POV JongHyun
Este día es muy normal para mì, si es Día de San Valentìn, pero a mí no me importa en lo absoluto, no tengo novio, pero eso no me impide ser feliz, al contrario, soltero estoy mejor que atado a alguien.
Voy a comer al restaurant de siempre, esta vez no me acompañan mis amigos, MinHo está preparándole una sorpresa a su novio Taemin, y a Onew no lo veo desde la mañana que Luna llego de improvisto a la oficina. Mejor para mì, no tengo que escuchar historias cursis.
Llego al restaurant, está un poco lleno, pero encuentro una mesa para mì,la mayoría están ocupadas por parejas melosas que no se les ocurre una salida otro día más que este, en fin, disfrutaré mi comida y seguiré mi rutina de hoy. Llega la mesera, pido mi orden, ahora estoy esperando, pero no se con qué entretenerme, cuando mis ojos enfocan a alguien.
Un chico entra al restaurant, trae puesto un short, demasiado corto, el cual deja ver sus piernas,uff esas sí son piernas, son largas y bien torneadas, se sienta en la mesa de enfrente, saco un libro de mi mochila, para no ser tan obvio, y disfrutar la vista.
Volteas a verme, notas que, aunque muy discretamente, no aparto mi mirada de tus piernas. Me ves leyendo un libro y tú pides un café; y me observas. Observas cuando mi vista no resiste despegarse de las páginas de la novela para encontrar tu mirada e instintivamente viajar a tus piernas cruzadas. Te veo desde los dedos de los pies hasta donde comienza ese short corto. Tú comienzas a coquetear conmigo. Notas mi erección debajo de mi pantalón y entonces te decides. Decides abrir las piernas por un momento para volverlas a cruzar del otro lado; y en ese momento me dejas ver que no llevas ropa interior.
Mi pene ahora está completamente erecto y es imposible ocultarlo. Palpita con fuerza pidiendo ser liberado. Como es un lugar público intento acomodarlo discretamente para que nadie lo note, pero al hacerlo veo tu mirada fija en él. Veo cómo te muerdes uno de tus labios y luego me miras a los ojos. Así que me decido y comienzo a acariciarlo por encima del pantalón para ti. Hago lo posible para que te des cuenta de su tamaño y de lo duro que está por ti.
Tú volteas alrededor y notas que nadie se ha dado cuenta de nuestro juego, así que decides subir la temperatura y abres tus piernas y te bajas desabrochas un botón del short. Discretamente aprietas uno de tus pezones y me observas. Entonces yo contesto a tu juego. No lo resisto más y abro la bragueta de mi pantalón y saco mi pene erecto para dejártelo ver. Y comienzo a acariciarlo para ti. Nuestra respiración se acelera.
Entonces bajas un poco tu playera holgada y descubres por un momento una de tus clavículas. Yo tomo mi libro abierto con mis manos y lo pongo frente a mi pene, y en la silla muevo mi cadera arriba y abajo, como si ambos cantos del libro fueran tu cintura y estuviera allí mismo penetrándote. Tú puedes ver mi pene como aparece y desaparece y lo imaginas entrando y saliendo de tu entrada, que de seguro ahora está húmeda y resbalosa.
Cierras las piernas y te diriges a mi mesa. Yo pongo el libro sobre mis piernas, cubriendo mi erección. Te sientas a mi lado y me dices –Parece ser un libro interesante ¿puedo verlo?
–Por supuesto, tómalo– te respondo, al tiempo que pongo mi mano en tu rodilla.
Tú metes la mano debajo del libro y comienzas a acariciar mi pene. Sientes las venas, lo duro que está. Mi mano comienza a subir por tu entrepierna hasta encontrarse debajo de tu short acariciando tu erección. Tú tomas mi pene y resbalas tu mano arriba y abajo. Mis dedos resbalan dentro de tu ano y se mueven tocando tus paredes. Nos masturbamos mutuamente, dos extraños en un restaurante. Me apodero de tu boca, de tus labios. Tu lengua roza con la mía y respiramos uno el aire del otro cada vez más agitados; cada vez más excitados. Por un momento olvidábamos que estábamos en un restaurante, en un lugar público.
Tomo tu mano con la mía y te alejo por un momento para meter mi pene y subir mi bragueta. Después te tomo de nuevo de la mano y te conduzco al baño. Ambos en silencio y jadeando por dentro, con el corazón palpitando casi con taquicardia de saber, de imaginar lo que viene.
Entramos al baño de hombres. Yo pongo el seguro en la puerta. Tú lo quitas maliciosamente sin que yo lo supiera. Te excita la idea de ser sorprendido. Te beso de nuevo y te empujo con mi cuerpo hacia la pared más cercana. Bajo tu short y desabrocho mi pantalón para sacar de nuevo mi pene, que pide desesperadamente calmar su fuego dentro de tu cavidad húmeda. Tú sientes mi pene moviéndose, acariciado tus pliegues, tus jugos la mojan, lo dejan resbaloso y listo para penetrarte.
Con una de mis manos quito tu playera, tomo uno de tus pezones y comienzo a acariciarlo, con la otra acaricio tu nalga y recorro por detrás de tu muslo alzando tu pierna con ese movimiento. Ahora estás frente a mí, con la entrada de tu ano abierta y lista para que meta mi erección en ella. Muevo la cadera como un perro y sientes cómo mi pene busca su camino dentro de tu rico hoyito.
De repente suena la puerta del baño, alguien entra. Yo estoy completamente sorprendido, estaba convencido de haberle puesto seguro a la puerta. Y en un movimiento brusco te tomo de la mano y te meto conmigo dentro de uno de los baños. Te miro a los ojos y veo una sonrisa pícara en tu rostro y lo comprendo todo.
–Tú quitaste el seguro de la puerta ¿verdad?– te pregunto al oído y tú asientes con la cabeza.
–Me voy a vengar– te digo. En ese momento te tomo de las nalgas y te cargo hasta que tu pubis queda justo en mi boca. Tú te haces hacia atrás y te recargas con los brazos sobre el excusado. Me miras con los ojos bien abiertos. Y yo meto en ese momento mi lengua dentro de ti.
Lamo tu entrada de abajo arriba, tomo con mis labios uno a uno tus testículos y los recorro mojándolos con mi lengua. Primero uno, después el otro, luego meto mi lengua lo más dentro de puedo y, lo succiono.
Mi venganza está completa. Tu solo quieres gemir, gritar de placer, pero no puedes. Solo sientes mis chupadas cada vez más adentro, cada vez más deliciosas. Y de repente explotas, no puedes más y rompes el silencio con un sollozo al sentir cómo te vienes. Sientes las contracciones en tu vientre y tu miel escurriendo fuera de tu glande. Y yo tomándomela toda, lamiendo cada gota de tu rico orgasmo.
Escuchamos que salen del baño y entonces te bajo al suelo. Tú te volteas y pegas tus nalgas a mi pene. Entonces te penetro. Siento cómo mi pene se va abriendo paso dentro de tu hoyito mojado y cómo abre tus pliegues anales. Me muevo adelante y atrás dentro de ti al ritmo del movimiento de tus caderas. Toco tu punto y escucho tus gemidos cada vez más fuertes. Te tomo de la cintura, acaricio tus nalgas, subo mis manos a tus caderas acaricio al ritmo de mis embestidas.
–Que rico me follas, mmmm si, así dame duro– me dices y tomas una de mis manos y juntos acariciamos tu pene. Yo lo acaricio, juego con tus pezones y lo siento cada vez más duro y tú aprietas mi mano sobre la tuya.
–Me voy a venir, estoy a punto de explotar– te digo
–Espera. No podemos dejar evidencia de esto. Nadie debe darse cuenta de que estuvimos aquí– me contestas y te hincas frente a mí –Mejor vente en mi boca– me dices, y tomas mi pene en tu mano y lo masturbas, lo chupas, lo succionas y me preguntas – ¿me la vas a dar, me vas a dar tu leche?
En el momento en que abres la boca y tu lengua recorre la cabecita de mi pene, sale mi semen con fuerza y chorrea dentro de tu boca, escurre por tu lengua hasta tus senos. Tú lo metes dentro de tu boca y te tomas toda mi leche. Sientes mi esperma caliente; te lo tomas.
-Aahhhhhh siiiiii amor, que ricooooooo-.
Minutos después salimos del baño de los hombres como si nada hubiera pasado y nos sentamos juntos en tu mesa. Nos miramos con complicidad y nos sonreímos tomados de la mano, no quiero que te vayas, creo que algo nuevo está a punto de comenzar.