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Unkonventionell por hexotic

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El caliente sol de verano no era su amigo.

 (Y nunca lo será.)

Oh Sehun se encontraba en su trabajo habitual en una tienda de discos en una de las viejas plazas comerciales de la ciudad. No le pagaban una maravilla, pero podía poner la música que le gustaba a todo volumen sin que le gritaran. Era el paraíso.

No mucha gente compraba discos originales y la mayoría de sus clientes eran señores que buscaban algo de música clásica o algún CD con karaoke ya que no la encontraban por internet o no sabían cómo usarlo. Fue un poco difícil al comenzar, ya que tuvo que memorizar en que exacto estante estaba cada disco, el año en que los lanzaron a la venta y los cantantes (más viejos que su abuela).

Pocas veces pasaba algún estudiante distraído que quería comprar un disco de moda para su novia o señoras que buscaban canciones de cuna para sus niños, algunos solo movían las cajas, temerosos de preguntar por el precio exacto o con la duda de si era permitido regatear (pero todos desistían de hacerlo ya que la mirada de Sehun era bastante intimidadora y parecía estar fastidiando el 90% del tiempo). No era que la tienda tuviera un gran repertorio o que fuera muy concurrida, pero el mejor amigo de Sehun, Jongin, trabajaba en otra tienda de música que distribuía a las demás, así que podía hacerle el pedido a su amigo y así no perder la poca clientela que tenía y al menos sacar lo necesario para su paga diaria.

Sehun era el único empleado que iba toda la semana, entraba al mediodía y para antes de las veintiún horas ya estaba todo cerrado, en si, su turno no era tan pesado puesto que podía salir a comer entre las quince y las dieciséis; se daba una vuelta por la plaza mientras acababa su Hamburguesa Supreme Buffalo con doble queso y tocino, le gustaba caminar para estirar los músculos y ver si la pista de hielo ya se había derretido (como las predicciones de Jongin indicaban) y después regresaba con una media sonrisa en la boca (ya que todo el queso amarillo se pegaba a sus dientes y restos de lechuga hacían su aparición, así que no era muy bueno que sonriera después de comer). Si lo pensaba bien, la plaza no era fea, simplemente se había quedado estancada en un punto donde es mejor dejarla caer poco a poco.

En si, el lugar era enorme con un concepto bastante vanguardista e interesante: vidrio en forma de una semi-esfera decoraba el techo, unas pequeñas figuras grabadas con precisión hacían su aparición estelar según la posición del sol y en la mañana podían reflejar diferentes mezclas de dorados y rojizos hacía las paredes vacías, imitando la silueta de unas alas de mariposa conforme el astro rey iba ascendiendo y las tonalidades del cielo hacían un espectáculo en las paredes del centro comercial, se creaban efectos asombrosos y parecía que aquel insecto se movía conforme la luz tomaba fuerza, pero el espectáculo también era perceptible por las noches cuando se prendían pequeñas lámparas que estaban instaladas sobre el vidrio y las figuras de éstas caían directamente al suelo donde parecía el escenario de una discoteca en los mismos tonos hipnotizadores que deslumbraban por la mañana, claro todo eso fue el boom en su tiempo y por esa razón, la plaza era conocida como ‘El Dorado’.

 Ahora bien,  el lugar había quedado en uno de los puntos de la ciudad donde mucha gente trabajaba la mayor parte del tiempo y no tenía tiempo para entretenerse, además, las plazas más nuevas eran de numerosos y elegantes pisos, aunque su diseño era más monótono y menos divertido (para el gusto de Sehun) y en la que él trabajaba, solo tenía dos pisos y el último, era un restaurante que había quebrado por la crisis; constantemente, pequeños negocios cerraban debido a la poca afluencia de clientes. No culpaban a nadie ni a las nuevas plazas, pero era un golpe duro y así, algunos dueños e inversionistas prefirieron mover sus negocios y establecerse en el centro o las ya nombradas plazas nuevas.

(Sehun no parecía tomarle mucha importancia a estos hechos, hasta que su restaurante de comida rápida china se había ido y tuvo que optar por comer enormes hamburguesas.)

Cerca de la tienda de discos se encontraba una tienda de estambres, donde las abuelitas iban y conversaban sobre el tejido en trenza, con doble aguja de sabrá Dios qué número y cómo se podían diferenciar. Sehun podía oír las risas maquiavélicas de las señoras al verlo, al principio le asustaba: ¿Y si una de esas señoras le obligaba a casarse con ella? No, eso no podía ser posible.  Era muy (muy) joven como para “morir” así. Del lado izquierdo, se encontraba una óptica que era del padre de Jongin, en el lado derecho estaba una pequeña tienda de trajes para novia (de ahí el miedo de Sehun) donde trabajaba su primo Luhan algunos fines de semana, según sabía, él asesoraba a las casaderas con los diferentes accesorios que podían llevar, además de ser un diseñador de moda un tanto conocido en el país que inició su amor y dedicación al comenzar a trabajar como asistente del dueño de aquella misma tienda (ahora era manejada por su hijo), para su primo era como contribuir con el señor por darle tal oportunidad. Por eso mismo, Sehun se asombraba de su hazaña, cada uno de los tocados, gargantillas, pulseras, aretes y ramos eran exactamente iguales para él, pero Luhan siempre ponía el indicado en la señorita para que se viese asombrosa.

         Un día llegó a la tienda, abrió los dos candados con sumo cuidado y levantó la cortina metálica aún con más cuidado (ya que hacía un sonido casi tan desagradable como el canto el señor del aseo) y cuando prendió las luces, se percató de que eran las nueve de la mañana y no había desayunado por creer que se le hacía tarde (e maldijo mil veces mientras aprovechaba el tiempo y acomodaba los discos nuevos en orden alfabético.)

Ignoró por las siguientes horas que acontecía en la plaza, ya que una señora de avanzada edad le cuestionaba que si él no era un cantante famoso, a lo que, obviamente, le dijo que no, que “ese cantante” era Miley Cirus y él era (por cuestiones obvias) un hombre.

Llegada su habitual hora de la comida,  colocó el letrero de ‘cerrado’ e hizo su camino hacia el local (casi sagrado) de las hamburguesas, ubicado en la zona de comida del parte norte de la plaza.

Echó un rápido vistazo a la tienda de enfrente y notó que habían varios maniquíes colocados en los aparadores, unos llevaban ropa de hombre y otro de mujer, la nueva tienda era de marca y una cara, eso lo supo porque Jongin pasaba horas en esos almacenes buscando una camisa para su cita con alguna “nueva conquista” (claro, Jongin era un cursi de lo peor y decía que cada día conseguía a alguien “más maravilloso que el anterior”, pero Sehun sabía que todos esos halagos, cenas caras y regalos únicos eran solo para su novio Baekhyun, uno de los empleados temporales de su padre en la óptica, (salían a escondidas por miedo a que lo despidieran, aunque al fin y al cabo, el señor lo sabía y por eso mismo, le rebajaba el sueldo a Baekhyun.)

Después de recordar esas cosas y sonreír para sus adentros, siguió su camino hacia el área de comida, poniéndose enfrente de la barra de su ya acostumbrado (recinto sagrado) local de hamburguesas. Ahí siempre estaba Xiumin, un chico que, según cuenta Baekhyun, tuvo una relación con Luhan. Él también creía que era raro (Luhan es un loco por la moda, últimamente sale en las revistas de moda y novedades que compra la madre de Sehun, además de que participa colaborando en distintas pasarelas y exposiciones culturales alrededor de la ciudad) y Xiumin era un apasionado por la comida,  Sehun solo le había visto una vez sin su delantal manchado de cátsup y grasa (y la vista era encantadora, de ahí supo por qué había sido pareja de su primo). La familia de Xiumin poseía una cadena larga de restaurantes, pero como a él no le gusta administrar, decidió buscarse un  trabajo donde el pudiera cocinar y comer tanto como quisiera (claro que el dueño de las hamburguesas ni sospecha tenía de que aquel sencillo y amable muchachito fuese en realidad el criminal responsable de la desaparición de casi dos bolsas de papas fritas).

El joven ordenó y espero un par de minutos hasta recibir su orden (todos los días se preparaba mentalmente para la regañada que le ponía el ex de su primo “¡Ya deja de solo comer hamburguesas!”-decía al mismo momento en que estiraba la mano para recibir el dinero) y caminó hasta su mesa favorita (se sentaba ahí la mayoría de los días que llevaba sus zapatos de goma para la lluvia porque el sonido que producían en el piso era horrible y se evitaba molestar a los -pocos- clientes con su ruido) donde podía ver la televisión (y escuchar sin la molesta interferencia por parte de los refrigeradores de la tienda de helados que hacía un ruido espantoso (pero no al nivel de sus zapatos)).

         En la televisión se transmitía la repetición de los últimos Juegos Olímpicos y  justamente era la prueba de arquería donde su país había sido campeón cuando sus ojos se concentraron en uno de los espectadores que se sentaba en las primeras filas, su cara era conocida pero no lograba recordar dónde la había visto.


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