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Diario... No tan secreto... por Sherlocka

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Notas del capitulo:

Hola hola! traigo la actulizacion, nuevamente, antes de lo planeado. ¿Que puedo decir? Me surgio la inspiracion mientras traducia un libro.

Bueno, he tratado de mejorar mi ortografia y gramatica. Espero estar mejorando aunque sea un poco. Corregire pronto las faltas de mis otros capitulos, lo prometo. Disculpen tambien la onda de los ascentos, es solo que soy malicima con eso.

 Nota: Este capitulo esta escrito desde la perspectiva de la Sra.Hudson.

Sin mas, espero que lo disfruten! Y Gracias por sus Reviews! Me alagan y me entusiasman de verdad.

 

The Game, is On

 

SH.

 


 


¡Oh, la vida!


 


 Los años van pasando y uno solo puede sentarse a mirar como el tiempo cobrando lo suyo. 


Estoy consciente del poco camino que me queda por recorrer. Y continuar escribiendo estas memorias desde que comenzó mi vejes, me ha ayudado a sobrellevar bien a esos dos.


Nunca mi vida había sido tan complicada. Ni tan placentera. Lo cierto es que, muy a su peculiar manera, me llenan de alegría. Ya que mi vida no sigue una rutina cualquiera gracias a ellos. Quien sea que necesite llenarse de emociones en el día a día, debería acercarse a Sherlock Holmes y su amado doctor. Puedo decir con seguridad que cualquiera que se acerque a ese par, tendrá emociones suficientes para toda una vida, en un solo día


 


Me cuesta (y podría jurar que no soy la única), entender el tipo de relación que tienen. Desde que conozco a Sherlock jamás lo vi sonreír a razón de otra cosa que no fuera un caso emocionante y raro. Claro, Claro. Uno puede pensar que cualquier crimen ya es raro por sí solo. Pero este chico tiene una manera de disfrutar de ellos, fuera de la comprensión de cualquier persona común. Y ciertamente, Sherlock dista mucho de ser una persona común. 


Pero dentro de sus excentricidades, la vida le trajo un gran y merecido regalo; El Doctor John Watson. Y aunque, ninguno de los dos lo admita en voz alta, saben que se necesitan el uno al otro. Puedo ver en Sherlock una mirada que jamás vi lejos de un cadáver. Y las sonrisas. ¡Dios! esas benditas sonrisas acudiendo a su rostro constantemente y solo cuando está con él. Puedo jurar que Sherlock nunca había sido más feliz. Bueno, es fácil decirlo para mí, ya que puedo afirmar que los conozco más de lo que nadie podría. Cualquier otra persona no sabría decirlo con exactitud, pues las muestras de afecto en él, no son fáciles de descifrar.


 


¡Oh aquella noche después de la boda! Juraría que lo vi llorar mientras tocaba el violín. Lo único que pude hacer por él, es dejar una taza de té sobre su mesita de noche. Días más tarde, John volvía con Sherlock, después de encontrarlo en uno de esos moteles para adictos. ¡Pobre niño! debió estar tan herido para hacer algo así. Por supuesto, Sherlock afirmo que solo era por un caso. Pero mi instinto me dice, que eso no es completamente cierto. Y si algo he aprendido de Sherlock Holmes, es a siempre escuchar mi instinto.


En cuanto al doctor, supongo que es del tipo tímido. Puede que, el haber sido soldado, le complicara aceptarse como es. Pero incluso yo estoy consciente de que los tiempos cambian. Hoy en día estas cosas son de lo más común. ¿Pero quién puede entender a la juventud actual? Teniendo toda la libertad que en mis días no se podía soñar, la desperdician rehuyendo como cobardes del compromiso. 


No digo que John sea una mala persona, pero es difícil para el afrontar las situaciones sentimentales. Ambos tienen eso en común. No sabría decir como era el pequeño doctor antes de conocerle, pues desde el primer momento en que los vi juntos, su rostro parecía iluminarse cada vez que posaba la mirada sobre Sherlock. Bien dicen por ahí que los ojos son la ventana del alma.


Incluso tras la penosa muerte de su amada esposa, John se vio muy afectado. Pero no tanto como para negarse la compañía de Sherlock. Al cabo de dos semanas lo note repuesto. Triste, si. Pero no tanto como debería estarlo un hombre que acaba de perder a su amada esposa y su hijo. Ambos parecían distantes, durante ese lapso de tiempo. Personalmente trate de apoyarlos en el proceso de duelo, pero mantenerme al margen por un tiempo, parecía lo más apropiado para ambos, pues la tención entre ellos ya alcanzaba su punto máximo.


 


¡Ay! Pero una tarde... esa tarde...


 


Habría jurado que los oí discutir. Había ruidos y golpes por todo mi techo. Incluso jadeos y gritos. Pensé que lo que más temía estaba ocurriendo; Sherlock y John envueltos en una pelea marital violenta. Dios sabe que las parejas suelen discutir. Pero de eso, solo hay un paso para la violencia intrafamiliar. Me sentí en el deber de ayudarlos a salir a delante. No podía permitir que eso pasara. No podía permitir que algo tan lindo como lo suyo, terminara de esa manera tan horrenda. Así que anduve deprisa por las escaleras. La puerta, como siempre, estaba abierta.


¡Oh dios santísimo, lo que vi!


 


¡Pero si lo que vi era todo lo contrario a una disputa marital!


 


El pequeño doctor (y vaya que me sorprendí al ver la escena pues no lo creí capaz). Con una mano sometía a Sherlock (quien estaba completamente desnudo), por el cabello empujando su rostro contra la mesa de trabajo, limpia de cualquier artilugio, pues estos yacían dispersos por todo el suelo. Y que, con la otra, lo inmovilizaba, sujetándole ambas manos por detrás de la espalda. Medio vestido, arremetía contra su trasero haciéndole el amor de una manera tan salvaje, que no pude sentirme más feliz por ellos. Pero luego recordé, todas estas actitudes complicadas de los dos. Actitudes que les habían impedido llegar a este punto. Y me avergonzó estar ahí mirándoles (Aunque el acto en si no me asustaba. Vi cosas más alarmantes en mi profesión como bailarina, en los años mozos de mi juventud). Para cuando decidí marcharme, ambos alcanzaron el clímax. Y a esta edad, ver a dos atractivos y jóvenes hombres correrse al mismo tiempo, me causo una gran conmoción.


Trate de disculparme con ellos cuando notaron mi presencia, y corrí escaleras abajo tan rápido como pude. Ya en mi puerta, solamente escuche sus risas. ¡Estaban riendo!


No pude evitar pensar, que esa no era manera de tomar la virginidad de un pobre chico primerizo e inexperto sexualmente. Pero esa, era cuestión solo de ellos.


Al pasar los días, por el contrario de lo que uno hubiera creído, nada pareció cambiar en ellos. Nada de lo que hacían estaba fuera de sus estándares. Como si nada entre ellos hubiera pasado.


 


Pronto comenzaron a ausentarse con frecuencia del departamento. Creí que habían decidido tomar una luna de miel, pero solo reanudaron las investigaciones de sus casos. Al parecer, seguirían ocultando aquello que sentían el uno por el otro. ¡Que desesperación con este par! Juro que a hay momentos en los que podrían volverme completamente loca. Es decir, ¿Cómo pueden fingir que aquello no pasó? ¿Cómo pueden pretender que nadie se da cuenta de ello? Pero nada puede hacerse. Ellos simplemente, siguen negando que haya nada entre los dos. Bueno, en realidad, John es quien no se cansa de negar lo que hay ahí. Sherlock, en ningún momento, ni desde el comienzo, ha negado que el doctor sea su pareja. Incluso su semblante suele suavizarse cuando alguien hace mención de ello.


Pero como iba diciendo, por fin llegaron a ausentarse durante un mes. Un mes de insoportable paz para mí. ¿Quien diría que los extrañaría tanto?


Cuando por fin me acostumbraba a la paz en la calle Baker, recibí la extraña visita de una linda señorita. Su tez era impecablemente clara y parecía tener la textura de la porcelana. Sus ojos, eran brillantemente verdes y el sedoso cabello rubio enmarcaba su bello rostro. Me dijo que necesitaba la ayuda de los chicos. Yo le asegure que no estaban y que no sabría cuando volverían. Que de hecho, nunca nada se sabe a ciencia cierta, cuándo se trata de ellos. Pareció desconsolada ante mi afirmación, así que la invite a pasar. Yo por supuesto no estaba preparada aquel día para recibir visitas, pero me hice un espacio, pues la joven se veía muy inquieta.


Después de acomodar unas cuantas cosas, para poder invitarla a sentarse, me dispuse a hacerle una taza de té. Mientras estaba listo, fui a mi cuarto para guardar algunas de las cosas que me habían estorbado en la cocina. Regrese, y encontré que la pobre chica derramaba unas cuantas lagrimas. Así que volví a mi habitación en busca de una caja de pañuelos, los cuales ofrecí dándole unas palmaditas cariñosas en los hombros. No quiso hablar de su problema. Me aseguro que había sido una tontería ir a buscarlos por tal pequeñez. No insistí demasiado, aunque me hubiera encantado ayudarla a desahogarse. Tuvimos una conversación muy agradable los siguientes minutos. Hablamos sobre el polvo y la mejor manera de limpiarlo, sobre el cuidado y propiedades de algunas plantas, sobre lo difícil que es hoy en día, encontrar una pareja y sobre otras cosas que hicieron mi tarde amena. Por fin, la chica tuvo que marcharse. No sin antes de hacerle saber que podía volver las veces que deseara. Aunque pareció agradecida por el ofrecimiento, dude mucho que volviera a verla.


Para mi sorpresa regresó dos días después. ¡Qué niña más atenta! Se ofreció ayudarme en algunas labores de la casa mientras platicábamos sobre el estampado de las cortinas y los diseños que elegí para el edifico. Cuando al fin terminamos, me dispuse a subir al apartamento de los chicos. Le dije a la señorita que podía acompañarme si gustaba. Le hice saber también, que no debía ayudarme si no quería. Pero necesitaba abrir puertas y ventanas para que no se encerrara el olor ha guardado, que siempre adquiría el lugar cuando ellos no estaban. Ella se negó acompañarme. Dijo que debía marcharse pues debía ir a trabajar. Aunque lamentaba no poder pasar conmigo el resto de la tarde.


Volvió así, cada dos días, durante tres semanas más. Hasta que, justo un día antes de la vuelta de los chicos (John me había llamado para avisar), me dijo que no podría seguir visitándome, pues la enviaban a estados unidos por trabajo. Le hice saber cuánto me apenaba que no pudiera conocer a los chicos.


- A mi también, Señora Hudson. Pero debo partir. Es una buena oportunidad para comenzar de nuevo.- dijo con obvia tristeza en el rostro.


- Pobre niña. Sé que nunca hemos tocado el tema de tu problema. Pero sabes que puedes confiar en mi.- le asegure tomando su mano.- Me apena tanto que debas irte. Pero te deseo solo felicidad. Ojala que encuentres lo que tanto has buscado y necesitas, por tu bien.


Ella apretó mi mano cariñosamente, dibujando media sonrisa en su boca.- Lo sé. Gracias señora Hudson. Lo que yo buscaba para mi bien, ya lo he recibido de usted. No tengo manera de expresar mi gratitud. Y no se preocupe.- hecho un vistazo rápido al edificio, en dirección al piso de los chicos- No dudo que Sherlock pase desapercibida mi presencia. Debido a lo que me cuenta sobre él, fácilmente deducirá quien estuvo aquí y la interrogara por ello.- Ambas reímos a pesar de la triste situación.- Espero haber dejado un par de agradables recuerdos por aquí. No se olvide de mí, que yo no me olvidare de usted. Simplemente no podre.


Tanto sus ojos como los míos, se anegaron en lágrimas. Después de darnos un fuerte abrazo, abordó un taxi mientras la observaba alejarse.


 


Más tarde, en la madrugada (o bien dicho sea, al día siguiente),  oí como llegaban los chicos. La voz de Sherlock parecía muy contenta, pero después de eso, se volvió un murmullo. «¡Santo cielo, Sherlock!» oí segundos antes de ponerme la bata de dormir, y salir a recibirlos.


El doctor estaba recargado contra la pared al pie de las escaleras. Me desconcertó un poco la imagen que presentaba. Siempre lo considere atractivo. Pero en ese momento, se lo veía excepcionalmente guapo. Sus rubios y cortos cabellos alborotados resaltaban el rubor de sus mejillas, su suéter parecía fuera de lugar. Como si alguien lo hubiera restirado por la manga, dejando al descubierto su hombro. Fue entonces cuando me fije en Sherlock, que estaba más atractivo que nunca. Su semblante como siempre frio  y serio. Claro, eso hubiera pensado cualquiera. Pero yo podía ver claramente la luz en sus ojos y el sonrojo en su rostro. Su expresión, mordiendo medio labio y dando pequeños saltos en su mismo lugar, de espaldas al doctor, se torno en picardía pura.


-¡Sherlock! ¡John!- dije felizmente, después contemplarlos por unos segundos- Están en casa, al fin. - Me acerque un poco más a ellos.- ¿Qué pasa? ¿Están peleando? Pero si acaban de regresar. Ay, queridos... ustedes en verdad son algo...


- Señora Hudson.- Saludo el pequeño rubio, mientras Sherlock plantaba un entusiasmado beso en mis frente.-Buenas noches.


- Todo por el contrario, señora Hudson.-Sherlock se volvió hacia el doctor, para tomarlo de la mano, tras soltar mi rostro rápidamente.- Estamos bien, absolutamente bien.- John trataba de zafarse mientras me lanzaba fugases y nerviosas miradas.- De hecho... El juego va a comenzar.- Dijo en su acostumbrado tono enigmático y se dispuso a ir escaleras arriba, halando al pequeño doctor del brazo, mientras este, avergonzado, forcejeaba para liberarse.- Y esta vez... la puerta estará cerrada.- dijo a voz en cuello mientras desaparecía escaleras arriba, y cerraba de un portazo la puerta de su departamento.


-¡¡Sherlock!!- oí gritar al doctor, mientras era llevado a rastras, a pesar de mi conmoción.


 


 


«Oh, eso sí que explica muchas cosas.» Dije para mis adentros. No sé cómo pude, aquella vez, hace un año, confundir una pelea marital con una reconciliación.

Notas finales:

Proxima Actualizacion: Viernes 7


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