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SEALED DESTINY por Mahozahamy Arisugawa

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Notas del capitulo:

Actualización Prometida y en Tiempo. Disfruten. 

II


OUR FIGHT


 


DISGISE


 


---Perdón llego tarde…--saludó el arquero al entrar a la tienda. Se preparó para recibir el clásico y aún patético intento de enfado de Watanuki “¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no entres por el jardín?! Usa la puerta del frente, qué tengo que hacer para que lo entiendas“ esperaba con impaciencia para poder mirar en aquellos ojos al menos una parte del antiguo Watanuki.


Pero se sorprendió desagradablemente al descubrir que él no estaba sentado en la terraza. Aún cuando había sentido su presencia fuertemente. 


---¡¡Okaerinasai!!—Apareció en cambio Mokona gritando y rebotando por todo el pasillo a manera de saludo—Sake, edición de primavera ¡Yay!—dijo abrazando con cariño la botella que Doumeki llevaba consigo.


---Tadaima.


--- ¡¡Doumeki!!—Saludaron a coro las gemelas, girando tomadas de las manos, venían tras Mokona-- ¡Okaeri!


---Estoy en casa. ¿Dónde está él?—refiriéndose a Watanuki por supuesto.


--- ¿El amo?—preguntaron alegremente, Maru y Moro. Doumeki asintió.


--- Watanuki preparó ya la comida desde hace un rato y el Sake, además hizo los bocadillos como una buena esposa—respondió Mokona— ahora está tomando un baño.


--- ¡Ofuro, Ofuro!--canurreaban las niñas. 


--- ¿Pasó algo?—preguntó mientras se sentaba en la pulida madera para quitarse los zapatos.


---Watanuki atendió a un cliente hace un rato, aún es el mismo de siempre, pero ¿Sabes, Doumeki? un cliente de "esos" vendrá mañana. La abuelita nos los dijo, envió un mail justo después de que el de hoy se fuera. Dice que será difícil.


--- ¡Un mail, un mail!


---Ya veo—dijo entrando en la sala de estar con los zapatos, la bolsa del regalo y el maletín de las clases en las manos, al hombro llevaba la maleta con su ropa la había dejado con unos conocidos suyos en una tienda de bento cercana a la universidad, pues estaba harto de que sus colegas femeninas y masculinos hicieran preguntas insidiosas o intentaran fisgonear cada vez que quería quedarse a pasar la noche con Watanuki en la tienda. Cerró la puerta tras de sí, las gemelas llevaban la bolsa de la compra. Mokona cargaba el Sake.


 


--- ¿Hablaste con Himawari-chan?--preguntó el manjuu caminando rapidamente por el piso de madera para ponerse a la par de Doumeki. 


---Tal vez no podrá venir este año--contestó simplemente.


---Eso no es bueno ella también debe visitarnos seguro estará muy triste por no poder venir, todos estarán aquí, la abuelita, Kohane-chan, y Doumeki también, los zorros del puesto de Oden, amewarashi, sashikiwarashi, la jorougumo, el conejo lunar, el yumekai, ¡todos!


---Su esposo…--empezó pero decidió no terminar. 


---Ya veo—dijo Mokona alicaído. Sus orejas arrastraban un poco por el suelo.


Los zapatos fueron puestos en el recibidor, para sorpresa, cotilleo y gran alegría de Mokona, Doumeki se dirigió con toda naturalidad hacia el baño. El pequeño manjuu empezó a reir con maldad pensando quién sabe que cosas y sonrojándose mucho, pensaba contarle todo a su otra mitad y al grupo de Shaoran cuando los encontrase en sus sueños.


El arquero tocó la puerta del baño ignorando la actitud del pequeño manjuu que se fue rebotando hacia la cocina para "no interrumpir" la miró extrañado pero lo dejó estar. 


---Ya vine—dijo con su apático tono de siempre.


---Llegas tarde--le respondió desde dentro la adormilada voz del mago.


---Tengo Hambre--declaró.


---Agh, si, si, ya, voy en un minuto.


---Ok--dijo al escuchar el agua salpicar bastante, seguro que si salia pronto. 


Mokona que estaba espiando por supuesto siguió a Doumeki hasta la cocina, ahí lo esperaban las gemelas meciendo de un lado a otro la bolsa mientras cantaban a coro una vieja rima infantil... Europea.


La excelente comida de Watanuki, el Sake y los bocadillos descansaban sobre las bandejas. Listas para servirse.


 


--- ¿Pueden ayudarme?—preguntó Doumeki a las niñas mientras se desabrochaba las mangas para lavarse las manos. .


--- ¡Claro! --dijeron estas--¿Qué quieres que hagamos?


Las gemelas y Doumeki se encargaron de poner las provisiones en sus lugares, reabasteciendo la alacena y el refrigerador, como siempre Mokona más que ayudar estorbaba cada paso, lo último fue servir la comida sobre la pequeña mesa redonda que usaban desde hacía tiempo.


Como no necesitaban comer, después de ayudar las niñas recibieron encantadas el nuevo libro de cuentos infantiles occidentales que él había llevado para ellas y corrieron por la casa bailando y diciendo que Mokona no recibiría más que una copa de sake porque no había hecho la limpieza del baño.


Mokona se fue tras ellas rebotando e intentando quitarles el libro en venganza. Doumeki sirvió el Sake en dos pequeñas copas. Tomó un gran trago de la suya. Esperó.


---Ah… eso fue reconfortante—dijo el amo de la tienda entrando en la habitación mientras secaba su cabello, minúsculas gotitas de agua mojaban los tatamis, se acercó mucho más de lo acostumbrado a Doumeki que sostenía su copa ya casi vacía, para ver si había tomado mucho antes de cenar y reñirlo, pequeñas gotas de agua mojaron la camisa del otro que percibía el perfume de la esencia de baño envolviéndolo—Luego de tantos años, has aprendido algunos modales—dijo al ver servida la comida. Incluso la enorme ración de Mokona estaba en su lugar.


--- Lo hago porque quiero—dijo Doumeki.


---Eres testarudo, terco y nunca escuchas lo que digo—recitó el amo.


--- ¿Y, qué hay con eso?


---Gracias por tu amabilidad—repicó Watanuki de malos modos mientras tomaba la copa de la mano de Doumeki sin que este se la ofreciera bebiéndose el resto.


---Era mía.


--- ¿Y, qué hay con eso?—le respondió desafiante el amo, en lo que parecía una riña de lo más infantil, pero luego de mirarse por unos momentos, le devolvió la copa con una misteriosa sonrisa en sus finos labios.


Doumeki fijó su mirada en aquellos extraños pero irresistibles ojos bicolor, tan profundos, brillantes y sabios, enmarados por los anteojos, inmensamente poderosos, indescriptibles, delineados por aquel nuevo poder, guardó silencio


—Terco—dijo el amo, un poco irritado por que no le hubiera seguido la corriente, dirigiéndose a su lugar, se desplomó entre los cojines.


---Vino un cliente—dijo Doumeki. 


---Así es. 


--- ¿El deseo?


---Un mensaje.


--- ¿El pago?


---Aquí—dijo mostrándole al profesor una caja musical, le dio cuerda, la música era delicada, hermosa—Un Orgel. Lo llevé a la sala de los tesoros, aunque parece preferir este lugar. Perteneció a una bella dama que falleció hace poco. Su esposo deseaba darle un último mensaje y saber si se hallaba en paz.


--- ¿Está balanceado?


---No ocurrió nada, así que eso supongo.


---Kunogi…


---No vendrá este año, lo sé, llamó hace un rato hablamos bastante pero ya está bien, no vendrá tal vez a ninguno a partir de ahora. Himawari no debería venir aquí. Este lugar es peligroso para ella y podría ser mucho más perjudicial para él de lo que ya es, tal vez finalmente se dio cuenta que las cosas empeoran, luego de ese día.


---Ella se preocupa realmente. Sabes lo que siente por ti.


---Por ella es que he tomado la decisión--dijo con firmeza, estaba seguro--Ocurriría eventualmente de cualquier manera. Ocurrirá… también contigo--dijo sin poder evitarlo, su voz había sonado vacilante.


---Haré esto mientras quiera—dijo Doumeki


--- Algún día te marcharás, es inevitable que suceda.


—Atenderás a un cliente mañana--presionó Doumeki para cambiar de tema. ¿Quién era el terco aquí?--se preguntó. 


---Te lo dijo Mokona--declaró Watanuki, más irritado por este obvio cambio de tema forzado, pero dejandolo, a fin de cuentas parecía que no hubiera manera de estar de acuerdo, al menos en ese tema--recibimos un e-mail de la abuelita. Será difícil. Para los dos.


--- ¿Qué quieres decir con eso?


--- ¡¡¡Yakitori y Tapenyaki!!!—Interrumpió Mokona entrando a la sala--- ¡Sake! ¡Y Sake Extra Especial! ¡¡YAY!! ¡Itadakimasu!—dijo el pequeño manjuu mientras tomaba los palillos y devoraba enormes cantidades de arroz.


---Itadakimasu—Watanuki empezó a comer, también.


---Itadakimasu—dijo Doumeki empezando.


--- ¡Quiero mi ración de Sake extra especial ahora! ¡Quiero mis golosinas ahora!—gritó Mokona.


---Después de cenar. Si ayudas--fue la réplica de Watanuki


--- ¡Lo sabía!--exageró la pequeña bola de pelusa negra tirándose de las largas orejas--Eres una esposa demoniaca. ¡Justicia!


---No soy ninguna esposa--replicó calmadamente Watanuki comiendo más arroz. 


---Watanuki-sama ten piedad--suplicó ahora Mokona-- ¡Eres mi héroe! ¡Por favor!


---He dicho que no--continuó calmado bebiendo un poco de sopa.


---Dame diez veces más--exigió. 


--- Nada, hasta que ayudes. 


 


En verdad, fueron la última palabra, por que sin importar los ojos brillantes de Mokona, su carita tierna, o su enfado. Watanuki permaneció inalterable. 


Doumeki contempló la escena en silencio, devorando cantidades enormes que casi competían con la ración de Mokona, pero con un sentimiento cálido en el pecho. Sintiendose en paz al mirar esta escena tan por el querida y sobre todo en casa al comer la comida de Watanuki y escuchar su voz, aunque fuera para ser terco, como lo era siempre.


Tras convencer a Mokona de ayudar fueron abiertas dos enormes botellas de Sochou y el sake extra especial edición de primavera, los bocadillos fueron dispuestos y casi antes de que estuvieran en sus platos devorados por Doumeki y Mokona, Watanuki probó solo uno, las gemelas se llevaron los platos para poder seguir leyendo y Mokona rendido por el esfuerzo y el alcohol se durmió casi de inmediato sobre los cojines sonrojado y balbuceando cosas ininteligibles.


Watanuki luego de cubrir a Mokona con su pañuelo abrió la puerta corrediza que daba al jardín. Salió seguido del profesor quien llevaba en las manos una pequeña charola con lo que quedaba del Sake y las copas de ambos. Cerró la puerta tras de sí.


---Gracias por la comida—dijo Doumeki sentándose en el pasillo.


---Gracias por comer—le respondió el amo, también sentándose.


--- ¿Qué fue lo de antes?—preguntó mientras servía el Sake, Watanuki fumaba ya su kiseru.


--- No sé de qué estás hablando—contestó el mago de mal humor. ¿Ahora también quería que le leyera el pensamiento? ¿Tanta era su pereza?


---El cliente de mañana.


--- ¿Quién sabe? Por cierto, ¿Fuiste a tú casa antes?—preguntó Watanuki con enfado.


---Te quejarías si no lo hubiera hecho ¿No?


---No puedo creer que pensabas ausentarte todo el fin de semana sin avisar—seguía frunciendo el cejo. Tomó la copa que le tendía su compañero—gracias.


---No es como si les molestara, que me ocupe de mis asuntos.


---Eso no te disculpa, ¿Qué les dijiste?


---Que iba a pasar el fin de semana en las afueras con un amigo. Por su cumpleaños.


---No mentiste. Al menos.


---Estás de mal humor—dijo Doumeki frunciendo el cejo.


---Claro. Se acerca ese día.


---Estoy aquí para eso ¿No?


---Hay un límite para esa gran actitud que tienes... tú...


Watanuki se interrumpió en la mitad de la frase, y su enfado se trocó en desconcierto algo no cuadraba ahí. 


---¿Qué te pasa? Pareces estar feliz.


---Fue una buena cena—contestó, hacía muchos días que no visitaba la tienda y había extrañado los deliciosos banquetes del mago claro pero verlo enfadado era mucho mejor que el postre, que estaba delicioso por cierto. 


---Pues muchas gracias supongo—dijo Watanuki olvidándose por completo que estaba molesto— Y... ¿Está listo? ¿Tenías algo que hacer, no? Para la universidad.


---Material de apoyo para la clase... y la tesis para aplicar como profesor titular, gracias por ayudarme a transcribir—dijo en realidad inmensamente aliviado, pues aún con su ayuda había tenido que quedarse hasta pasadas las diez de la noche en la biblioteca por una semana y probablemente no hubiera podido terminarlo sin esa ayuda extra.


---No es nada, es bueno saber que sigues siendo tan responsable--declaró tratando de quitarle importancia al hecho de que había transcrito algo así como doscientas hojas en un par de días. Pero eso de tener poderes tenía sus ventajas. 


— ¿Quieres verlo?--preguntó. 


---Sí es muy largo envíame una copia al e-mail, lo leeré, una vez termine todo este asunto del trabajo y del cumpleaños.


---Ok.


Permanecieron juntos en un apacible y cómodo silencio, admirando la paz del jardín y la luna, los restos del crepúsculo iban fundiéndose en el horizonte en el mundo fuera de la prisión mágica, una aterciopelada noche nacía gloriosa, fría. Finalmente Watanuki rompió el silencio.


---Yuuko-san solía decirme que tu destino y el mío estaban conectados. Que era una “estrecha relación predestinada” –rió— En aquel momento no podía aceptarlo, ni entenderlo suponía que lo hacía únicamente por molestar pero…


--- ¿Ahora lo crees?--preguntó Doumeki. 


---Me pregunto si es así—dijo el amo de la tienda de los deseos con una triste mirada que se clavó directamente en los ojos de su compañero quien le devolvía como siempre una mirada única, sincera, transparente.


Los ojos de ambos se conectaron por un instante, alejados de la conversación casual y del exquisito Sake.


Watanuki exhaló el humo, que se desvaneció suavemente, como el aleteo de una mariposa. “Me pregunto si tu también lo comprendes”—decían aquellos ojos bicolor esperando llegar a la otra persona— “Me pregunto si es demasiado tarde”


---Es primavera—dijo Watanuki apartando la mirada—pero ha hecho frío por la noche, vayamos adentro si aún quieres beber, te haré compañía, el zorro del puesto de oden nos ha traído por cierto un delicioso licor de fresa y el pequeño unas mantecadas que hizo siguiendo mi receta, dijeron que lo compartiera contigo. No le digas a Mokona.


---Será para nosotros entonces--delcaró Doumeki, Solemne.


---Dicen las mismas cosas.


--- ¿A qué te refieres?--preguntó el arquero.


----Olvídalo.


---De acuerdo.


---Dame eso ahora mismo--se irritó el mago--y ve a bañarte, ya está preparada la bañera, no vacíes el agua sin conectar la manguera--lo riñó— Prepararé todo.


--- ¿Por qué ahora?


---Dentro de nada lloverá… Supongo que no quieres mojarte ¿O sí? Si es el caso no te detendré. Abrió la puerta corrediza y Doumeki decidió seguirlo.


 


                                      +++++


 


En cuanto Doumeki salió del baño con una yukata de estar por casa las primeras gotas de lluvia golpearon los cristales de la tienda. Pronto la lluvia ligera se intensificó. Estaba lloviendo a cántaros.


--Mal augurio—susurró Watanuki.


Estaba desenrollando con calma el futón que ocuparía Doumeki en la habitación de invitados. Le colocó encima las mantas, alisándolas con esmero.


Si debiera admitirlo solo ante sí mismo, estaba empezando a sentirse incómodo, la atmósfera opresiva le indicaba que algo iba a ocurrir, y no quería que el auto invitado de cada año a su fiesta se quedara solo esta noche. Tal vez deberían quedarse juntos.


Pero no veía la manera de decírselo sin que las cosas se torcieran o el acabara ya más fastidiado de lo que estaba. Seguramente el muy engreído haría una broma de esas suyas sin gracia al respecto, o se haría el interesante, creyendo que lo hacía porque en realidad… lo que fuera que quisiera creer--alisó con furia las últimas arrugas.


El ambiente general invitaba al desastre.


Quizá si pusiera aquí unos amuletos protectores…


Pero entonces, ocurrió. Doumeki entró en la habitación y Watanuki guardó silencio dándose cuenta ya era tarde, el desastre había llegado.


No podía hacer nada para evitarlo, había cruzado el plano de lo interferidle en el tiempo, se había conectado a los eventos del futuro y sería adverso detenerlo.


El desastre tenía que ocurrir. Tendría que enfrentarlo… con Doumeki.


Por su parte sin sentir aún nada en particular, el invitado miró su equipaje en la esquina de la habitación. Estaba intacto. Watanuki no había movido para nada las bolsas que contenían su ropa y el obsequio.


Esperaba que no lo descubriera, tenía que ser una sorpresa, esperaba conseguirlo después de todo el mago no podía adivinar las cosas con respecto a sí mismo. Y esperaba sinceramente que lo que estaba guardado ahora mismo en el bolsillo interior del saco que llevaba en las manos siguiera como un secreto, hasta que todo pasara. 


Miró a Watanuki y sonrió al ver que había estado preparándole el futón. Se acercó con toda intención de hacerle enojar con sus acostumbrados comentarios mordaces. Pero pronto se dio cuenta que Watanuki estaba inmóvil sobre el futón, la mirada en sus ojos era extraña, seguramente se había sentido cansado de nuevo. O quizá... Se apresuró para auxiliarlo…


Entonces las luces se apagaron, y también Doumeki pudo verlo y sentirlo. Algo había entrado en la casa.


---No te muevas—ordenó el amo a Doumeki, volviendo a la realidad bruscamente, reaccionando rápido ante el peligro que amenazaba al arquero.


Watanuki se incorporó. Algo había llegado. Era malo. Y muy, muy grande. Terrorífico. Había roto un hueco en la kekkai de la tienda, lo cual no era poca cosa. Se preguntó si Maru y Moro se encontraban bien. Pensó en ellas con fuerza.


---Estamos bien amo, hemos traído a Mokona—dijeron sus vocecitas despacio, en la mente del mago.


---Quédense juntas con Mokona definitivamente no deben venir esta cosa es muy peligrosa, y especialmente para ustedes yo cuidaré de Doumeki.


---Ten cuidado, amo.


El poder de Watanuki se concentró en un punto y produjo una llama aproximadamente un metro a su izquierda, la criatura emitió un chillido horrendo que le proporcionó la distracción exacta para llegar hasta Doumeki.


Lo derribó justo a tiempo, la criatura había exhalado su pútrido aliento para extinguir la llama. Cualquier inhalación directa de aquel vapor habría sido suficiente para hacer que se desmayase. Y si el arquero no podía hacer uso de su dedal, entonces todo acabaría peor de lo previsto.


“Quieto”—ordenó mentalmente Watanuki.


El otro se quedó quieto, sorprendido, había oído con claridad la voz del mago en su mente, aunque hasta ahora jamás se habían comunicado así.


Podía sentir el ligero peso de su compañero, el roce de su ropa, pero sobre todo la tensión en su cuerpo. Aquello era algo malo, sin duda.


Watanuki estaba preocupado, e intentaba ridículamente defender a Doumeki con su propio cuerpo, el mago se incorporó a medias y sus manos realizaron complicados movimientos en la total oscuridad.


Tratando por todos los medios de defender al arquero, que justo ahora estaba en gran peligro, para que no fuera notado por el monstruo. Abrió y cerró los dedos en el aire. Dibujando símbolos de protección alrededor de Doumeki y de sí mismo. Mostrando la fuerza de su poder. La criatura siseaba enfadada. Sentía el poder de Watanuki pero no podía verlo.


 “¿Tienes el dedal?”—preguntó Watanuki.


“Si”


El amo explicó mentalmente al profesor su papel. Iban a ponerse de pie al mismo tiempo para que el inmenso poder espiritual y purificador de Doumeki no fuera notado por el monstruo, una vez en pie Doumeki dispararía a la criatura con lo que provocada, se lanzaría hacia ellos con toda su potencia creyendo que Watanuki era su único enemigo. El mago tendría unos preciosos segundos para convocar los ofuda que protegían el cuarto de los tesoros y su propia habitación para encerrarlo. Maru y Moro mantendrían la tienda en su lugar.


Ocurrió tal como esperaban, tal y como estaba previsto. Doumeki disparó hacia la profunda oscuridad y la criatura se lanzó disparada hacia él.


Aunque no podía verlo, se dirigió hacia el mago, creyendo que este era el origen del poder purificador y creyendo que estaba débil, se lanzó lista para devorarlo.


Mientras tanto con los amuletos en la mano Watanuki formó una esfera. La criatura entró limpiamente en la trampa. Una luz opaca inundó la habitación mientras el monstruo era sellado.


El profesor miró a su amigo, la mirada del mago era inescrutable, dominante, a Doumeki no le gustaba aquella mirada, era símbolo de la dureza, del cinismo, de la tristeza y del dolor que había adquirido durante todos esos años.


Del inmenso poder que no cesaba de crecer a la vez que atraía la desgracia y el desastre a la vida de quien tanto le importaba, no le gustaba aquella mirada, le recordaba dolorosamente la otra mirada, la inocente mirada de un Watanuki que usaba gafas porque las necesitaba y tenía los dos ojos azules, la mirada enfadada y desafiante de un chico demasiado inocente, demasiado bondadoso y tierno, demasiado optimista para su propio bien y a pesar de su naturaleza.


Un chico con quien disfrutaba discutir, a quien era capaz de proteger…


Las duras luces amarillas bañaron el cuarto de invitados. La aterradora criatura había sido sellada y la kekkai había vuelto a su lugar.


Todo volvía a la normalidad. El poder de Watanuki rezumaba de aquella esfera de papel.


Pero watanuki había olvidado que la pequeña mala suerte que Himawari-chan imponía con solo su voz y su presencia estaba ahí, sus manos resbalaron y un tentaculo pútrido de aquella cosa escapó por un segundo de la kekkai de los ofuda, golpeando al arquero que estaba justo a su lado en mitad del vientre. 


Doumeki se apoyó en el mago. De pronto estaba agotado y no sabía por qué. Empezaba a ver borroso.


--- ¡Doumeki!—gritó Watanuki. Apretó los dientes, no podía dejar lo que estaba haciendo, maldición, solo había escapado de su control por un segundo, pero había bastado. Nunca creyó que Doumeki no fuese capaz de esquivarlo. Es más ¿Por qué estaba tan cerca si sabía que esa cosa estaba siendo encerrada? ¿Estaba distraído? ¿En qué pensaba, ese idiota? ¿Por qué estaba tan cerca?


---Estoy cansado—dijo Doumeki y se desplomó en el suelo.


La esfera siguió girando sobre sí misma haciéndose cada vez más pequeña. Watanuki dejó que el hechizo terminara su curso y se agachó junto a Doumeki. El cuerpo del profesor estaba frío. Con un gesto simple las mantas y el futón acudieron a la mano de Watanuki y cubrieron el cuerpo para mantenerlo caliente.


--- ¡Watanuki! –gritó Mokona.


--- Amo, amo ¿Están bien?—dijeron las niñas.


---Estaremos bien, Maru, Moro—dijo el mago—Traigan por favor el botiquín, Mokona acompáñalas, necesito que traigan medicinas—dijo a las gemelas—y vendas—dijo a Mokona—para él y otras para esto—dijo señalando las heridas de sus manos.Pequeños pero profundos cortes. Sangraba.


Mokona, Maru y Moro se encargaron de curar y limpiar las heridas del amo. Pero ninguno de ellos tres podía curar la de Doumeki aunque podían verla y el amo no podía encargarse de él si seguía sangrando. Finalmente sus manos, llenas de cortes quedaron vendadas.


---Gracias—dijo Watanuki acariciando el cabello a las gemelas y abrazando con cariño al manjuu.


Sus heridas no sanarían en un buen tiempo pero podía mover las manos perfectamente sin desangrarse. Tenía que ayudar a Doumeki, pronto.


— ¿Podrían dejarnos, por favor? Estará bien—dijo a Maru y Moro que apreciaban mucho a Doumeki y ahora estaban a su lado contemplándolo—Voy a curarlo, pero quizá le duela, por eso ahora quiero que sean buenas niñas y vigilen si algo está roto o se ha causado algún daño en la tienda ¿De acuerdo?— Asintieron un poco tristes, Mokona las llevó fuera.


Con sus manos lastimadas trazó alrededor de Doumeki un círculo de protección. El profesor iba a necesitar dormir para recuperar la gran cantidad de energía que había disparado en aquella flecha.


Si pudiera despertarse para que comiera algo…


Parecía no haberse dado cuenta, pero abatir tan solo una porción de aquel monstruo le había costado una gran cantidad de poder espiritual. Además el maldito y horribles apéndice de la criatura parecidos a tentáculos le había alcanzado el estómago haciéndole un profundo y largo corte en su aura donde el creía que solo tenía un golpe.


Al parecer los panques tendrían que esperar hasta otra oportunidad. Aquella abertura en su campo espiritual estaba provocando inestabilidad en el alma de Doumeki, si no se daba prisa... Invocó un espíritu purificador, acorde a su poder tomó la forma de una hermosísima ave blanca.


El espíritu planeó hacia la puerta y la traspasó fuera llovía con gran fuerza, pronto enormes truenos sacudirían el cielo. Watanuki podía sentirlos.


Su espíritu ave rodeó la casa y recorrió todas las habitaciones purificándolas. El ave volvió hacia él minutos más tarde llevando en el pico lo que el mago le había pedido, pero antes de ser capaz de purificar el área donde se encontraban se desvaneció, la maldad que había impregnado aquella habitación era poderosa.


Watanuki se puso de pie para recoger el objeto. La temperatura descendía.


Pero él sin duda era más fuerte que aquel ser. Mucho más fuerte.


Su poder, su ya inmenso poder se hacía cada vez más grande, más devastador, cada vez era más rebelde y difícil de controlar.


Había sido descuidado, muy descuidado.


En realidad aquel monstruo no representaba ningún peligro para él.


Había sido a Doumeki a quien el monstruo había causado gran daño. Había dado por sentado que su amigo estaría bien por sí mismo. Que el arquero tenía la fuerza suficiente para protegerse a sí mismo, pero había fallado, Doumeki había sido herido.


Había actuado de forma precisa, y sin embargo no había sido capaz de impedir que el profesor fuera lastimado. Tendría que ejercitar mejor su poder de premonición y adivinación en las cosas relacionadas a sí mismo y a doumeki especialmente.


Levantó sus dedos índice y medio de la mano izquierda. Se quitó las gafas. Y dejó que su poder espiritual fluyera libre desde lo más hondo de su espíritu y destruyera toda traza de maldad.


El cuerpo del mago brillaba con luz propia, tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para controlarse, tenía que suprimirlo o aquel poder podía destruir con absurda facilidad su propio cuerpo, a Doumeki, a las niñas, a Mokona y de paso gran parte de la calle.


Que estaba en una dimensión diferente.


Ráfagas de viento sacudían sus ropajes y su cabello. No era un lindo espectáculo. La ira del mago se imprimía en aquella terrible fuerza catártica, sus ojos se habían vuelto blancos.


Pronto el arquero respiró con más normalidad. Empezando a removerse incómodo, tratando tercamente de despertar.


El mago suspiró, irritado con Doumeki, jamás cambiaba, siempre tenía que actuar genial, dejó que la luz se extinguiera.


Tenía que detenerse ahora mismo, Doumeki despertaría pronto y no quería que le viera. No así.


El círculo que había trazado alrededor seguía filtrando lentamente los poderes del mago al interior. Para protegerlo de la gran fuerza que habría abierto aún más la herida que tenía, de no haberlo protegido, el cuerpo de Doumeki habría sido destruido.


Watanuki levantó la pesada y onmiosa esfera negra que se agitaba por el suelo con un sonido viscoso, se dirigió con ella hacia el cuarto de los tesoros. Caminar le representaba un enorme esfuerzo, pero estabilizaba su poder, ayudándolo a controlarlo.


Ahí encontró lo que buscaba.


Un pequeño joyero hecho con un cráneo humano incrustado en amatistas, redondo y vacío, en su interior algo esperaba con ansia aquella energía horrenda que Watanuki tenía en las manos para tomar forma física y aumentar su poder. Se abrió solo ante la llegada del mago, casi podía sentirse su hambre, la necesidad de consumir aquella maldad.


El estuche se volvió de un negro intenso y la cosa que medraba en su interior absorbió al aberrante monstruo que se había atrevido a destruir la paz de su hogar, haciéndola suya. Devorándola.


Los ofuda cayeron al suelo, en blanco.


Cuando pasase el tiempo suficiente y la energía negativa de aquel ser fuese absorbida en su totalidad, llegaría alguien a reclamarla.


Por eso estaba ahí. Esperando el día en que habría de causar sufrimiento. El día en que obtendría sangre de venganza.


Reemplazó los ofuda que protegían su hogar quemando los ya utilizados, una vez se sintió otra vez el mismo volvió a la habitación del profesor. Los primeros relámpagos azotaron el cielo.


En tiempos anteriores—los de Yuuko-san—solía él mismo quedarse en ese cuarto. Ahora su mejor amigo, su más persistente y terco camarada, el más cercano vínculo con el exterior, que a pesar de todo lo que le pasaba siempre, a pesar de todas la herida que recibía, seguía a su lado, había tomado su lugar y usaba este mismo cuarto. Era un poco irónico, pero no dejaba de ser inevitable.


Doumeki estaba despierto e intentaba incorporarse cuando volvió.


Vaya un tipo terco--pensaba el mago con animosidad--Ese idiota de Doumeki…


 


--- ¿Estás bien?—le pregunto Doumeki cuando el mago llegó a su lado. De un modo bastante tonto.


---Perfectamente—dijo este molesto, agachándose a su lado.


---No lo estás—replicó tratando de mirarlo a la cara.


---Tampoco tú, es más eres tu quien está herido ahora quédate quieto—dijo Watanuki por fin mirándole.


---Pero no hay sangre—respondió.


---Esta clase de herida no puede verse a simple vista. No es necesario que la veas la sellaré en un momento. Con esto—dijo, tomando el objeto que el ave había traído de su recámara.


Era un extraño marco redondo de metal con mango como un espejo. Con largos adornos de madera y plata.


Sin pedir permiso levantó la camisa del arquero exorcista y colocó el marco sobre el estómago, de inmediato éste sintió una presión bastante fuerte en la región umbilical, luego un tirón, un calor casi doloroso y después alivio.


Intentó moverse pero Watanuki lo detuvo.


Sin que tuviera tiempo de protestar, el mago vendó la zona inmediatamente, con un simple gesto la venda se enrolló en su cuerpo. Doumeki se sentía cansado pero había dejado de estar débil.


--- ¿Que fue eso de antes?—preguntó elevando un poco la voz por sobre el estruendo de un nuevo relámpago.


---Un vacío--dijo simplemente.


--- He oído de eso. A mi abuelo.


---Perfecto me ahorras las explicaciones. Hablaremos mañana.


--- Devora las habilidades purificadoras. Y también a los seres sin alma o sin cuerpo.


--- Eso fue innecesario.


--- ¿Qué hay del Sake y las mantecadas? 


--- ¿Todavía piensas en comer?


--- ¿Qué hay con eso?


---Eres imposible. No respondas una pregunta con otra pregunta.


---También lo haces.


---Iré por ello, al menos así te callarás un rato—intencionalmente le dio la espalda mientras fingía guardar las vendas y el marco en el botiquín—Doumeki…


--- ¿Qué?


---Lo siento…


---No fue culpa tuya--ya estaba con lo mismo otra vez.


---Siempre estoy causando molestias a otros, especialmente a ti, siempre estás herido por mi culpa, por ayudarme, por estar aquí, no lo entiendo—cerró el botiquín—Debes ser muy testarudo o tal vez eres masoquista. Quizá simplemente temes morir de hambre.


---Watanuki…


---Iré por las mantecadas--dijo a toda costa evadiendo su mirada.


---Hey…


---... ¿Qué, quieres algo más señor engreído?—preguntó mientras volteaba a verlo.


Watanuki no podía creer lo que veía Doumeki estaba de pie frente a él.


Técnicamente era improbable que pudiera ponerse en pie debido al agotamiento gran parte de su energía espiritual se hallaba dispersa y era imposible pues el círculo de protección lo retenía.


Aún así el terco hombre estaba de pie, pero no por mucho más ya que volvió a caer de rodillas sobre los tatamis.


El mago se apresuró a auxiliarlo, dejando caer el botiquín sobre los tatamis corrió a su lado, Doumeki le tomó del brazo, pero respetándolo en ningún momento tocó su piel, aferró la manga de su traje.


Aquel intento de seguir al mago le había dejado exhausto. Sin proponérselo realmente Watanuki preocupado por su debilidad le pasó un brazo por los hombros, ayudándolo a sentarse sobre el futón.


Lo soltó una vez estuvo de nuevo dentro del círculo mágico y cubrió las piernas del terco arquero con las mantas.


Sin darse cuenta de lo que hacía realmente el mago en su desesperación aferró la mano desnuda de su compañero.


Una calidez infinitamente gentil y más suave que cualquier otra que hubiera sentido nunca envolvió a Watanuki cuando el profesor le rodeó con el brazo.


El mago ni siquiera hizo el intento de resistirse, siguió aferrando la mano del otro. Agachó la cabeza casi apoyándose en Doumeki.


---No quiero que hagas algo que pueda lastimarte, algo de lo que puedas arrepentirte por mí—dijo el mago.


---Te equivocas si crees que me arrepiento… idiota.


---Tú eres el idiota, idiota.


Escucharon pequeños y nerviosos pasos fuera de la habitación. Del otro lado, ambos vieron las inquietas siluetas de Maru, Moro y Mokona.


--- ¿Te molestamos, amo?—preguntaron las vocecillas tras las puertas corredizas.


--- Por supuesto que no, entren—dijo Watanuki sin separarse de Doumeki a las niñas que de inmediato entraron corrieron hacia ellos, abrazaron a Doumeki prácticamente con todas sus fuerzas, Mokona rebotaba preocupado. Se ubicó con un gran salto en el hombro del mago.


--- Perdón, hice que se preocuparan—dijo Doumeki al ver a las gemelas aferradas a él.


Ellas negaron sin palabras y se acercaron más a él, el arquero exorcista pasó por la espalda de las niñas el brazo que todavía aferraba la mano de Watanuki y sin soltarlo lo arrastró consigo para corresponder aquel gesto de aprecio que aquellas poderosas criaturas no humanas, que carecían de alma pero no de corazón le ofrecían, él las quería de una manera muy especial.


Permanecieron todos juntos, en silencio. Fuertes emociones fluían en el ambiente, de aquellos seres humanos tan poderosos y de las pequeñas gemelas.


--- ¡Mokona también quiere un abrazo!—se quejó el pequeño majuu negro dando saltitos— ¡Abrazo para Mokona!—dijo saltando a las piernas de Doumeki, centro del extraño abrazo colectivo.


Las gemelas rieron y abrazaron a Mokona sentadas también en el futón.


--- ¡Mokona está celoso!


--- ¡Celoso!


Doumeki le puso la mano en la cabeza, sonriéndole. Se había hecho muy tarde y finalmente la fuerte lluvia torrencial estaba deteniéndose, convirtiéndose en apenas un fino rocío. Mokona había dejado de saltar por todas partes y bostezaba.


---Es hora de que todo el mundo vaya a dormir. Mañana es el día en que un cliente vendrá. Y tenemos que comenzar a prepararlo todo para ese día.


--- ¡Mokona quiere jugar! ¡Traigan las cartas! ¡O el ajedrez!


--- Nada de eso—dijo el mago firme—Las niñas deben irse a la cama ahora mismo. Y Mokona también.


--- ¡Oyasumi nasai!—dijeron las obedientes gemelas corriendo hacia la puerta. Mokona saltó al hombro de Watanuki.


---Descansen—dijo Doumeki.


---Ahora vuelvo—dijo el mago a su compañero mirándolo de modo muy significativo y un ligeramente asesino "Y es mejore que te quedes quieto hasta entonces" también fue percibido en su mirada.


Era solamente para que no intentara de nuevo levantarse estúpidamente por nada y lastimarse la herida. Llevaría a las gemelas a dormir, luego volvería con el Sake y las mantecadas.


Siguió mirando. Parecía que el arquero había comprendido el mensaje.


--- ¿Watanuki va a volver?—dijo Mokona en ánimo bromista— ¡Que travieso!


--- ¡Travieso, Travieso!


--- ¡Watanuki va a portarse mal!


--- ¡Se porta mal! ¡Se porta mal!


---Si, si, me porto mal y lo que sea—dijo Watanuki sin prestarles la menor atención—ahora ustedes se van a dormir.


--- ¡Wa! ¡Lo admite!


--- ¡Admite, admite!


 


El cuarto se había quedado en apacible silencio, cuando el cuarteto de ruidosos abandonó la habitación.


Doumeki, aún agotado y dolorido se incorporó de nuevo sin saber que no debía moverse para poner a buen resguardo su equipaje. Sintió un pinchazo de dolor en el abdomen pero lo ignoró. Bajo ningún concepto pensaba dejar que Watanuki se imaginara siquiera lo que había en aquellas bolsas.


Y muy pero muy especialmente lo que había en la chaqueta de su saco. Por lo que evitaría en lo posible que tuviera que tocarlas.


Tenía que ser un secreto absoluto, al menos las siguientes veinticuatro horas… en cuanto a lo que había en el saco...


Regresó al futón terriblemente dolorido, acomodando las mantas apropiadamente. Se sentó. En ese momento justo entró el poderoso amo de la tienda con las mantecadas, copas y el exquisito vino casero de fresa.


Se sentó junto a Doumeki y le sirvió su porción. Le dio una mantecada.


 


--- ¿Y qué tal?—preguntó el mago— ¿Están buenas?


--- Algo blandas pero no están mal. Este licor es delicioso.


--- ¿Verdad? Las mantecadas son exquisitas—dijo comiéndose una—Le han salido muy bien para ser la primera vez.


--- ¿Le enseñaste al pequeño zorro?


---Si, quiere hacer una tarta para el cumpleaños de su papá. Le ha cosido unos guantes de cocina nuevos como regalo.


---El año pasado fue un delantal otra vez ¿No?


---Si, exactamente lo mismo que tú me regalaste a mí. Otro delantal completo. Solo te interesa la comida ¿Verdad?


--- ¿Eso piensas?


---No, en realidad no. Lo que te interesa no es la comida sino comértela.


---No es eso, si algo te ocurriera…


---Ya sé ya se, te perderías la diversión de ver a un idiota como yo.


---Te equivocas.


--- Dejémoslo aquí, no estoy de humor para pelear ¿Te sientes mejor?


---Extrañamente.


---Al parecer beber este licor era un ritual de protección.


---Los bocadillos tienen algo de poder espiritual también.


---Eso parece, les hornearé algún bocadillo o prepararé comida frita para cuando los vea, ahora a te vas dormir. Sellaré este cuarto en cuanto salga. No intentes moverte. Quédate quieto el mayor tiempo posible, la inmovilidad de tu cuerpo y el desayuno de mañana serán suficientes como pago por restablecer tu poder espiritual.


---Ok ¿Qué quieres comer?


--- ¿De verdad vas a prepararnos la comida?


---A diferencia de ti, confío en mis habilidades.


---Siendo el caso dejaré el menú a tu imaginación, claro está que nunca podrá competir con la deliciosa comida que yo te preparo siempre. Admítelo.


---La comida que preparamos juntos es buena también—Watanuki no esperaba en absoluto esa respuesta.


Intentó replicar pero no fue capaz.


---Duérmete ya de una vez—dijo finalmente poniéndose de pie, ligeramente ruborizado, levantó la bandeja de la comida y salió estrepitosamente de la habitación. Doumeki sonreía, satisfecho de haber ganado en aquella ocasión.

Notas finales:

Espero haya sido de su agrado. Muchas gracias por leer. 

 

****PREVIEW***

¿Cuando es que los sentimientos se corrompen?

¿Es por el egoismo? ¿Por el sentimiento de propiedad?

La oscuridad desciende. Y Watanuki puede percibirla como un final que no desea. Un final que le causa dolor. Pero del que está seguro que no intervendrá. Por que ese no es su papel. Volverse el amo de la tienda. Por la promesa. Eso es lo que hará. Si sacrificar su corazón es necesario...no importa, lo hará por que... Después de todo, el no debería existir ¿Verdad?

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Próxima Actualización: 10/02/14


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