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El cuarto de Geminis por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Holiiiiii, volví con un nuevo capítulo bueno según yo demoré super poco, no sabía como avanzar este capítulo tal vez sea algo tedioso, tengo una pregunta para ustedes, me gusataria saber si creen que el fic va bien, va muy rápido y no estoy armando bien la trama, de verdad me estoy esforzando como nunca, y lo digo enserio.

Como siempre y no menos importante quiero mandarle un saludo y agradecimientos a los lectores que me escriben Megami_Pallas,Kaligeminis, amorosa ya todos los que han dejado su pequeño mensajito <3

espero les guste y bueno nos leemos en otra ocasión :3

Pitonisa:(Πυθια), nombre que se le fue dando a las mujeres que interpretaban las respuestas, es decir, los oráculos.

Quitón: era una túnicaa, por lo común, sin mangas que llegaba hasta las rodillas y se ceñía a la cintura.

CAPÍTULO V

 EL COLLAR DE LAS ALMAS

 

—¿Que cara es esa?, es como si hubieses visto a un fantasma— Afrodita vaya que estaba intrigado con lo que ocurría al rededor del gemelo nunca había visto al ex caballero con ese tipo de expresiones en su rostro, si algo recordaba del de cabellos añiles era su temple reservado, callado y serio, no una mueca de asombro tan plasmada.

 

— Creí ver algo, pero no es nada… ¿Me hablas enserio?, ¿Dices que Leo fue quien me ayudó? — Le parecía un poco difícil de creer, no, mucho más que eso, era absurdo  de creer, ¿Quién era Aioria?, ¿Por qué actuaba de esa manera?, era intrigante y molesto y notaba a leguas que Afrodita también se veía sumamente interesado en el tema.

 

— No sé lo que estas pensando Picis, pero yo tampoco sé nada de lo que ocurre a mi alrededor, desde que llegué aquí dejé de tener el control sobre todo— Saga resopla pesado, se siente abrumado a más no poder, siente una  pizca de compasión en la mirada de Afrodita lo que le hace sentir molesto. Arruga el punte de su nariz  y frunce sus labios, odia la compasión, detesta que alguien le demuestre algún tipo de piedad y se siente más irritante aquel tipo de mirada en una situación como esta.

 

***º***

 

Nadie más parecía notarlo, pero vaya que lo había echo, sus sentido gatunos se habían pulido aún más podía rastrear la presencia de Saga a pesar de que estuviese cubierta por esa armadura, corroboraba todo aquello con la amigable forma en la que se sentaba Afrodita con el soldado, la pálida piel de sus brazos que se alcanzaba a asomar, y claramente por que la armadura no le pertenecía a tan enclenque hombre.

 

El encuentro entre el león y Milo terminó más rápido de lo esperado, el caballero dorado de la quinta casa se alzó sobre los cielo y lanzó su técnica “Plasma relámpago” a un escorpión enceguecido por el sol, el apretón de manos final y el choque de miradas terminó con el enfrentamiento, sentía una pesada mirada sobre su espalda y sabia a que ojos pertenecía aquella extenuante atención sobre su persona.

 

Volteó un poco su cuello y loga divisar aquellos ojos azules, lucen molestos, lucen confundidos pero prefiere no seguir mostrando más atención, no quería pensar  de más, pero quizás ya era hora de hacerlo pensó, era el momento perfecto, así lo sentía y estaba seguro que esa misma tarde lo haría y no podría arrepentirse después.

 

***º***

 

Todo había sido muy extraño, demasiado para su propio gusto, creía que su hermano odiaría de la misma manera a Saga pero no, seguía repitiendo una y otra vez que él no entendía, que no sabía, que el no entendería el porqué jamás podría odiar a Géminis y que deseaba su regreso, le pedía incluso cambiar su opinión de él, que se atreviera a conocerlo.

 

Demasiadas peleas, muchos disgustos, explicaciones, argumentos, ira, enojo, rabia, provocaciones de por medio, pero no, su adorado hermano estaba dispuesto a perdonar al traidor, estaba dispuesto a hablarle a Saga y quería que él también lo hiciera sólo con el pretexto de que esta era una nueva vida, un nuevo comienzo, palabras que no tenían sentido para él, frases que hervían su sangre.

 

Un mes antes de la decisión de Atenea se le encomendó una misión que a su parecer no tenía mayor relevancia, era en el mismo país esta vez, a unas cuantas horas del santuario, era una  tarea sencilla, no quería creerlo pero sentía que su Diosa le había encomendado una misión de repartidor, entregar un trozo de cabello a una anciana en un monté de la localidad de Delfos, esa había sido toda la orden, nada más y nada menos.

 

Delfos, un lugar desolado, lleno de recuerdos y de memorias que yacen en las ruinas del lugar, la gente ya no viajaba para establecerse ahí y vivir una vida plena, Apolo había quitado su bendición del lugar tras la guerra santa. Delfos había perdido su esplendor, su grandeza para convertirse en una ciudad donde la muerte asechaba cada día su población completa de ancianos y adultos enfermos, Delfos ya no era la ciudad de la adivinación era el lugar donde la muerte posaba su mano.

 

Aioria no demoró en encontrar a la anciana o más bien “la ultima de las pitonisas” como la llamaba la gente del lugar, una anciana un tanto misteriosa, demasiado joven para ser catalogada como de mayor edad, de cabellos rojizos, piel canela, vestida con un quitón de color verde metal y pulseras, gargantilla y anillos en color oro, una mujer un tanto mayor, con un porte misterioso, una mujer que cargaba con el peso de la experiencia, una mujer que había vivido demasiado.

 

—Veo que ya estas aquí, ven entrégame la ofrenda— La mujer estaba sentada sobre uno de los pilares del templo, al caminar hacia a ella notó que la famosa mujer tenia algo raro, sus ojos permanecían cerrados en todo momento pero se notaba que podía sentir todo a su alrededor, La mujer de cabellos rojos tomó el cabello entre sus manos y lo presionó contra su pecho, los cabellos se convierten en polvo en las manos de la mujer, y de su boca comienza a salir una cadena de color dorado.

 

El caballero de la quinta casa estaba un tanto preocupado por la pitonisa, pero ella no parecía incomoda en ningún momento, no mostraba dolor ni que lo que estuviese pasando fuese algo de lo cual debiese preocuparse, todo era sumamente inverosímil  a pesar de sus poderes, su fuerza, su velocidad y capacidades fueras de lo ordinario, lo que presenciaban sus ojo era diferente, era místico, misterioso, raro, como la imagen de la mujer que ahora sostenía un collar  con su mano como si nada hubiese ocurrido.

 

 

— Escucha bien estas palabras muchacho, esta joya alberga un secreto el cual no debe ser nombrado, este collar muestra cosas que no deben ser vistas, pero la gema te ha proclamado como su nuevo guardián— La mujer hace una pausa, se levanta del asiento tambaleándose, respirando agitada, Aioria se acerca a la mujer para ayudarla pero lo que vé lo deja petrificado completamente, la mujer de cabellos rojos había abierto sus ojos, unos ojos aterradores, sus globos oculares completamente negros, no poseían luz, no poseían vida, eran opacos, como si estuviesen secos, no podía reflejarse en aquellos ojos aunque lo intentara. Leo tragó saliva, y parpadeo reiteradamente, no dejó ser llevado por el pánico, aun estaba en una misión, y la pitonisa a pesar de sus ojos no poseía un rostro de maldad por la cual é debiese dudar.

 

— Este secreto existe por una razón y aquel que conozca del secreto llevara consigo un gran peso, tu corazón es puro, fiero guerrero, la valentía que yace dentro de ti Aioria de leo podrá acabar con aquella historia, lo veras en sueños, cuando lo veas sabrás que la reencarnación de Castor vuelve a la vida esta vez completo, no lo dejes, no lo abandones, protégelo  como no te dejaron hacerlo— Leo escéptico escuchaba cada palabra de la mujer, ella misma puso el collar en su cuello una cadena dorada y un dije de cristal rojo, el cristal brilló y por su mente corrían imágenes difusas, de un gran león, de la sonrisa de un chico, mucho azul. Su corazón se sentía lastimado y dolido de una pena que no era de él, de una nostalgia que no era suya, enamorado de alguien a quien no conocía, lleno de sentimientos que parecían ajenos.

 

—A tu Diosa no deberás contar nada de esto, los dioses enloquecerán y arderá el olimpo sólo trayendo nuevamente desgracia, Atenea recibirá un trozo de mi cabello diciendo que falló, sólo eso bastará— La voz de la pitonisa interrumpió sus pensamientos y los latidos de su corazón, todo era raro y confuso, ese azul era como el cabello de Saga, pensaba en Saga, sólo en Saga no podía pensar en nada más que no fuese Saga en ese momento y dolía pensar en Saga.

 

La pitonisa le pedía traicionar a su Diosa, a la que le había jurado eterna gratitud y devoción, no podía, no quería hacerlo, era imposible que el hiciese algo como eso.

 

—No puedo hacer tal cosa, no puedo, no debo, es imposible que traicione a…— La pitonisa lo interrumpió, la mujer no estaba dispuesta escuchar excusas, ella explicaría y luego callaría.

 

—En nuestros ojos yace también el peso que tú llevas, que llevaste, que llevaras, las pitonisas pecamos y este fue nuestro castigo. El tiempo que se perdió volverá a  nacer, tú tiempo, su tiempo, ese tiempo que les robaron a ambos vuelve a ustedes, las constelaciones volverán a los cielos, deberás devolver aquello que fue tomado, deberás cuidar a quien lo tomó, guíalo León, esta es la última oportunidad— Aioria calló no sabia que decir, no sabia que sentir, era ajeno y propio a la vez otra vez la desgracia venia de color azul, ese azul Saga.


Aioria imploró por más, necesitaba saber más de lo que la mujer había dicho, pero la pitonisa calló, y su boca no se volvió a abrir mas, sólo aquellos ojos negros lo observaron, todo el tiempo, ella no diría más y lo sabía muy bien.


La llegada al santuario fue aun peor, pero a pesar de su lealtad, de su eterna devoción a la Diosa Atenea no pudo, no sabia como había nacido todo aquello, pero no pudo, las palabras de la pitonisa aun atormentaban su cabeza, Saga lo atormentaba sin siquiera estar vivo…aun, por primera vez falló como caballero, mintió a Atenea, le entregó el cabello, no habló del collar ni las palabras de la mujer, no mencionó sus singulares ojo, hizo exactamente lo que la pitonisa le dijo y la Diosa sólo asintió, no hubo preguntas de por medio solo una sonrisa de la olímpica para que el caballero se arrodillara y volviera a su templo.

 

El despertar de Saga se avecinaba y junto con él algo más y esta vez no se trataba de Ares, era algo mucho mas fuerte, algo que ni los dioses podrían controlar, su justificó a si mismo de esa manera, en que protegería a su Diosa aunque debiese traicionarla al mismo tiempo.

***º***

La armadura del León brillaba demasiado según Saga, Aioria estaba muy alto para su gusto, estaba más seguro, su cabello había crecido un poco más desde la última vez que lo vio, su cuerpo no había cambiado a simple vista pero su postura y lenguaje corporal denotaban un cambio sumamente importante, era más leo que nunca, se notaba a leguas que llevaba orgulloso el símbolo de sus casa, era un tanto irritante el ver como todo parecía girar a su alrededor, el merecía la misma atención, pero cayó en cuenta que su momento de gloria había terminado, no, se había detenido por un instante, y al recordar el libro, pensó que quizás esa podría ser una nueva oportunidad para la redención o el fin de todo, eso él debería decidirlo.

 

El caballero de la quinta casa lo había decidido, ya era hora, no podía esperar más por aquello, despidió al grupo de los dorados y se encaminó en dirección de las gradas, Saga se ponía nervioso por que claramente los verdosos ojos de león lo miraban a él, Afrodita sonreía, ahora estaba completamente seguro, lo podía intuir, incluso palpar, grandes cambios se avecinaban pero esta vez los protagonistas no eran los dioses, no eran los santos de bronce, eran ellos dos.

 

—Necesito hablar contigo Saga, acompáñame— Su voz era normal, no cargaba ningún sentimiento en ella, era plana casi robótica, Aioria de Leo se había acercado a ellos como si nada y pidió hablar con él directamente, realmente dudaba en si debía acompañarlo o no, temía por su seguridad, pero el hermano menor de Aioros no parecía buscar ni problemas ni hacer algo malo, era extraño que a pesar de todo pudiese confiar en Aioria.


— Está bien, te acompañaré. No te preocupes Afrodita estaré bien— No alcanzó ni si quiera  abrir su boca, Saga había adelantado sus palabras, Afrodita sonrío y asintió con su cabeza, quería saber de que se trataba la conversación pero tal ves, sólo tal ves, Saga en un futuro muy cercano se lo diría.

— Se que lo estarás géminis, podría apostarlo — Afrodita los vio alejarse en dirección a los templos, al parecer la conversación seria más seria de lo que parecía.

***º***

 

Que incomodo era este “paseo”, Ni una sola palabra en todo el camino, se dirigían al templo el león lo había deducido por el rumbo que había tomado Aioria, el lo seguía a una distancia moderada detrás de él, que sería lo que quería conversar el león, no tenía miedo, no para nada, no desconfiaba en el otro ni si quiera un poco, se sentía extraño todo lo que ocurría alrededor de Aioria se volvía un tanto nostálgico y sin saber el porqué.

 

Antes de Entrar al templo Aioria volteó para mirar a saga directo a los ojos, ambos se miraron por un largo momento, era incomodo vaya que lo era, pero ambos notaron algo diferente, Saga notó que los ojos verdes del caballero de la quinta casa ya no poseían ira en ellos, más bien se atrevía incluso a pensar que reflejaban un cierto agrado a su persona. Para el caso de Aioria fue el mismo observó en los azulosos ojos a Saga, se percató que por primera vez veía a Saga, lo veía mas que nunca, como si nunca antes lo hubiese visto realmente, como si fuera alguien a cual recién comenzaba a conocer.


Luego del intercambio de miradas el castaño invitó a pasar al geminiano hacia adentro del templo. Tras los imponente pilares se escondía algo que daría envidia a Saga, la quinta casa lucía impecable por donde se le mirara, adornado con un toque más moderno, la estampa de Aioria se notaba por el lugar, realmente era cómoda a la vista, pensó en lo cuanto que deseaba volver a tener el dominio de su propio templo, quería tener un lugar como ese, agradable, limpio, no esas ruinas llenas de polvo, telas de araña, malos recuerdos y libros misteriosos.

 

Se sentaron en la sala, Saga ya sin necesidad de esconder su identidad se quitó el casco que habían dejado su cabeza en una maraña de cabellos añil, Aioria también quitó el casco y lo dejó a un costado, uno frente al otro separados por una mesa de centro, comenzaron nuevamente a mirarse, Saga lucia pálido, cansado, pero a pesar de eso aun conservaba aquella postura estoica como si nada lo inmutara, con sus facciones severas, intentando analizar al otro mientras adelantaba cada paso, “digno de él” pensó Aioria.


—Bueno, te preguntarás a que te invité, pues lamento informarte que ni yo mismo poseo esa respuesta—El dueño de casa fue el primero en hablar e intentar dar forma al discurso que debía explicar no sería sencilla una conversación como esta y no se le ocurría una idea correcta para abordar un tema de aquella índole, tal como lo pensó, géminis no parecía muy contento con su declaración y escuchó lo que el otro debía decir.

 

—Creo que serías mejor si al menos intentas explicármelo, ¿No crees? —No estaba para juegos y lo sabía muy bien, si el otro debía decir algo que lo dijera para acabar con aquella extraña situación, la cercana presencia del león le generaba una sensación que un no interiorizaba si era agradable o desagradable, lo cual lo asustaba superficialmente.


— Es difícil sabes, como podría abordar algo como esto así como así— Sega lo escuchaba atentamente casi sin pestañear esperaba que el otro dijese algo pero ni el mismo sabía que esperaba escuchar de los labios del otro —Desde el día en que se anunció tu llegada comenzó todo, odiaba la idea, la detestaba, un traidor como tú no merecía tal privilegio, pero todo estaba en mi contra, sólo nos opusimos unos pocos pero eso sólo fue al principio en las siguientes reuniones con la nuestra Diosa ellos sólo callaban, mi hermano me dijo que a pesar de todo debía dejarlo en el pasado, que el te había perdonado hace ya mucho tiempo y que no me diría las razones por las cuales él no te podía odiar.


Aioria hizo una pausa, tratando de calmarse a sí mismo para no dejarse llevar sólo por las emociones y pensar como diría lo siguiente, como lo explicaría, como reaccionaría el otro. El de cabellos añiles aprovechó aquella pausa para intentar absorber e interiorizar cada palabra, él tenía la culpa pero no sabía de qué se le culpaba, Aioros lo había perdonado una noticia que lograba calmar en parte su alma y la pudría un poco más, había traicionado a aquel buen hombre, aquel buen amigo y compañero, todo por no tener la suficiente fortaleza de luchar contra sí mismo.


Silencios, miradas y una sonrisa melancólica…


—Pero aquel día que bajaste desde la cima y te enfrenté, algo ocurrió conmigo desde esa noche, dormí pensando en ti, tuve un sueño en el que recogía tu lastimado cuerpo y lo curaba, otro en el que reías, otro en el que llorabas, otros que no debería nombrar y así constantemente todas y cada una de las noches al dormir el odioso azul de tus cabellos llegaba a mis sueños de tantas maneras que no podía identificar si era real o no…uuuf—Resoplo, escepticismo, más miradas, incredulidad, la lógica se había perdido en algún lugar, ¿Qué significaba todo aquello?, estaba pasmado, estaba exaltado, ansioso, deseoso, quería seguir escuchándolo hablar, era extraño pero cada vibración de las palabras del león vibraba hacía su ser, menguándolo, calmándolo, llenándolo de un sin fin de emociones las cuales las sentía ajenas pero demasiado propias para ser las de alguien más.

 

—Verás en cada sueño yo no era yo, tu no eras tu, pero eras tú, estoy completamente seguro de todo aquello, hubieron dos noches en particular, y en ambos sueños yacías lánguido, casi sin vida al lado de un cofre de cofre hierro gris y oro, tras esas noches tuve la necesidad de verte, y así lo hice, la primera vez fue cuando te encontré en el baño, yo sabía que eras tu, sólo fingí no reconocerte y la segunda fue hoy cuando te encontré con Afrodita— Estaba asustado, Aioria lo había conseguido, tenía miedo y quería huir de allí lo más pronto posible, no era posible todas esas cosas calzarán con lo que a él le ocurría, no quería creerlo, necesitaba tiempo par asimilar todo aquello.


Saga se levantó de golpe y leo supuso que intentaría el otro, huiría, pero el no se lo permitiría había un conversación la cual ese día terminaría de una manera u otra.


—Tu no te irás de aquí hasta que te diga todo lo que tenga que decirte, destruiste mi vida, la de mi hermano traicionaste a nuestra Diosa, me quitaste la oportunidad de crecer junto a mi única familia, mataste a mucha gente, la sangre corrió por tus manos, me manipulaste contra mi voluntad, eras una de las peores escorias que pudieron haber pisado la tierra— Escupía estas palabras mordaces a diestra y siniestra liberando años de furia contenida, el león rugía y mostraba sus fauces frente a al cara atónita de Saga, era su fin, lo preveía, sabía que un solo golpe en su estado podría dejarlo hasta desfigurado, giró su cara hacia un costado, pero las palabras susurrantes de Aioria  hicieron girar nuevamente su rostro en dirección a esos cabellos castaño claro— Pero ya no, ya no veo eso, no puedo verlo en ti, algo ocurrió, algo  ocurre, algo sucede conmigo que no me deja no pensar en ti como alguien diferente—


Estaba realmente emocionado, no lo sabía detestaba esa sensación, pero le gustaba, se sentía seguro, se sentía un tanto tranquilo, no le apartaba la mirada  Aioria, el león lucia más serio que nunca, era enserio, todas y cada unas de las palabras, ¿Acaso era un confesión?, ¿Qué haría?, ¿Qué diría?, no podía decirle que le ocurría exactamente lo mismo, no, jamás, pero la idea de que él no fuese el único sintiendo cosas extrañas y envuelto por un gran misterio no le molestaba.

 

—Esto no es para nada gracioso, si no tienes nada mejor que burlarte será mejor que me largue de aquí—Había logrado quizás una de las actuaciones más memorables de su vida, su voz, seca y cortante, se expresión denotaba a alguien realmente molesto y ninguna pizca de interés se había asomado por entre sus palabras, necesitaba pensar con claridad pero sus oídos se habían tapado y hacia notar aun mas los exagerados latidos de su corazón.


No divisó el movimiento y la rapidez con que Aioria se había movido pero la cercanía del otro y sentir la tibia armadura del otro lo hizo detenerse, Abrió sus ojos dejando de lado su actuación por completo, Aioria se había acercado de improviso y rápidamente demandó sus labios, sentía que lo había deseado hace muchos años atrás, una parte de él se encontraba plena, hasta un tanto feliz , deseando  aun más del caballero de Leo, pero una parte más racional le pedía a gritos poner al otro en su lugar, que con Saga nadie jugaba de esa manera, que lo golpeara, pero no podía hacer nada más que sentir como el león lo manejaba sin querer resistirse a eso realmente, era calido, con un toque a sal probablemente del entrenamiento del otro y su larga caminata bajo el sol.

 

Le gustaba un poco ese sabor


Aioria lo había dejado un tanto ensimismado luego de ese repentino beso, se alejó de su rostro y torció un poco la mueca de su boca, al mismo tiempo en que dejaba ver sus dientes blancos y sus ojos se achicaban un poco por la mueca sonriente que reflejaba su rostro.


—Sabia que eras tú, sabía que nos gustaría y estoy casi seguro que no te molesta mi cercanía— Era odiosa, vaya que era odiosa esa cara de satisfacción del León, era detestable su actitud y su sonrisa, por que había tenido la razón, había disfrutado ese contacto de principio a fin y ni si quiera cabía en su mente el preguntarse del porqué le había gustado un beso de un hombre, de un chico menor, de alguien que hace poco lo odiaba, solamente se había dejado llevar por que sentía en el fondo que era lo que siempre quiso hacer.


—En tus sueños niñito, ahora si puedes moverte estaría muy agradecido— Saga había devuelto esa mueca burlona que se le había dedicado, no quedaría en menos y no comenzaría un discusión por algo como eso, no lo aceptaría y le demostraría que no fue nada importante lo que acabó de suceder. Aioria soltó una apenas una pequeña risa y se apartó del camino del de cabellos añiles y Saga se dirigió hacia las afueras del templo.


— Te demostraré que es lo que puede llegar a hacer este  niñito— Lo dijo en voz alta suficiente para que su grave voz alcanzara a ser captada por los oídos de géminis,  resopló pesadamente cuando ya se encontraba fuera del templo, ese chico desbordaba de una seguridad que le molestaba y  agradaba era un sabor un tanto agridulce que no quería detenerse a pensar.

— ¿Saga?, que bueno encontrarte por aquí hay algo muy importante que he querido hablar contigo desde que llegaste, pero este no es el mejor lugar para ello— Aioros le tomaba de la mano como si nada, su sonrisa era amplia y sus ojos demasiado amables para alguien que había sido traicionado por él.

Notas finales:

Delfos a modo de resumen era donde se encontraba el oráculo que llevaba el mismo nombre del lugar, era la ciudad que habia sido apadrinada por así decirlo por el Dios Apolo, el tema es super interesante y no quise divagar mucho con eso, ya que no venía al caso ajajaja 

Nos vemos :D


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