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Rubia tentación por karan

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Notas del fanfic:

De nuevo con un oneshot. 

Este es el que prometí un par de meses atrás, y por fin puedo publicarlo. 

Espero les guste leerlo, tanto como me gustó escribirlo. Y es que necesitaba saciar mi necesidad de NaruIno, pero no se preocupen... no es tragedia, ni angustia ni nada parecido. Un poquito de drama para sazonar y cantidades ingentes de romance :)

Ojalá les guste.

A leer.

 

 

¡No, no, no, no, no y no!

 

¡¿Qué diablos estaba haciendo?! ¡Él no podía estar ahí! Eso pintaba muy alto en la escala de "mal".

 

—Señor Uzumaki...   

 

Esa voz cantarina le hizo romper su hilo de pensamiento. Se giró sobre sus talones lentamente, temiendo enfrentar a la persona culpable de su tormento, guardando la esperanza de encontrarse con algo medianamente decente.

 

Pobre iluso.

 

Sus ojos fijaron el objetivo e inmediatamente se arrepintió de haber volteado. Maldijo internamente, inspirando profundo tratando de actuar lo más indiferente posible.

 

—¿Qué le parece este traje?

 

Quiso pasar por alto el tono descaradamente insinuante, pero la visión lo empeoraba todo. Frente a él se contoneaba con una desfachatez sin precedentes, una mujer de piel ligeramente bronceada con curvas peligrosas; y por si fuera poco, modelando un bikini de color fucsia que resaltaba sus nada discretos atributos.

 

Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no flaquear y ceder ante sus bajos instintos, porque esa rubia estaba para comérsela de un bocado. El problema era que... ¡Él no podía hacerlo!

 

Desordenó sus cabellos casi con desesperación y se obligó a clavar sus ojos en los azules que le miraban con lo que pudo distinguir como lascivia.

 

Craso error.

 

Debía pensar en cosas que le distrajesen, porque de lo contrario eso podría terminar de una forma que debía evitar a toda costa. Quizás si imaginaba cachorritos atropellados pudiese bajar la calentura de su mente.

 

—¿Y bien, Señor Uzumaki? Creo que no me queda tan bien... Tendré que buscar otro.

 

No, no, no. Él no soportaría un desfile.

 

—¡No! Digo, te queda... —Pasó saliva—, muy lindo.

 

—¿Lindo? —La chica alzó una incrédula ceja—. Ese no es el efecto que busco.

 

El rubio entrelazó sus dedos, presionándolos con fuerza para distraerse. ¡Esa niña quería volverlo loco! No podía caer en las redes de una niñita que podría ser su hija. Se sintió como un asqueroso viejo rabo verde. La chica no era su hija, pero tenía la misma edad que la suya. Y ahora que lo recordaba, su adorada hija tenía toda la culpa de lo que estaba pasando por ponerlo en esa situación. Claro, él era un adulto y pudo imponer su autoridad y haberse negado. Pero, ¿quién podría negarse a los ojitos de cachorrito que le ponía cada vez que quería algo? Y por supuesto, él acababa cediendo. Amaba a su hija, pero era maligna. Siempre lo manipulaba, y eso no lo había aprendido de él, no; lo había aprendido de su esposo, quien era un experto en el arte de la manipulación.

 

Su esposo...

 

Sus yemas acariciaron la doraba argolla que adornaba su dedo y comenzaba a quemarle como hierro candente.

 

—Ese te queda bien. Disculpa, pero ya debemos irnos. Te espero en el auto.

 

Fueron sus últimas –y atropelladas– palabras antes de abandonar el local como alma que lleva el diablo, dejando a la chica perpleja y sin opción a réplica. Haber huido le hacía parecer un cobarde, pero no tenía intensiones de ocultar su nerviosismo, era más que obvio. Él era un hombre sensato, mas no de piedra, y esa niña estaba presionando sus límites. No sabía con certeza lo que pretendía con ese jueguito que había iniciado días atrás. Su hija la había llevado a casa, presentándola como una amiga, aparentemente se conocieron en la universidad, ambas de primer ingreso. En un principio no le dio mayor importancia, hasta que días más tarde comenzaron las miradas inapropiadas, los roces 'accidentales', y ahora se paseaba por su casa como si formase parte de su familia. Quiso darle el beneficio de la duda, pero le quedaba más que claro que esa chica estaba jugando con fuego y, lo peor de todo, es que ambos podrían resultar quemados.

 

Él era un hombre felizmente casado. A pesar de tener veinte años junto a su esposo, seguía muy enamorado de él; aunque en los últimos años su relación se hubiese enfriado debido al ajetreado ritmo de trabajo de su esposo. Tal vez era la razón por la cual sus hormonas andaban revolucionadas por esa rubia. En sus treinta y siete años de vida, nunca le había atraído una mujer, y no porque no gustara de un buen par de pechos, sino porque nunca necesitó fijar sus ojos en alguien más. Era muy joven cuando conoció a su esposo, eran apenas unos adolescentes cuando se enamoraron, y al cumplir la mayoría de edad decidieron unir sus vidas; luego les acompañó una pequeña recién nacida a quien adoraron como si fuese propia, brindándole el amor y cobijo de una familia. Sin embargo, jamás descuidaron sus estudios, se turnaban para cuidar a la pequeña y velar porque nada le faltase.

 

Su esposo había cumplido su sueño de convertirse en un gran cirujano, y ahora era el jefe de cirujía de uno de los hospitales más importantes de la ciudad; por su parte, él era abogado, dueño de un reconocido Estudio Jurídico. No podrían pedirle más a la vida. Desafortunadamente, el empleo de su esposo era muy demandante, consumiendo mucho de su tiempo, y los pocos momentos juntos (sin llamadas de emergencia y reuniones importantes de por medio), él siempre estaba cansado. Ya ni recordaba la última vez que tuvieron intimidad; esa forzada abstinencia le estaba pasando factura, orillándolo a cometer una estupidez.

 

Por esa razón habían planeado un viaje para las vacaciones de verano. Irían a la casa de la playa y pasarían allí un par de semanas, pero no contaba con la sorpresiva invitada de su hija. Pondría las manos al fuego porque la razón por la que Ino les acompañaría, era porque ella misma le había pedido de 'manera sutil' a su hija que la invitase. Empezaba a detestar a esa cría, y encima le sumada la inocente petición que lo tenía con los nervios crispados:

 

—¿Papi, podrías acompañar a Ino a comprar ropa para el viaje? Verás, yo no puedo ir, y no quiero que vaya sola —Ojitos inocentes.

 

Simplemente, no pudo objetar.

 

¡Pero esa arpía no le había dicho que se trataba de vestidos de baño! ¡Y esos eran demasiado atrevidos para su salud mental!

 

Él había esperado con ansias esas vacaciones para disfrutarlas junto a su familia, sobre todo para estar a solas con su esposo, sólo esperaba que esa niña no planeara arruinárselas.

 

• • •

 

¡Es hermoso!

 

¡Mira, el mar!

 

¡La piscina es enorme!

 

Escuchaba los gritos eufóricos de las chicas que revoloteaban de un lado a otro, sorprendidas por la vista que ofrecía el lugar, mientras él permanecía en el umbral de la puerta cargando una absurda cantidad de maletas que no eran suyas. Ahora entendía por qué las mujeres llevaban tanto equipaje, ellas no tenían que cargarlo.

 

—¿Soy un burro de carga o qué? —gruñó para sí mismo.

 

—No te quejes, dobe.

 

Observó a su refunfuñado esposo a su lado. Bueno, él no era el único que cargaba maletas, pero sí el único que cargaba maletas que no eran suyas. En definitiva, las mujeres exageraban con el equipaje. Las mujeres y su esposo.

 

—¿Para qué necesitan tantas cosas, Sasuke? Nos quedaremos tres semanas, no un año.

 

El aludido rodó los ojos.

 

—No lo entenderías. Avanza y déjalas junto a los muebles de la sala. Anda, usuratonkachi —insistió cuando lo escuchó gruñir algo como 'abusivos'.

 

Dejó el equipaje en el lugar indicado, y luego se arrojó sin ningún cuidado sobre el enorme y mullido sofá. Eso sí que era vida. Los ventanales estaban abiertos, podía sentir el olor a sal y la brisa del océano acariciándole el rostro. Se hubiese quedado una eternidad allí echadote, si su esposo no le hubiese zarandeado para que se moviera.

 

—Esto es genial. Muchas gracias por permitirme acompañarlos, Señor Sasuke.

 

Esa niña...

 

—No ha sido nada. —Hizo un ademán con la mano, apenas mirándola—. Sayumi, muéstrale su habitación y acomoden sus cosas.

 

Naruto sonrió. Su esposo era de naturaleza tajante. No es que lo hiciese adrede, simplemente era algo inherente a su personalidad, y eso le encantaba porque le hacía parecer inalcanzable, y a su vez, repelente. De manera que mantenía alejados a los demás. Por otro lado, sabía que tenía prisa porque ese desastre desapareciera de sus narices, con lo 'especialito' que era con respecto al orden y el aseo.

 

—Vamos. —La chica tomó de la mano a su amiga, llevándosela por el pasillo—. Te va a encantar, tiene vista a la piscina.

 

Una sola mirada y Naruto comprendió que debía moverse cuanto antes, sin quejas. Cuando hubo acomodado las cosas en la habitación, pudo estirarse a sus anchas sobre la cama y tratar de dormir. Pero el repiqueo incesante de unas teclas le obligó a abrir los ojos.

 

Eso no podía ser verdad.

 

—Sasuke —Llamó la atención del otro—, prometiste que te desconectarías del maldito mundo. Nada de teléfono, beeper , ni computadora.

 

El moreno puso mala cara al ver la mano extendida del rubio pidiéndole el móvil, y por la severidad reflejada en sus gestos, no tuvo más que ceder. Naruto le quitó la batería al aparato y lo guardó en el cajón bajo llave.

 

—Es injusto.

 

—No, Sasuke. Lo que haces es injusto.

 

El moreno desvió su mirada ante los ojos acusadores de su esposo. Bien, había cometido un error, era su culpa y pensaba remediarlo. Pondría todo su empeño en que esas vacaciones fuesen dedicadas completamente a su familia. No más trabajo, sólo su hija y su esposo.

 

Naruto conocía muy bien la cara de arrepentimiento de su pareja, así que lo jaló para que se tumbara a su lado. Sasuke suspiró y colocó las manos sobre el pecho del rubio. Le gustaba sentir los latidos de su corazón y, por supuesto, también palpar esos duros pectorales y percibir el calor que emanaba su cuerpo; aunque no lo admitiera, lo había extrañado tanto. Cerró los ojos al igual que su esposo e intentó descansar.

 

—Dobe, tienes los zapatos puestos...

 

—Shhh... guarda silencio —Colocó un dedo sobre los labios contrarios, recibiendo un gesto ceñudo. Deslizó su dedo, acariciándolos con suavidad, y luego acercó lentamente los suyos para juntarlos en un dulce roce. Sintió la tibieza y la tersura incitándolo a probar más, así que comenzó a moverlos con delicadeza, y fue correspondido. Su lengua delineó de rincón a rincón, sus dientes mordisquearon el labio inferior obligándole a permitirle el acceso; le fue concedido y se adentró para saborear cada parte de esa cálida y húmeda cavidad. Embriagado por su sabor, sus manos acariciaron la nívea mejilla coloreada en un tenue carmín. Las manos del moreno se deleitaron percibiendo los fuertes latidos, suyos y de su esposo; la mano libre del rubio se deslizó hacia la parte baja de su espalda. El aire comenzaba a escasearles, pero su separación era mínima. Sus manos ascendieron para enredarse en las hebras doradas, mientras sentía unos dedos jugando con el botón de su pantalón.

 

—¡Papá!

 

¡No ahora!

 

Se separaron como si el contacto abrasara su piel. Naruto no hizo ningún comentario, pero sus ojos reflejaban su decepción.

 

—Sonó a "Papá, necesito dinero".

 

El rubio negó con la cabeza.

 

—No, sonó a "Papá, préstame las llaves del auto".

 

Sasuke se levantó y le tendió la mano a su esposo.

 

—Salgamos de dudas. —Abrieron la puerta, encontrándose a su hija apoyada en el marco con pose de El-mundo-no-me-merece. Naruto entrecerró los ojos, esa pose le era tan familiar—. ¿Qué sucede, Sayumi? —preguntó Sasuke con cierto recelo.

 

—Pa-pá... —El cirujano presionó la mandíbula, ese tonito le sonaba a berrinche. Era culpa de Naruto por malcriarla tanto, siempre se lo recriminaría. Suspiró llenándose de paciencia para escuchar lo que fuese que su hija le pediría—. Ino duerme como una roca, estoy aburrida y tengo hambre. No hay nada en el refrigerador. ¿Podemos ir al supermercado?

 

Sasuke recordó que había olvidado llenar la alacena, y era su trabajo hacer el súper, bajo ninguna circunstancia enviaría a Naruto y a su hija a hacer las compras, terminarían llenándose de pura porquería y Ramen instantáneo, aunque a Sayumi, gracias al cielo, no le gustara.

 

—Bien, tomaré las llaves y la billetera. —Dio media vuelta y se perdió en la habitación.

 

Naruto observó a su hija en silencio. Se había convertido en una joven hermosa. Tenía unos lindos ojos cafés, la piel muy blanca, aunque se empecinaba en rociarla para lucir un tono más dorado, el cabello largo de un tono naturalmente castaño que cubría bajo una tonalidad rojiza que no le hacía ninguna gracia. Y unas pecas en la nariz que le daban un aire muy tierno. Adoraba a su hija y odiaba que creciera tan rápido.

 

—Ya podemos irnos —anunció Sasuke saliendo de la habitación.

 

Naruto se acercó a su hija para besar su frente con demasiado afán porque sabía que eso le irritaba.

 

—¡Ay, Papi, ya!

 

El rubio rió cuando la observó marcharse con apuro.

 

—¿Tú también rehuirás mis besos?

 

Sasuke enarcó una ceja llevando una mano hacia su nuca y luego le plantó un beso profundo y lento. El rubio sonrió contento cuando su esposo se separó un poco, aún sentía el aliento sobre sus labios al advertirle que se comportara. Tras un corto beso, se marchó.

 

Resolvió que ya no tenía sueño, estaba casi solo en casa, así que disfrutaría de unas cuantas horas de sol y con suerte el baño le haría despejarse. Cambió su ropa por un short de baño, tomó una toalla y se dirigió a la piscina; se arrojó sin pensarlo, zambulléndose por unos minutos, nadando otro tanto, y al cabo de una hora estaba lo suficientemente agotado como para continuar. Esperaba que no se tardaran mucho haciendo las compras, moría de hambre.

 

Caminó hacia el jacuzzi ubicado en la punta más alejada de la propiedad, desde allí podía observar a lo lejos la casa, decidió que los esperaría cómodamente. Las burbujas le brindaban un espectacular masaje en el cuerpo y el sonido era relajante. Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y puso su mente en blanco. Perdió la noción del tiempo al quedarse profundamente dormido, fue hasta escuchar el ruido de un chapuzón y gotas salpicándole la cara, que comenzó a espabilarse. Unos fríos dedos recorrían su abdomen, provocándole cosquillas, sintió un aliento sobre sus labios y pensó que sería Sasuke que estaba de vuelta. Sus manos buscaron las caderas ajenas encontrando algo inesperado: Su esposo no tenía una cintura diminuta y tampoco usaba bikini.

 

—¡¡Qué demonios...!!

 

Abrió los ojos de golpe, horrorizado ante la escena. Quiso apartar a la rubia que se aferraba con fuerza a su cuello, pero la muy escurridiza esquivó sus movimientos sentándose sobre sus piernas e inmovilizándolo. Maldijo al agua por entorpecer sus reflejos. La chica sonrió victoriosa e intentó besarlo, pero logró colocar una mano a tiempo para evitarlo.

 

—¡¿Qué mierdas piensas que haces?!

 

La joven sólo rió ante el rostro crispado del hombre que le miraba como si fuese el diablo en persona.

 

—No se preocupe, Señor Uzumaki, acabaremos antes de que su familia regrese. —Acercó la boca a su oreja donde lamió. Naruto cerró los ojos con fuerza—. Prometo que le va a encantar. —Esa posición era peligrosa, y lo comprobó cuando la chica empezó a mover su pelvis, restregándose sobre su...

 

¡No, no, no! ¡Estaba muy sensible!

 

Agarró a la chica de las caderas, arrojándola al agua. Se incorporó, dispuesto a marcharse, y sólo se detuvo cuando escuchó una risa. ¡Esa niña estaba tocándole las narices! La chica se levantó y el rubio deseó que no lo hubiese hecho, pues dejó a la vista lo que el agua había estado ocultando: No llevaba puesta la parte superior.

 

Pasó saliva disimuladamente y la miró a los ojos con furia.

 

—No sé qué pretendes con esto, pero te advierto que me dejes en paz o te echaré a la calle de una patada en el trasero.

 

—Vamos, sólo planeo que nos divirtamos un poco, estamos solos y nadie debe enterarse. Prometo brindarle tanto placer que rogará por más, y por lo visto, le hace bastante falta. —Clavó su vista en los bajos del hombre que mostraban un incipiente bulto. La chica se arrodilló a la altura de su pelvis, y sin dejar de mirarlo, se relamió con descaro. Naruto sintió una punzada, pero logró ignorarla.

 

—Soy un hombre casado y amo a mi esposo. No echaría por la borda mi matrimonio por un polvo. ¿No te bastan los niñitos de tu edad? ¿Por qué no buscas a otro? No estoy interesado.

 

—Un matrimonio que está arruinado. Van a divorciarse, es lo que Sayumi dice todo el tiempo. ¿Cuál es el problema con un buen polvo? Soy bastante buena en la cama, y usted me calienta, Señor Uzumaki.

 

Naruto agrandó los ojos y dejó caer la mandíbula con incredulidad. Ignorando la sucia boca de esa desvergonzada, no podía creer que su hija pensara que iban a divorciarse. ¡¿De dónde había sacado semejante disparate?!

 

—Mi hija no pudo haber dicho eso. ¡Yo no pienso divorciarme de Sasuke! —gritó enfurecido—. ¡Mientes!

 

—Ella dice que el objetivo de este viaje es para intentar salvar su matrimonio, pero duda que puedan lograrlo. Asegura que su padre no pasa tiempo en casa, que apenas se hablan, que ni siquiera se pelean como solían hacerlo, y ni hablar de su inexistente intimidad. —Se encogió de hombros y se puso de pie. Tomó la mano del hombre, aprovechando su aparente estado de shock, y la llevó a sus pechos—. Pero esa frustración sexual puede resolverse.

 

No podía creer que Sayumi estuviese al tanto de sus problemas, sabía que su matrimonio no estaba en su cien por ciento, pero eso no significaba que iban a divorciarse, ni siquiera le había pasado por la mente. Era absurdo, él no se separaría de su esposo. ¡Nunca!

 

Se percató de su mano en los pechos de la chiquilla calenturienta y la apartó, el movimiento fue tan brusco que la hizo tambalearse. Naruto salió del jacuzzi, cabreado, le dedicó una furibunda mirada a la rubia antes de perderse dentro de la casa. Lo que el rubio no pudo observar, fue la sonrisa maliciosa y la mirada decidida de la chica.

 

• • •

 

Salió de su habitación en la que había permanecido encerrado por su 'seguridad', para dirigirse a la cocina donde su esposo e hija se encargaban de preparar la cena.

 

—¿Descansaste? —preguntó Sasuke cuando lo vio sentarse en uno de los bancos. Recibió un asentimiento de cabeza como respuesta antes de verlo reposar la frente sobre la encimera—. ¿Te encuentras bien?

 

—¿Compraron Ramen?

 

Ambos negaron y él se deprimió, casi se soltaba a llorar como un crío. ¿Qué pecado habría cometido en su vida pasada como para estar cumpliendo esa penitencia? El Ramen era lo único que podía animarle, y ese par de ingratos no podían darle el gusto.

 

—Sólo a ti te gusta esa porquería, dobe. Te advertí que comenzarías a comer bien.

 

—Pero el Ramen es delicioso.

 

—Es verdad —secundó una voz a sus espaldas, y enseguida se materializó sentándose a su lado.

 

—¿A ti también te gusta, Ino? —preguntó Sayumi.

 

—Por supuesto, mi favorito es el de Ichiraku.

 

Naruto frunció el ceño, ese era su restaurante favorito, pero no quería participar de esa conversación.

 

—No le des ideas, Ino, luego te arrastrará allí para que lo acompañes.

 

La rubia sonrió ampliamente.

 

—No le veo el problema.

 

Naruto se levantó y se acercó a la cocina donde su esposo preparaba una pasta. Se apegó a su espalda, le abrazó por la cintura y escondió el rostro en su cuello, inspirando su aroma.

 

—Teme —suspiró y besó su cuello.

 

—Naruto, estate quieto. —Se removió intentando apartarlo, pero el rubio se oponía a soltarle—. Naruto, apártate, estoy ocupado. —Intentó zafarse, pero su esposo le tomó con más fuerza—. ¡Que te quites! —Lo empujó, haciendo que el rubio trastabillara—. Siéntate y espera la cena.

 

Naruto le miró sin poder creerlo. Ante el lamentable rechazo, simplemente asintió y forzó una sonrisa, disimulando su tristeza. Las chicas se miraron incómodas y fingieron no prestar atención a lo que pasaba, pero el ambiente era tenso y difícil de ignorar. El rubio volvió sobre sus pasos y se dirigió al sillón de la sala donde se dejó caer, gimió como un animal herido e intento pasarlo por alto, pero la opresión en el pecho le dolía al respirar.

 

—¡Papi, mira! —Sayumi se acercó, sentándose sobre su regazo—. Es el nuevo volumen, pensé que te gustaría. —Sonrió al ver el manga de ninjas que tanto le gustaba—. La compré para ti. —Abrazó a su hija y besó su frente.

 

—Gracias, mi amor. Me encanta.

 

Sayumi se recostó en su pecho y comenzaron a ojearlo. Ella adoraba a su padre y le dolía cuando se entristecía, sobre todo a causa de su otro padre. Sabía que las parejas eran así, pero temía que el matrimonio de sus padres estuviera a punto de terminarse, y era terrible observar que Sasuke no ponía de su parte para recuperarlo. Porque el matrimonio es de dos.

 

Sasuke observó la escena en silencio, desvió su mirada al percibir los ojos azules que le escudriñaban con curiosidad y se giró para servir la cena. Ino sonrió, aquello era más divertido de lo que pensaba.

 

Cuando llamó a su hija para que ayudara a poner la mesa, recibió la mirada gélida cargada de reproche, y sabía que lo tenía merecido. No trataba de hacer sentir mal a su esposo ni de alejarle, lo quería, pero le incomodaban sus arranques melosos, esos que debía guardarse únicamente para la alcoba. Por otro lado, estaba ocupado y no quería sufrir un accidente debido a la impertinencia de Naruto; pero al parecer, nadie lo había interpretado de aquella manera.

 

—Eres muy joven para tener un auto, lo hemos hablado muchas veces —señaló Sasuke a su hija que tenía un gesto malhumorado. Miró a Naruto en busca de apoyo, pero el rubio jugueteaba con los cubiertos, distraído.

 

—No es como si me fuese a ir de fiesta. Además, mi papi me enseñó a conducir, ¿verdad? —El rubio parpadeó al sentir la opresión en su mano, alzó la vista encontrándose unos ojos cafés llenos de expectación. No había prestado atención a la conversación, pero al parecer debía dar una respuesta, de manera que simplemente asintió.

 

—Eso no hace ninguna diferencia —continuó Sasuke—. Acordamos que cuando cumplieras dieciocho podrías tenerlo. Falta un año, así que espera.

 

—Tu padre tiene razón, no desesperes, un año se pasa volando.

 

—Tú no te quejas porque todos tus novios tienen auto, Ino.

 

—¿Muchos? —preguntó el moreno, viendo la oportunidad perfecta para librarse de aquella conversación.

 

La rubia negó, apenada.

 

—Son amigos, yo no saldría con esos perdedores.

 

—¿Ah, no? ¿Y cómo es tu tipo ideal? —inquirió la pelirroja con sorna.

 

—Bueno... primero que todo no me gustan los niñitos. Quiero un hombre maduro que sepa lo que quiere y no tema a ir tras ello.

 

Sayumi se soltó una reír, Sasuke negó con desaprobación y Naruto se llevó la copa de vino a los labios para tomar un gran sorbo. Los ojos azules de la chica estaban fijos en los suyos.

 

—Y sobre todo que se guapo.

 

El rubio se levantó en un respingo.

 

—¿A dónde vas? No has tocado la comida, Naruto.

 

—Estoy cansado. —Besó la frente de su hija e hizo una reverencia para despedirse—. Buenas noches.

 

• • •

 

Al entrar a la habitación tan sólo encontró la lámpara de su buró encendida. Cambió su ropa a un conjunto liviano y fresco, estaban en la playa y, a pesar de contar con ventilación, seguía siendo caluroso. Observó la cama antes de correr la sábana, podía distinguir a su esposo recostado del otro lado, sabía que no dormía. Se tumbó en su lugar y clavó la vista en el blanco techo. Sintió un movimiento a su lado y pudo notar a Naruto dándole la espalda. Seguía enojado. Bufó antes de girarse en dirección al rubio y se acercó a su espalda. Naruto fingía dormir, pero notaba cuan tenso estaba. Reposó su frente sobre la amplia espalda, y el no recibir rechazo le impulsó a pasar su brazo por el costado y apegarlo a su pecho.

 

—Naruto...

 

—Descansa, Sasuke —Usó un tono áspero. No correspondía su abrazo, pero tampoco lo rechazaba. Supo que tendría que esforzarse un poco más. De verdad lo lamentaba, pero era difícil admitirlo con tanta facilidad.

 

—No quería que resultaras herido. No fue mi intensión.

 

—Nunca lo es.

 

—¿Qué se supone que significa eso?

 

—Tienes una forma bastante peculiar de preocuparte por mi bienestar, Sasuke. No te preocupes, no volveré a acercarme cuando estés 'ocupado' o desocupado. Ya no quiero tus excusas.

 

—Sabes que no se trata de eso.

 

—Lo sé. Tu maldita aversión a muestras de afecto.

 

Sasuke exhaló un suspiro, recordando que debía disculparse e intentar arreglar las cosas con su adorado y obstinado esposo. Y no asesinarlo en el proceso.

 

—Ya me conoces, ¿por qué insistes?

 

—Después de tantos años, creí estúpidamente que cambiarías o al menos cederías, pero es evidente que me equivoque. —Apartó la mano que lo rodeaba y se sentó a orillas de la cama—. Pensé que superarías esa mierda. Tu orgullo y tus complejos a nadie le importan, al igual que a ti no te importa que esto funcione. —Le vio tomar su almohada.

 

—¿A dónde vas?

 

Naruto se volvió antes de hablarle, atravesándole con una mirada glacial.

 

—Lejos de aquí.

 

Tras del portazo, el moreno se dejó caer sobre el colchón. Era un idiota. Él intentando solucionar el problema y ese tarado huyendo... dejándolo solo. Acarició el lado de la cama vacío, percibiendo el vestigio de calor. ¡Maldición! Pero eso no se quedaría así.

 

—Sí me importa, pedazo de dobe.

 

• • •

 

Fue a la cocina por un vaso de jugo, aún era muy temprano, así que no le pareció extraño no encontrar a nadie. Tenía mucho calor, moría por darse un baño y broncearse un rato. Caminó hacia la puerta que conectaba a la piscina, pero se detuvo cuando algo llamó su atención. Si no se equivocaba, eso dorado que sobresalía del sofá eran las hebras de su padre. Se acercó con el rostro compungido porque no podía creer que su padre hubiese dormido allí, y eso significaba que había tenido una pelea marital de magnitudes catastróficas. Le despertaría para obligarle a que fuese a su cama, al menos podría dormir adecuadamente por un par de horas, pero sus intensiones se esfumaron al bordear el sofá.

 

De ninguna manera lo despertaría.

 

Salió de la sala sin hacer el mínimo ruido y con una enorme sonrisa adornándole el rostro.

 

• • •

 

Abrió los ojos cuando la intensidad de la luz evaporó sus ganas de seguir durmiendo. Intentó moverse y lanzó un quejido adolorido. Su pobre espalda. Pronto lo asaltaron los recuerdos de la noche anterior y comprendió el porqué de su estadía en el sofá de la sala. Sentía un inusual peso sobre su cuerpo y un cosquilleo en la nariz. Miró con atención, encontrando una mata de cabello oscuro sobre su pecho. ¿Eh? Observó el rostro pacíficamente dormido de su esposo y notó que pesaba mucho, sus piernas estaban entumecidas, pero realmente no quería moverse. Con su brazo libre acarició los negros cabellos y enteró su nariz en ellos, inspirando su embriagador aroma. El moreno empezó a moverse, balbuceando y haciendo gestos de que era muy probable que también estuviese adolorido. Cuando finalmente abrió los ojos, observó los azules de su esposo.

 

—Buenos días —Saludó el rubio con parquedad.

 

Sasuke escondió su cara en el pecho trigueño, recordando lo que había sucedido.

 

—¿Qué haces aquí? Recuerdo haberte dejado en la ca...

 

Acalló sus labios con los suyos, impidiéndole continuar.

 

—No te atrevas a hacerlo de nuevo, dobe.

 

Naruto distinguió la aflicción en los orbes oscuros y asintió.

 

—Disculpa aceptada.

 

Decidieron quedarse un poco más así, disfrutando de la compañía del otro, las caricias y los besos.

 

—Me debes un masaje —dictaminó el rubio. Distinguió la sonrisa de su esposo, demasiado ocupado mordisqueándole el cuello, mientras él se deleitaba manoseando ese par de redondas y apetecibles...

 

—¡Oh, por Dios! ¡Busquen una habitación! —exclamó Sayumi. Escandalizada, asqueada y feliz. Una extraña combinación.

 

Ambos se congelaron debido a la sorpresiva interrupción, pero no le dieron mayor importancia. No estaban haciendo nada malo, sólo eran besitos inocentes.

 

—La terapia será costosa. ¡Mis pobres e inocentes ojos!

 

Rieron cuando su hija salió por la puerta. Era tan melodramática.

 

—Se me antoja ir a la piscina, ¿qué dices? —le susurró al oído, erizándole la piel. Sasuke pudo notar una chispa de malicia en ese añil, no sabía con certeza lo que se traía entre manos, pero presintió que le gustaría.

 

—Que es una buena idea.

 

Untó con especial detenimiento el bloqueador en la blanca espalda, masajeando cada rincón. Comprobó que no hubiese nadie en los alrededores y continuó bajando, colándose bajo la tela azul del short.

 

—Naruto —se quejó, advirtiéndole que podían ser observados. Una cosa era que su hija los encontrase comiéndose a besos, y otra muy diferente, que los viese metiéndose mano y cosas mayores. Ahí sí que necesitaría terapia.

 

El rubio bufó, había visto a su hija entrar en su habitación, seguramente estaría tomando una siesta; y en cuanto a su invitada, era una perezosa que se levantaba muy tarde, así que dudaba mucho que los mirase. Pero el moreno seguía negándose. Sus ojos recorrieron el amplio patio y tuvo una idea.

 

Se levantó y se arrojó a la piscina, ganándose un gruñido insatisfecho de su esposo. Segundos más tarde, Sasuke le acompañaba. Se zambulleron, salpicándose y jugando, retándose a competencias de nado para ver quién era el más rápido. No importaba cuantos años transcurriesen, porque en esencia seguían siendo los mismos. Tras una aplastante derrota, Naruto se aferró a su esposo en busca de consuelo y, de paso, aprovechar para manosear un poco.

 

—¿Por qué presiento que esto tiene un oscuro propósito?

 

La deslumbrante sonrisa del rubio le parecía demasiado sospechosa. Le había sugerido que se metieran al jacuzzi, y ahora su esposo permanecía a sus espaldas, acariciándole los húmedos cabellos que caían en cascada sobre sus hombros.

 

Los dedos hábiles se deslizaron por la piel de su abdomen, acariciando y bajando lentamente. Próximo a una zona tentativamente peligrosa, la mano de Sasuke lo detuvo de imprevisto.

 

—No —se opuso sin mucho ahínco—. Nos verán.

 

—Relájate —le susurró al oído—. Si no hacemos movimientos bruscos, no se enterarán.

 

Sin más oposición, sus dedos continuaron bajando, desataron los cordones que ajustaban la prenda y se colaron dentro. Un suspiro necesitado se escapó de sus labios, echó la cabeza hacia atrás, reposándola sobre el hombro de su esposo y cerró los ojos, dejándose hacer. Naruto acarició el miembro de su pareja que empezaba a reaccionar. Conforme pasaban los minutos, los bajos gemidos se fueron intensificaron y el movimiento  incrementándose. Se sentó, obligando al pelinegro a acomodarse encima con las piernas (muy abiertas) colgando a cada lado de las suyas, luego deslizó la parte trasera del short dejando al descubierto las perfectas nalgas de su esposo.

 

Sasuke presionó la mandíbula al sentir un dedo hurgar en su hendidura. Enterró sus uñas en las piernas trigueñas cuando el falange logró introducirse. Las caricias en su miembro eran vertiginosas y pronto la intromisión en su interior aumentó otro dígito.

 

—Naruto... —Exhaló el aire contenido en sus pulmones y se mordió los labios con saña cuando esos habilidosos dedos tocaron un punto que lo enloqueció.

 

—No te muevas, déjame a mí —dijo con una sonrisa traviesa al notar que el moreno pretendía empalarse solito.

 

—Hmp —gruñó con evidente disgusto—. Entonces... mué...velos. Más rápido.

 

Advirtió que sus músculos se contraían, presagiando un próximo final. Notó la erección de su esposo presionando contra la parte baja de su espalda. No quería terminar. Su mano buscó instintivamente hasta tocar el duro bulto entre las piernas del rubio.

 

—Naruto —Giró la cabeza para conectar sus miradas, esperando que entendiese lo que quería, pero el rubio se negó. Si lo penetraba no podría contenerse, y eso sí que los dejaría en evidencia.

 

Sasuke torció el gesto, claramente en desacuerdo, y se zafó del maravilloso contacto para girarse por completo. Se aferró al cuello de su pareja y lo besó, hambriento. Sus piernas le rodearon la cintura y tuvo ganas de deshacerse de la estorbosa prenda que le alejaba de la piel del rubio. Mordió, lamió y arañó todo a su alcance. Sus dedos se deslizaron por la trigueña piel liberando la dolorosa erección. Sasuke atendió el miembro punzante de su esposo, mientras otros dedos volvían a explorar su dilatada entrada. Ahogó un gruñido complacido en el cuello del rubio antes de pasar a masturbar ambos miembros. Aquellos dedos aceleraron el ritmo, yendo tan profundo como les era posible, al igual que su mano. Naruto cerró los ojos, presionó los dientes y apretó a Sasuke más a su cuerpo antes de correrse. Él rodeó el cuello de su esposo y mordió su hombro para contener un fuerte gemido al llegar al ansiado clímax.

 

Permanecieron abrazados, normalizando la respiración. Naruto besó la cabeza morena y Sasuke dejó un beso en su cuello. Minutos después, se irguió para observar a su rubio marido, deleitándose con su brillante sonrisa.

 

—Usuratonkachi, tú y tus ideas.

 

Compartieron un prolongado, profundo y pausado beso antes de acomodarse las ropas y salir del agua. Tendrían que vaciar el jacuzzi.

 

• • •

 

Tres magníficos días al lado de su esposo, sin interrupciones ni intromisiones de ningún tipo. Juntos, tranquilos y muy contentos. Tres días supuso un record para que su hija decidiera relevar el mudo acuerdo de mantenerse al margen e imponer su voluntad, traducida en unos deseos incontenibles de arrastrar a su padre al mall más cercano porque necesitaba 'cosas de chica' que él no comprendía y que su esposo se había visto obligado a aprender con el paso de los años para complacer los caprichos de su pequeña. Y debía admitir que Sasuke hacía un gran trabajo, eso sumado al hecho de que tenía un natural buen gusto, lo cual de por sí ya era una gran ventaja. A veces pensaba que su esposo habría hecho muy feliz a una mujer, de haberse casado con una. ¿Qué hombre estaría dispuesto a acompañar a una chica a hacer compras sin querer asesinarla al final del día? Y además, lo disfrutaba. Siempre llegaban con bolsas y más bolsas llenas de cosas que él simplemente elegía ignorar, al igual que sus desconcertantes estados de cuenta. Todo por hacer feliz a su familia.

 

Al abrir los ojos, la oscuridad reinaba en la habitación. Prendió la lámpara del buró, y desemperezándose caminó en dirección al pasillo. Las luces estaban apagadas, al parecer no llegaban todavía. Avanzó por las habitaciones con el objetivo de llegar a la cocina. Tenía mucha hambre, pero siendo un completo inútil en los misterios del arte culinario, podría probar suerte con un simple emparedado.

 

Un ruido llamó su atención, retrocedió unos pasos escuchándolo proveniente de una de las habitaciones. Se acercó con cautela, pues los sonidos que no supo interpretar aumentaban a medida que se acercaba. Se detuvo frente al dormitorio, la luz estaba encendida y se escabullía por la puerta que estaba entreabierta. Su instinto le gritó que debía irse, mas su curiosidad fue más fuerte. Se asomó cuanto le fue posible distinguiendo la alfombra, más allá un sillón y luego la cama tambaleándose.

 

Inmediatamente relacionó el hecho con un acto carnal. Imaginó que la rubia invitada sostenía un fogosa sesión de sexo con alguien a quien desconocía. Se sintió incómodo, avergonzado y nervioso. ¡¿Qué demonios hacía fisgoneando?! Pero no pudo apartarse, sin importar cuánto le gritase la razón. Continuó observando, por simple curiosidad. ¿Quién le había permitido a esa niña tener invitados?

 

Sus ojos encontraron los pies de la chica, pudo distinguir los sonidos irregulares y agudos como gemidos. Ella tenía las piernas abiertas, pero algo en la escena no cuadraba. No pudo evitar empujar un poco la puerta para poder ver más allá. Tragó sonoro al descubrir que, en efecto, la chica era embestida, pero no había nadie entre sus piernas. Miró con asombro el enorme consolador de color naranja que se hundía en su centro provocándole retorcerse de placer. Sus ojos no se desviaron de la escena, por el contrario, contemplaron el cuerpo curvilíneo lleno de sudor que se contraía con cada penetración. Los gemidos llenaban sus oídos. Sintiendo una fuerte punzada en su entrepierna, su mano descendió acariciando por sobre la tela. Separó los labios, sentía que le faltaba el aire. Su mirada continuó subiendo hasta fijarse en la expresión de goce de la fémina. Sus ojos estaban cerrados y su rostro contraído, mientras la mano que sostenía el juguete aceleraba el vaivén. Naruto presionó su hombría, sintiéndose como un sucio pervertido. Contuvo un gruñido, pero no fue suficiente, los ojos de la chica se clavaron en los suyos. Había sido descubierto.

 

Observó con pánico los orbes azules sobre él, y su primer instinto fue huir. Dio media vuelta, pero un llamado lo detuvo.

 

—¡Señor Uzumaki! —No dio otro paso, mas no se atrevió a volverse. Distinguió el tono agitado de la chica y se reprochó por recordar lo que había visto, por error.

 

Convencida de que el rubio no pensaba encararla, sonrió. Su plan no podría haber marchado mejor. Acortó la poca distancia de dos zancadas y le agarró del hombro. Naruto se giró y miró los ojos pícaros de la rubia.

 

—Señor Uzumaki, es de mala educación espiar tras la puerta.

 

—Yo... no fue mi intensión. —Mantuvo la vista alzada, pues la chica iba desnuda.

 

—¿Por qué no me acompaña? —Acarició el fornido pecho—. Aún no he terminado, y dado que me ha interrumpido en la mejor parte, es lo mínimo que puede hacer.

 

El rostro moreno se llenó de furia.

 

—Ni lo sueñes, niñita. Ya me iba.

 

—¿Sí? Seguramente a bajarse eso. —Señaló el bulto sobresaliente en sus bajos —. Ya que le gustó tanto lo que vio, déjeme ayudarle con su problemita. —Esbozó una sonrisa ladeaba y atrevida, luego acercó su rostro para susurrarle al oído—: Fólleme.

 

El rostro del hombre se tornó rojo intenso.

 

—Y ya que le van los tíos, podemos utilizar a mi amiguito. No creo que el tamaño sea un problema.

 

Al rubio le tomó unos segundos comprender las intensiones de la chica. En primer lugar, él era un hombre casado; en segundo, amaba a su esposo; y en tercero, pero no menos importante, no era una virgen doncella, pero su traserito ya tenía dueño, y ya mucho le costaba ceder ante su esposo como para dejarse profanar por una chiquilla libidinosa.

 

—¡¿Estás demente!? Tú no me vas a meter nada y yo tampoco voy a tocarte.

 

—¿Por qué no? Podemos complacernos mutuamente.

 

Naruto rogó al cielo por paciencia, con las ganas que tenía de retorcer ese frágil cuello.

 

—Te lo he explicado de mil maneras. Amo a Sasuke, no le seré infiel por una calentura. Y tú mejor evítate un problema. —Aquella situación comenzaba a preocuparle, si esa niña se salía de control y Sasuke se enteraba, le aterraba lo que pudiese suceder, su esposo no era una persona particularmente inofensiva—. Será la última vez que te lo diga, no voy a acostarme contigo, no importa lo que hagas. Si insistes, tendré que echarte.

 

Acto seguido se volteó, esperando que sus palabras fuesen los suficientemente claras y amenazantes. Ino cerró los puños, furiosa. Eso no se quedaría así, aún le quedaba una carta por jugar.

 

—Su esposo le es infiel. —Naruto se detuvo de golpe—. Su esposo tiene un amante.

 

El movimiento fue rápido e inesperado. La chica soltó un grito aterrado cuando el rubio la apresó contra la pared con un agarre doloroso. Sus ojos eran llameantes y su semblante era sombrío.

 

—Eres una maldita mentirosa —siseó fuera de sí. La sacudió con fuerza, golpeándola contra la dura superficie. Ella se mordió los labios, soportando la ira del rubio.

 

—Es verdad —soltó con dificultad—. ¿Acaso mentí sobre lo de Sayumi? No había manera de que yo supiera eso.

 

Naruto dudó.

 

—¿Y cómo puedes saber esto? —Estaba seguro de que mentía. Tenía que ser una maldita mentira. Sasuke no lo engañaría. No. Sasuke nunca lo haría. Y si su hija estuviese al tanto, no permitiría que le viesen la cara de estúpido y se lo contaría, por muy devastador que fuese.

 

Ino vaciló un instante.

 

—Yo lo vi —repuso con desespero sopesando la posibilidad de verse descubierta ante la mirada desconfiada del Uzumaki—. En el hospital... Es un sujeto del hospital donde trabaja. Yo le vi en el estacionamiento, mi madre es enfermera y trabaja allí mismo. —Naruto la escuchaba con atención y eso la animó a seguir—: Se abrazaba al tipo, demasiado amistoso, luego se despidieron con un beso, no de amigos.

 

Los ojos azules vacilaron, su corazón tembló y su puño se estampó en la pared justo al lado de la cabeza de la chica. Las fuerzas lo abandonaron y se dejó caer, incapaz de sostenerse un segundo más. La rubia lo abrazó a su cuerpo y él descansó la cabeza en su hombro.

 

—Todo está bien, Señor Uzumaki, yo voy a consolarlo. —Besó la rubia cabellera, las marcas en las mejillas, el fuerte mentón, sin resistencia alguna del hombre—. Déjeme consolarlo. —Probó sus labios y Naruto cedió. A trompicones llegaron a la habitación. Ino lo empujó, cayendo sobre la cama y se subió a sus caderas—. Prometo que lo haré olvidar.

 

• • •

 

¡Joder! ¿Acaso planeaba pasarse toda la puta noche en el baño?

 

—¡Naruto! —gritó por enésima vez sin obtener una respuesta. Hacía dos horas que estaba en casa y había encontrado a su esposo tomando una ducha. Al inicio no le dio mucha importancia, pero el rubio no había salido ni para comer y ya llevaba demasiado tiempo allí encerrado. Comenzaba a preocuparse.

 

Enfadarse resultaba fatigoso, así que se inclinó para apartar las cortinas,  abrir la ventana y dejar el aire fluir. Escuchó el pestillo de la puerta y un chasquido.

 

—Hasta que apareces —dijo sin voltear—. Seguro te han salido aletas, con lo que te has tardado.

 

Sasuke, todavía forcejeando para abrir la ventana que se rehusaba a ceder, ignoró la mirada que le dedicaba su esposo. Dolor, rabia, deseo. Todos en una sola. Un gemido de asombro se escapó de sus labios al sentir el trabajado y húmedo pecho trigueño pegado a su espalda.

 

—Dobe, ¿qué crees que...?

 

Las manos se cernieron en sus caderas, obligándole a arquearse y amoldarse más a su cuerpo. Sasuke jadeó al notar una dura protuberancia presionando su trasero enfundado en unos ligeros pantalones de lino blanco. Naruto tan sólo llevaba una toalla amarrada a la cintura. Tuvo que sostenerse del alféizar debido al impetuoso roce, y se acaloró al sentirlo frotándose entre sus nalgas.

 

—¿Por qué mierdas estás tan caliente? —Trató de contenerse, pero sus palabras salieron entrecortadas y su cuerpo empezaba a reaccionar a causa de la sorpresiva y excitante acción.

 

—Es tu culpa —gimió en su oído, provocándole escalofríos—, por ponerte ese jodido pantalón que te hace un culo... ¿Te gusta? —sonrió con socarronería al ver la respuesta de esas caderas indicándole que mucho—. Entonces, ven a buscarlo.

 

Tan rápido como empezó, se terminó. Sasuke maldijo, insatisfecho, pero la réplica murió en su boca al volverse y observar cómo su esposo se recostaba a orillas de la cama en una pose por demás sugerente. Tenía una sonrisa ladina en el rostro y le miraba de un forma que le calentó demasiado. Se quitó la toalla y las neuronas del moreno se desconectaron. Sólo podía pensar en cuánto deseaba a Naruto y su enorme... sonrisa.

 

• • •

 

Su fresco aroma... la tersura de su piel...  el sabor de sus besos... el suave roce de sus manos... la estrechez de su carne... sus ojos... esos iris oscuros en los que podía perderse una eternidad.

 

Los impetuosos  gemidos eran una dulce melodía para sus oídos, erizándole la piel con la calidez de su aliento. El movimiento de sus caderas, subiendo y bajando a un ritmo frenético, envolviéndolo en una atmósfera de éxtasis. Enloquecido por las indescriptibles sensaciones, su mirada nublada y vidriosa se desvió perdiéndose en el cielo iluminado por la esplendorosa luna. Más allá de su burbuja, se erguía una silueta. Otros ojos azules contemplaron con asco, furia y derrota la escena.

 

Aquellos labios volvieron a reclamar los suyos y volvió a ignorar el mundo. En cambio, miró con adoración los iris oscuros y enigmáticos que le invitaban a poseerlo por completo. Era esclavo de sus besos, era presa de su piel. Una sola mirada bastaba para quebrantar su voluntad.

 

Las uñas se le clavaron en el torso, arañándolo con ímpetu; sintiendo una exquisita opresión, cerró los ojos y se dejó llevar por una ola de insuperable placer. Un gutural sonido que se escuchaba tan lejano y el peso de su esposo sobre su pecho, donde le esperaban ansiosos sus brazos para envolverlo y no dejarlo ir jamás.

 

Dopado, porque Sasuke era su droga personal, escuchó dos simples palabras que le hicieron estremecer. Besó su coronilla, recibiendo caricias en su piel. El moreno se movió, tumbándose boca abajo a su lado. Contempló la blanca espalda y reposó su cabeza sobre ella. Debería sentirse feliz, sin embargo la opresión en su pecho le hacía tan desdichado. Pero Sasuke lo había dicho, no fue un espejismo de amor jugado cruelmente por su mente. Un hombre que engaña no puede decir que ama, a no ser que no sea sincero. ¿Y por qué no lo sería? ¿Por qué mentiría con tanta vileza y cinismo? ¿Es que acaso él lo merecía? ¿Tan mal le trataba? Su esposo nunca se había caracterizado por ser de palabras fáciles, ni de soltar algo tan importante con tal despreocupación si no lo sentía necesario. Entonces ¿por qué dolía tanto?

 

Se apartó de él, buscando sosiego. Sasuke abrió los ojos, ¿por qué demonios le quitaba tan placentero contacto? Giró su cabeza en dirección a su rubio marido que parecía no tener la intensión de querer dormirse pronto, y miraba sin mirar en realidad el oscuro cielo. Al moverse, una húmeda sensación recorrió su espalda. Torció el gesto y se apresuró a prender la lámpara.

 

Naruto parpadeó pero no se atrevió a mirarle, y eso él lo notó de inmediato. Se acercó a su rostro y lo analizó con detenimiento. No sólo los caminos húmedos en las mejillas, sino también buscando una explicación, pero no la encontró. Apresó su cara entre ambas manos para que no le rehuyera más, sin embargo no fue suficiente cuando el rubio se liberó con facilidad. No dándose por vencido, se subió a sus caderas y aprisionó sus manos por encima de su cabeza.

 

Dos pares de miradas retadoras, ninguno se intimidó.

 

—No quiero una segunda ronda. —Torció una mueca desdeñosa.

 

—Yo tampoco. —Ignoró la pequeña fisura en su orgullo—. ¿Por qué las lágrimas?

 

—No te incumbe.

 

La presión en sus muñecas aumentó, sacándole un quejido.

 

—Serás imbécil. Claro que me importa, si acabamos de hacer el amor y te pones a llorar como una niñita, y no me salgas con la estupidez de que es de felicidad —espetó sarcástico.

 

—¿Hacer el amor? —inquirió entre incrédulo y perplejo.

 

—Cuando dos personas se quieren y... —titubeó con un ligero rubor—. No me hagas decir esas cosas, sabes a lo que me refiero. Y sí, hacer el amor, ¿o crees que me acuesto contigo para quitarme la calentura como si fueras cualquier tío que me encontré en la calle?

 

—¿Te acostarías con un callejero? —preguntó no tan en broma.

 

—Entiendes mi punto.

 

Naruto bajó su mirada y se entristeció. Sasuke soltó sus muñecas al asegurarse que no huiría.

 

—La verdad es que no lo creo, pero... ¿y si te aburres de mí? ¿Y si no soy suficiente?

 

El moreno se inclinó a la altura de su rostro.

 

—¿Estás de broma? Si tú no te aburres de mí, ¿por qué me aburriría yo de ti?

 

Los iris azules le miraron, ausentes de brillo.

 

—Sasuke, ¿tienes un amante?

 

Los ojos negros se estrecharon, indagadores, intentando descifrar si aquello era una broma de mal gusto. Pero no encontró ninguna señal de vacilación.

 

—¿Es en serio?

 

—Dime la verdad, si es así, podemos hablarlo. Trataré de entenderte, pero... ¡uhh! —Un fuerte golpe le hizo callar—. Mis costillas. —Se quejó presionando dicha parte agredida. Sasuke le miraba furibundo, lo tomó del cabello, obligándole a verle.

 

—¡¿Qué mierdas dices?!

 

—Sa..suke, ¡duele!

 

— ¿De dónde sacaste semejante disparate? ¡¿Te volviste loco?!

 

Naruto lo miraba fijamente, buscando en sus ojos la verdad, pero Sasuke estaba dolido e indignado, además de peligrosamente cabreado. Se abrazó con fuerza al cuerpo de su esposo, pidiéndole perdón. Sasuke intentó hacer de lado la terrible acusación para ahondar un poco más. Naruto no era de los que se inventaban cosas, generalmente ellas venían a él, luego se desarrollaban y explotaban.

 

—¿No quieres el divorcio? —preguntó en un hilo voz, aún escondido en el blanco pecho.

 

—Justo ahora me lo estoy pensando.

 

El rubio hizo un puchero y se aferró con más fuerza. El moreno viró los ojos. Esa conversación no tenía ni pies ni cabeza. ¿De dónde había sacado ese pedazo de tonto que quería divorciarse y que era infiel?

 

—Sayumi piensa que vamos a divorciarnos.

 

—¡¿Qué?!

 

—No sé. —Se encogió de hombros—. Piénsalo un poco. Casi no pasas tiempo en casa, casi no te vemos. Antes de estas vacaciones no habíamos tenido tiempo para nosotros, ¿desde cuándo no estábamos juntos? Es fácil deducir que lo nuestro se iba a pique.

 

¿Divorcio? De sólo pensarlo se le congelaba el alma. Acarició las hebras doradas donde reposó su barbilla. Pensándolo un poco, tal vez tenía un poquito de razón.

 

—Eres tan dobe. No voy a dejarte, y tú tampoco puedes dejarme. Si te atreves, te cortaré en pedacitos.

 

—Eso es lo más romántico que me has dicho. —Sonrió.

 

Sasuke se acomodó sobre sus piernas y rodeó su cuello. Se besaron un largo rato.

 

—¿De dónde sacaste eso del amante? El hospital me quita mucho tiempo, tengo la cabeza llena de diagnósticos, cirugías y pacientes. Sayumi y tú son quienes más me importan, son mi familia. No tengo tiempo ni quiero tener para un amante. Es ridículo que siquiera lo pienses.

 

Naruto maldijo internamente. Realmente había sido el estúpido más grande del mundo al creer en las palabras de aquella víbora venenosa. Sasuke esperaba por una explicación, y no era exactamente paciente.

 

—Yo... será mejor que te sientes.

 

El rubio empezó el relato desde el primer día en que la rubia amiga de su hija había iniciado su acoso. Contó con vergüenza todos y cada uno de sus encuentros. Las miradas, los roces, las palabras. Sus reacciones, sus pensamientos. Los sentimientos con respecto a la lejanía de su matrimonio, las mentiras de la chica y su debilidad. Sasuke escuchó en silencio, ambos sentado a orillas de la cama sin enfrentar la mirada. Su voz se fue apagando a medida que la historia avanzaba, y sentía que a cada segundo un brecha le separaba de su esposo y se hacía más y más grande. Hasta que no pudo más y su voz se quebró. Prefirió callar y enfrentar la vergüenza en silencio.

 

Sasuke permaneció con las manos juntas sobre sus piernas, su vista no había abandonado el suelo, como si fuese lo más interesante del mundo, pero su mente viajaba a mil por hora, haciendo conjeturas, analizando y tomando decisiones.

 

—¿Te acostaste con ella?

 

Naruto lo miró, mas el moreno seguía igual que antes.

 

—¿Qué? ¡No! No lo hice.

 

En un ágil movimiento, Sasuke estaba arriba de él, empujándolo contra el colchón, apretando su cuello.

 

—¡Sas..suke! —chilló escandalizado a falta de oxígeno.

 

—¡¡¿Te la tiraste?!!

 

—¡No!

 

—¡No te creo!

 

Naruto forcejeó para quitárselo de encima, tras varios intentos desesperados, pudo invertir posiciones y aprisionar el cuerpo de su esposo dejándolo de cara al colchón.

 

—¡Suéltame! ¡Voy a matarte, pero antes te cortaré la po...!

 

—¡Escucha! ¡Joder! —Lo sostuvo con fuerza, porque de soltarse su existencia corría peligro—. Sé lo que parece, pero no lo permití. Estaba ahí y... no pude hacerlo —confesó. Lo cierto era que cuando estaba en la habitación con la chica encima, lo único, o él único en quien podía pensar era en su esposo. Si Sasuke le era infiel, lo enfrentaría, pero eso de pagar con la misma moneda no era su estilo. Y agradecía enormemente no haber cometido un error. Se hubo quitado a la rubia de encima, huyó raudo y veloz. No la deseaba, sus besos, su caricias no hacían más que confirmarle que eran otras manos y otros labios los que deseaba probar.

 

Los forcejeos amainaron y decidió soltarlo. El moreno rodó para enfrentar su mirada y el rubio sintió que se le encogía el corazón.

 

—Teme, no me veas así —rogó. Lo que menos deseaba era herir a su esposo—. Te juro que nada pasó, absolutamente nada. Lo que te he contado es toda la verdad —Le acarició la mejilla, sonriéndole.

 

—Dobe.

 

Un rodillazo en sus partes nobles y Naruto se quitó de encima retorciéndose de dolor entre las sábanas. Sasuke se incorporó, buscó un pantalón limpio y una camiseta.

 

—¡¿A dónde vas?! —chilló aterrorizado.

 

El pelinegro se aproximó mirándole de una forma que le hizo sudar frío.

 

—¿Seguro que no la metiste donde no debías? —El rubio gritó por el doloroso agarre de su sádico esposito en su adolorida entrepierna.

 

—¡Ayy! ¡No! ¡En los últimos vein...! —Apretó con más fuerza—. ¡En toda mi vida sólo he estado contigo! ¡Lo juro por nuestra hija!

 

—Más te vale. —Acercó su rostro al trigueño y lo soltó, le dio un corto beso en los labios y salió en dirección al baño. Naruto sabía que Sasuke tenía un carácter bastante peculiar, pero esa bipolaridad era alarmante—. ¡¿Dónde está mi escalpelo?!

 

El rubio dio un salto y se interpuso en la puerta.

 

—No vas a salir por esta puerta, bastardo. No vas a cometer una locura. —El Uchiha mostró la hermosa hoja afilada de su herramienta favorita—. Sasuke, no seas insensato. Eres médico, ayudas a dar vida, no la quitas.

 

—Y tú eres demasiado dramático. No voy a matarla, aunque ganas no me faltan. Ahora, quítate.

 

—Sasuke...

 

—¡Que te quites o te enseñaré cuán bueno soy con esto!

 

—E-Está bien, pero... no te tardes. Me avisas si hay que cargar el cuerpo y arrojarlo al mar.

 

Sasuke rodó los ojos, lo apartó ignorando sus ruegos y salió.

 

Naruto esperó impacientemente en la habitación, al borde de un colapso nervioso. Media hora más tarde, lo que le parecieron milenios, Sasuke entró, guardó el escalpelo en su estuche y se quitó la ropa sin decir una palabra.

 

—¿La mataste?

 

—Se irá en la mañana.

 

Naruto inspiró con alivio. Al menos la chica estaba viva y el asunto estaba resuelto.

 

—Quítate la ropa.

 

—¿Eh?

 

—Que te la quites, do-be.

 

—No, ¡espera! Mmm... Sasuke, eres un travieso. ¡Ay! ¡Mis costillas!

 

—No seas quejica.

 

—Pero si tú me pegaste. ¡Oh, sí! Ábrete de piernas.

 

—Cállate, imbécil. Pueden escucharte.

 

—Jeh, ¿me comerás la po...?

 

—No seas vulgar.

 

—Pero si tú lo dijis...

 

—Que te calles.

 

—¡Oh por...! ¡Sasuke!

 

Si su adorado esposo estaba tan dispuesto a complacerlo, ¿quién era él para impedírselo?

 

• • •

 

—Mi amor, ya cálmate. Vas a formar un zanja.

 

Desde el cómodo sofá podían observar la figura de su hija paseándose por la casa como si fuese un animal en cautiverio.

 

—¡Pero, papi! —gritó desde el otro extremo de la habitación—. Me aburro como una ostra. No puedo creer que la perra de Ino se haya ido sin más. Es una desagradecida.

 

Suspiraron al mismo tiempo. Habían decidido no contarle lo sucedido con la rubia, esperando que ésta cumpliera su promesa de no volver a acercársele a su hija. Sasuke era muy bueno negociando, sobre todo con un objeto corta punzante en mano. Siempre podría fingir un accidente, después de todo, era un Uchiha, y un cirujano respetable. ¿A quién le creerían? ¿A una niñita de dudosa reputación o a él?

Naruto buscó la mirada de su esposo y le vio asentir, se levantó de sus piernas donde reposaba su cabeza para sentarse a su lado.

 

—Las personas no son un juguete de tu entretención, y no las necesitas para divertirte. Hace un hermoso día, afuera hay una enorme piscina, más allá la playa y, por si fuera poco, una maravillosa vista —agregó el rubio—. Ve a dar una vuelta, distráete.

 

El chica rodó los ojos y gruñó sintiéndose incomprendida.

 

—¡Pero no tengo con quién platicar! ¡Claro que necesito compañía!

 

—¿Y nosotros estamos pintados en la pared o qué? —espetó Sasuke.

 

—No, claro que no —respondió bajando su tono como lo hacía cuando se dirigía a su padre—, pero no es lo mismo. El internet es una tortuga, la recepción es terrible, y ustedes están en sus cosas y no quiero interrumpir —finalizó con un puchero que al rubio le derritió el corazón y al moreno le recordó a alguien de quien seguramente lo había aprendido para ablandarlo.

 

—Yo puedo acompañarte, salgamos un rato y hablemos de chicos —Guiñó un ojo en complicidad ganándose un jalón de orejas de su esposo. Sayumi escondió su rostro entre sus manos. Adoraba a sus padres, y era genial verlos pelearse de nuevo de la forma extraña en la que lo hacían y que sólo ellos entendían; pero quería estar con gente de su edad, aunque a veces sus padres se comportaran como chiquillos.

 

—Sayumi, ven aquí, necesitamos hablar contigo. —Llamó Sasuke antes de tener que soportar más berrinches. La joven se acercó con enfado acomodándose en la mesa frente a ambos hombres. Hubo un rápido intercambio de miradas antes de decidir cómo empezar. Sabiendo que su esposo se haría un embrollo, prefirió hacerlo él—. Naruto y yo hemos estado hablando sobre un tema que nos concierne a todos como familia, y creemos que ha llegado el momento de aclarar algunas cosas. Sé que en los últimos años ha habido un cambio bastante evidente en nuestra relación como pareja, y sabemos que tú lo has notado. Y también entendemos que debido esos cambios hayas llegado a pensar cosas que en realidad no son verdaderas. —Naruto se aproximó al moreno y pasó un brazo por sobre sus hombros—. Tu padre y yo no vamos a divorciarnos.

 

La chica se cruzó de brazos y les miró con cara de Eso-no-es-novedad.

 

—Ya sé que no van a divorciarse.

 

—¿Qué? ¿Cómo lo sabes? Pensamos que tú así lo creías —habló el rubio con desconcierto.

 

—Exacto, así lo pensaba, pero han vuelto a ser los mismos. Cualquier persona con dos dedos de frente se daría cuenta que ustedes no van a divorciarse, al menos no saliendo ilesos. —Rió al ver los rostros desencajados de sus padres—. No hay personas en el mundo más opuestas y al mismo tiempo más afines que ustedes dos. Sus discusiones, peleas e insultos son su inusual manera de demostrarse cariño. Y me alegro que hayan vuelto, aunque temo por los hermosos floreros... y los cuadros... y las vajillas —bromeó—. Además, las paredes no son tan gruesas como ustedes piensan. Agradecería que me dejaran dormir un poco. —Una sonrisita burlona se asomó en sus labios.

 

Los ojos azules se agrandaron con asombro y sus mejillas trigueñas se colorearon de un rojo intenso provocándole un ardor hasta las orejas. Los ojos negros se desviaron apenados, y se aclaró la garganta sabiéndose el mayor causante de esos sonidos. No pudo evitar darle un codazo a su esposo. Era su culpa por ser un dobe tan enérgico.

 

—Bien, aclarado ese asunto —continuó Sasuke—, quiero agregar algo. He tomado una decisión y voy a reducir mi horario en el hospital. Trataré de no tomar turnos de noche, y haré todo lo posible por tener los domingos libres.

 

Naruto se sorprendió gratamente y abrazó a su esposo demostrando cuán contento le ponía la noticia.

 

—¡Es grandioso, papá! —exclamó con gran alegría, le emocionaba la idea de pasar más tiempo juntos, así la relación no peligraría nunca más—. Como sea —interrumpió el momento porque empezaba a tornarse insoportablemente meloso, para cambiar de tema—. Papá, hay algo de lo que quiero hablarte.

 

El moreno alzó una elegante ceja para prestar atención a su hija.

 

—Bueno, ahora que Ino se ha ido, he estado hablando con un amigo...

 

El rubio se separó un poco al sentir el cuerpo de su esposo tensarte. Sayumi miró a ambos hombres con algo de preocupación antes de continuar.

 

—Y bueno, es un muy buen amigo. Y como ustedes están en una especie de luna de miel y no quiero ser un estorbo, creo que podría hacerme compañía. Es decir, le encanta la playa y...

 

—¿Es un chico? —preguntó Sasuke, receloso.

 

—Sí.

 

Naruto alejó el brazo que rodeaba al moreno y miró a su hija esperando que no continuara porque no quería presenciar una discusión, y no soportaría ver la cara de desilusión, enfado o tristeza de su hija.

 

Además, el Uchiha ya tenía mala cara nivel uno: Ceño ligeramente fruncido.

 

—Se puede quedar en la habitación de huéspedes y... ¡No es mi novio! Papá, deja de intentar asesinarme con la mirada.

 

Naruto tragó grueso ante el nivel dos: ceño severamente fruncido y tic en el ojo izquierdo. Admiraba la valentía de su hija.

 

—Es un chico mayor, muy educado, de buenas costumbres. Me llevó a conocer a sus padres, que son muy buenas personas. Y realmente le gustaría venir. ¡Así no me aburriría!

 

Nivel tres: gesto ceñudo, brazos cruzados, mirada inflexible.

 

Naruto tomó un periódico y se escondió tras él, lo sentía, pero no podía mirar a su hija, quien buscaba desesperadamente su apoyo. No se atrevería a desautorizar a Sasuke. No si quería conservar todas las partes de su cuerpo.

 

—Papá, por favor... Te prometo que no pasará nada malo. Es un gran chico, y no tiene prejuicios. De hecho, es gay.

 

Las alarmas sonaron en su cabeza.

 

Nivel cuatro: temblores.

 

—No —tajó con voz áspera.

 

—¡Pero, papá!

 

—Sin peros. He dicho que no, y es mi última palabra. Puedes patalear cuanto quieras que no me harás cambiar de opinión. Faltan dos semanas y esperarás hasta que debamos partir. Si te aburres o no, es asunto tuyo.

 

La mirada furiosa de su hija, no le amedrentó.

 

—Y cuando lleguemos a casa, hablaremos seriamente sobre ese sujeto.

 

 La chica se levantó hecha una energúmena, le dirigió una mirada enfurecida antes de marcharse en dirección a su habitación, y luego un portazo retumbó por toda la casa.

 

Soltó el aire de golpe y descansó la cabeza sobre el respaldo.

 

—Sabes que no te odia —susurró el rubio, apenado por la escena. Sabía cuánto detestaba el moreno esos encuentros en los que debía imponerse ante su hija—. Necesita límites, no podemos complacerla en todo. —Le rodeó la espalda y lo atrajo entre su brazos.

 

—Ya no es una adolescente, pero sigue comportándose como una. —Miró al rubio de forma acusatoria—. Es tu culpa por consentirla tanto.

 

—Es mi trabajo, soy el bueno.

 

—¿Por qué debo ser el malo? No quiero jugar más ese papel.

 

—Porque a ti te sale natural, yo no podría. —Besó el ceño del pelinegro que empezaba a arrugarse—. Sé que es mi culpa el que te hayas negado, y no sabes cuánto lo lamento.

 

—Será mejor que nos olvidemos de eso.

 

Naruto asintió y dejó un suave beso en sus labios.

 

—Te amo —susurró rozándole con su aliento y viéndole directo a los ojos.

 

—Eres un cursi.

 

—Y tú un asesino de momentos románticos. Se supone que tú también deberías decírmelo.

 

Sasuke torció una sonrisa de lado.

 

—No me gusta repetir cosas que ya sabes. —Recibió con gusto otro beso de su esposo—. Ahora ve a consolar a tu hija, sé que mueres de ganas por hacerlo.

 

Naruto ensanchó una sonrisa y se dirigió sonriente hacia la habitación de Sayumi.

 

—¡Mi amor, no te enojes! ¡Ya conoces a tu papá! ¡No le hagas caso! —Sasuke soltó un bufido, ese dobe escandaloso—. ¡Ya sabes cómo le pega la edad! ¡Hay que tolerarlo!

 

Nivel cinco: activado.

 

—¡Naruto Uzumaki! ¡Date por muerto!

Notas finales:

FIN

¿Qué les pareció? Puedo sentir como bulle ese odio por Ino. Bah, debo admitir que el NaruIno me parece sexy, ¿haría un fic NaruIno? ¿Uns trama completa? No, definitivamente no, pero me gusta en el NaruSasu como una pareja conflictiva y alternativa para meter un poco de tensión. C;

Ojalá no les haya desagradado tanto...

Sayumi es mi OC, ¿qué les pareció? Obviamente es adoptada, por eso no tiene las características de sus padres, pero sí que algo de la personalidad. Porque se forjo por la crianza de ambos. xD 

Sasuke es el lado mandón, que impone orden y es fashionista xD Naruto es el alcahuete, sensible y cariñoso, que además paga los caprichos de ambos (su esposo e hija). Así es como me los imagino yo, de ellos formar una familia. Y así es como sería su hija, caprichosa, de caracter fuerte y mimada e.é

Es una suerte que sus padres la puedan complacer en todo xD 

Bueno, espero sus comentario (ojos de cachorrito u.u) y ojalá les haya gustado un poco- ;)

Hasta una próxima entrega (sí, ya sé que tengo cosas pendientes, estoy trabajando en ello, ando un poco retrasada con eso, porque sigo sin compu T_T)

Casi lo olvido, pueden pasar por mis nuevos oneshot:

-Role Play. 

-Feria de celos. 

Un saludito fuerte.

Karan


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