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Amore Effrenatus por satsuma

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Notas del fanfic:

Esta historia no me pertenece. NO es mía. Solo la traducción.

Notas del capitulo:

La historia original la pueden encontrar aquí!

Disfruten del capítulo :)

 

La espada trazó un pequeño círculo en el aire antes de parar justo encima del corazón del muchacho. Su pecho subía y bajaba con rapidez y el sudor le goteaba por su torso desnudo.

 

"¡Yah! Taemin, ya te dije que tienes que tener más cuidado con la defensa de tu lado izquierdo. ¡No puedes dejar tu protección abajo! ¡Si hubiera ocurrido durante una pelea de verdad estarías muerto! "

 

El hombre que acaba de hablar sostenía la espada de madera contra el pecho del otro. Tenía el ceño fruncido y dejó caer el arma en el suelo.

 

Había estado luchando contra el más joven toda la mañana y no era la primera vez que él estaba cometiendo el mismo error.

 

Había estado entrenando a Taemin por algunos meses ya, e incluso si ambos habían estado en la arena y salido de allí con vida el mayor sabía que un día ellos no lo harían. Ya podía sentir la oscura sombra de la muerte cerniéndose sobre él. 

 

No era muy alto, su silueta era un poco débil pero los músculos se ocultaban bajo su piel. Había sido lechosa en el pasado, pero las horas de entrenamiento bajo el sol la habían bronceado ligeramente. Su cabello era castaño, desteñido por la luz del sol.

 

Él se veía bien, demasiado bien para ser un gladiador. Podía sentir las miradas en su espalda, observando todos sus movimientos. No importaba si aquellos ojos pertenecían a otro esclavo, a un rico comerciante o incluso a un senador que pasaba por allí. Cada vez que estaba en el lugar, la gente no podía apartar la vista de él.

 

Tenía esta actitud que atraía la atención. La forma de caminar, su forma de hablar, incluso la forma en que peleaba eran elegantes y con un toque de coquetería. Sabía muy bien el efecto que tenía sobre la gente y estaba jugando con él.

 

La muchedumbre lo amaba por ello. Les gustaba su aspecto de un chico indefenso e inofensivo. Les gustaba la mirada en sus ojos cuando estaba luchando por su vida. Estaban anhelando verlo matar. Era la mascota del pueblo de Roma.

 

Pero él sabía el precio de serlo. Siendo arrastrado en la arena demasiadas veces ya, la lucha contra otros esclavos y ver las miradas en sus ojos mientras se estaban muriendo lo estaban devorando. Hubo un tiempo cuando él era solo un chico normal, cuando él no tenía por qué pelear.

 

Pero este tiempo había llegado a su fin cuando la guerra se había apoderado de su país. Los romanos habían llegado, dejando un rastro de sangre tras ellos. Habían destruido su pueblo, matado a sus padres  reduciendo a los supervivientes a esclavos.

 

Había sido vendido, despojado de todo lo que conocía. Él había visto a la gente con la que había crecido morir de enfermedades y de agotamiento. Había estado a punto de morir el mismo. Pero era demasiado hermoso para que lo dejen morir.

 

A pesar de su corta edad había visto mucho, había pasado por muchas cosas. Aunque su cuerpo estaba libre de las cicatrices, su corazón le dolía de las demasiadas muertes que había visto, que había dado con su propia mano.

 

Sabía que él no podía hacer nada por el dolor que Taemin había pasado. Entrenarlo sólo era una manera de ayudarlo a sobrevivir un poco más. Tal vez la muerte sería más fácil que vivir cada día así pero eso significaría renunciar, dejar de luchar. Y con el tiempo, la lucha se había convertido en un acto reflejo para el hombre.

 

Estaban en el patio, en la única parte de él donde el sol brillaba luminoso. El mayor había elegido el lugar, previamente en la mañana, sabiendo muy bien que la arena no estaba dando sombra a los gladiadores. Estaba decidido a hacer de su protegido uno de los mejores luchadores. Y debido a ello, él no iba fácil con él.

 

Sabía que un día llegaría donde uno de ellos no saldría de la arena. Debía suceder así. Él sólo esperaba que mediante la enseñanza al más joven tendrían un poco más de tiempo. Quería disfrutar del sol en su piel un poco más, sabía que nunca volvería a montar un caballo de nuevo, nunca correría descalzo en un campo otra vez, no tendría hijos o una familia, pero él quería vivir un poco más.

 

Suspiró, agarrando la espada de nuevo del suelo y sin esperar un segundo la apuntó hacia el pecho de Taemin. A pocos centímetros de distancia de este, se derrumbó en el escudo de Taemin que había levantado en un acto reflejo.

 

"¡Key! ¡No estaba preparado!

 

 - ¿Y crees que tu oponente va a esperar hasta que estés listo en la arena? Debes estar listo en cualquier momento."

 

El mayor, que respondía al nombre de Key no se detuvo, tratando de patear al más joven mientras hablaba. Taemin fruncía el ceño en concentración y esquivaba todos los ataques de su amigo, pero sólo podía defenderse a sí mismo mientras el ritmo de Key era muy rápido para él.

 

A pesar de que Key le estaba enseñando muchas cosas, no había una relación profesor-alumno entre ellos. Eran más que eso. Taemin sabía que podía contar con Key. No importaba cuándo o dónde, el mayor lo defendería.

 

En sus habitaciones que eran más como celdas, ellos se asegurarían de que nadie se colara para aprovecharse del otro. En la arena lucharían juntos, espalda contra espalda. Era una relación basada en la confianza. Sabían que ambos necesitaban a alguien que cuide sus espaldas.

 

La puerta del patio se abrió y entró un hombre alto. Iba montado en un semental pardo y gritó algunas órdenes mientras entraba, quejándose de lo mucho que tuvo que esperar para entrar en su propiedad. Tenía el pelo negro y era bastante joven. Contestaba al nombre de Minho.

 

Había asumido el cargo de su padre en el negocio y se había hecho un nombre, no mostrándose reacio a tomar una espada él mismo. Su padre había sido un gladiador antes de ser liberado y le había enseñado a pelear.

 

Él era el dueño de Key y Taemin. Compró a Key a un precio muy alto, deseando que fuera su esclavo sexual. Pero Key se defendió cuando él trató de conseguirlo, rompiendo una silla y luchando con una de sus patas como un arma. El dueño estaba muy sorprendido al ver que el chico era en realidad bastante bueno con un palo.

 

Así que se le dio una espada de madera y ordenó a uno de sus mejores combatientes para ponerlo a prueba. Después de ver a Key en acción, había renunciado a usarlo para sus propias necesidades y había hecho un gladiador de él.

 

Key suspiró, tirando su espada a Taemin quién la atrapó en marcha y fue a dejarlo a un lado. Era un poco después del mediodía y le habían dicho anteriormente que iba una vez más al Coliseo. Se dirigió a su habitación que compartía con Taemin, sabiendo que aún tenía algo de tiempo para descansar y refrescarse antes de la pelea.

 

Cogió un paño y se secó el sudor de la frente, levantando los mechones que caían sobre su rostro. Otro suspiro y se dejó caer en su camastro. Él no había puesto mucha energía en su pelea con Taemin pero el sol brillante fue haciendo el ejercicio más difícil de lo habitual.

 

El más joven regresó pronto y tomó un recipiente que llenó con agua antes de entregárselo a Key. Le habían dicho que no iba a luchar en la arena antes de un día o dos, pero no podía dejar de preocuparse por el otro.

 

Key estaba acostumbrado a luchar solo y era uno de los mejores hombres con la espada, pero eso no significaba que sería siempre victorioso. Una falta de atención, un error de juicio, cualquier cosa podría matarlo. No era más que un chico después de todo.

 

Después de un rato llegó un hombre a su habitación y esperó que Key se ponga de pie. Iba a llevarlo en la carreta que lo llevaría hasta el Coliseo. Key echó un vistazo a Taemin una última vez antes de salir, oyendo al menor gritando algo acerca de orar a alguna diosa para él.

 

Sonrió ligeramente, sin creer que lo ayudaría pero sabía que era la manera en que Taemin le decía que iba a esperar a que él regrese a salvo. No compartía los mismos dioses con el más joven porque no eran del mismo lugar pero respetaba sus creencias.

 

Como de costumbre, la gente lo observaba mientras era conducido al sótano de la arena, algunos señalándolo cuando lo reconocían. Sonrió con suficiencia, al oír su nombre siendo susurrado. No era su verdadero nombre, era sólo un apodo pero era su única identidad. Se había olvidado de su nombre real a fin de convertirse en aquél que el pueblo de Roma quería que fuera.

 

Key. Era el nombre que la multitud le dio después de su primera pelea. No sabía por qué. No le importaba. No iba a ayudarle a mantenerse con vida por lo que nunca desperdició tiempo para preguntar al respecto.

 

Pronto se encontró en su plastrón, gastado por las muchas peleas que había ganado. Era consciente de cada debilidad y fortaleza de la misma. Otro esclavo le tendió una espada pero él frunció el ceño y lo apartó.

 

"Esa no es mi espada. No voy a pelear con esto. Traiga la mía. O no voy a pelear."

 

Sus ojos estaban oscuros, llenos de amenaza. No esperó una respuesta y se dio la vuelta para conseguir un escudo y un casco. No le gustaba usar un casco pero no tenía opción. Agarró uno con una punta en la parte superior de la misma y se lo puso, sin molestarse en atarla. Luego tomó su espada que el otro le había traído y se dirigió a la puerta de la arena.

 

Todavía estaba cerrada pero podía oír los aullidos de los espectadores que estaban disfrutando de otra pelea. Cerró los ojos por un segundo, preguntándose si volvería a salvo en esta ocasión. A pesar de su confianza en sus habilidades sabía que siempre podría encontrar a alguien que sería mejor que él.

 

Demasiado pronto la otra contienda llegó a su fin y él escuchó al anunciador gritando el nombre de su oponente, ganando unos pocos aplausos de la audiencia. Pero cuando dijeron su nombre la multitud gritó aún más fuerte. La puerta ante él se abrió y empezó a correr, no rápido, era más una forma de lucirse. Él sabía muy bien cómo complacer a los espectadores.

 

Se detuvo delante de la galería donde estaba el emperador y junto con su pronto a ser oponente, gritó.

 

 "¡Ave Caesar, morituri te salutant!"

 

Desde donde estaba no podía ver el rostro del emperador, pero no le importó. Era culpa de este hombre que él estaba allí, que su pueblo había sido incendiado. No odiaba a aquel hombre, solo estaba enojado que porque quería gobernar su país permitió que sus soldados mataran a personas inocentes.

 

Inclinó la cabeza hacia el otro hombre en la arena observándolo cuidadosamente mientras clavaba su espada en el suelo antes de agacharse y tomar un puñado de arena. Se frotó las manos, asegurándose de que la arena había cubierto cada centímetro de su piel. Era una técnica que había aprendido para reducir la cantidad de sudor en sus manos y eso le estaba ayudando a no dejar caer su espada.

 

Se puso de pie de nuevo, tomando su espada antes de dirigirse al centro de la arena donde el otro le estaba esperando. El hombre era más alto que él y estaba en buena forma. Tenía una fea cicatriz en su brazo derecho, recuerdo de una vieja pelea.

 

Key se puso delante de él y esperó por el primer movimiento. Nunca hacía el primer movimiento porque sabía que eso era dar una gran cantidad de información a quién estabas enfrentando. Unos segundos después se había congelado, el otro atacó. Fue un giro rápido de la espada, una manera de ver la velocidad de reacción del otro.

 

Key sonrió de lado y lo esquivó, sin molestarse siquiera en contrarrestar. La multitud estaba conteniendo la respiración, esperando por la primera gota de sangre. Al otro claramente no le gustaba la forma en que Key estaba tomando esta confrontación y comenzó a balancear la espada más rápido en un vano intento de tocar Key. En un movimiento rápido, Key levantó su espada y la estrelló contra la otra, haciendo un ruido fuerte que resonó en todo el recinto.

 

Se habían congelado durante apenas un segundo y comenzó la danza mortal. Key estaba sólo centrado en la espada de su oponente, su propia como una extensión de su cuerpo. El otro se acercó y bajó su espada en un movimiento rápido, haciendo que se hundiera contra el escudo de Key. A pesar de la fuerza que había puesto en el movimiento, Key no retrocedió y sacó su espada, haciendo que se deslice entre el plastrón y la piel del otro. La retiró con rapidez, la espada ahora manchada de sangre.

 

No era una herida terrible pero fue suficiente para frenar al peleador. La multitud había comenzado a animar con gritos a la visión de sangre pero no llegaban a los oídos de Key. Estaba demasiado absorto en matar al otro con el fin de salvar su vida.

 

Hizo que la lucha durara un poco más, jugando con el hombre. Haciéndole creer que podía llegar a él antes de esquivar y contrarrestarlo. Y la muchedumbre lo amaba por hacer esto. Les encantaba ver el goteo de  la sangre de las heridas del hombre, ver los movimientos de Key que hasta eran un poco elegantes para una pelea en la arena.

 

Key se había dejado caer su escudo antes, dejándolo sin protección más que su espada. Sus cabellos se pegaban a su frente con el sudor. Cuando trató de tirar de ellos hacia atrás mientras retrocedía con el fin de mantenerse alejado de la espada mortal del hombre, perdió el equilibrio y cayó, dejando caer su casco en el proceso.

 

Los espectadores se quedaron boquiabiertos. La cuestión que había parecido tan predecible en el principio había cambiado. El hombre saltó en la ocasión y estaba a punto de apuñalar su espada en el pecho de Key cuando Key se dio la vuelta, recogiendo su casco y lanzándolo con una precisión mortal. La punta penetró el muslo del hombre, cortando una arteria principal que resultó en una fuente de sangre. El dolor le hizo soltar su espada mientras dejaba escapar un grito y Key saltó sobre sus pies, agarrando su arma antes de golpear el pecho del hombre con los pies, haciéndole caer.

 

Recobrando el aliento, se acercó a él, colocando la espada justo en el cuello del hombre. Lo tenía a su merced. Sólo entonces se dio cuenta de la multitud gritando. La gente pedía sobre todo que el hombre fuera asesinado. Pero la decisión no dependía de Key. Se dio la vuelta hacia la galería del Emperador, observándolo mientras se acercaba a la balaustrada.

 

En un movimiento lento deliberado estiró su brazo derecho, la mano en un puño. Los ojos de Key apenas se enfocaban, la lucha había agotado toda su energía y el calor opresivo no estaba ayudando. Parpadeó un par de veces, viendo como el Emperador movía su pulgar hacia abajo, mostrando su decisión de matar al hombre.

 

Todo el público dejó de gritar, dejando que un silencio ensordecedor tome lugar. Key sabía que tan pronto como él atacara los gritos empezarían de nuevo.

 

Con un suave suspiro Key dio un paso atrás y levantó su espada. Podía ver el miedo arremolinándose en los ojos del otro, el sudor rodando lentamente por su rostro. Cerró los ojos, no queriendo verlo nunca más y descendió su espada en un movimiento rápido. Había puesto todas sus fuerzas restantes en el movimiento, poniendo todo su peso en ello, sabiendo que iba a dar una muerte rápida al otro.

 

Sintió el espasmo de dolor que se disparó a través del cuerpo del hombre pero pronto desapareció cuando lanzó su último aliento. Key se puso de pie, recuperando su espada del cadáver y miró hacia arriba, mirando a la gente gritando su nombre. Era embriagador y levantó su arma, ganando más gritos.

 

Echo una última mirada y se alejó, reuniéndose con las dulces sombras del sótano del Coliseo.

 

Minho le estaba esperando con los brazos cruzados. Palmeó suavemente su hombro, porque no quería manchar su ropa. Era su manera de decirle que él se preocupaba por él. Por supuesto que en realidad no se preocupaba por él, era más por el dinero que el gladiador le hacía ganar que su preocupación. No sería bueno para él si Key moría.

 

Key estaba cubierto de sangre. No la suya, sino la sangre del que había matado. Minho empujó a Key dentro de la carreta que lo había llevado hasta allí y fue hacia su caballo para volver a la barraca.

 

Después de un corto trayecto por las calles de Roma, la puerta se cerró detrás de ellos, restringiendo a los admiradores de entrar en el patio. Key saltó y caminó de regreso a su habitación, sabiendo que tenía que lavarse para quitar la sangre de su cuerpo. Taemin le estaba esperando en el marco de la puerta, frunciendo el ceño cuando vio la cantidad de sangre coagulando.

 

Pero Key negó con la cabeza ligeramente, diciéndole con el movimiento que él no resultó herido. El más joven le ayudó a tomar su peto fuera y a echar agua sobre su cuerpo. Pronto la sangre se había ido y Key dejó escapar un suspiro de alivio.

 

A pesar de las numerosas peleas todavía no estaba acostumbrado a la sensación de la sangre sobre su piel. Lo peor era el olor, se sentía como si estuviera pegando a él, a pesar de lo mucho que se frotaba la piel todavía estaba allí. Sabía que probablemente era un truco de su cerebro, una forma de recordarle que él estaba contaminado, que había matado.

 

Después de secarse y ponerse ropa limpia se acostó en su camastro. Taemin lo imitó e incluso si el sol todavía estaba alto en el cielo ambos se sumieron en el sueño.

 

No era un sueño profundo, tenían que estar atentos incluso en su descanso. ¿Quién sabía que si un gladiador celoso no trataría de matarlos durante la noche? No podían bajar la guardia ni por un minuto. Tener éxito no significaba estar a salvo y ellos lo sabían muy bien.

Notas finales:

Gracias a Nathi que me pasó la historia^^ que me encantó y prometo actualizar dos o un capítulo por semana, dependiendo de si es un capítulo corto o no~

Gracias por leer! Ah y el título en español es Pan y Circos.


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