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La leyenda del Hada y el Mago por YaoiWriter

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Notas del fanfic:

Full Metal Alchemist y sus personajes no me pertenecen, sólo los utilizo para inspirarme. Puede que no haya mucha semejanza en las personalidades de los personajes, pero denle una oportunidad n.n

Ahh y dejen reviews porfa!! n.n

Gracias!

La leyenda del Hada y el Mago

  Existe un mundo mágico fuera de todo razonamiento lógico.  Un lugar fantástico donde habitan seres jamás antes vistos. Una tierra llena de aventuras excitantes y también de peligros incomparables.

  La historia que voy a relatar se desarrolla en este mundo. Una historia fascinante en donde el poder de la magia y el amor se unen para combatir a las fuerzas del mal que intenta interponerse entre dos seres que se entregan al amor, dos seres que simplemente desean amarse y ser felices por el resto de sus vidas.

  El amor es una de las armas más potentes que puede existir. Es un sentimiento que sobrepasa todo lo conocido por la mente humana, nada puede ganarle a esta potente arma, pero sí luchar contra él. El odio es el único sentimiento que puede luchar a la par con el amor, pero casi nunca gana.

  En este mundo mágico gobierna un sabio y poderoso mago, temido y a la vez respetado por todos. Con su magia mantiene el orden y el equilibrio de todos los seres vivos que existen. Con su carácter serio y muchas veces frío podía intimidar a cualquiera que intentara rebelarse contra él. Podía castigar con suma dureza a cualquiera que lo intentara, pero nunca llegaba al extremo de acabar con sus vidas.

  Pero a pesar de todo el poder que poseía había algo que le faltaba, podía sentir un vacío en su corazón, un hueco que debía ser llenado... Es el poderoso mago Roy Mustang. También conocido como El mago flameante. Además de poseer increíbles poderes mágicos, tenía la capacidad de controlar el fuego. Con sólo chasquear los dedos podía crear fuego de la nada, así como también controlar gigantescos incendios en tan sólo unos minutos. Gracias a esos poderes, muchas catástrofes fueron evitadas en muchos lugares durante mucho tiempo. Todos los seres de esa tierra respetaban y admiraban enormemente al gran mago Roy.

 

                  ***                                                   **                                                 ***

 

  En este mundo existen seres realmente bellos. Ocultos de todos los demás viven las hadas, criaturas aladas dotadas de increíble belleza. Con su mirada dulce y tierna pueden cautivar a cualquiera haciéndoles perder la noción del espacio y el tiempo.

  Edward Elric es un joven hada muy intrépido y rebelde que agrada de aventurarse en lugares peligrosos en busca de aventuras. Tiene cabellos dorados que estando suelto le llegan hasta el hombro, lo tiene siempre recogido, ya sea en una coleta o trenzada. Sus ojos son de un dorado intenso que invitan a mirarlos y que al hacerlo quedas hechizado. Edward vive con su hermano menor Alfons quien es muy parecido a él por sus rubios cabellos y ojos dorados, pero con la particularidad de ser más alto que su hermano mayor. Esto no agrada mucho a Edward ya que suele ser muy orgulloso y más tratándose de su estatura, y muchos se han burlado de él por eso poniéndolo de pésimo humor. Lo peor que pueden hacerle es mencionarle, o burlarse, de su estatura; siempre reacciona de una manera... no muy gentil.

  La particularidad de estos seres son sus hermosas alas. Además de poseer un bello color, tienen un brillo muy singular y fantástico. Cada hada posee alas con un color diferente al de todos los demás, nunca habrá dos iguales. Las alas de Edward son de un bello color purpura mientras que las de Alfons son doradas haciendo juego con sus rubios cabellos. Cuando levantan vuelo sus alas comienzan a tomar un singular brillo realzando el color, haciéndolas realmente bellas a la vista.

  Edward siempre fue muy intrépido y rebelde, le gustaba escabullirse de sus quehaceres en la aldea y pasar el rato explorando lugares cada vez más peligrosos y nunca medía las consecuencias de sus actos. El jefe de la aldea estaba harto de su rebeldía ya que desde un principio había advertido a todas las hadas que tenían prohibido salir de la aldea por ningún motivo, y sobre todo visitar el bosque encantado que era uno de los lugares más peligrosos que existían, sobre todo para un hada, ya que allí habitaban unos seres enormes y grotescos conocidos como Ogros come hadas. Pero Edward siempre pensó que todo eso lo decía sólo para asustar y que esas bestias no existían.

  Una mañana muy temprano varias hadas fueron elegidas para trabajar en la mina de carbón, entre ellas Edward. Todos estaban preparados y listos para partir hasta la mina y comenzar con sus quehaceres, pero Edward no fue con ellos, sino que se escabulló y disimuladamente se separó del grupo. Y no prestando atención a las advertencias del viejo jefe se aventuró en el bosque encantado. Ese lugar lo intrigaba mucho y desde hace tiempo había planeado visitarlo y buscar aventuras... y vaya que las encontraría.

  Se encontraba sobrevolando el interior del bosque, admirando la belleza de los árboles y de los pequeños animales que vivían allí. Iba tan tranquila y despreocupadamente que no se dio cuenta que estaba siendo observado en secreto. Desde unos arbustos escondidos estaban tres enormes y grotescos Ogros, observaban a la apetecible criatura que volaba sin percatarse siquiera del peligro que corría. No podían creer que un hada estuviera allí en ese momento. Sin duda era su día de suerte, no todos los días se podía conseguir un bocadillo tan exótico y exquisito como lo eran las hadas. Y esa oportunidad no la desperdiciarían...

  Los Ogros sabían que debían ser más astutos que esa pequeña hada para que no se les escapara. Idearon un plan que consistía en rodearlo y luego aparecer sorpresivamente. Y así lo hicieron.

  Edward no daba crédito a lo que estaba viendo. Tres enormes bestias lo tenían rodeado y no conseguía visualizar escape alguno. Aparte de eso estaba muy sorprendido. Esos seres sí existían y estaban frente a él. Debía admitir que además de estar muy sorprendido estaba emocionado, nunca imaginó que llegaría a ver criaturas como aquellas. Y aunque lo intimidaban con su gran tamaño, no se dejaría devorar tan fácilmente. Lucharía si era necesario.

  -¡Miren lo que tenemos aquí!- masculló con ironía una de las bestias. Los demás sonreían y se relamían con sus grotescas lenguas la comisura de los labios mientras se acercaban cada vez más hacía Edward.

  - Parece que la madre naturaleza nos mandó un rico bocadillo...- dijo otro.

  Edward trató de no demostrar temor, pero lo cierto era que estaba muerto de miedo. Estaba metido en un grave aprieto.

  -¡No me asustan bestias horribles!- dijo tratando de sonar seguro - ¡Ni crean que dejaré que me coman!

  Las bestias se acercaban cada vez más.

  -¡Eso lo veremos!!- dijo una de las bestias dando un gran salto hacía Edward. Éste saltó para atrás en el aire creyendo que lo esquivaría y así lo hizo, pero no pensó en los otros dos que aguardaban detrás de él y en cuanto se elevó en el aire sintió un fuerte golpe que lo hizo volar estrellándose con violencia entre los arbustos.

  Se levantó malherido, pero no se rindió. Nuevamente se elevó en el aire enfrentando a las bestias, quienes se encontraban muy ansiosos y sonreían con burla.

  -Parece que el enano todavía tiene energía- dijo uno.

  La pequeña vena en la frente de Edward comenzó a palpitar de repente y su cuerpo se tensó de pronto. Esas bestias se habían pasado de la raya.

  -A quien crees... que llamas enano...- su voz sonó tan bajo que parecía un murmullo. Los ogros lo escucharon y se miraron confundidos. Repentinamente elevó su voz grandemente –¡¡¡Nadie se burla de mi!!!- Al decir esto se abalanzó a ellos dando patadas y puñetazos los cuales no surtieron ningún efecto y nuevamente fue lanzado con violencia, pero esta vez se estrelló contra un árbol. El impacto fue tan fuerte que quedó seriamente herido. Esta vez no tenía escapatoria, sería la botana de esos ogros. Intentó incorporarse, pero un fuerte dolor en la pierna izquierda lo hizo caer nuevamente lanzando un fuerte gemido de dolor. Y lo peor de todo era que sus alas no respondían para levantar vuelo, la falta de energía no se lo permitía.

  -Parece que el pequeñín ya se cansó-

  Los Ogros se acercaban lentamente con aire victoriosos hacia Edward hasta que una intensa luz los hizo detenerse y cubrirse los ojos por su intenso brillo. De en medio de la luz se pudo divisar una figura humana. Un hombre con una gran capa negra, de quien no se podía distinguir bien su rostro. Se veía imponente parado en medio de la luz, parecía un dios.

  Edward se incorporó con dificultad e intentó visualizar a la misteriosa figura, pero el intenso brillo no se lo permitía además de que se sentía horriblemente débil. De pronto la luz se disipó y pudo verse al hombre con más nitidez, entonces lo vio. Tenía profundos ojos negros que en ese momento estaban fijos en él. Se sentía atraído por esa mirada tan profunda que no dejaba de verlo. De pronto comenzó a ver borroso y nubarrones aparecieron frente a sus ojos, sus párpados le pesaban horrores hasta que no pudo más y cayó inconsciente.

 

           ***                                                      **                                                       ***

 

  Roy pudo ver como aquella criatura alada se desvanecía. Había visto sus ojos dorados que no dejaban de verlo desde que se encontró con ellos y por alguna extraña razón no podía dejar de verlos. Lo miró detenidamente, tenía cabellos dorados y hermosas alas purpura. Pudo notar que estaba bastante lastimado, sobre todo su pierna izquierda que poseía una profunda herida. Se veía tan frágil e indefenso en ese momento. No salió de su ensimismamiento sino hasta que una de las bestias presentes habló con temor.

  -¡Es... es el mago flameante!!- dijo aterrado. Roy los miró amenazante.

  -¡¡Huyamos!!- gritó otro aterrado comenzando a alejarse con rapidez, los demás no se hicieron esperar, salieron disparados como almas que lleva el diablo. Roy quedó allí con la pequeña hada.

  Regresó nuevamente su mirada hasta la criatura que yacía inconsciente en el suelo ¿Qué hacía una criatura como esa en un lugar tan peligroso? Todo el mundo sabía cuan peligroso era el bosque encantado.

  No podía dejar de verlo, lo miró de pies a cabeza. No había visto jamás un ser más bello. Se acercó con lentitud y se quedó allí observándolo por un momento, luego se inclinó y lo levantó con suavidad en sus brazos, lo sintió gemir de dolor levemente. Tuvo cuidado de no lastimarlo más de lo que ya estaba. Observó su rostro y tuvo el impulso de tocarlo, pero se contuvo. Cerró los ojos concentrándose en la habitación de su castillo, se tele transportaría y reaparecería en ese lugar. Un aura purpura comenzó a rodearlo, luego desapareció.

  El castillo del mago era una inmensa construcción situada en lo alto de la montaña más alta del lugar. Nadie tenía acceso a él a excepción de unos pocos aprobados por el mago. Roy reapareció en su habitación con el hada en brazos. Caminó con él hasta su cama y lo depositó con mucho cuidado. No sabía cómo acomodarlo para no lastima sus alas, entonces optó por ponerlo de costado. Se quedó allí sobre el chico viéndolo. Ni siquiera estaba despierto y ya lo tenía hechizado. Finalmente se incorporó y fue hasta la puerta, la abrió y elevó la voz llamando a una persona.

  -¡Maes!- dijo –Necesito que vengas aquí...

  Un hombre como de la misma estatura que Roy apareció. Llevaba unos anteojos y traía puesta una bata blanca.

  -¿Cómo estas mi querido Roy?- dijo de forma sonriente, él y Roy se tenían completa confianza. Su nombre es Maes Hughes y es el mejor y único amigo de Roy, también es aprendiz de mago, pero su especialidad es la medicina, además de ser el amigo de Roy es su médico personal.

  En cuanto Maes entró en la habitación la sonrisa en su rostro se borró dejando ver la sorpresa.

  -¡No lo puedo creer!- murmuró sorprendido –¿Esa criatura es la que creo q es?

  -Es un hada- contestó Roy de manera indiferente. Nunca mostraba ningún tipo de emoción. Pero Maes lo conocía muy bien y sabía que estaba igual de sorprendido de ver una criatura como aquella tanto como él.

  -Es un muchacho- notó Maes al acercarse –Y está muy mal herido... ¿Qué sucedió?

  -Los Ogros del bosque encantado intentaron comérselo y lo atacaron- dijo desinteresadamente.

  -Y tu lo salvaste- dijo Maes sonriendo.

  -Yo simplemente pasaba por allí- dijo –además no me gusta que los más fuertes abusen de los débiles.

  Eso era cierto. Maes sabía que Roy era un hombre muy justo, por algo el equilibrio del mundo sigue permaneciendo estable. Mientras Roy exista ese equilibrio no se perderá.

  Maes regresó su vista hasta el hada mal herida, observó nuevamente el frágil cuerpo del muchacho, se inclinó sobre él y comenzó a examinarlo. Tenía varios raspones en los brazos y el rostro, nada grave, pero la herida en su pierna izquierda requería atención inmediata ya que podía correr el riesgo de infección, además se veía muy grave. Se levantó de donde estaba y miró a Roy mientras caminaba a la puerta.

  -Iré por mi equipo médico- dijo –ya regreso...

  Un minuto más tarde regresaba con un maletín forrado en cuero. Cruzó frente a Roy y se dirigió directamente hasta la cama. Roy lo observó sacar su equipo médico, cerró los ojos concentrándose mientras le hablaba a Maes.

  -Te dejaré trabajar- le dijo –El chico puede quedarse en esa cama hasta que se recupere...

  Un aura purpura comenzó a rodearlo hasta que desapareció de la habitación. Maes dibujó una sonrisa en su rostro en cuanto su amigo se fue.

  Roy reapareció en su estudio privado. Caminó hasta el escritorio que se hallaba frente a un gran ventanal cubierto por una inmensa cortina blanca. La abrió completamente dejando que los rayos del sol chocaran con su rostro, se quedó allí por un momento sintiendo las caricias de la luz del sol contra la piel de su rostro, luego se dio la vuelta y se sentó en el gran sillón frente al escritorio. Se frotó la sien, se sentía cansado y no sabía por qué. No podía sacar de su cabeza los dorados ojos de aquella hada, eran tan profundos y tenían un brillo muy especial, como hipnotizarte. Se sentía muy extraño y todavía más teniéndolo en su castillo a pesar de estar en habitaciones diferentes.

  Suspiró profundamente intentando relajarse, se estiró en el sillón y echó la cabeza hacia atrás.

  -¿Qué está sucediéndome?- se preguntó confundido.

 

  Maes había terminado de atender al chico. Había desinfectado la herida en su pierna y puesto una venda. También atendió los raspones en sus brazos y rostro. Luego de cerciorarse de que todo estaba bien se retiró dejando descansar al chico. Antes de salir lo miró nuevamente con el semblante serio.

  -¿Qué hacía un hada en el bosque encantado?- murmuró para sí –Hasta donde sé jamás salen de su aldea y es por eso que son vistos rara vez.

  Finalmente desvió la mirada y abandonó la habitación.

 

      ***                                                          **                                                               ***

 

  Alfons no paraba de pasearse de un lado a otro de la habitación preocupado. Le habían dicho que su hermano se había escapado nuevamente de sus quehaceres y desde ese entonces habían pasado casi tres horas y aún no aparecía. Además de que no tenía ni la más remota idea de donde pudo haber ido. ¡Ese enano tonto siempre hace las cosas sin pensar!

  Continuaría buscándolo en los posibles lugares dentro de la aldea en donde pudiera estar, si no lograba encontrarlo no le quedaría más remedio que adentrarse en el bosque encantado ya que sería el último lugar en el que Edward entraría.

  Ni hablar. Tendría que arriesgar nuevamente su buena reputación por el tonto de su hermano. ¿Por qué siempre se metía en problemas?

 

      ***                                                          **                                                               ***

 

  Edward se encontraba despertando lentamente, se sentía adolorido. Abrió los ojos con algo de dificultad intentando enfocar las imágenes que aparecían borrosas. Cuando las imágenes se aclararon en su cabeza pudo ver el techo de una habitación. Sintió la suavidad de un colchón debajo de él y unas finas sábanas cubrirle parte del cuerpo, se vio en una gran cama en una enorme habitación. Sintió un aroma entre picante y dulce ingresar en sus fosas nasales, un aroma extrañamente familiar que le causaba cierta tranquilidad.

  Intentó incorporarse en la cama lográndolo con algo de dificultad. Sintió un dolor agudo en la pierna izquierda, entonces recordó la pelea con las bestias del bosque encantado, esos ogros estaban a punto de comérselo. Recordaba haber estado muy mal herido, pero luego apareció una figura misteriosa en medio de una luz muy brillante. ¿Quién era ese hombre que le salvó la vida? Lo poco que recordaba eran esos profundos ojos negros fijos sobre él viéndolo, luego todo se oscureció y ahora estaba en ese lugar del cual no sabía nada.

  -¿Dónde estoy?

  Su voz sonó como un eco en aquella inmensa habitación. Puso ambas piernas en el suelo e intentó ponerse de pie, pero de nuevo el intenso dolor lo hizo sentarse. Lo intentó nuevamente, pero esta vez se ayudó aleteando para poder levitar y así avanzar con cuidado. Daba gracias de que sus alas estuvieran intactas. Avanzó lentamente en el aire, no muy lejos del suelo, hasta la gran puerta que comunicaba con el pasillo. Al abrirla pudo ver un gran corredor iluminada por una luz tenuemente, al final de esta se podía divisar algo más de luz. Por instinto avanzó en dirección a la luz.

  Siguió derecho por el largo corredor hasta llegar a las escaleras. Comenzó a sentirse mareado entonces descendió por un momento, se apoyó en la pared para mantener el equilibrio. De pronto, pudo sentir nuevamente ese aroma tan peculiar invadir sus fosas nasales. Intentaba recordar de donde la conocía cuando una voz a su espalda lo sorprendió.

  -¡Oye tú! ¿Qué haces levantado?

  Edward se giró y pudo ver esos ojos tan profundos que recordaba haber visto antes de desvanecerse. No podía hablar, no le salían las palabras, quedó como estático ante la penetrante mirada del hombre frente a él. Su figura imponente lo tenía hipnotizado y esos ojos negros que lo miraban tan intensamente lo hacían sentir como si estuviera a merced de sus encantos y no quisiera despegarse de él jamás.

  Finalmente ante tanto silencio Roy comenzó hablando sacando a Edward de su mutismo.

  -Deberías estar descansando. Aun no te recuperas y estas débil.

  Edward al escucharlo reaccionó y desvió la mirada para evitar verlo a los ojos porque sabía que quedaría atrapado nuevamente en sus encantos y por alguna extraña razón se sentía vulnerable ante su mirada.

  -No es necesario- dijo casi en un susurro –debo regresar a mi aldea... De todas maneras, gracias por ayudarme...

  Comenzó a levantar vuelo, pero cuando avanzó un poco sintió como todo daba vueltas y comenzó a desplomarse, pero no tocó el suelo ya que Roy en un rápido movimiento lo atrapa y así evitó que se estrellara contra el suelo. Sintió su cuerpo más caliente de lo normal, además de que respiraba muy agitadamente, entonces tocó su frente y se sobresaltó al darse cuenta de la fiebre que tenía. Edward, en cambio, sintió un extraño hormigueo recorrerle la espina dorsal al sentir la mano de aquel extraño tocarle la frente, se sintió estremecer.

  -¡Estas ardiendo en fiebre! ¡Volverás a la habitación!

  Sin consultar al hada en sus brazos, Roy caminó apresurado hasta su habitación, abrió la puerta con sus poderes y se dirigió hasta la cama. Allí colocó al chico con cuidado de no lastimar su pierna, quien cada vez se sentía peor. Edward abrió los ojos lentamente y se encontró con la mirada profunda de Roy del cual no sabía nada sólo que lo había salvado, pero que sentía que de alguna manera debía conocerlo. Roy se levantó y se dirigió hasta la puerta en donde con un grito llamó a su amigo y médico. No pasaron dos minutos hasta que el susodicho apareció algo preocupado por la brusquedad de su amigo.

  -¿Roy que sucede...- se interrumpió al girar su vista hasta la cama en donde estaba el chico entonces comprendió. Caminó hasta él y lo examinó, tenía mucha fiebre. Enfocó su vista en la pierna herida y vio que las vendas escurrían sangre, rápidamente la desenvolvió y observó la herida la cual estaba bastante infectada, eso lo hizo preocuparse aun más.

  -Roy necesito que me consigas unas hierbas curativas- le dijo a su amigo al tiempo que sacaba una hoja de papel y una pluma del bolsillo de su bata –te las anotaré, consíguelas lo más rápido que puedas. Mientras intentaré bajarle la fiebre.

  Roy observó el trozo de papel algo confundido, pero rápidamente se repuso y sin decir una palabra cerró los ojos concentrándose. Un aura purpura lo rodeó en un instante entonces desapareció.

 

          ***                                                   **                                                             ***

 

  Todos en el pueblo estaban muy sorprendidos de ver allí al mago Roy. No era su costumbre pasearse por el pueblo y mostrarse a las personas, pero en esos momentos era muy necesario, debía encontrar esas hierbas que le había encargado Maes. Pero seguía confundido, ni él mismo podía comprender con exactitud lo que estaba haciendo y sobre todo por qué lo hacía. Ah sí... lo hacía porque quedó cautivado por aquella hada mal herida que había salvado de la muerte. Para qué negarlo, esa mirada dorada le había robado la razón haciéndole sentir aquello que por tanto tiempo había anhelado. La necesidad de proteger a esa persona especial. Ese sentimiento que sobrepasa toda capacidad de sentir. Había nacido en él esa gran calidez que te abraza y te envuelve y que puede convertirte en el ser más idiota, pero que puedes ser tan feliz que no te importa. El gran mago estaba atrapado y envuelto en aquel sentimiento. Por primera vez en su vida se sentía vulnerable ante él y sabía que no podría escapar ya.

 

          ***                                                   **                                                             ***

 

  Maes había logrado bajarle bastante la fiebre a Edward, pero aun seguía muy débil. Estaba inconsciente y aunque su respiración se había regulado seguía mal.

  -¡Roy date prisa!- murmuró el médico con el seño fruncido frotando un paño mojado en la frente del chico. De repente Roy aparece en la habitación con una pequeña bolsa en la mano y el trozo de papel que Maes le había dado. De manera silenciosa se acerca hasta él, éste ya se había percatado de su presencia, estaba acostumbrado a sus repentinas apariciones, entonces tomó la bolsa de su mano y rápidamente salió de la habitación.

  -Quédate con él, iré a preparar la medicina- le dijo mientras salía.

  Roy quedó a solas con el hada. Podía notar que respiraba de manera irregular. Se acercó despacio y puso su mano en la frente del chico, continuaba teniendo mucha fiebre. Seguramente las hadas eran criaturas muy frágiles. Bueno, eso fue lo que pensó Roy al verlo allí tan indefenso. Tomó el paño húmedo que se encontraba cerca de la cama y empezó a frotarlo sobre la frente del chico y así ayudar a bajarle la fiebre, otra cosa no podía hacer, debía esperar a que Maes regresara con la medicina ¿Por qué tarda tanto? Como si lo hubiera escuchado Maes repentinamente apareció en la habitación con un pequeño frasco de cristal.

  Sin prestarle atención a Roy se acercó hasta la cama y con delicadeza tomó al chico de la nuca para ayudarle a beber del líquido. Este se dejó hacer sin protestar y comenzó a beber lentamente, sorbo a sorbo. Cuando hubo terminado lo recostó nuevamente, enseguida pudieron notar la mejoría ¡Esa medicina sí que era efectiva! Lentamente y a la vista de ambos hombres el chico comenzó a abrir los ojos, estaba desorientado y miraba confundido a todas partes, pero luego su mirada se detuvo en un punto fijo. Maes quiso saber cual era ese punto entonces notó que sus ojos estaban fijos en los de Roy e igualmente este no dejaba de mirarlo. Sus miradas transmitían cierto aire de... reencuentro, como si hubieran deseado verse desde hace tiempo.

  Maes regresó su vista hasta el chico. Vio como éste desviaba la mirada y la posaba en él, entonces le sonrió.

  -¿Te sientes mejor?- le dijo amablemente. Edward seguía en silencio. Se incorporó despacio ayudado por Maes. Entonces habló.

  -Gracias...-hizo una mueca de dolor al sentir la herida en su pierna -¿Dónde estoy?

  Maes le sonrió.

  -Estas en el castillo del mago Roy

  Edward abrió grande los ojos en sorpresa al enterarse de la identidad de su salvador y sus ojos nuevamente se posaron en los de Roy y al igual que hace un momento ambos no pudieron dejar de mirarse. Fue Maes quien rompió el encanto en el que estaban.

  -¿Cómo te llamas muchacho?- preguntó.

  -Edward, Señor. Edward Elric.

  Roy miró fijamente al chico en la cama. Frunció el entrecejo y sin previo aviso regañó a Edward sorprendiéndolo a él y a Maes.

  -¿Se puede saber que hacía una criatura como tu completamente solo en el bosque encantado? ¿No sabes que es peligroso deambular por allí solo?

  Edward estaba estático con la mirada llena de sorpresa ¿Por qué ese hombre lo estaba regañando?

  Roy notó la sorpresa y el desconcierto en su rostro entonces intentó calmarse. Suspiró y se frotó el rostro con la mano mientras se giraba para quedar de espalda. Habló nuevamente, pero esta vez usando un tono más moderado.

  -¿Sabes que casi mueres allí?

  Maes no habló en todo ese tiempo. Estaba atento a cada una de las palabras que salían de la boca de Roy. Estaba sorprendido, ya que era la primera vez que le oía hablar así y más tratándose de otra persona. Algo había cambiado con él, y con sus sentimientos.

  Edward seguía mudo, y no fue hasta que una repentina reacción volvió a su cuerpo que su rostro impregnado de sorpresa de pronto se mostró con pronunciado enfado.

  -¡No tengo por qué dar explicaciones- dijo de manera arrogante. Era muy orgulloso para dejarse intimidar por los regaños de un extraño y menos de un tipo tan engreído como el que tenía en frente. Su rostro enfadado estaba clavado en la de Roy, quien se volteó en un momento para verlo.

  Roy desvió la mirada con aire indiferente como si dijera “no me interesa lo que te pase solo aclaraba que salvé tu vida”. Edward hizo lo mismo.

  Maes miró a ambos y movió la cabeza negando, parecían unos niños peleándose por ver quién era más listo. Sonrió para sí dándose cuenta de lo parecidos que eran en esos momentos. Volvió nuevamente a la realidad y miró al chico en la cama y le sonrió, este se sonrojó levemente, pero le sonrió en acuerdo. Maes, entonces, levantó una mano y la posó sobre su frente, su temperatura estaba normal.

  -Bien, ya no tienes fiebre- le dijo. Edward le agradeció con una inclinación de cabeza y esa sonrisa en el rostro. Roy se sintió algo celoso al ver como ese chico le sonreía así a Maes. Frunció el entrecejo y apretó los puños con fuerza. Sin que Edward ni Maes se dieran cuenta repentinamente desapareció de la habitación, dejando únicamente una tenue luz púrpura como rastro de su presencia en el lugar. Edward quedó confundido por la repentina salida del mago, pero no Maes. Él se había percatado del enfado de su amigo al verlo apretar los puños con fuerza. ¿Acaso sentía algo por el chico? Probablemente. Vio a Edward con la expresión de confusión todavía en su rostro y lo tranquilizó.

  -No te preocupes..- le dijo- hace eso todo el tiempo.

  Edward lo miró no muy convencido, pero le sonrió de todas maneras.

  -Bueno..-dijo Maes- seguramente tienes hambre y debes reponer energías, así que te traeré algo de comer.

  -No hace falta- dijo Edward mientras intentaba levantarse. Maes se acercó y apoyó una mano en su hombro.

  -No te levantes, aun no te recuperas de la herida en tu pierna, no puedes caminar.

  -No es necesario- lo tranquilizó Edward – Mis alas están bien, así que puedo volar. Debo regresar a mi aldea.

  Maes vio como las alas púrpura en la espalda del chico comenzaban a agitarse para luego elevarlo en el aire. El médico no podía ocultar su asombro, veía al chico elevarse en el aire agitando esas hermosas alas púrpura. Lo observó detenidamente de arriba abajo, aun seguía débil y sus sospechas fueron aclaradas al ver como el chico hacía una mueca de dolor y descendía lentamente hasta quedar nuevamente en la cama, eso lo devolvió a la realidad.

  -¿Ves como no puedes?- lo amonestó con suavidad en su voz- Además aunque puedas irte volando no deberías, estas herido y puede pasarte algo.

  -Pero debo ir- insistió Edward en tono de súplica –Seguramente deben de estar buscándome. Y mi hermano Alfons... también...

  Maes se acarició el mentón pensativo viendo a Edward.

  -De todos modos no puedes ir sólo- le dijo. Estuvo pensativo hasta que cambió de repente su expresión como si hubiera tenido una idea. Se dirigió con rapidez hasta la puerta, pero antes le habló a Edward.

  -Espera aquí. Iré a buscar a Roy y le diré que te acompañe. ¿De acuerdo?

  Pero antes de que Edward dijera nada se marchó de la habitación, el chico quedó con la expresión de duda y ese nombre grabado en su mente...

  -Roy es...

 

         ***                                                        **                                                            ***

 

  Roy Mustang se encontraba recorriendo los extensos pasillos del castillo con la mente dirigida a una sola persona. Edward Elric. La primera vez que lo vio allí tirado inconsciente en el suelo a punto de ser devorado por esas bestias, tenía un rostro angelical, lo había cautivado completamente. Antes de que se desvaneciera sus ojos dorados se posaron en él y no dejó de verlo hasta que quedó inconsciente. Desde ese momento no había podido sacar esos ojos de su mente por mucho que lo intentara, se había instalado allí si intenciones de abandonar ese lugar.

  “Es un chico” se repetía frotándose el cabello “Es un chico y aun así creo que me he enamorado...” Al darse cuenta de sus pensamientos sacudió la cabeza en negación y se alborotó el cabello con impotencia.

  -¡Enano idiota! ¡¿Acaso me ha hechizado?! ¡A mí, el mago más poderoso...!?

  Una presencia conocida lo regresó a la realidad, se trataba de Maes quien lo miraba con una media sonrisa y los brazos cruzados, parado en mitad del pasillo.

  -Lo veo y no lo creo- dijo burlón – El gran Mago Flameante teniendo una batalla mental consigo mismo.

  Roy lo observó sin cambiar su expresión seria ante lo que dijo.

  -¿Que quieres Maes?- dijo – ¿No deberías estar cuidando al enano rubio?

  Maes descruzó los brazos y empezó a caminar hasta él siempre manteniendo su media sonrisa.

  -El enano rubio como tú lo llamas intenta marcharse a su aldea.

  Roy lo miró fijo manteniéndose serio, pero por dentro había sentido una pequeña flama de preocupación al saber aquello. El chico tenía una pierna herida y aunque pudiera regresar volando seguramente esos Ogros seguían en el bosque esperando cazar algún hada distraída, y ese podía ser Elric.

  Aunque Roy sabía cómo ocultar sus sentimientos, a Maes no lo podía engañar, el médico era muy listo y siempre adivinaba lo que llegaba a sentir, a él no le podía ocultar nada por mucho que lo intentara.

  Maes se había dado cuenta que su amigo se había preocupado por el chico al saber que quería marcharse en el estado en el que estaba, lo había visto rodar los ojos hacía él con una velocidad extrema en el momento de escuchar la noticia.

  -¿Tú crees que deberíamos dejarlo ir así?- preguntó para salir del extenuante mutismo en el que se habían metido. Roy desvió la mirada y comenzó a caminar en sentido contrario muy lentamente sin decir nada. Eso desconcertó totalmente a Maes, no se esperaba eso. Tal vez no lo conocía tan bien como él pensaba. Al verlo marcharse sin decir nada, se apresuró a alcanzarlo.

  -¡Oye!! ¿Porqué me dejas hablando sólo?!- se queja haciendo un puchero. Roy siguió caminando pero respondió a la pregunta formulada.

  -Ya me dijiste lo habías venido a decirme, o no?- giró levemente el rostro para ver a Maes sin dejar de caminar, éste seguía atrás siguiéndole el paso.

  -¿Es que lo dejarás marchar en su estado?- preguntó el médico cambiando su semblante a una de preocupación.

  -Ese chico no es mi problema- dijo Roy de manera cortante, sorprendiendo a Maes –Puede hacer lo que quiera.

  -Tú salvaste su vida ¿recuerdas?- apuntó Maes ya disgustado por su actitud -¿Cómo dices que no es tu problema?

  -Eso no tiene nada que ver- contestó Roy elevando un mínimo la voz –En ese momento simplemente pasaba por allí...

  -Y no tenías nada mejor que hacer, ¿no Roy?- Lo interrumpió Maes. Roy no contestó sino que se quedó allí sin decir nada. Maes suavizó el semblante lentamente mostrándose comprensivo ya que entendía lo que estaba pasando.

  -Tú sientes algo por ese chico. Y no me digas que no es así porque te he observado todo este tiempo.

  Roy no dijo nada solo se limitó a mirarlo de manera desafiante como intentando negarlo de alguna forma, pero sabía que no podía ocultarlo de Maes. Finalmente suspiró derrotado. Maes sonrió de lado al lograr su objetivo.

  -¿Qué es lo que quieres de mi Maes?- preguntó al fin.

  Eso es lo que quería escuchar- dijo Maes triunfante mientras caminaba hacía él.

 

         ***                                                       **                                                            ***

 

  Edward se encontraba en la habitación pensando. No se había movido desde que aquel hombre se fue.

  -Dijo que iría a buscar a Roy…-murmuró para sí. “Roy” ese nombre resonaba en su cabeza con insistencia “¿Por qué?” pensó. Se frotó el rostro con ambas manos. No entendía la razón, pero no podía dejar de pensar en él, en sus ojos negros y profundos. Se sentía muy extraño en su presencia, desde aquel instante en que se desvaneció viendo sus ojos negros. ¿Qué le había pasado? No reconocía esta nueva sensación que empezaba a crecer dentro de él. No lo entendía.

  Recordó que les debía mucho a esos dos hombres por haber cuidado de él, sobre todo al mago Roy, él le había salvado la vida. Si no hubiera sido por él ya estaría en el estomago de esas bestias.

  -No debería causarles más molestias- murmuró para sí. Lentamente comenzó a elevarse en el aire agitando sus alas. Con sumo cuidado avanzó hasta la puerta de la habitación y salió al corredor. Al avanzar unos metros hasta las escaleras pudo sentir un aroma muy familiar. Buscó con la mirada la fuente de ésta y allí pudo ver al mago Roy, parado en mitad del pasillo con los brazos cruzados y esa profunda mirada sobre él. Nuevamente podía sentir esa extraña sensación recorrerle el cuerpo ante su presencia.

  -¿A dónde vas?- preguntó Roy.

  -Debo irme a mi aldea, ya me siento mejor. Les agradezco que hayan cuidado de mí, y a usted mago Roy, por haber salvado mi vida.

  Se inclinó levemente haciendo una reverencia. Se incorporó y esperó a que el mayor hablara. Roy comenzó a acercarse a él lentamente. Él seguía flotando en el aire agitando sus alas viéndolo sin pronunciar palabra, estaba como hechizado. Cuando el mago estuvo lo suficientemente cerca lo tomó de la mano e hizo que descendiera hasta tocar el suelo. El chico se dejó hacer sin quejas y lentamente comenzó a descender sin apartar su mirada de la de Roy. Cuando tocó el suelo con los pies, sintió un fuerte dolor que lo hizo quejarse y sostener con más fuerza la mano de Roy.

  -¿Y así piensas marcharte?- dijo Roy. Edward desvió la mirada.

  -No necesito de mis piernas, puedo ir volando-contestó con un ligero puchero.

  -Caminando o no, si te vuelves a encontrar con los ogros no podrás escapar de ellos.

  Edward no dijo nada. Sabía perfectamente que si eso pasaba inevitablemente terminaría siendo devorado por esas bestias, pero que podía hacer. Era muy orgulloso para pedir ayuda.

  Roy observaba al chico quien estaba en silencio. Le hubiera gustado que le pidiera ayuda, pero tomando en cuenta su silencio y la forma en la que apretaba el puño de su mano se dio cuenta que no lo haría. Suspiró levemente y luego habló.

  -Te acompañaré hasta tu Aldea.

  Edward levantó la mirada sorprendido y miró a Roy quien dibujaba una media sonrisa en sus labios.

  -Si no te molesta mi compañía, claro- agregó el mago sin dejar esa sonrisa.

  Edward se sonrojó levemente y desvió la mirada.

  -No... no me molesta- respondió casi en un murmullo pero entendible-Gracias.

  -¡Perfecto! Pero antes comeremos algo. Tú no has comido nada en todo el día y necesitarás energía si quieres emprender el viaje de regreso a tu Aldea.

  Edward no dijo nada. Estaba sonrojado y nervioso ya que Roy caminaba sin soltarle la mano, además de que le costaba mucho caminar ya que la herida en la pierna le dolía horrores, entonces se detuvo de repente, Roy lo sintió y se preocupó.

  -¿Estás bien?- le dijo.

  -Estoy bien, pero iré volando.

  Roy le soltó la mano. Edward se elevó en el aire y avanzó, el mayor lo siguió de cerca por si acaso. Ambos llegaron a la cocina del castillo. Luego de comer algo y descansar un poco decidieron partir.

  El sol comenzaba a ocultarse detrás de las grandes montañas. Comenzaba a oscurecer, pero Edward estaba empeñado en irse a pesar de que, tanto Maes como Roy le habían sugerido esperar que pasara la noche.

  -Debo regresar ahora –dijo el chico –No quiero seguir preocupando a mi hermano que debe estar como loco.

  Maes suspiró y posó una mano en su hombro.

  -Está bien. Entonces espero que llegues bien chico.

  Edward le sonrió amablemente e inclinó la cabeza en agradecimiento.

  -Gracias.

  -Cuida bien al chico, eh Roy?- le dijo Maes al mago guiñándole un ojo. Edward se sonrojó levemente al escuchar eso. Minutos más tarde, tanto el Hada como el Mago estaban en marcha.

 

……………………

Notas finales:

Espero que les haya gustado hasta aquí, en cuanto pueda actualizaré n.n


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