuello, asfixiándole cada vez más y más. Daba bocanadas en busca de aire. Sus ojos se habían cristalizado, dejando ver ese miedo. Apretó sus manos hechas puño sobre su cabeza, agitaba su cuerpo intentando alejarle.

–¿Cuál es su nombre? –ladeó un poco la cabeza, sin despegar sus felinos ojos del menor.

–Sakamoto Takashi, hijo del empresario Sakamoto Moe–hubo un largo silencio, cortado por la necesidad de aire que tuvo el menor una vez que fue retirada la mano de su delgado cuello y de su cabellera. Se puso en pie acariciando la mejilla clara del encadenado, sin ser rechazado sólo apreciando la mirada de asco que le dedicaba. 

–Lo quiero en dos horas listo–metió ambas manos a los bolsillos del pantalón mirando de arriba abajo el cuerpo agitado–Nos vemos en mi habitación–con eso, tuvo suficiente para ver de nuevo los ojos claros llenos de pánico. Un hijo más perfecto, no pudiste tener, Rei.

 

 

–Naoyuki, ¿Dónde estás? –preguntó un chico de cabellos oscuros caminando por la mansión, abriendo de vez en cuando una puerta y mirando el interior rápido. –Naoyuki–canturreó y escuchó un ladrido, alzó su vista hacia su can. Sonrió y comenzó a correr persiguiendo a su mascota– ¡Mogu-chan! ¡Espera! –bajó corriendo las escaleras, casi cayéndose.

– ¡Hiroto! ¡Ten cuidado! –de una puerta del vestíbulo, salió un chico del mismo color de pelo. –Podrías haberte caído, tonto–le regañó. Frunció el entrecejo cuando el menor agachó su cabeza susurrando un “Lo siento”.

–Ya, no jugaré en las escaleras, no te enojes–cogió a su mascota y se giró, caminando hacia la puerta trasera, cabizbajo.

 

 

 

Entre tanto forcejeo y golpes, le llevaron a la habitación.

–Aoi, ayúdame– riñó el de ojos grises, dejando en la cama al menor desnudo.

–Ya voy– entró a la habitación con una mueca de asco.

El menor respiraba asustado, todo a su alrededor era negro, debido a que, minutos antes, le habían vendado los ojos con un pañuelo oscuro.

–¿Traes las esposas? –preguntó el mayor de ambos, sin dejar el cuerpo que yacía sobre la cama en posición fetal. El contrarío sonrió divertido sacando las esposas del bolsillo de la chaqueta, agitándolas en el aire. –Espósalo–

El rubio se acercó a la cama a paso lento, dejando que las esposas tocaran la tela, llegando hasta los pies del castaño. Las pasó por la pálida piel, incluso acercó más sus dedos para tocarla. Soltó una risa traviesa cuando el menor intentó alejarse del frío tacto.

–Tora sí que se va a divertir– comentó el moreno al observar la reacción del desnudo.

–¿Quién dices que te habló sobre él?–se volvió hacia el otro y, con un movimiento de cabeza, señaló el cuerpo.

–Un tal Nao–contestó, mientras el rubio, esposaba las manos del castaño en la cabecera de la amplia cama.

El menor de los presentes, al escuchar el sobrenombre de su hermano mayor se giró, hacia donde creía él, que venía la voz. –Dijiste Nao–afirmó, sintiendo su garganta seca.

–Al fin te dignas a hablar, imbécil–comentó Reita, tomándole de la quijada y volviéndole hacia él.

–Tu propia familia te ha vendido–entre sus dedos, balanceaba un abanico claro, a la vez que se acercaba a la cama–La mierda de familia que tienes, no te quiere, y el precio fue bastante bajo, para un Sakamoto–entre risa y risa, se hizo presente el superior de eso dos.

Tan pronto le vieron, Reita se alejó del menor y, Aoi, se posicionó a un lado suyo, intentando ocultar ese miedo, que se apoderaba de todos al ver la mirada sádica de Tora.

–Largo–gruñó, mirándoles enfadado, y éstos, salieron corriendo sin decir nada. Una vez que la puerta fue cerrada, agitó el abanico, y el yutaka dejó ver su pálido pecho.

–¿Quién eres? –inútilmente, intentó ocultar el miedo. La habitación no le asfixiaba, era ese pañuelo en sus ojos. Se sentía tan expuesto y, sin saber quién era el que le haría esas asquerosidades. Se sintió estúpido en esos momentos, él era el que se alejaba de todos, su infancia había sido arruinada por él. Y ahora, viviría de nuevo eso. Perdido en sus pensamientos, no sintió como la cama se hundía, al estar un cuerpo más sobre ella, fue hasta entonces que algo le tocó la pierna derecha.

–Tú y yo, nos vamos a divertir, Takashi–su pregunta había sido ignorada, y ahora sólo quería llorar. No quería pensar que pasaría después... que pasaría, en ese momento. No quería revivir esos momentos.

“–Vamos, hermanito. No tengas miedo. Vamos a jugar, será divertido–sujetó la mano de su hermano mayor, siendo guiado hasta las escaleras. Sólo iban a jugar. . .

–Está bien, Kohara ¿vendrá a jugar también? –preguntó, subiendo los escalones de uno en uno al ser sujetado por su hermano mayor, que era bastante alto.

–Kohara, no vendrá, sólo jugaremos tú y yo–respondió, alzando a su hermano menor. Besó su mejilla, y una sonrisa se formó en los pequeños finos labios.”

Notas finales:

Bueno~ Espero les haya gustado, pronto subiré el segundo capítulo. 


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