Eran las siete treinta de la mañana y los oscuros nubarrones que bloqueaban la vista auguraban un mal día por delante. Cho Kyuhyun no creyó que aquel clima tan penoso pudiese ser más acertado. El frío del mes de Abril calaba hondo en sus huesos y por un momento sintió a su férrea convicción alterarse.
“No dudes” Se dijo asimismo cuando subía al tren de la línea 4 de la plaza de la estación de Seúl. Lo había decidido, no podía quedarse un minuto más en aquella ciudad. Los moretones de sus brazos y espalda le recordaban que por más hermosa que fuera la vista que le dedicaba las abarrotadas calles del centro, no siempre la vida sería como la de aquel niño que le dedicaba una sonrisa desde el asiento de más adelante. Allá, donde su madre le acomodaba el gorrito de lana que tal vez alguna abuela tejió para el infante. No, a veces la vida no era más que una completa mierda donde el amor te golpeaba y te decía lo inútil que eras. Así era su vida. Tan desdichada como la de un huérfano. Una jodida realidad en donde pasas de casa en casa buscando un poco de cariño, un poco de respeto para solo obtener golpes e insultos.
“No pienses, ya no pienses”
Era momento de acabar con aquello, se iría, buscaría algún lugar en donde un joven de 17 años pudiera encajar, donde no tuviera que despertarse por las mañanas a causa de una madre borracha y un padre que lo golpeaba con lo primero que encontraba. Daba igual lo que pasara, nada podría ser peor, él ya estaba roto.
-¿Te encuentras bien?-
Y no fue la suavidad de la voz lo que hizo que los cabellos de su nuca se erizaran, ni tampoco el hecho que la mano de un extraño se posara tan delicadamente sobre su hombro. Sino que lo que debilitó la frágil armadura de Kyuhyun fueron dos ojos tan negros como el manto estrellado que no lo miraban, sino que lo veían. A él, a Cho Kyuhyun, al hijo de nadie, al perdido. Aquel desconocido le miraba preocupado, como si él fuera importante, como si fuera alguien. Tuvo que apartar la vista de golpe para no comenzar a llorar.
-¿Me estás escuchando?-
-Sí, yo…. Lo siento- Le fue imposible controlar el temblor que asaltó a su voz. Solo faltaban tres estaciones para tomar la conexión 4 rumbo a Busan.
-Es solo que te vi un poco desorientado. ¿Te molesta si me siento aquí?-
“Dile que se vaya, que no quieres a nadie a tu lado, ¡díselo!”
-Yo… no, no es molestia-
“¡Que se vaya!” Su cuerpo entero temblaba como una hoja ¿Qué si era un asistente social? ¿Qué pasaría si alguien lo reconociera y alertara a su padre adoptivo? Muy probablemente lo mataría. Podía escuchar claramente la voz de ChungHo mientras lo golpeaba en el suelo. “-¡Con que escapando de mí ¿eh?! ¡Yo voy a mostrarte tu lugar saco de mierda!-”
Su cuerpo entero reaccionó inconscientemente encogiéndose en su asiento. Faltaba poco, muy poco. “Porfavorporfavor que nadie me vea”
-¿Seguro te sientes bien? Dios, estas temblando, ¿quieres que llame a alguien?-
¡No!¡Nonono!¡ Kyuhyun haz algo!
-No por favor, yo… estoy bien, lo siento- su voz sonó demasiado baja, demasiado asustada, incluso el mismo tuvo problemas para entender lo que salió de su boca.
-No tienes que disculparte, no lo hagas…Hey-
Y sin siquiera esperarlo, las manos de aquel extraño se posaron suavemente en sus mejillas. El tacto no fue rudo ni amenazador, sino que por primera vez desde que tenía memoria alguien lo sostenía con delicadeza, con suavidad, casi con temor a romperlo.
-Todo está bien, no te preocupes, si no es lo que quieres no avisaré a nadie, tranquilo-
“Es cálido” fue lo que pensó cuando sintió los pulgares limpiar la humedad de su rostro. ¿Desde cuándo estaba llorando? ¿Es que aún tenía lágrimas para derramar?
-Mi nombre es Siwon, Choi Siwon y no te haré daño-
Aquella sonrisa serena y amable fue lo que terminó por derrumbarlo. Y sin importarle que su parada hubiera quedado atrás y que el vagón se encontrara ya vacío, Kyuhyun lloró. Lloró como jamás lo había hecho, sollozó por todo el dolor que su joven corazón guardaba y se aferró a aquellos brazos que lo cobijaron tan tiernamente como nunca lo hubiese imaginado mientras la grave voz de Siwon le susurraba al oído palabras dulces y apacibles -ya todo está bien, no tienes que temer, todo estará bien-
“Aléjalo Kyuhyun, por favor, aléjalo”