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SEALED DESTINY por Mahozahamy Arisugawa

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Notas del capitulo:

Lamento mucho la tardanza. No recordaba que este capitulo necesitaba muchísima edición. Espero les guste el resultado. 

V


 


ONE DESTINY


 


 


El silencio era denso. La casa parecía inhabitada. Incluso en el Tokyo de hoy en día en zonas apartadas podía conseguirse algo de paz.


 


Pero a pesar de que la zona en que se ubicaba la tienda de los deseos era agitada en sus alrededores, lo cierto era que se trataba de un lugar muy especial. Una barrera realmente poderosa la situaba en su propio rincón interdimensional.


Hogar y prisión de un poder que aún debía madurar. De un corazón que aún se hallaba incompleto. De un alma solitaria que se refugiaba en el brillo de la luna y en el manto de la oscuridad.


Del sucesor de la gran bruja de las dimensiones, cuyo nombre sería pronto una leyenda entre las criaturas mágicas que habitan en todas las dimensiones.  El mago que se hayaba francamente confuso por acciones que no había previsto y eso le hacía extrañarse pues hacía tiempo que gracias a su poder sabía tanto que la apatía se había apoderado de él.


Doumeki. El irritante hombre de la cara de poker. Caradura. Cabezón. Que ahora le tenía realmente preocupado.


Watanuki estaba Preocupado Seriamente. Por Doumeki.


Siempre lo estaba pero en esta ocasión era algo más serio. Doumeki había estado muy normal, aún para lo que ocurrió con Shinohara-san sin embargo quizá no se había dado cuenta por que había estado ocupado con la fiesta.


¿Cuándo se había comportado así?


Sencillamente jamás. Así que decidió tomar las riendas y empezar a aclarar este comportamiento extraño.


--- ¿Vas a decirme qué es lo que te pasa?--preguntó el mago cuando entraron al cuarto.


---Hay algo que quiero que tengas—dijo soltándolo. Trajo de su equipaje la bolsa que había logrado mantener lejos de la vista del mago—Toma.


--- ¿Un regalo por mi cumpleaños?—preguntó incrédulo ¿De verdad había armado todo este lío nada más para darle un regalo?— ¿En serio? ¿Que es? ¿Otro delantal completo? ¿O unos guantes de cocinar?


Pero al abrir la bolsa enmudeció, olvidándose por completo del sarcasmo que planeaba usar para obligar a Doumeki a dormirse de una vez ya que tan voluntariamente había venido hasta su cuarto.


Era un traje nuevo, un kimono sencillamente hermoso, hecho por completo en el interior de seda, blanca y roja. Un bordado muy elaborado y perfecto dibujaba un dragón celestial.


Una de las garras se posaba en el hombro de la prenda. Los ojos del dragón eran de jade. Aquel regalo era demasiado ostentoso. Seguramente carísimo.


---Doumeki… esto…


---Lo he comprado para ti, por que quiero que lo tengas—dijo sentándose a la mesa.


---Pero una cosa así…


---Haz lo que quieras con él, es tuyo—le dijo.


Ya no es como antes, cuando no te dabas cuenta”—había dicho una vez Haruka-san con respecto a la situación de Himawari-chan—Una vez que te has dado cuenta, debes tomar una decisión, sobre lo que debes hacer ya no hay vuelta atrás”


Todo había cambiado en aquel entonces.


Había comprendido mucho más a Himawari... había seguido queriéndola, si, pero el saberlo cambió muchas cosas, por Himawari era como era aún a pesar de todo lo que ella era, ya nada volvió a ser lo mismo para él. Por que ahora entendía a Himawari-chan y respetaba sus decisiones.


Y ahora, este sentimiento que tenía por Doumeki... tampoco volvería a ser lo mismo, pese a lo mucho que se resistiera, lo mucho que luchara era inútil tratar de escapar del destino.


Watanuki estrujó contra sí el traje y no pudo seguir de pie. Se sentó en los tatamis.


---Es bonito… Muchas gracias… --dijo conmovido realmente por aquel regalo.


No se trataba de lo costoso que era, ni de su belleza en realidad. Si no lo que había significado. Que había pensado en él.


---Podrías usarlo—declaró Doumeki.


--- ¿Qué? ¿Ahora?--volvió a lo mismo de siempre.


--- ¿Es que no tienes la suficiente confianza en ti mismo?


---Claro que la tengo, espera y verás—dijo tomando el paquete.


---Traeré el Sake, puedes cambiarte aquí.


--- ¿Todavía vas a tomar más?--En verdad este Doumeki...


---Beberás conmigo.


---No, ni hablar. Te irás a dormir en este mismo instante. ¿Tienes trabajo recuerdas?


--- ¿Es que tienes miedo?


--- ¡Por supuesto que no!


Maru, Moro y Mokona, habían estado escuchando toda la conversación por supuesto y corrieron a esconderse cuando las puertas corredizas se abrieron, salió Doumeki.


--- ¿Creen que se lo pondrá?—preguntó Mokona.


---El amo se lo pondrá—dijo Moro, muy seria.


--- ¡Se lo pondrá!—gritó Maru.


---Shhhh—los otros le taparon la boca.


Doumeki volvió al cabo de unos minutos con la bandeja del Sake, dos copas y galletas de arroz. Lo único que había quedado después del paso voraz de los invitados. Se dijo que tendría que comprar una larga lista de provisiones mañana.


---Voy a entrar—dijo a la puerta.


---Ya terminé—le contestó el mago desde dentro.


Watanuki estaba sentado en el centro de la habitación. El traje se adaptaba perfecta y hermosamente a la forma de su cuerpo. El dragón parecía protegerlo, sus largas mangas no parecían ser un problema para alguien que llevaba diez años vistiendo esa clase de ropa.


Tsuyuri tenía razón, le había quedado perfecto.


Después de todo había valido la pena. Hacía exactamente un año había descubierto aquel traje y había pensado que era había sido diseñado para que Watanuki lo llevase puesto.


Por eso había guardado la mayor parte de su sueldo desde entonces para comprarlo. Había sido un poco difícil, pero creía que valía la pena.


Hay otra cosa ahí—había dicho Tsuyuri señalando su bolsillo”


Decidió ignorar el impulso de hacer lo que pretendía. Pues entregarle “lo que estaba en su bolsillo” podría llegar a tener consecuencias... desagradables si lo hacía ahora.


Por que como le había dicho a Tsuyuri, si lo hacía sin más el mago no podría “comprender” lo que significaba.


Se lo daría de todas formas, dijera lo que dijera, por que lo había comprado para él. Pero quería primero estar seguro que el mago sabría lo que ese regalo significaba, y para ello tenía que aclarar las cosas con el.


Especialmente lo que había ocurrido con su alumna. Que al parecer había decicido por su cuenta que lo amaba y que eran la pareja perfecta. Vaya una broma.


---Se te ve bien—dijo Doumeki.


---En verdad te agradezco… Pero no debiste…


---Lo hice por que quise—dijo sentándose frente a él.


Lo hacía de nuevo. Hacer como si realmente no mereciera que comprara para él algo costoso. Eso lo molestaba.


Tomó la botella de Sake para servirla y entonces Watanuki se acercó a Doumeki y puso una mano sobre la de él.


---Gracias—dijo mirándolo a los ojos. Quería que supiera que su agradecimiento era sincero.


Le pareció que entendía el mensaje.


--- ¿Te golpeaste de nuevo en la cabeza?--pregunto Doumeki sin expresión alguna—O te has ablandado con el Sake, estás muy dócil.


---¡Eso debería decírtelo yo!—le respondió algo molesto, rugió de rabia en su interior, le arrebató la botella para servir él las bebidas ¿Lo acusaba de beber de más? Cuando él había vaciado por lo menos seis botellas de Sake, él solo, Doumeki jamás dejaba de ser desconsiderado, odioso—Trato de ser amable pero a ti parece gustarte que te maltrate.


---Si, exacto.


---.......................


El mago se quedó sin palabras. Otra vez preocupado. ¿Que estaba diciendo? ¿Estaría muy borracho?


Watanuki lo miró de cerca examinándolo con atención, pero no tenía ninguna clase de rubor en el cuello o las mejillas, tampoco en las orejas como solía pasar con Yuuko-san cuando ésta de verdad se pasaba de copas que ya era decir mucho y solía necesitar la bebida de vitaminas para reponerse de la suprema cruda...


Doumeki lucía cansado, pero no borracho. ¿Como era posible, acaso la protección de los dioses a los profesores adjuntos?


Al otro lado de la puerta, bien ubicados estaban Mokona y las niñas, que se cubrían mutuamente la boca para no reírse. El manjuu negro daba pequeños saltos de felicidad. Todos estaban encantados, por que desde su punto de vista aquello parecía progresar.


Muchos silencios equivalían a muchas más miradas.


El reloj de la sala marcaba la una y veinte minutos de la madrugada.


---Aquella chica, Shinohara… Querías saber ¿No?


--- ¿Quién es ella?—preguntó el mago, dándole a Doumeki su copa, le había servido solo la mitad de lo que acostumbraba.


---Alumna de Folklore. Cuarto semestre. Grupo 2.


---Vaya, el mismo que Kohane-chan.


---Segundo lugar en el cuadro de honor. Durante unos meses solía seguirme a todas partes en la escuela. Algunas veces llegó a seguirme hasta el templo o el mercado. E incluso quería seguirme hasta aquí, pero creo que me perdía de vista una cuadra antes. Era miembro de un club de fans.


--- ¿Tienes un club de fans? Vaya…--Había estado a punto de decir “No lo entiendo ¿Cómo alguien como tu puede ser popular?” pero había resuelto no decirlo.


---Al principio creo que quería averiguar a donde iba cuando venia hacia aquí para desayunar y quien me daba el bento, quería averiguar por qué lo llevaba y quien lo hacía. Estaba interesada en saber que decían tus mensajes para las compras también.


--- ¿Te preguntó? ¿Del bento?


--- No, Tsuyuri me lo dijo, era una especie de acosadora.


---Quizá es solo que es joven—dijo tratando de quitarle hierro al asunto aún cuando ella hubiera tratado de matarlo de verdad—lo que te dije antes es cierto. Puedo ver que tienes un futuro con ella, y además te quiere realmente.


---Yo no.


---Es verdad—recordó el mago—Antes lo dijiste “Hay alguien” ¿Es verdad? ¿O una excusa? Para que dejara de molestarte.


---No volverá a hablarme, espero.


---Ella dijo “no me rendiré”.


---Aún si es así mi respuesta será la misma.


--- ¿En verdad hay alguien?


---Si


---Umm, pues veamos, razonando digo que has rechazado gente indiscriminadamente desde la preparatoria, cuando estábamos con Himawari-chan... así que...


---Hay alguien desde entonces.


--- ¿Tanto tiempo?--se extrañó el mago.


--- ¿Y qué?—Por lo que parecía Watanuki había pisado terreno peligroso. Lo dejó estar.


--- ¿Se lo has dicho?


---No.


--- ¿Por qué? No me digas que es Himawari-chan.


---No.


--- ¿Entonces está casada o algo?


---Solo es difícil.


---Si es Kohane-chan aunque me pese en el alma, porque ella es demasiado linda para ti lo aprobaré. Si no preséntamela. Pero no quiere decir que la aprobaré.


---No es necesario—Esta vez era Doumeki quien estaba pisando un terreno para nada firme.


---Es verdad, no debería inmiscuirme demasiado en tu vida privada, lo siento—dijo entonces Watanuki forzando una sonrisa—En verdad te agradezco lo de hoy. Hablemos el resto mañana—dijo Watanuki molesto con el insensible exorcista ya sabía que no era necesario que se la presentara, no es que estuviera fisgoneando, es más jamás había usado sus poderes para mirar lo que Doumeki no quisiera, solo estaba tratando de interesarse por él—Tienes clases temprano. Si se que por mi culpa llegas tarde no podría dormir tranquilo.


---Hablaremos ahora—insistió Doumeki.


---Que te duermas ya.


---Que no—dijo enérgicamente y volvió a tomarlo de la mano, para que lo mirara.


Se miraron a los ojos y ahí estaba de nuevo, esa extraña atracción magnética que los dejaba callados, el sentimiento inevitable que los unía, más fuerte que ninguna otra cosa.


Estaban destinados a estar juntos. Y lo cierto era que su vínculo era el más estrecho, el más fuerte. Solo que Watanuki no podía verlo exactamente.


Se decía que siempre había lugar para elegir, y el destino nunca nos unía a una sola persona.


Pero las acciones de ambos, las elecciones que habían hecho, habían convertido ese vínculo en indestructible, y no se puede escapar del destino que uno mismo ha formado, forjado y reforzado con sus propias elecciones, tanto si lo sabe como si no.


Aquellos que se desvían del destino que ellos mismos han creado jamás son capaces de alcanzar la felicidad.


---Vamos, Maru-chan, Moro-chan y Mokona dormirán hoy todos juntos en la cama del amo, llevemos un poco de incienso a la habitación—dijo el manjuu. Llevándose a las niñas.


---El amo no irá—dijo Moro con una pequeña risita.


---No irá—respondió Maru también riendo quedo.


---No irá—afirmó la pequeña Mokona cuando ya subían las escaleras—Por que estará ocupado, fu, fu, fu.


--- ¡Ocupado, ocupado!


---Que niño tan travieso, portándose mal.


--- ¡Se porta mal, se porta mal!


Lo cierto era que Mokona-kun sabía que Doumeki y Watanuki tenían que hablar de algo realmente serio y lo que decidieran o dijeran ya no era cuestión de ellos tres. Quizá las cosas fueran bien pero quizá no. Y Mokona no quería que las niñas escucharan si las cosas no salían como se esperaba.


 


       ********************               *              *******************


 


 --- ¿Quieres saberlo?—preguntó Doumeki sin dejar de mirarlo.


--- ¿El qué?


---Ese poder tuyo parece que se da cuenta de la verdad. De lo que pienso. Pero parece que no quieres saberlo.


--- ¿Qué? Yo no…


---Puede quedarse así para siempre, si eso es lo que quieres.


---No sé qué decirte.


---Yo he elegido. Y mi elección es clara. Ahora debes hacerlo tú.


---Doumeki…


--- Las cosas cambiarán, aunque siga de este modo, lo sabes y lo sé.


El corazón de Watanuki latía con mucha rapidez. ¿De qué demonios hablaba Doumeki…? No podía ser que se refierierar a lo que imaginaba ¿o sí? No, absurdo, claro que no. Doumeki no podía estar hablando de eso.


                 “¿Sabes lo que significa?”


Lo sabía. Sabía lo que significaba, sabía lo que significaban aquellos sentimientos que tenía por Doumeki, quería reirse y llorar. ¿Como había podido caer tan bajo? Yuuko se reiría de él... no estaba seguro que la bruja estaba riéndose de el en alguna parte.


Se lo había dicho hasta el cansancio y el lo había negado siempre. Ahora... Sin duda Yuuko reiría con esto.


Pero no podía ser verdad que Doumeki pensara igual, que tuviera sentimientos similares, el ya lo había aceptado, no era posible, no podía ser esa la elección del arquero.


No podía querer lo que insinuaba. No… Era demasiado tarde ahora. Sus destinos ya estaban demasiado lejos para poder estar juntos. Tenía que ser su imaginación. ¿Verdad?


Lo que en realidad quería era encontrar la manera de dejar que fuera libre. Doumeki quería ser libre ¿Verdad? Porque la condena que había elegido no tenía por qué afectarlo a él también.


Esa condena que Watanuki había elegido voluntariamente para conceder uno de sus primeros deseos. Uno de los más importantes.


No. El más importante de su vida.


El deseo para una persona que queria con el alma. A quien consideraba como una segunda madre, quien lo había protegido de la destrucción. Ichihara Yuuko-san. Que importaba si era un nombre falso. Para el ella seria la misma.


Quizá la única persona en el mundo además de ese misterioso “Mago Clow” que era como él. Que comprendía su soledad. Su dolor.


Doumeki... Watanuki quería que él fuera feliz. Que viviera una vida que el no podría vivir jamás. Por que nadie podría ser feliz encerrado ¿Cierto? El no lo era, sin embargo su sacrificio era por una persona querida, por una promesa.


Que era como una manera de mantener vivo para siempre el recuerdo de esa mujer, caprichosa pero protectora, divertida, la bruja de las dimensiones, que se transformó en una mariposa, que un dia regresaría a casa. Un dia Watanuki también cesaría de existir y se encontraría con ella.


¿Intentas que todo vaya bien sacrificándote solo tú, Sakura-chan?”


Aquellas palabras se volvían en su contra ahora. Más poderosas que nunca antes ¿Esperaba que los demás fueran felices sacrificándose solo él?


¿Esperaba que Doumeki consiguiera la felicidad sacrificándose él?


Sabía que aquello no era lo correcto. Tras mucho esfuerzo y un gran dolor había comprendido que si él sufría, los demás también.


Si él sufría, si estaba solo, Doumeki también y no quería. Y si otros sufrían, si Doumeki era herido, el también sufriría.


Era una lección dura, horrenda, en realidad la más difícil de aceptar por que atentaba contra sus principios más básicos.


Watanuki en un principio olvidó a Yuuko-san por que ella así lo quiso y fue feliz al lado de sus padres, sin embargo cuando su existencia ocasionó la muerte de ellos pues su cuerpo, su alma misma representaban el desgarro en el tiempo, el tabú roto, sus incipientes poderes descubrieron que su existencia estaba condenada por una horrenda paradoja sin fin.


Entonces, a pesar de las protecciones de su madre, los hechizos de su padre, murieron, y casi todo perdió sentido.


Dejó de creer en la magia que era bondadosa. Solía cargar con pensamientos de culpa, y rencor hacia sí mismo porque su cuerpo extraño, codiciado por todos los seres repulsivos y su sangre maldita habían ocasionado la muerte de sus padres, habían ocasionado la suspicacia, el miedo en sus amigos, las heridas físicas y de corazón que habían experimentado todos los que se acercaban demasiado a él. Solía decir una y otra vez cada que esto ocurría “No soy necesario” “Soy una carga” “Desaparecer es lo correcto”.


Y su existencia se dirigió hacia el exterminio que ansiaba Fei Wong. 


Más Yuuko-san veló por el, hasta el día en que llegaron a encontrarse, y por el cariño que le tenía no por oponerse a Wong, sino por que ella, realmente le apreciaba no como una imagen que reemplazaría a Shaoran, sino como una entidad propia, viva, con sentimientos se propuso impedir que fuera destruido y fijó su existencia en este mundo.


Al conocer a tanta gente que lo apreciaba sinceramente le hizo darse cuenta que no estaba solo. Que nadie en este mundo es prescindible, aunque es común escuchar lo contrario, la única verdad es que todos somos preciados para otros, irremplazables para nuestros seres amados. Para aquellos que nos quieren. Doumeki le había enseñado eso a costa de su sangre, sus heridas, su poder mágico. Le había enseñado que no era necesario culpar a uno a otro.


Que las cargas debían llevarlas juntos. Doumeki que era alguien especial. Muy especial.


Alguien increíblemente tonto que sin importarle mínimamente las heridas que recibía una y otra vez seguía a su lado, cuidándolo, protegiéndolo.


Sin preocuparse en absoluto de todas las rarezas que lo rodeaban. Las cuales aceptaba sin inmutarse. Alguien que lo trataba normalmente, sin mirarlo de manera extraña, sin acusarlo.


Que simplemente estaba siempre a su lado con esa mirada tranquilizadora.


Con esa paz que únicamente el podía transmitir. Esa certeza que hacía a las personas confiar en él.


Que hacía todas estas cosas solo para estar a su lado.


No lo entendía. Pese a las muchas veces que hizo todo lo humana e inhumanamente posible para que se alejara nunca le importaron.


Pese a todo el daño que había recibido desde el primer momento en que aceptó la misión a su lado aquella primera petición del Kokuri-san.


El no valía la pena, no podía sino causar sufrimiento. Pero a Doumeki nunca le importó… nunca…


Muchas personas, Doumeki incluido en primer lugar por supuesto, apreciaban su comida. Aunque por lo que se refería a él, no lo agradecía.


Y creían que era algo bueno, algo delicioso, que otorgaba una felicidad preciosa y le hacía sentirse bien.


Era por ellos que quería quedarse aquí, era gracias a ellos que había cambiado, deseando finalmente estar vivo.


Deseando permanecer con todos. Aquellas personas le habían dado una razón para existir. Una razón de ser. Un lugar en el mundo. Algo maravilloso, que difícilmente sería entendido por las personas en general.


Pero algo no terminaba de quedar firme en el nuevo panorama de su vida.


Ese alguien era Doumeki. Todos lo apreciaban, pero todos habían respetado y más aún apoyado su decisión de convertirse en el amo de la tienda. Ayudándolo en todo lo posible. Todos tenían y continuaban con sus propias vidas fuera de la tienda, convivían con él.


Pero no formaban parte del mundo de la jaula. Porque ese era su deseo y todos lo respetaban.


Todos, excepto Doumeki. Quien había sido aceptado sin que se supiera cómo y antes de que se diera cuenta dentro de su mundo recluido, persistentemente estaba a su lado desde el comienzo, cuidando como mejor podía las heridas que sufría.


Escuchando pacientemente los relatos del mago, soportando su mal humor, su decepción y su tristeza, escuchaba los relatos de los clientes. Ayudando de la mejor forma posible con todas sus habilidades para que cada deseo fuese concedido.


Doumeki respetaba también la amistad firme y desinteresada que había entre Watanuki y Himawari. No culpaba a ninguno.


Se lo había dicho al mago, el respetaba las cosas que Himawari hacía por el bien de Watanuki, aunque estas no fuesen siempre lo mejor para el mago, ella también era apreciada por él, porque de verdad quería a Watanuki, la ayudaba intentando disminuir los efectos negativos de su “mala suerte” sobre el mago.


Pero Watanuki se daba cuenta que en realidad no sabía lo que Doumeki sentía, lo que en verdad pensaba de él y sus decisiones.


El exorcista estaba siempre a su lado y aunque lo conocía bastante bien pues en diez años había aprendido sus gustos y disgustos, sus manías y su indiferencia al derecho y al revés, en realidad jamás habían hablado como ahora.


Lo había evitado tercamente. Por miedo. Watanuki estaba asustado, de perderlo. No quería quedarse solo. No lo estaba claro, no lo estaría aún si llegasen a separarse pero esta soledad era de una clase diferente a ninguna que hubiera conocido antes.


Y comprendía únicamente al glotón ese. Tendría a todos los demás, pero si lo perdiese Watanuki se quedaría solo. Más que perder un vínculo de vital importancia con el exterior.


El vacío se concretizaría solo a Doumeki. Le asustaba pensar en lo importante que era Doumeki para él.


¿Qué tan importante? Muy importante, quizá demasiado y ese era precisamente el punto.


Doumeki era más que importante, era preciado para él, pero tenía miedo de descubrir que tanto o la razón. No quería descubrir ese sentimiento, porque era un sentimiento que jamás había existido en él. Demasiado poderoso. Tanto que asustaba.


Un sentimiento que por lo que él sabía normalmente era peligroso y había ocasionado enormes desgracias.


Él mejor que nadie sabía que por culpa de aquel sentimiento, destinos enteros habían sido cambiados, reinos perdidos, naciones arrasadas, la felicidad había sido trocada en infelicidad, en muerte.


Incluso a causa de ese sentimiento más de una vez el tiempo mismo había sido cercenado y puesto del revés, el universo mismo había colapsado, la lógica y las leyes más básicas que sostenían todo habían estado a punto de perderse.


Por causa de ese sentimiento se sufría demasiado, las más de las veces en silencio. Y aún así, los seres humanos continuaban con todas sus fuerzas, deseando. Sintiendo…


¿No era él igual? También él con todas sus fuerzas… deseaba… sentía… Habían llegado a un punto sin retorno a un callejón sin salida. Las cosas definitivamente cambiarían.


“Va a necesitar que le respondas” Doumeki necesitaba una respuesta. Pero…


¿Quería saberlo? Saber lo que Doumeki verdaderamente sentía con respecto a otra persona, lo que pensaría de ella, tal como Doumeki había soportado su eterna charla sobre Himawari hacía años ¿De verdad estaba listo para escuchar a Doumeki hablarle de la persona de la que se había enamorado desde aquella época?


Todo aquello que había dejado fuera de la cotidiana convivencia con el fin de impedir que su vínculo se volviera más fuerte y que más tarde había sido imposible de recuperar, no sabía si estaba preparado para saberlo.


No sabía si estaba preparado para la definitiva verdad, para saber que era otra persona quien era lo más importante para Doumeki.


Aún cuando siempre por egoísta, por estúpido que sonase, sin importar cuánto se había esforzado para impedirlo, habían sido siempre mutuamente centro de sus existencias. O así lo había creído. Doumeki le había demostrado siempre que lo consideraba una persona importante.


No quería creer que todo eso fuesen solo imaginaciones suyas. Pero tal vez lo fueran. Aún así no sabía si estaba preparado para escucharlo y menos de él.


Porque sabía que el vínculo que tenían jamás desaparecería. Era eterno y él mismo lo había visto con sus propios ojos. En Doumeki.


Dijera lo que dijera, estuviera con quien estuviera, se casara con quien se casara siempre seguirían viéndose, siempre sería su compañero en las misiones mágicas de la tienda, siempre sería su vínculo con el exterior porque así lo dictaba el Hitzusen, el arquero le ayudaría siempre hasta el final de su vida. Jamás podría expulsarlo de la tienda.


Pese a sus sentimientos por Doumeki, escucharía lo que el otro tenía que decirle. Se lo debía, más que a ninguna otra persona.


Sin importar quién fuese esa persona, si la conociese o no, fuera Kohane o no le rompería el corazón, inevitablemente. Pero Doumeki había hecho tanto por el había sufrido tanto por el. Lo escucharía. Sería peor no escucharlo.


Quería saberlo, tenía que saberlo. De uno u otro modo estaba perdiéndolo podía seintir que sus destinos iban a cambiar después de esta noche, su vínculo se modificaría para siempre. Y si iba a ser de esta manera, lo haría de forma que fuera mejor para ambos, no quería que terminaran mal.


Estarían juntos, pero tarde o temprano Doumeki formaría una familia y aunque no se separarían todo cambiaría entre ellos.


Sin importar lo que sucediera Watanuki no pensaba negarse lo que le sucedía.


No pensaba seguirse mintiendo, dejaría de ocultar, al menos para el mismo lo que sentía por dentro, su verdad respecto a el arquero. Ahora que se daba plena cuenta de lo que sentía. Haría lo que pudiera. Encausaría ese sentimiento de la mejor manera posible.


Pues Doumeki a pesar de los años y de la dificultad de las circunstancias jamás se había rendido con él.


Le había salvado la vida en incontables ocasiones. Había cambiado incluso su cuerpo y su destino cuando este se dirigía inexorablemente a la destrucción, dándole su propia sangre, su propia vista. Enseñándole valiosas lecciones una y otra vez. Siempre había estado ahí, para él.


Pese a todas sus diferencias, pese a lo grosero que era Watanuki, pese a lo poco que le agradecía. Le había salvado, sin importarle si era herido. Por el bien de Watanuki. Así como Watanuki usaba más y más sus poderes, por el bien de Doumeki.


Watanuki no pensaba rendirse tampoco. Nunca. Protegería a Doumeki, constase lo que costase.


Y protegería con todo su corazón a las personas que él amara. Protegería a esa persona especial con todo lo que le permitieran sus habilidades y también su familia, a sus hijos cuando los tuviera, a sus amigos, lo defendería de sus enemigos.


Usaría sus poderes todo lo que se le permitiera para protegerlos a todos. Especialmente a él. Que tan cerca estaba del peligro, por seguirlo, por continuar a su lado.


Nada iba a cambiar lo que sentía mientras viviera, ni siquiera el hecho de que Doumeki tuviera una persona especial para él la gente importante sería lo primero. Y muy a su pesar, Doumeki era el primero en la lista de gente importante.


Había perdido en las cientos de ocasiones que Yuuko le había dado la oportunidad de hacer que las cosas cambiaran que su destino se realineara con el mundo, a través de Doumeki y de sus propios sentimientos.


Por culpa de su miedo absurdo, pero cierto modo justificado. Había perdido la oportunidad de decir lo que sentía, de intentar estar a su lado de un modo diferente, pero no se arrepentía, habían sido quince años en que el poderoso hitzusen los había obligado a estar juntos.


Esta noche ese fuerte vínculo cambiaría irremediablemente de una u otra manera, elegiría la mejor.


Si a partir de esa noche Doumeki quedaría fuera de su alcance para siempre al menos sería un buen amigo y le daría todo el ánimo que necesitara, todos los consejos. Lo que fuera.


---No fui capaz de preguntártelo yo mismo—dijo Watanuki de pronto a Doumeki que se había quedado callado, pensando que el otro no iba a contestar su pregunta y se sorprendió cuando el otro le habló—no acepté de verdad que nuestro destino estuviera cruzado. No te dije nada, cuando estabamos en la escuela, ni permití que lo dijeras. Siempre hablaba yo. Nunca te pregunté. Aunque hemos estado juntos todo este tiempo.


--- ¿Watanuki?


---Tal vez pienses que soy raro, o un estúpido, tal vez pienses que me he golpeado la cabeza y por eso estoy diciendo estas cosas pero no importa, solo quiero que sepas que eres importante para mí. Realmente importante. Significas mucho.


Aún cuando no lo diga todo el tiempo, lo creo—continuó mirando a cualquier parte menos a Doumeki—Siempre han dicho que somos cercanos, pero solo ahora creo ser capaz de entender lo que eso significa. Así que por ello mismo quiero saber las cosas que realmente piensas.


Quiero saber lo que verdaderamente te importa, las personas que quieres y por supuesto también de esa persona que es tan especial para ti. Es toda una sorpresa saber que tienes a alguien, pero me escuchas siempre, no solo ahora, por eso quiero hacer lo mismo, quiero que me lo cuentes.


Normalmente no hablas mucho y no dices nada a menos que te lo pregunten. Tal vez no pueda hacer mucho más que escuchar y ofrecerte consejo pero intentaré dar lo mejor de mí. Así que… ¿Me dejarás saber?--le preguntó con una sonrisa muy extraña, mezcla de felicidad por al fin poder pereguntar acerca de lo que Doumeki quería y tristeza por saberlo en su rostro.


--- ¿En verdad quieres saberlo?--preguntó Doumeki.


---Por supuesto—dijo Watanuki con una hermosa sonrisa esta vez sin rastro de tristeza—Sin importar lo que pase…


---… Nuestro destino es estar juntos—completó el Arquero.


---Así lo creo. Verdaderamente. Ahora, a ver dime quien te gusta tanto que has rechazado a tu larga lista de bonitas y tiernas admiradoras.


---Si de verdad quieres saberlo, te lo diré—dijo Doumeki acercándose al mago.


Quien pensó que Doumeki le diría al oído o en voz baja para que nadie se enterara.


No había nadie más que ellos despierto en la casa claro, pero bueno seguro que estaba muy ebrio, lo dejaría que hiciera lo que quisiera, después de todo ya nada podía empeorar la situación, quizá.


Por lo tanto, cuando su mejor y único amigo humano, el mejor arquero que conocía, profesor sustituto de folklore de la universidad local, exorcista a media jornada para su templo y ayudante voluntario a tiempo completo en la tienda lo tomó de los hombros, diciéndole con voz firme a la cara dos palabras que destrozaron su percepción del mundo en un instante.


---Eres tú.


---.................................


Watanuki estaba literalmente inmovilizado, traspasado por aquellas palabras su corazón duplicó la velocidad de sus latidos al instante, enviando sangre al rostro.


No pudo apartar en absoluto la mirada de Doumeki, por mucho que lo intentara sus ojos estaban clavados en él, intentando descubrir cualquier síntoma de una mentira. Pero sabía que era inútil. Doumeki no mentía. Nunca le había mentido.


Por disparatadas que pudieran sonar sus palabras eran la simple verdad. Pero esta verdad... era demasiado.


Doumeki siempre le decía la verdad, sin importarle si era tomado por insensible o las palabras eran dolorosas o molestas para la otra parte.


Estaba diciéndole sencillamente que siempre había sido esa persona especial para él.


Sin poder evitarlo una pequeña sonrisa casi imperceptible brilló en sus labios. Por que era feliz, de un modo que no creía que fuera posible. Y también por que no importaba cuál fuera la situación siempre terminaba por ser el idiota que nunca se entaraba de nada. 


                                ¿Cierto Yuuko-san?


Era siempre el chico lento e impaciente, gritón, exagerado y raro que pasaba por alto las cosas más obvias. Sobre todo cuando se referían a él mismo. Cuando se referían a las cosas que él deseaba. Siempre había dado por sentado que jamás podría tener lo que deseara.


Watanuki no entendía del todo lo que estaba sintiendo ahora mismo. Y tal vez fuera la mezcla de sus muchos y diferentes sentimientos encontrados lo que hizo que de pronto lágrimas se derramaran por sus mejillas. Doumeki seguía sujetándolo por los hombros.


El mago no quería que lo soltara. Levantó las manos para sujetar los brazos de Doumeki, porque quería, de la manera más torpe tal vez, cerciorarse que esto era real.


No podría tratarse de un sueño, por que el jamás tendría un sueño así, y por eso le parecía tan inverosímil.


Aún a pesar de esas palabras, de sus propios sentimientos, no entendía. Doumeki había sido asediado por muchas chicas tiernas y lindas desde siempre.


Podría haber elegido a cualquiera, la de mejor posición económica, la que mejor impresión causase en su familia, la que más le gustara para el caso, ¿Qué tenía de especial su persona? No tenía sentido, todas eran mucho más hermosas que él por supuesto, mucho más lindas… Mejores.


Lo que sentía por Doumeki siempre había sido algo extraño, pero muy intenso. Iba mucho más allá de la comprensión o del cariño que creía sentir por él.


Desde hacía mucho tiempo era una sensación indescriptible de seguridad. Incluso en la preparatoria ya tenía la sensación de que estar a su lado era lo correcto y cada momento que pasaba a su lado la sensación era más fuerte.


Pero tenía miedo de ser abandonado igual que siempre, de perderlo cuando más necesitase su presencia, de darse cuenta que al final lo mejor sería desaparecer. Tenía miedo de ser dejado de lado a su suerte como ocurría siempre.


Tenía miedo de que Doumeki se rindiera tarde o temprano, y esperaba siempre con aprehensión el momento en que aquello ocurriría.


Además le parecía extraño sentirse a la vez tan vulnerable y tan seguro cerca de él.


Por eso era mucho más fácil gritarle que entenderlo o siquiera intentarlo, Doumeki le parecía alguien demasiado silencioso, demasiado hermético, chocaba con su propio carácter.


Le parecía que era un enigma permanente.


Que era imposible descifrarlo como un muro imposible de franquear. Frio y seco. Tan autosuficiente, tan impasible que le intimidaba su presencia, por ello era más fácil dejarse llevar por sus instintos, y enojarse con el, creer en su sentimiento de culpa, de autodestrucción.


Himawari-chan le había gustado muchísimo desde el primer momento en que la conoció, la idolatraba con todo su corazón porque instintivamente sabía que ella lo destruiría. Y eso era lo que él más deseaba en aquel entonces. Ser destruido.


De ahí provenía esa sensación de odio hacia el otro. Doumeki se oponía férreamente a su destrucción. Sus propios poderes latentes de premonición siempre le habían dicho la verdad, aún cuando no la entendiera.


Era Doumeki la única persona que podría hacerlo desear permanecer.


La única persona que deseaba que él permaneciera, sólo por lo que era, y más aún la única persona que luchaba por hacerlo permanecer.


Por el contrario se dio cuenta que si elegía ser destruido por Himawari-chan la traicionaría como amiga, le haría cargar con su muerte. Anexándola a la lista de las cosas que eran su culpa. Lastimándola. Robandole esa felicidad que era su luz.


Y no sería justo porque ella le gustaba mucho. Era demasiado linda, tierna y divertida, extraordinariamente fuerte, luminosa como un sol, a pesar de la maldición que había en ella.


Himawari-chan era su mejor amiga. Y haría todo lo posible por ayudarle, sin traicionarla, sin pagar por ella el precio que le costaría toda la felicidad de la propia chica.


Ayudándola del mejor modo que conocía. Queriéndola por quien ella era. Incluso aceptando su maldición sin pretender arrebatársela, sin pretender ser herido, sacrificado para ella, por que eso a Himawari-chan le dolería más que ninguna otra cosa.


Las cosas habían cambiado a lo largo del camino. Gracias a la intervención de la poderosísima magia de Yuuko-san, quien facilitó todos los medios a su alcance para que el arquero pudiera tener los medios para luchar por que Watanuki se quedara, que existiera, para que pudiera a lo largo de los años hacerle comprender que no estaba solo.


Doumeki estaba siempre presente. Era alguien que estaría con él, sin importar que camino debiera recorrer, sin importar donde estuviera Doumeki era quien iría con él.


No sabía en qué punto había comenzado a pensar en él de otra manera. En sentirse avergonzado por las secas muestras de afecto de Doumeki más que enfurecerse por que creía que se burlaba de él.


A entender sus más mínimos gestos. A sentirse satisfecho al ser capaz de cocinar hasta sus más extrañas exigencias. En sentirse orgulloso al mirar la caja de bento vacía. El termo sin una gota de té.


En las cosas que no quería que el otro sufriera por su culpa. Y en su felicidad. En protegerlo siempre que tenía que hacer algo para la tienda y también visitarlo en sueños mientras estaba en clases. Mirando a la persona en la que se había convertido con gran respeto.


Teniendo claro mucho cuidado en no ser notado. Y no visitar nunca la clase de Kohane-chan.


Era más fácil fingir que nada pasaba. Que todo iba igual que siempre. Porque el equilibrio entre ellos era muy frágil. O al menos eso creía. No quería ser quien lo destruyera. No quería perderlo. No quería ser odiado.


Su propia eleccion había sido aceptar los sentimientos que tenía por aquel necio Arquero. Querer a Doumeki. Amarlo. Sin sacrificarse pero al mismo tiempo sin intervenir.


Doumeki había hecho su propia elección desde el principio. Había sido realmente paciente y perseverante...


Y aquella elección, le hacía feliz porque la persona que más le importaba lo había elegido por sobre cualquier otra.


Quizo sin embargo y pese a las dificultades que vislumbraba creer y confiar en las palabras de Sakura-chan. Tendría la certeza de que todo estaría bien.


Doumeki abrazó el cuerpo del mago, idéntico a como había sido siempre, solo su alma envejecía, lo aferró sin encontrar ninguna resistencia. Watanuki se rindió, por fin a él.


Y para Doumeki esto era una gran responsabilidad. Sabía mejor que nadie lo frágil que era en el corazón, siempre había recibido rechazo, sin embargo ahora se mostraba tal y como era delante suyo. No necesitaba ninguna respuesta ya. Este solo acto demostraba todo.


Cuánta soledad podía sentir en Watanuki, cuanto miedo. Se sentía terrible por todo lo que el mago había tenido que pasar. Se juró ante todo que ahora más que nunca lo protegería, del modo que fuera.


Siguió abrazándolo, lo haría por toda la eternidad si el mago así lo quería, sabía que el camino que había elegido no sería sencillo, pero nunca había dudado de su decisión. Quería estar a su lado.


Recordó algo que pasó hacía mucho tiempo. Watanuki era el centro de su recuerdo. Le había roto el corazón aquella tarde de lluvia. “Moriré solo” había dicho el mago. Su corazón había sido apuñalado por esas palabras. “No estarás solo—había pensado—Yo estaré contigo” Y desde ese momento se hizo la promesa de estar a su lado. Pasara lo que pasara.


Jamás había sido sencillo. Al principio solía pensar que era difícil y casi imposible estar con Watanuki.


Era ruidoso, gritaba siempre, y hablaba de todo, se alteraba mucho por cualquier cosa insignificante, era muy emocional, además solía quejarse demasiado por todo y por nada.


Cambiaba rápidamente de parecer, podía ser horriblemente pesimista tanto como ridículamente optimista con cinco segundos de diferencia entre ambos.


Pero y pese al instintivo sentimiento de ira que causaban los espíritus para hacerle abandonar el no podía ser vencido fácilmente, no se rendía, perseveró en su propósito, no quería que Watanuki estuviera solo, una y otra vez soporto todo lo que con llevaba estar con él, descubriendo al pasar cada vez más tiempo a su lado que el imán de demonios era tierno y encantador.


Disfrutaba mucho estar con él. Dejando de lado su estresante e irritante comportamiento tan exagerado, en realidad era fascinante.


Le atraían incluso las expresiones tan cambiantes de su rostro. Se sorprendía gratamente cuando el chico le mostraba alguna nueva.


Poco a poco sin que el mismo se diera cuenta la convivencia se volvió cercana y hacerlo enfadar se volvió algo divertido, ayudarlo en sus misiones era interesante, además le hacían sentirse orgulloso de su habilidad, ya que podía protegerlo.


El solo hecho de que Watanuki le preparase el almuerzo le hacía feliz. Ya que su comida era asombrosamente buena, como ninguna otra que hubiese probado jamás, era un sabor especial, uno que el abuelo le había descrito una vez mientras comían un bento casero que le había enviado a su abuelo una persona especial. Haruka decía que el sabor era exquisito pero a él le parecía aunque bueno, normal.


Algún día lo encontrarás también tú, Shizuka—le había dicho. Y lo había encontrado. Ciertamente.


Se dio cuenta que a Watanuki le hacía falta confiar en sí mismo. Y que no podía entender que otros se preocuparan por él porque hacía mucho tiempo que nadie lo hacía, sus padres habían muerto y había tenido que vivir solo.


Era egoísta en una forma muy tonta. Preocupándose por otros y luego lastimándolos cuando impedía a toda costa que se preocuparan por él, cuando restaba importancia a todo lo que le acontecía. Cuando quería cargar el solo con todos los problemas, para no involucrar a nadie.


Y que estaba perfectamente acostumbrado a valerse por sí mismo. A estar solo. A no confiar en nadie y a cargar siempre una bolsa de sal y correr por su vida, acostumbrado a no ser tomado en serio por sus habilidades, a que las personas no creyeran en su poder, a no hablar de sí mismo nunca, ni de sus habilidades, callárselo todo. 


Quería cambiar eso. A toda costa quería que Watanuki se diera cuenta de que era preciado para muchas personas. Que era admirado por sus habilidades, no solo culinarias sino también lo demás. Pero seguía menospreciándose hiciera lo que hiciera.


El accidente provocado por la mala suerte de Kunogi en el que se había caído de la ventana había sido el detonante que permitió que se diera cuenta de sus propios sentimientos ocultos hasta entonces por su incapacidad de ver a Watanuki como a una persona que quería ayudar.


Pero también Watanuki alguien quien era fascinante. Alguien muy frágril a quien proteger, exagerado a quien molestar, amigable con quien divertirse, incluso alguien con quien tener citas de lo más extrañas.


Nunca había conectado los puntos, pero aquel accidente había sido como un relámpago en el cielo. Que a costa de gran destrucción y dolor le había mostrado un panorama sorprendente.


Que no odiaba, que no sentía extraño. Por que el era siempre honesto consigo mismo. Aún así aquello fue una revelación.


Había sido la primera vez que había sido incapaz de protegerlo de sí mismo y de su afán de autodestruirse. La primera vez que había estado realmente al borde de la muerte. Sin que pudiese hacer nada para evitarlo.


El destino lo había atado de pies y manos, evitando cada vez más el contacto entre ellos. Kunogi estaba cada vez más cerca, y el cada vez más lejos. Al final había caído de más de dos pisos de altura, rompiéndose casi todos los huesos y perdiendo tres cuartas partes de su sangre.


Hizo que se cuestionara demasiado durante mucho tiempo. Al final fue imposible no darse cuenta que Watanuki era más que una persona tierna y encantadora, a quien quería mucho y deseaba proteger. Valoraba por supuesto y más que nada la vida de su amigo.


Pero solo ahora se daba cuenta que no quería perderlo. Bajo ningún concepto quería ser alejado de él. Que era importante para él e inclusive cambiaría su vida por la de él, quería que estuviera a salvo, que viviera.


Sus cuerpos quedaron unidos a partir de aquel momento. Compartían uno de sus ojos y poseían en gran parte la misma sangre en sus cuerpos. El vínculo que los unía como compañeros se convirtió en otra cosa. Por el bien de ese sentimiento que había cambiado.


Watanuki le gustaba más allá de la amistad, del cariño, de la confianza. Aquello era sorpresivo y raro, pero cierto, quizá no era lo correcto entre las personas de la sociedad en la que vivia, y definitivamente no era lo mejor para el imán de demonios, pero jamás había creído en las mentiras. Las odiaba.


Aunque si creía en el poder para elegir. En el poder decidir. Había decidido entonces conservarlo como un secreto. Por el bien de ambos, por el bien de aquella precaria convivencia. Para poder permanecer a su lado y protegerlo estaba bien si sus sentimientos permanecían de esta manera.


Y se dio cuenta que en realidad esos sentimientos ya habían permanecido así mucho tiempo. Había sido una clase muy extraña pero increíblemente auténtica de amor a primera vista. Le había querido desde el momento en que lo vio aquella tarde lluviosa.


Por eso había dolido tanto el saberle solo. Era la razón de querer estar a su lado siempre para que no lo estuviera. Le quería de una manera muy especial. Que se había reforzado por la diaria convivencia, y las situaciones de gran riesgo que habían vivido juntos.


Le gustaba el chico tonto de las gafas y al diablo con lo demás.


Por que lo importante era lo que sentia. Su abuelo le había hablado muchas veces de esta clase de amor verdadero, el que uno siente por alguien, sin importar lo que opinen los demás. Por que es un sentimiento propio.


Era por eso que no importaban su club de admiradoras, lo encontraba de hecho ligeramente bizarro, ni tampoco las chicas que se confesaban avergonzadas tras las clases, o las que llenaban su casillero con cartas de amor, por muy amables o buenas que fueran.


Tampoco importaban las que le regalaban chocolates en el día de San Valentín, claro que se sentía halagado por ser el depositario de sus sentimientos y no rechazaba nunca ningún chocolate para no herir los sentimientos de nadie, ninguna de sus muchas admiradoras era ignorada, siempre sabía tener paciencia para todo el mundo, pero siempre decía la verdad cuando se trataba de sentimientos y ya se había cansado de decir de mil maneras distintas que estaba enamorado de alguien más.


Lo que si importaba eran las cosas que Watanuki hacía por él. Importaba por supuesto recibir un chocolate de su parte en San Valentín aunque fuera de amistad.


Incluso reconocía que habían sido en gran parte la idea de la mirada de Watanuki sobre su ejecución lo que había hecho que fallara ligeramente la primera flecha de aquella competición de tiro con arco mucho más que su lesión.


Le gustaba todo lo que tuviera que ver con él, su terca manera de ser, su charla exagerada sobre ningún tema en especial, sus movimientos extraños, hasta sus bailecitos raros de protesta eran divertidos, tanto como esa sonrisa boba que ostentaba y su optimismo, comer cualquier cosa que preparara también le gustaba, porque estaba muy orgulloso de las habilidades culinarias del imán de demonios.


Especialmente le gustaba cuando estaba enojado y de mal humor. Gritaba y berreaba por cualquier cosa que incluyera la ausencia de Kunogi. Pero él era el único capaz de hacerlo enojar de verdad. Lo cual solía ser especialmente ridículo ya que parecía un pequeño gato muy tierno intentando verse enfadado y feroz.


Aunque le gustaba incluso más, por su inocencia, por la que sentía verdadera debilidad, Watanuki se avergonzaba y se sonrojaba fácilmente, pero esa tendencia a gritarle las gracias era única. En pocas palabras era un encanto.


Doumeki bien sabía lo se escondía tras todos esos gestos nerviosos. Tras esos enojos, tras la irritación. Lo sabía y se había dado cuenta que Watanuki tenía miedo de descubrirlo.


Evitaba por todos los medios profundizar la relación que existía entre ellos, luchaba tercamente contra lo inevitable .


Muy a pesar suyo, Watanuki terminaba por alguna razón siempre por sostenerse de él, por refugiarse en él, y Doumeki escuchaba, aún si solo se trataba de su usual histeria, aquella confianza que Watanuki depositaba en él era su mayor tesoro.


El destino mismo y el tiempo se habían encargado de derribar las barreras que había construido Watanuki para evitar que se acercasen a él. Doumeki era capaz de ver a través del mago como si estuviese hecho de cristal. Kunogi había intuido también lo mucho que compartían. Y por ello señalaba su unión a cada paso. Incluso ella había visto la desesperada lucha de Watanuki para esconder lo que sentía por Doumeki.


Habían hablado después del accidente. Ella le confesó que Watanuki le gustaba de verdad.


---A los dos nos gusta mucho, Watanuki-kun—habia dicho ella.


Estaba recargada sobre la pared al lado de la puerta de la habitación de Watanuki como si nada luego de recibir las cicatrices del chico de las gafas. Debían dolerle muchísimo. Pero ella seguía teniendo una sonrisa en el rostro. No lo miraba. Miraba al frente.


El estaba exhausto por la pérdida de sangre, sentado al otro lado de la puerta recargado en la pared, tampoco la miró.


Ya lo sabía por supuesto, que ambos les gustaba la misma persona y aunque en ocasiones no podía evitar sentir suspicacia siempre trató de que la competencia entre ambos fuera justa. Después de todo quien decidiría sería Watanuki.


Sin embargo tras el accidente Kunogi decidió no confesar nunca sus sentimientos ya que ella se había enamorado y por el bien de ese amor no quería lastimarlo, se daba cuenta que jamás podrían estar juntos.


Doumeki lo sentía por ella, porque realmente le agradaba. Y la quería como a una compañera, como a una amiga, la entendía por qué a él también le gustaba la misma persona.


Pero respetaba su decisión y la aprobaba, jamás dejaría que le hicieran daño a Watanuki. Ni aún si fuera eso lo que él quería. Ni aún si fuera Kunogi.


Además”—le había dicho ella con una sonrisa—“estoy segura de que quien le gusta de verdad eres tú Doumeki-kun”


Doce años habían transcurrido desde aquello. Kunogi estaba ahora casada con un respetable ejecutivo que aunque no pasaba gran tiempo con ella, la amaba.


El efecto de su mala suerte no podría matarlo, así se lo había dicho la abuela de Tsuyuri cuando fue consultada, aunque si lo afectaba y ya le había causado graves accidentes hasta ahora, pero intentaban sobrellevarlo con gran éxito.


Kunogi amaba a su esposo, pero Watanuki siempre sería especial para ella. Más especial que cualquier amigo, incluso más especial que su propio esposo. Más aún ahora que solo sería capaz de verlo una vez cada año. Por la seguridad de ambos tal vez había llegado el momento de separarse.


Watanuki se había dado ahora cuenta que se había resistido a saber la verdad pero había tenido el valor de enfrentar sus propios sentimientos y por tal vez le costaba aceptarlos.


Doumeki sonrió brevemente. No tenía ninguna prisa, había esperado doce años para decirlo. Ahora que Watanuki lo sabía por fin se sentía en paz. Estrechó al mago entre sus brazos con más fuerza, por que las palabras carecían de todo sentido o significado en aquel momento.


El mago aceptaría o rechazaría aquella confesión. Y Doumeki podía esperar lo que hiciera falta. Esperaría por siempre si era lo que quería Watanuki.


Tomó el rostro del mago en sus manos y le limpió las lágrimas con la manga de su Yukata sin que el otro protestara.


Se acercó con mucho cuidado hasta apoyar su frente en la del amo de la tienda, estaban más cerca de lo que habían estado nunca lo soltó para que pudiera retroceder si era lo que quería.


Pero el mago puso sus manos encima de las suyas y cerró los ojos, disfrutando aquella cercanía y calidez como jamás lo había hecho, sintiendo la presencia amable que tanto quería.


En un instante Doumeki sin pensarlo se acercó aún más a Watanuki posando sus labios en los del mago en un beso tierno, suave, amable, cuidadoso. Como el amor que sentía por él. Aquel primer beso fue en realidad especial. Mágico.


Tan necesario, que su fuerza en verdad era capaz de delinear el destino de mundos enteros, fue correspondido con miedo, un poco torpemente.


Watanuki pasó suavemente los brazos por el cuello del exorcista, ocultándose avergonzado.


Pero una gran calidez inundaba su interior. Sus sentimientos habían alcanzado Doumeki. Aún cuando creía que sería imposible decirlo, aún cuando creía que era demasiado tarde que el exorcista estaba fuera de su alcance para siempre.


Aunque quizá la realidad era que los sentimientos los habían alcanzado mutuamente. Por que...


        “Cuando hay amor no hay nada que pueda hacerse”


 


---Te quiero—dijo el mago.


No había sido nada sencillo para Doumeki reconocer ante Watanuki aquellos sentimientos. Era difícil imaginar lo que habría tenido que superar el propio mago para poder decirlo.


Existe el comienzo. También el final.


Al mismo tiempo es posible decir que nada comienza y nada termina. Todo ha estado desde siempre aquí. Y seguirá estando para siempre.


En la magia esto tiene especial valor.


Nada tiene fin ni principio, todo es eternidad.


Había comenzado una nueva historia. Y al mismo tiempo solo continuaba sin final.


Solo era la consecuencia lógica de uno de los muchos destinos posibles. Era la consecuencia final de las elecciones de ambos.


La única elegible de entre cientos de posibilidades, pero que habían elegido ambos por su propia voluntad.


Que sin embargo había sido elegido en un tiempo anterior al nacimiento del tiempo mismo el destino que aquellas almas habrían de tomar.


Era en realidad paradójica la perfecta complejidad de aquella ecuación, pero era sencillamente sublime.


Los labios de ambos volvieron a unirse, sin vacilar en esta ocasión, abandonados a la sensación suave, dulcísima, que experimentaran, pero no para confirmar que el destino los había unido, de aquel modo inexplicable.


Aquel beso que se profundizó con un suspiro que quedaría grabado en la eternidad representaba la inmensidad de sus emociones. La comunión de sus espíritus. Más allá de cualquier interferencia.


El cruce final del destino de Watanuki Kimihiro, que había dejado ahora mismo de ser una onda irregular fluctuante y peligrosa, separada de las demás, sin ninguna conexión.


Para convertirse en parte de las fibras que componían el inmenso todo. Envuelta por el destino de Shizuka Doumeki, que había abierto una posibilidad infinita con su elección.


Revelando un universo nuevo, completamente diferente, en el que existía un solo destino para ellos. Un camino para los dos.


Yuuko había confiado en este destino. En este futuro, en este final, y lo había facilitado con su interferencia todo lo posible, porque Watanuki era para ella un ser muy especial, una persona muy, muy querida, lo más cercano que existía a ella misma. Que había quedado atrapada en un tiempo fijo, sin poder alcanzar la inmensidad. Lo protegió de Fei Wong por el bien de todos los futuros y todos los destinos.


Pero ante todo por que deseaba con el corazón que Watanuki alcanzara la felicidad.


En cierto modo porque aunque sabía que eso no era así se sentía responsable por que los sentimientos que esa persona tenía por ella habían causado todo, y además porque la existencia de Watanuki era necesaria. De eso estaba segura.


Watanuki había nacido como una existencia completamente diferente. Un ser con un alma y un corazón propios. El único con el poder de volver a unir la lógica y la realidad de un universo roto, el único que podía detener la fluctuación que llevaba al universo a la destrucción.


De sus decisiones, de su existencia dependían mundos enteros. Y ella había confiado en el joven exorcista la tarea de protegerlo, de enseñarle lo que Watanuki jamás podría haber aprendido por su cuenta. Pues era una persona demasiado inocente, demasiado frágil.


Ella más que ninguna otra persona creía en el destino. Pero también en el poder de decidir, en el poder que otros tienen para atar nuestros corazones. Para fijar en un universo entero la existencia de un ser amado.


Una prueba indiscutible del poder que los sentimientos humanos, a menudo tan infravalorados, ejercían sobre el universo. Prueba de que el destino está ligado a los sentimientos a las fuertes emociones que nos ligan unos a otros, volviéndonos imprescindibles, amados, preciados, fuertes. El origen de todo lo que tiene valor en la humanidad.


Elegir es el único poder del ser humano, y al mismo tiempo el origen de la certeza de que el destino existe. Una contradicción inexpugnable que no necesita ser resuelta ni entendida por la razón. 


Una sola contradicción es la última frontera que libera el poder y lo restringe. A una sola opción. A cientos de mundos diferentes, coexistiendo entre sí con perfecta sincronía, interconectados en un solo destino: Humanidad. Gente.


Y Deseos.


Poderosa fuerza humana capaz de sellar el destino.


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Notas finales:

Y al fin el fin. Lamento lo larguísimos que son los capítulos. Espero que no les haya parecido muy tedioso. Muchas gracias por haber leído hasta aquí. 

 


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