Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El cuarto de Geminis por Whitekaat

[Reviews - 52]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lamento la demora pero tenía muchas cosas para la uni, estamos cerca de la recta final y esto me emociona, no sé si les gustará o los decepcionara, espero que sea lo primero jajaja realmente quiero que sea lo primero.

Como de costumbre quiero darle darle las gracias a todos los lectores que han aguantado mis locuras hasta ahora y a Innis, amorosa y a gns(amo tu fic, no me cansaré de decirlo plz continúalo siempre siempre) que han me siguen dando su poyo con el fic <3

Gracias a karori que me ayuda con la corrección del capítulo y por aceptar ser mi beta <3

CAPÍTULO XII

REENCARNACIÓN

 

Lo primero que vió al intentar abrir sus ojos y pestañear perezosamente fue la gema blanquecina que descansaba sobre la superficie de madera, se estiró para cogerla mientras rastros de sueños salían de su boca en forma de bostezo expulsando con el toda sensación de seguir adormilado. Aioria se puso serio, miraba el objeto desde todos los ángulos que era posible, no era suyo, nadie se lo había dado, si lo habían hecho, según aquel extraño sueño de la noche anterior, fue el mismo dios Zeus quien se lo entregó, recordó sus palabras: que por culpa de los dioses la catástrofe casi acaba con el mundo, pues de nuevo algo malo se avecinaba y era su trabajo o mejor dicho “destino” evitar que el mal consumiera el mundo.

 

 Suspiró ofuscado por no tener una idea clara de que era lo que estaba rodeándolo, algo demasiado importante se estaba escondiendo bajo su nariz y la de todos en el santuario sin siquiera ser notado. Estiró sus manos hacia el cielo, inclino su cabeza hacia atrás y dejó salir otro sonoro bostezo, era hora de despertar, de arreglarse, pues debía cumplir sus deberes como caballero dorado pero la razón principal de querer levantarse de la cama más rápido de lo habitual era que ahora Saga podía formar parte de sus planes, de sus distracciones y de su tiempo muerto, sólo Saga y nadie más que Saga.

 

 Se preguntó si el otro se encontraba igual de ansioso, excitado y eufórico como él. Le causaba cierta felicidad imaginarse que el otro estaba pasando por lo mismo que él, una paz interna que no había probado hace mucho tiempo lo abrazaba por completo gracias a  aquel hombre de cabellos azules que le había dado un sí.

  

Aioria colocó el collar alrededor de su cuello y se dirigió hacia el baño para darse una ducha antes de salir de su templo, así dando como iniciado el nuevo día.

 

***º****

 

No había rastro de Castor por ninguna parte, se había desvanecido con el aire. Heracles  se sentía dolido, decepcionado y traicionado, aquel hombre sólo se había aprovechado de él, mintió de una forma descarada, fingió cada caricia, cada beso, cada mueca y palabra. El sonido de la daga chocó contra el piso produciendo aquel metálico sonido, cayó sobre sus rodillas en el suelo tras el último tintineo del objeto seguido por los hilos de lágrimas que recorrían desde la comisura de su ojo hasta caer por su mentón.

 

Hubo tres fases que el castaño experimentó, rabiaun grito desesperado de dolor que raspaba su garganta hasta el punto de no poder volver a salir debido a que sus cuerdas vocales no lo dejaban llegar a un tono más alto, —tristeza—acompañada de un silencioso llanto apenas audible, tanto su interior como exterior lloraban por una sola persona, lloraban por Castor, —negación— de que quizás todo era una confusión, que Castor sólo había ido al baño y en cualquier momento aparecería con un preocupado rostro preguntándole que sucedía, — rabia otra vez— de saber que no era aquello que Heracles pensaba y probablemente mucho peor, pensando en que estaba haciendo en esos momentos, riéndose de él como lo había hecho todo ese tiempo juntos, pero la —aceptación — se vio interrumpida en su arranque de ira; había desarmado toda la ropa de cama y entre las sabanas resaltaba cierto libro de color negro, ese color negro que varias veces había visto junto al de cabellos azulados, no podía ser otra cosa que el diario de Castor.

 

Acarició el lomo creyendo que quizás de alguna forma el otro chico podría sentirlo. Leyó todas y cada una de las hojas, comprendió el miedo de Zeus, ya que todo era cierto. Castor tenía su propia misión que cumplir y aquella era acabar con los dioses, con cada letra que leía su corazón dolía aun más, por todo lo que pasó, por todo lo que tuvo que pasar sin nadie más a su lado, pero las hojas que siguieron a la descripción de Delfos oprimieron su corazón.

 

Se sintió estúpido, se sintió una escoria, miró la daga que yacía en el piso y sintió un repudió consigo mismo y por la acción que tomó sin pensarla, cada fragmento leído pasaba por su mente atormentándolo sintiéndose el ser más estúpido del planeta “Estoy feliz”, “Creo que Heracles es un buen chico y me gusta”, “No deseo irme”, “Creo que esto es como amor ¿No?”, “No quiero estar lejos de él” todas y cada una de ellas revoloteando como mariposas en su cabeza deseando verlo, abrazarlo, besarlo susurrarle todas aquellas palabras que lo avergonzaban.

 

“La gema parece un lejano recuerdo, mi viaje una pesadilla, pero lo que estoy viviendo en este momento es un sueño, no quiero alejarme de él, ya no me interesa aquel poder siempre y cuando esté junto a Heracles, lo amo y el me ama, no necesito nada más que aquello. Me atormenta mi pasada pero si puedo estar con él no debo temer de aquellas sombras”

 

Guardó el diario y limpió de su rostro cualquier rastro de sus emociones, lo único que debía mostrar su rostro ahora era esperanza, reencontrarse junto a Castor,  no dejarlo ir más, de pedir el perdón por su pasado y por sobre todo su cara lo único que debía reflejar para el de ojos azules era amor, del más puro que el pudiese entregar y demostrar.

 

Debía encontrar a Castor pues temía por él, que algún dios lo encontrara y le quitara su vida sin antes ni si quiera poder hablar con él.

 

 

***º***

 

 

Saga no había dormido mucho la noche anterior, tenía la gema roja, aquella llave negra y para su “desgracia” sabía donde encajaba la gema y que puerta abría esa llave, ya no podía hacerse el ciego, estaba mentido en un gran embrollo,  el era uno de esos personajes y por lo que podía notar era el protagonista, tenía la mirada perdida en su taza de té y para su suerte Afrodita no estaba ahí para recalcarle lo distraído que se encontraba.

  

Sus ojos fueron cubiertos por dos manos, Saga se preguntó quien podría ser, tenía dos opciones y para adivinarlo se dispuso a palpar al otro, rozó el dorso de las manos que estaban en su rostro con la punta de sus dedos y con suma suavidad, y aquel olor que estaba conociendo se hizo presente, sabía quien era, pero se encontraba con algo de humor para jugarle una pequeña broma a su “captor”.

 

— Afrodita, sabes que no me gustan estos juegos. — la muralla de dedos que le impedían ver abandonó su rostro de inmediato y sintió el resoplido de aire caliente que removió unos mechones de cabellos de su nuca dándole un tenue escalofrío, lo había conseguido y Saga reía para sus adentro.

 

— No soy Afrodita — la voz de Aioria sonó desanimada y tensa. Pasó su cabeza por entre el hombro de Saga hasta depositar un suave beso sobre su mejilla. Saga se tensó por la cercanía del otro, pero disfrutó ese calor que tanto le gustaba y esa fragancia que el otro despedía — ¿Debería ponerme celoso porque me confundieras con él? — ahora era el castaño quien se vengaba, se había acercado al oído del otro para pronunciar aquellas palabras para causar aquella acción en el otro, sus hombros se tensaron aun más que antes, su espalda se curvó y agachó  su cabeza en un ángulo apenas perceptible.

 

Saga se contuvo demasiado, hasta el mismo había sentido una especie de sonido que quería colarse desde su garganta casi de manera involuntaria, detestaba perder, era un mal perdedor, pero debía admitir que el mismo había empezado aquel juego y ahora no sabía como debía responder debido a que el menor sabía jugar bien sus cartas, lo había dejado desarmado, desarmado y asombrado.

 

— Sabía que eras tú, Afrodita tiene los dedos más delgados y suaves. — giró su rostro hasta encontrarse frente al de Aioria, su hombro sólo permitía ver su mirada azulada afilada y risueña. Estiró un poco más su cuello y juntó sus labios con los del león que no atinó a reaccionar, vió el arrugado entrecejo del dorado, una cara seria y fue en ese entonces que Saga finalmente pudo declarar un jaque mate.

 

—Buenos días, Aioria— un sonrisa inconsciente se formó en su boca, sus labios se curvaron y llevó una de sus manos para que el otro no notara que se estaba riendo de él,  vio la figura dorada sentarse a un lado suyo y tomó sin permiso un sorbo de la taza de la cual él estaba bebiendo. A Saga no le importó el exceso de confianza que tuvo el otro, supuso que era su manera normal de actuar. No conocía mucho de Aioria, no sabía que era lo que le gustaba, lo que le disgustaba, como reaccionaba frente a las situaciones, conocía  a un Aioria de manera superficial pero el gemelo quería algo más, quería saber algo que sólo él y el castaño supieran, un secreto que ambos compartieran y pero no quería que ese secreto fuese sus recuerdos, sueños y aquel libro negro que se escondía en el cuarto más abandonado de géminis.

 

—Está demasiado dulce. — Sentenció el menor. Saga ya sabía algo nuevo de él, al parecer no soportaba las cosas tan dulces, quería preguntar cada cosa que se venía a su mente pero  eran una oleada de preguntas que se le veían encima, así que simplemente se contuvo por el momento, tenían tiempo de sobra para sorprenderse el uno del otro y no quería aburrirse ni fastidiar al otro demasiado rápido.

 

— ¿Té o café? —Aioria de mala gana dejó la taza de lado y señaló la tetera que contenía el té. Saga estaba tranquilo, Saga luce hermoso pensó Aioria. La luz natural le favorecía, su cabello casi sn peinar le daba un toque más despreocupado, menos estructurado al Saga que acostumbrara ver, admitía que este era su favorito, se sentía más cercano, más palpable, más apetecible. Se recriminó y mientras más cerca estuviese él del corazón del gemelo, más feliz era el castaño.

 

A Aioria le gustaba el té con una cucharada de azúcar, ¾ de la taza llena de agua y a aquel cuarto restante  le agregaba leche, prefirió comer las cosas saladas que habían sobre la mesa mientras que Saga resistía no comer un poco más de pastel. Saga se dio cuenta de muchas de las cosas que el otro hacía, le quitaba la miga al pan para comerla aparte, tomaba de su taza más rápido que él y parecía no importarle lo caliente que esta estaba, Aioria comía más que él, el doble de hecho y en menos tiempo, la compañía del castaño era agradable, no le incomodaba concluyó, pero por su mente se paseaban otro tipo de pensamientos, quería volver a ser besado, una y otra vez pero al parecer tendría que esperar un poco más.

 

Tras conversar de cómo había sido su noche y  omitiendo aquellos sueños de divinidades y llaves obscuras decidieron que salir a caminar para estar solos sin que la presencia de piscis lograra incomodarlos y/o interrumpirlos, decidieron que algún lugar alejado de los templos, las aldeas y las personas sería perfecto para ellos.

 

El santuario no se caracterizaba por sus áreas boscosas, el lugar era árido y montañoso pero existían ciertos lugares en esas mismas montañas que rebosaban en todo tipo de vegetación y fauna, Aioria conocía uno de estos lugares pero su problema era si es que Saga estaría dispuesta a ser llevado por él a esta zona de difícil acceso, lo veía difícil más no imposible.

 

— ¿Confías en mi? — era  una pregunta clara y dejaba entre ver alguna acción, Saga dudo, si, ya había comenzado a confiar en Aioria pero no sabía que nivel de confianza sugería su pregunta pero al ver la mirada expectante del castaño supo que no tenía toda una eternidad para pensar su respuesta así que sólo asintió con la cabeza para ser llevado de la mano por entre montañas, ruinas, y muchos lugares los cuales él desconocía sus existencias.

 

Entre aquellas mismas montañas Saga logró ver un lugar rodeado de un denso bosque a los pies de Star Hill, un lugar que nunca había visto pero que le causaba cierta extraña sensación a lo largo de todo su cuerpo, era como si aquel lugar lo llamara, era otra perspectiva de un lugar que parecía ya haber conocido pero que no formaba parte de sus recuerdos, las montañas cubrieron su visión y dejó de sentir esa extraña sensación conforme más se alejaba de ese punto.

 

Aioria dejó de caminar de manera apresurada al adentrarse a un bosque, se notaba que el lugar no era transcurrido por las personas debido a que no existía un sendero fijo por el cual pasar. El castaño paró y giró para ver a Saga a la cara, respiraba cansado, al parecer el gemelo ya no poseía la misma resistencia que antes y que se estaba sobre esforzando para no parecer débil frente al otro, Aioria puso sus manos sobre los hombros de Saga a modo de detener su andar antes de la salida del frondoso follaje.

 

— Antes de salir de aquí quiero que cierres tus ojos. — la expresión de Saga lo divirtió un poco, a veces las caras del gemelo eran demasiado expresivas en comparación a su habitual rostro y eso significaba que el geminiano si le tenía confianza, si creía en él y era capaz de mostrarle cosas nuevas cada día como aquella cara de duda y su cabeza ladeada hacia la izquierda.

 

—Creo que haré algo mejor— se puso tras Saga sintiendo la expectación y la ansiedad salir por cada poro del gemelo, coló sus manos como cuando lo fue a visitar esa mañana para evitar que el otro arruinara la sorpresa — No se vale espiar— Saga se demostraba muy cooperativo siguiendo cada orden que Aioria le daba, era algo a lo cual no estaba acostumbrado, le gustaba ser él quien controlara la situaciones, los mandatos, las ordenes pero era curiosa la forma en que Aioria lograba persuadirlo para que siguiera sus juegos y al aceptarlo así hacía todo mucho más divertido.

 

Caminó con cuidado siguiendo cada instrucción de Aioria, habían dejado atrás los árboles, podía sentir la brisa y los rayos del sol sobre su piel, había un olor que creía reconocer, una fragancia sumamente especial que se albergaba en su memoria olfativa.

 

El caballero de Leo quitó las manos de los ojos de Saga y el otro abrió los ojos de inmediato, había demasiada luz,  su primera imagen sólo fue blanco y azul pero con cada revoloteo de sus pestañas la imagen del paisaje tomaba forma, un campo repleto de flores de aquel color añil se extendía a sus anchas, casi nadie sabía de ese lugar que se escondía en el mismo santuario alejado de toda perturbación de la civilización, era un paraíso que ahora sólo compartían Saga y Aioria.

 

—Lo encontré una de las veces que vagaba en busca de consuelo, ya sabes, con la muerte de Aioros varias veces me sentí solo— no sabía como responder a aquello, había sido el culpable que el menor se quedara sólo y perdiera al único familiar que tenía— No te preocupes ya no te culpo por nada, ¿Ya te lo dije no? …Te amo, Saga— el nombrado fue abrazado por la espalda, los brazos de Aioria se enlazaron a su abdomen y antes de que quisiera decir algo fue lanzado hacia atrás cayendo sobre el cuerpo del dorado.

 

Saga se giró hasta acostarse de espalda sobre las flores, viendo como Aioria le sonreía, entendía la acción del ataque y porqué lo había hecho, Saga le devolvió la sonrisa y se quitó el casco de soldado que lo ayudaba a esconder su identidad en las afueras del templo. El león se le acercó sigiloso hasta quedar encima y entre las piernas del ex caballero dorado, acercó sus labios al de los de él otro y los besó, suave, lento tomando el tiempo necesario para sentir cada sabor, cada tacto y esa mezcla de alientos que se formaba por la cercanía.

 

El beso se intensificó aun más cuando Saga pasó sus brazos por los costados del cuello del león y los entrelazó tras la nuca del castaño, sus lenguas jugueteaban, sus labios ardían por los mordiscos provocados por la intensidad del beso que presagiaba seguir subiendo de tono.

 

Saga comenzó a respirar más fuerte y más rápido, se sorprendió restregando su ya erecto miembro contra la pelvis de Aioria que estaba en las mismas condiciones, el menor coló una de sus manos bajo la prenda superior tocando y agarrando toda la piel que su mano le dejaba alcanzar, cortó el beso para dirigirse al descubierto y blanco cuello que parecía alargarse aun más incitándolo a marcarlo.

 

El primer beso le produjo una descarga a nivel sistémico, estaba paralizado por el placer que el otro le entregaba, pero al sentir un ligero mordisco no logró contener ese gemido que se coló por su garganta sorprendiendo a Aioria y avergonzándolo a él, el león no se detuvo pues quería seguir escuchando ese mismo sonido una y otra vez hasta lograr derretir a Saga entre sus brazos.

 

—Aioria detengámonos aquí. —su voz entrecortada sonaba casi a una súplica a la cual el castaño no pensó dos veces en escucharla, ambos detuvieron su movimientos, aun excitados, agitados y mirándose el uno al otro a los ojos. El león se recostó sobre su costado junto al geminiano observando como el pecho del otro subía y bajaba de manera reiterada y observando como los blancos pómulos de Saga se habían teñido de un color rojizo.

 

—No lo había pensado antes pero tu cabello es igual de hermoso que las flores de aquí — Saga giro su cuerpo para quedar de la misma forma para mirarse de frente y frente a todo pronóstico comenzó a reír como hace mucho tiempo no lo hacía, sentía aquel dolor de estómago y ese entumecimiento de mejillas de tanto sonreír.

 

— ¿Como puedes decir esas cosas tan serio? — apoyó su frente contra el pecho de la dorada armadura, mientras le daba el tiempo para que el caballero de Leo respondiera su pregunta. Sintió un mano tomar su barbilla y guiarla hacía arriba para que sus ojos se encontraran, el intenso color verdoso contra sus frágiles orbes azules.

 

—Ya te lo dije, porque te amo. — Ahí estaba nuevamente esa actitud seria y real que le aceleraba el corazón y lo llenaba por completo. La brisa removió sus cabellos castaños, y dejó esparcir la fragancia de las flores por todo el campo, le encantaba esa imagen y la observó con detenimiento para grabar hasta el más mínimo detalle en su mente.

 

— Yo también te amo. — Su corazón dio brincos de alegría, una alegría que se reflejó  casi de manera instantánea en su rostro, tomó la cabeza de Saga entre sus manos y lo besó todas las veces que pudo.

 

 

***º***

 

 

—Espero que me traigas buenas noticias — Shura estaba molesto ya que Saga parecía haber desaparecido de la tierra, luego de aquel encuentro ni él ni los santos a los cuales estaba comandando habían logrado encontrar su paradero; había pasado más de un mes sin resultados. Saga había sido tragado por la tierra, pero tenía la ligera sospecha que el santo frente a él le traería buenas noticias.

 

—Las mejores. Shura de capricornio, el ex caballero de géminis se esconde en el templo de piscis y  tanto Afrodita como Aioria conocen su ubicación e intuyo que lo protegen. — el dorado apretó su mandíbula eran más que buenas noticias, sabían donde se escondía y quienes eran los aliados del gemelo, el final estaba cerca y sus planes volvían a ponerse en marcha.

 

—Trae a todos los hombres que reunimos, esta noche se fijará el plan de acción y mañana al medio día Saga ya no volverá a pisar Tierra santa. — El caballero de bronce que había traído la información salió del templo a toda prisa mientras dejaba al pelinegro trazar el plan que debían efectuar par ahorrarse cualquier fallo.

 

 

***º***

 

 

Aioria se sobresaltó y dejó de lado todo lo que hacía, el cosmos de Shura se había proclamado en dirección clara al templo de piscis y no sólo eso, capricornio no iba solo, un total de treinta caballeros iban en esa misma dirección. El corazón del castaño se sobresaltó y se dirigió lo más rápido que pudo al doceavo templo, era su deber proteger a Saga y no iba dejar que ninguna persona lo lastimara.

 

— Si das un paso más lo lamentarás, Shura, porqué no les dices a tu soldaditos que abandonen mi templo si es que valoran su vida. — El caballero de piscis yacía apoyado contra una de las columnas de la entrada a su templo con aquella característica rosa roja entre sus manos,  encendió su cosmos para que vieran que él tampoco jugaba y que en los dominios de Afrodita él era el que mandaba.

 

—Si nos das a Saga tu lindo rostro no saldrá lastimado, Afrodita ¿Qué dices? —la cabra habló intentando molestar al dorado frente a él pero sin resultado alguno, la risa estrepitosa del de cabellos turquesa lo molestó de sobremanera, se estaba burlando de él en su propia cara y era algo inaceptable. Cada vez el asunto se volvía más personal, el aire se volvía más y más denso con cada segundo que pasaba y por la actitud del otro Shura comprendió que no entregaría a Saga a buenas maneras.

 

—Ataquen —santos de plata y bronce obedecieron al instante los mandatos del caballero de capricornio, usaron sus técnicas contra el caballero de las rosas y este sin inmutarse cubrió todo el lugar con una espesa niebla de pétalos rojos, con la cual lograba esconder su posición.

 

Shura contraatacó usando su técnica “Dance of Excalibur” logrando herir a Afrodita  y a muchos de sus mismos aliados, la niebla de rosas cesó y vio como el otro aun se mantenía en pie conteniendo la sangre que salía por herida que se había formado a un costado de su cintura.

 

Afrodita no se quedaba atrás, eran sus dominios como ya lo había dicho y si el otro dorado deseaba jugar a las peleas, el caballero de piscis se encargaría de darle una de las peleas más memorables de su vida, lanzó sus rosas demoníacas contra los otros hiriendo a santos de bronce y plata mientras que una de esas rosas atravesó el brazo derecho de Shura.

 

—Lightning Bolt. —pronunció al estar frente al doceavo templo, su velocidad era superior y le dio de lleno al caballero de capricornio que era lanzado contra el suelo varios metros lejos de ahí. La batalla se desata en el templo de piscis Aioria y afrodita luchando contra a Shura y su ejército, una batalla estruendosa que alertó a toda persona que residía en el territorio santuario.

 

Saga por su parte yacía en el patio del templo de Afrodita resguardado de la batalla que se libraba frente a la entrada, el sonido de las diferentes técnicas lanzándose entre santos, los gritos de dolor de los combatientes y él ahí, siendo la causa y el culpable de todo lo que ocurría, Shura lo quería a él y tanto Afrodita como Aioria estaban pagando por él, no podía permitirse quedarse ahí sin siquiera luchar.

 

Si Shura lo quería, lo tendría, pero tendría al peor de los Sagas que en su vida ha podido imaginar. El camino fue fácil, ya había cruzado ese campo de rosas envenenadas una vez y sabía como salir ileso, había despistado a los guardias del templo del patriarca y esa vez no fue la excepción, tenía la llave negra en una de sus manos mientras que la joya que se encontraba colgando de su cuello parecía ponerse de un color rojo aun más intenso mientras más cerca se encontraba de su destino.

 

 

***º***

 

 

Heracles lo encuentra empapado, agitado, apoyando un cofre de color gris sobre su regazo, el castaño lo llama y este al verlo comienza a derramar lagrimas desde sus azulinos ojos, entendía porqué lloraba, entendía porqué lo miraba de esa manera, Castor estaba herido, lastimado por una herida que el mismo le había hecho.

 

Al momento de conocerte todo había cambiado, yo ya no quería esto, tenía una nueva razón para cambiar, tu amor me daba fuerzas y me llenaba de luz, pero tu amor no fue más que un capullo de flor en invierno, destinado a perecer, a congelarse y jamás florecer… perdóname por no poder seguir a tu lado, Heracles— El de cabellos azules colocó la gema roja sobre la hendidura y el sello se rompió, Castor miró asombrado lo que el interior del cofre tenía, un bebé dormía dentro de él, con un sueño plácido, casi imperturbable.

 

Castor conmovido por la dulzura del infante lo tomó entre sus brazos y con cuidado apoyó su cabeza contra su pecho meciéndolo y acariciándolo, odió a los dioses en ese momento, seres egoístas capaces de encerrar aun pequeño niño dentro de un cofre sólo por considerarlo una amenaza para ellos.

 

El hombre de cabellos azules agacha su cabeza para observar mejor al pequeño que tiene entre sus brazos, el niño sonríe, desde la comisura de su ojo cae una sola lágrima y se acurruca sobre  su pecho, Castor besa su frente y siente como un calor lo envuelve por completo. El infante pierde aquella forma física y se transforma en una aura de color negro que se fusiona con el cuerpo de castor formando una sola esencia, un solo ser, un nuevo dios de la nada.

 

 

***º***

 

 

La llave si cumplió su propósito, era el mismo camino de sus sueños, los mismos peldaños por los cuales corría con todo lo que sus fuerzas le daban, seguía escuchando los ruidos de las explosiones que probablemente se escuchaban a lo largo de todo el santuario. Tras el último escalón se encuentra con el lugar que sus sueños le dejaron ver, la gema roja brilla sobre su blanco cuello, los narcisos cubren el suelo del lugar formando un manto de flores color blanco, vió aquella majestuosa fuente y se dejó deslumbrar por ella, la fuente que entre sus aguas tenía el cofre que resguardaba su destino, nadó a través de ellas hasta sacar a flote el objeto.

 

Las manos del gemelo temblaban, de su frente salía sudor frío combinándose con el agua de la fuente que lo había empapado por completo, sus cabellos azules pegados a su rostro y su flequillo obstruyéndole la visión, sentía que su ropa pesaba más que él, sus recuerdos del pasado se unían con el presente, se comienza a reconocer a él como Castor y a Aioria como Heracles. Siente el mismo dolor y amor que Castor sintió. Saga conoce todo lo que pasó, Saga conoce todo lo que pasa y entiende todo lo que pasará cuando ponga la gema sobre el sello. El geminiano logra tomar su última decisión y abre el cofre, de él comienza a salir una nube negra que se mete a través de su pecho, su cuerpo como en antaño es poseído por aquella aura negra o más bien dicho se une nuevamente a su destino.

 

Todo a su alrededor comienza a ser consumido, Saga ya está completo, Saga ya no es la mitad de una entidad, su cuerpo y alma están completas pero esta alma continua dormida, tal y como lo estuvo desde el nacimiento dentro del estómago de Cronos.

 

La voz de la diosa alertó a cada uno de los santos de oro a través de sus pensamientos,  Atenea sonaba preocupada, desesperada y clamaba por su presencia de inmediato frente a la estatua tras la casa del patriarca, el cielo se comienza a nublar, se escucha el estallido de relámpagos; la tormenta se avecinaba,  una tormenta a la cual los mismos dioses temían.

 

—Esta es toda tu culpa, Shura, por tu culpa nos has condenado a todos— golpeó en el rostro a un aturdido capricornio, Aioria no sabía a ciencia cierta lo que ocurría, recordaba la advertencia, Shura encajaba a la perfección con aquél culpable que logaría ser el detonante para causar que aquel mal volviera a al vida, todos los santos que se habían enfrascado en la pelea detuvieron su lucha, sintieron miedo por sus vidas, sintieron miedo por la incertidumbre de no saber que ocurría mientra el cielo rugía con cada vez mas fuerza.

 

Todos y cada uno de los caballeros dorados se dirigieron hacía donde habían sido llamados por la diosa, los doce habitantes de cada templo estaban reunidos junto a Atenea y al patriarca Shion, todos tomaron posición de ataque al sentir ese poderosa energía que no sabían si podía ser llamada cosmos, era algo diferente al cosmos que ellos usaban, este poder parecía tener una naturaleza distinta lo cual les daba a entender que este adversario era demasiado diferente a los que habían enfrentado una vez.

 

A su alrededor comenzaron a  aparecer esferas de color negro que desvanecían todo aquello en lo que se posaba, columnas, pisos y hasta los mismo soldados que lograban ser alcanzados, los santos usaban sus técnicas para detener el curso de aquellos círculos ennegrecidos pero ningún ataque parecía afectarlos, es más, absorbía toda fracción de cosmos que se posaba sobre ellos.

 

—Ahí viene— proclamó la diosa, dirigiendo su vista hacia la figura de mármol con su imagen— tengan cuidado mis valientes caballeros.— la estatua de la diosa fue consumida frente a sus ojos por un obscura sombra que parecía devorar todo lo que tocaba y ahí desde el mismo agujero que dejó la esfera negra frente a los ojos atónitos de los presentes Saga de géminis aparecía con sus ojos cerrados, suspendido en el aire y dormido.

 

— Saga de géminis es la reencarnación del dios de la Nada, un dios tan poderoso que con el sólo abrir de sus ojos puede acabar con la vida misma, deténganlo, y eviten a toda costa que despierte— Las palabras de la diosa eran claras. El universo dependía de ellos, el universo dependía en derrotar a la reencarnación de un dios del cual nadie tenía conocimiento.

 

Tenían que acabar con su compañero, hermano, amigo pero el que más sufría con esta situación no era otro que su amante, Aioria de leo, no sabía que hacer, estaba shockeado. Todo este tiempo Saga había sido aquella gran amenaza, pero no podía creer que ese mismo Saga del campo de flores, el mismo Saga que había besado, acariciado y amado era el mismo sujeto que estaba frente a él. No podía moverse o más bien no quería hacerlo, no podía atacar a quien amaba, se le era imposible algo como aquello, estaba dentro de las mayores encrucijadas que la vida le haya entregado.

 

Los santos  se dividieron en grupos de tres, cada uno de ellos concentrando su cosmos para producir aquel poderoso ataque, Aioria rehusó a participar y Shion tomó su lugar. Doce santos unidos y cuatro exclamaciones de Athena se alzaron por el cielo dirigiéndose al cuerpo de Saga que seguía suspendido en el aire.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).