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El cuarto de Geminis por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Bueno aqui les traigo el capítulo 8 espero les guste confesaré que no actualizé antes sólo de pereza, el mito y el sensual lime lo había escrito casi al mismo tiempo que escribí el primer capítulo ooh spoiler del cap si hay un poco de lime, ruego no me odien por lo que están a punto de leer

un saludo para todos y cada uno de mis lectores y para aquella slindas personas que me escriben un review que se merecen ser nombradas Aurora_execution, gns, gen_sagitagemini y YoxD jajaja un lindo abrazo para todos y todas y muchas gracias <3

ADVERTENCIAS: LIME

CAPÍTULO VIII

EL MITO DEL DIOS OCULTO Y EL CUARTO DE LEO.

 

Esa era la noche, abandonó la casa de picis sin pensarlo mucho, su cuerpo se movía sin poder controlarlo totalmente la obscuridad del libro se posaba sobre su mente una y otra vez, su corazón palpitaba y los mechones de cabello se le pegaban al rostro producto del sudor de su frente, una opresión en su pecho y sentía que el camino hasta al tercera casa era más largo que nunca, no podía demorar, no podía esperar que el efecto de aquella opaca noche pasara.

 

El templo estaba vacío tal como él y Kanon lo dejaron… solitario, lamentable y desolado, esa noche hasta el templo de géminis lucía diferente, más frío de lo normal, con una sensación de tristeza como si de las paredes fuesen a brotar lagrimas de llanto, el templo de géminis estaba triste algo sumamente ilógico pero hasta Saga sentía que podía palpar esa tristeza.

 

Derecho por un largo pasillo, tres puertas a la izquierda entre el polvo y la suciedad, ahí estaba la puerta de su habitación una de las puertas más antiguas del templo, su pecho se comprimía aún más de lo que ya estaba, su boca se secaba y su frente y su cuerpo en general sudaba, había corrido un gran tramo, estaba cansado y sus piernas temblaban por agotamiento.

 

Su mirada se fijó sólo en aquella obscuridad irregular, ahí estaba frente a él, aquel libro que lo había comenzado todo y que probablemente también lo terminaría. Cogió el libro entre su manos las letras plasmadas  en aquellas hojas blancas tan obscuras como la tapa del libro buscó entre sus páginas buscando algún rastro de la hoja que fue arrancada y la encontró casi a la mitad del libro la única señal de que faltaba algo y el chico de cabellos azules estaba seguro de que ese algo lo tenía él en su bolsillo.

 

Sacó el pedazo de papel robado y poco a poco en la blanca hoja comenzaron a aparecer letras, el ex caballero de géminis dudó en leer, dudó si era algo bueno o malo, lo pensó mil veces en tan sólo un segundo, pero la curiosidad, el punzante latir en su pecho no le permitió apartar  la vista de un singular título que produjo un escalofrío por todo el cuerpo de Saga el cual con sólo pronunciarlo sentía que se perdía en aquel trance en el cual, los sueños, la realidad, la imaginación y la lectura carecían de límites y se volvían uno solo.

 

“El Dios de la Nada”

 

Dentro de mí nace una necesidad increíble, debo escribir todo aquél relato antes que lo olvide, antes de que comience a creer que fue un mero sueño, antes de que empiece a creer que las palabras de Zeus a Pólux fueron sólo una pesadilla.

 

Tras la partida de Zeus Pólux se me acercó a mi completamente pálido y con algo de miedo sobre su rostro, me decía que el dios le había dicho algo que nadie más podía saber y que lo habían elegido a él para cuidar del secreto de los humanos y desmentir sus posibles rumores, pero no podía con aquella gran carga y que necesitaba decirle a alguien antes de que su cuerpo colapsara.

 

Comezón narrar tal como su padre lo hizo, como si de un mito se tratara, acompañó su relato con una lira dando las perfectas notas a cada palabra.

 

Dentro del estómago de Cronos no solo se hallaban sus hermanos, no, más adentro de sus estomago como si hubiese sido fecundado por el mismo titán, yacía un bebé, su tez era clara y se le veían cabellos color oro cubrir su cabeza, pero algo tenia raro, no irradiaba aquella  luz sagrada como los demás Dioses, el niño era opaco, no como un humano, era totalmente opaco de una manera difícil de describir.

 

Zeus tomó al niño y lo llevó hacia el único lugar donde conseguiría las respuestas que él necesitaba oír, probablemente el único titán con el que podría mantener una conversación e implorar su sabiduría la primera deidad de los tiempos, la creadora de la vida terrestre su “abuela” Gea.

 

Zeus escaló montañas junto con el niño en brazos, el pequeño no abrió sus ojos en ningún momento, ni cuando salió del estomago de cronos, ni cuando lo tomó en sus brazos, seguía profundamente dormido como la primera vez que lo halló, sin hacer ruido, sin respirar, sin ni siquiera realizar un movimiento, como si fuese un cadáver, pero su pecho palpitaba, su cuerpo si tenía calor el cual se mantenía y no cambiaba con el tiempo.

 

Llegó hasta la cima del monte donde se encontraba el árbol sagrado de Gea y depósito al niño cerca de sus raíces y la titanide apareció desde el corazón del árbol y tomó al niño entre sus brazos y dio una mirada temerosa.

 

La diosa de la tierra advirtió a Zeus que ese niño era el contrarrestante a todas las divinidades conocidas, había nacido en el vientre de cronos con las mismas lagrimas del caos, no podía llevar un nombre, ya que en si, su existencia no podía ser, ese niño era “la nada”, ese niño con el solo abrir de sus ojos podía desaparecer a un Dios, no matarlo, no destruirlo, si no borrarlo por completo su existencia.

.

Zeus tras las palabras de la titanide de la tierra  imploró por una solución, estaría dispuesto a pagar cualquier precio sólo por ver muerto a ese niño. Gea explicó que el niño no podía morir por que de hacerlo el equilibrio del universo desaparecería creando sólo caos, pero dejar este niño despertar de su letargo causaría la perdición y extinguiría la época de tanto humanos, dioses y titanes.

 

Debían sellarlo, esas fueron las palabras de la madre tierra.

 

Gea se encargaría del niño, lo escondería en su pecho hasta que los Dioses lograran crear el contenedor, la cuna que mantendría preso por la eternidad al dios de la nada.

 

Era un cofre, pero no uno cualquiera, debía ser forjado por Hefesto con metal con el que se forjó las puertas del Tártaro, la llave debía traerla Hades, una gema roja que guardaba los lamentos de los muertos que se encontraba hasta el final del pozo de las almas, el cofre dentro de él debía llevar un paño tejido con los cabellos de Hera y la melodía de las voces de las musas, el encargado de unir y sellar el cofre serian los rayos de Zeus y se escondería bajo terreno sagrado cubierto por las lagrimas de Poseidón.

 

Tal como se dijo los dioses trabajaron día y noche para cumplir con la ardua tarea, para los humanos fue el año donde los Dioses abandonaron el mundo.

 

Zeus llegó nuevamente  al árbol con el cofre entre sus manos, Gea arrancó al niño de su pecho y lo dejó dentro cofre.

 

El olímpico llevo al niño dentro del cofre hasta las montañas donde descansaría por la eternidad, selló la prisión del Dios con sus rayos y le entregó la llave a Apolo que se encargaría de mantener la joya lo mas lejos de la tierra.

 

 El cofre se dejó sobre un pedestal mientras que Poseidón lloró día y noche hasta llenar por completo el estanque.

 

Sólo existía una diosa capaz de velar  el cofre para que jamás fuese abierto, ella era la Diosa de la sabiduría, aquella que nació desde la cabeza de su padre, aquella Diosa de las estrategias  y la única capaz de proteger el secreto del cual ningún  humano podría enterarse, Atenea creó ahí su santuario, ahí mismo bendijo el terreno, y protegió el estanque  de la vista de los humanos.

 

Ahí estaba, todo estaba ahí Saga tomó aire por un momento las letras se habían acabado, se sentía mareado, se sentía cansado nuevamente, lanzó el libro lejos de él, sus ojos se cerraban sin que él lo pudiese contener, luchaba contra le cansancio pero se le era imposible lograr luchar contra esa sensación que le robaba su energía, apretó sus puños, inspiró y se dejó caer sobre la cama para dormir nuevamente, esperando que su despertar fuese lo más pronto posible.

 

***º***

 

Algo lo inquietaba, su  removía sobre el sofá de la sala, había preparado un café pero no había logrado ni si quiera dar un sorbo, esta noche era rara, lo sabía, por sus colores, por lo que sentía por el olor de Saga en aquel soldado, algo no andaba bien se le venían a la mente las imágenes de un Saga inconciente en el templo de géminis y como las veces anteriores su intuición no había fallado, algo pasaba con el ex caballero de géminis.

 

Tal como lo había sentido ahí estaba Saga sobre esa vieja cama, Aioria le habló, lo movió, lo sacudió, saga apenas se movía tenia sus ojos entre abiertos y vidriosos, balbuceaba palabras las cuales no lograba identificar, su rostro lucia cansado y preso por el sueño.

 

Aioria lo tomó entre sus brazos y decidió llevarlo hasta su templo si Saga no despertaba al otro día llamaría a algún doctor que se encargara de él, era raro, muy extraño de ver a un dorado así de cansado y con una especie de resfrío algo ocurría con el de cabellos azules, algo que no entendía muy bien.

 

Algo pensó el menor de los hermanos, algo de lo cual no estaba seguro si debía hacerlo,  por un momento cuando vio el rostro de Saga sobre su cama tuvo una idea un poco perversa la cual se recriminó, pero tal ves, sólo tal ves no era tan mala idea después de todo, algo lo llevo a decidir que era lo mejor que podía hacer para terminar con todo el conflicto de una buena vez.

 

No era lo mejor para él, era el peor de los escenarios pero ya nada podía hacerlo cambiar de parecer.

 

 

***º***

 

Saga yacía tendido sobre la cama,  un tanto ido, perdido y desorbitado. Al momento de verlo Aioros sabia que saga no estaba del todo en sí, Aioria había llegado hasta su templo un tanto cabizbajo y misterioso, Le pidió que lo acompañara y el mayor lo siguió hasta el cuarto del león.

 

Ya todo estaba claro entre ambos hermanos, amaban a Saga, ambos lo deseaban querían poseerlo, todo aquel rencor que había nacido en ambos se esfumaba al ver el placido rostro de Géminis dormido, eso había sido la razón de todo, ver el lado débil de Géminis los había alterado, los había llevado a la locura y esta vez había logrado incluso hasta separarlos pero todo eso había terminado.

 

Aioria estaba cediendo su gran amor por Saga por la felicidad de su hermano, amaba a su hermano, lo respetaba y admiraba tanto que no podía oponerse a él, prefería  verlo feliz a él antes que a él mismo, no soportaba estar distanciado, había deseado tanto tener a su hermano mayor junto a él que prefería olvidar y entregar  un “simple amor” a perder algo que tanto soñó.

 

—Es tuyo ahora hermano— No quiso decir nada más, las palabras estaban demás, su herido corazón no le permitía estar un momento más ahí, abandonó su propia habitación dejando solas a las dos personas más importantes en toda su vida, las palabras de la pitonisa resonaban en sus oídos “no lo dejes, no lo abandones, protégelo  como no te dejaron hacerlo”, no podía hacerlo, dejó caer pesadamente su cuerpo sobre uno de los pilares del templo, agachó su cabeza y se dejo llevar por todo aquél dolor que sentía.

 

Aioros no sabia que decir realmente ahí estaba frente a él, un Saga durmiente mas bello que nunca reposando sobre la cama de Aioria. Se acercó un tanto extasiado por la situación y con la yema de sus dedos toco el rostro de saga delineando cada contorno con extremo cuidado como si de un delgado vidrio se tratase.

 

Se acerco a oler sus añiles cabellos, olían tan bien como en aquellos días de juventud, recordaba aquellos momentos y sonreía para si mismo, deslizaba sus manos por entre los azulados y largos cabellos descubriéndole la cara, el morbo lo llenaba por completo y la temperatura de su cuerpo entero comenzaba a subir drásticamente, con cada respirar requería mas de Saga, con cada pestañeo necesitaba más de Saga, quería todo de él aunque fuese una vez.

 

Estaba sobre el adormilado géminis besando cada rincón de su cuello, con cada beso que daba el cuerpo del caballero de la tercera casa poco a poco comenzaba a reaccionar,  el arquero con su manos tocaba cada parte del tibio cuerpo de Saga y comenzaba quitar la prenda superior del adormilado joven disfrutando cada momento y parando a observar como el tiempo había cambiado todo en él, sus músculos que ya no eran tan grandes y fornidos, sus facciones, su pálida piel.

 

Sus grandes manos apretaban el pecho, los brazos y paseaban a lo largo de todo su tronco, el caballero dorado ardía en lujuria, frotaba su miembro contra el de Saga por sobre la ropa indiscriminadamente,  jalaba de sus añiles cabellos esperando que al menos escuchar algún estimulo salir desde la boca del geminiano. Lengüeteaba y besaba  el cuello de Saga desesperadamente subía a lo largo dejando un camino de saliva que recorría desde su clavícula ya enrojecida por los pequeños mordiscos que daba hasta llegar hasta su mentón.

 

Paró en un momento para observar el rostro de Saga, ya no dormía pero tampoco estaba despierto, respiraba agitadamente con sus ojos entre cerrados y su boca a medio abrir como si estuviese esperando algo, algo que Aioros no tardo en descifrar, beso lentamente  sus labios, testeando el sabor, dando pequeños mordisco sintiendo como reaccionaba el otro , sus alientos se entremezclaba al abrir mas la boca, sintió como el mismo Saga introducía su lengua torpemente dentro de la cavidad del castaño, el de cabellos azules abrazaba al otro acercándolo aun más él, demandando más contacto.

 

No aguantaba mas cada roce de Saga era lava ardiente que lo quemaba, que lo hacia desvariar, un calor que lo inundaba nublándole los sentidos y lo hacia temblar de excitación, quitó los pantalones de saga dejándolo sólo con la ropa interior  que este portaba.

 

Aioros se posicione por entre la piernas de Saga y lo atrajo hacia él con una de sus manos frotaba el miembro del de cabellos azules y la otra paseaba libremente recorriendo la espalda de Géminis.

 

—Aio…ria­— Aquella voz grave, totalmente excitada y acompañada de un gemido, retumbo en sus oídos había esperado todo ese tiempo escuchar alguna muestra de satisfacción, y la había oído pero no de la forma en la que él había esperado ahí se dio cuenta, Saga amaba a Aioria y Aioria amaba a Saga, paró en seco todos sus movimientos, dejo de besar y tocar el cuerpo de saga y lo recostó suavemente sobre la cama, se sentía fatal amaba al caballero de Géminis y quería mucho a su hermano, no sabia que pensar realmente estaba abrumado por una neblina invisible que lo cegaba y no dejaba ver cuales eran sus verdaderos deseos.

Aioria estaba sentado en el piso del pasillo principal del templo, miraba al suelo y se repetía una y otra vez que era lo mejor para todos, intentando hacerse entender que la decesión que había tomado era la acertada pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por la figura de su hermano que caminaba hasta donde él se encontraba.

 

Aioros caminaba con el paso firme y la mirada seria hasta el menor, iba con su pecho descubierto, con cabellos pegados a su frente por el sudor y con un ligero aroma a Saga sobre su piel, sin decir absolutamente nada el arquero tomó de la muñeca al de ojos verdes y lo llevo a la fuerza en dirección a su cuarto.

 

Aioria no entendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo, se preguntaba que podía haber pasado, con cada paso que daban su corazón su oprima, no quería ver Saga de esa manera, totalmente desnudo, con el cuerpo totalmente marcado por las manos y boca de su hermano mayor, no lo resistiría, pero la fuerza y la decisión del castaño era tal que no lo dejaba ni siquiera formular palabra alguna para replicar acerca de su actitud.

 

Llegaron hasta al frente de las puertas de la habitación y Aioria temía lo peor, nada bueno podía imaginarse frente a la actitud de su hermano, pero al entrar se llevo otra sorpresa, su hermano soltó su mano y lo empujo suavemente frente a la cama. Saga permanecía dormido nuevamente sobre el colchón.

 

—No pude hermano, Al que Saga ama es a ti, pronunció tu nombre cuando lo abrazaba, cuando lo besé, cunado lo toqué, él ya decidió y tu fuiste su elección— La piel de Aioria se erizo por completo y su corazón comenzó a latir sin control, se preguntaba  si mismo si había escuchado bien y al escuchar el eco de las palabras de su hermano en sus tímpanos una alegría lo llenaba por completo.

 

—Pero…— Aioros no le permitió ningún reclamo puso su dedo sobre su boca diciéndolo que guardara silencio, nuevamente lo condujo hasta la cama y ambos se sentaron frente a Saga, ambos hermano tocaban el rostro del semidormido chico, Saga se veía plácido nuevamente, en paz y “apetecible”, el León se Agacho y comenzó a besar a Saga primero lento sintiendo a suave textura de los delgados labios del de cabellos añiles.

 

El aroma de saga lo excitaba, lo llamaba, su mano se paseo por todo el cuerpo de Saga mientras Aioros quitaba la última prenda que cubría el cuerpo de el de cabellos azules—Sólo por esta vez— susurró el mayor, Aioria entendió a que se refería su hermano, sólo por esa vez ambos hermanos se unirían para disfrutar el placer de Saga.

 

Aioros se quitó sus pantalones y su ropa interior al igual que su hermano menor quedando totalmente desnudos, el castaño mayor se dio cuenta de algo que le causó algo de recelo su hermanito menor  había crecido no sólo en estatura, había crecido hasta más que él, los tres hombres estaban totalmente excitados en el cuarto de Leo.

 

El menor apoyaba su espalda contra al marquesa de la cama con sus piernas abiertas mientras tenia a Saga de espalda sobre él, Aioria rozaba su pene contra los glúteos de Saga, besaba sus hombros y con su mano acaricia el miembro del mismo sólo podía sentir, oler y respirar a Saga, el mayor estaba frente a los dos, observando el rostro excitado del de ojos azules, su mirada sólo fija en Saga, mientras se masturbaba así mismo.

 

El caballero de Leo besaba los tibios labios de Saga, olía sus cabellos y escuchaba como sus gemidos eran acallados por sus labios, Aioria sentía que ya aguantaría más tiempo, comenzó a frotar mas rápido y con el puño mas apretado el pene de Saga sintiendo que con cada movimiento el otro arqueaba aun más su espalda y sus quejidos aumentaban.

 

El final fue algo totalmente sincronizado para los tres hombres que jadeaban de placer sobre la cama, Saga fue el primero en acabar manchando todo su abdomen y la mano del león y al los otros dos hermanos acabaron al mismo tiempo tan sólo de escuchar los jadeantes gemidos de géminis, Aioros sobre su pecho y manos y el menor manchando todo el trasero de Saga.

 

El mayor abandonó el cuarto sin decir palabra alguna, era mejor así, Aioria besaba aun cada rincón de Saga hasta llenarse de él limpió el cuerpo del otro y el suyo, lo recostó sobre su lecho junto a él se cubrieron con las mantas y el caballero de Leo abrazó el cuerpo del otro y depositó un suave beso sobre sus labios antes de caer dormido.

Notas finales:

no me odien por favor


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