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Eclipse en el sol de América por LuuOkita

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- Tony, escúchame...no te estoy diciendo que vuelvas a ser Ironman...solo t...-

-¡Bruce! -Exclamó la voz del ingeniero con un leve bufido de molestia.- Si me vuelves a llamar para  esto bloqueo tu número -Dijo con un suspiro algo exasperado mientras se pasaba las manos por el rostro.

- Sabes que tengo razón, no puedes dejar que te controle y no podemos perder a otro...-

Tony suspiró de nuevo, cogiendo aire, intentando las lágrimas que se habían agolpado en sus ojos desde el inicio de la llamada no salieran rodando por sus mejillas y cuando fue a hablar de nuevo, oyó de fondo la voz de Furia. De nuevo había convencido a Bruce para que le llamase para convencerle de ser Ironman de nuevo y decidió colgar la llamada, echando ligeramente la cabeza hacia atrás en el sofá.

-Todas las semanas igual -Murmuró con una leve mueca, pasándose otra vez una mano por el cabello. Habían intentando convencerle de todas las maneras, y aun así se negaba.

Sumido en sus propios pensamientos oyó el timbre y cogió el móvil de nuevo, viendo que era un repartidor de correos y clamó por Jarvis.

-Dile que lo deje en el buzón para algo está -Dijo con una leve mueca mientras miraba al repartidor desde el móvil, al parecer iba en moto pero en las manos solo tenía una carta.

-Señor, le sugiero que deje las cartas en el buzón - Se oyó la voz de Jarvis calmada como siempre pero el repartidor no pareció asustarse.

Se ajustó algo mejor la gorra que llevaba y sonrió de forma leve, metiendo la carta en el buzón  y luego miró de reojo hacia la cámara de seguridad.

-Jarvis asegúrate de la que recibe - Dijo entonces una voz que al asistente de Tony le resultó más que común, una voz que Tony le había hecho buscar por todas partes.

Pero sus propias deducciones le llevaron a pensar que sería una mejor idea no decirle nada a Tony sobre aquellas palabras y decidió esperar a que fuese a leerla. Tony bajó recogiendo entre aquellas cartas que llevaban meses allí, algunas de Shield, algunas de Bruce, algunas de fans, una que no tenía sello.

-¿El repartidor dijo algo? -Preguntó a Jarvis, alzando las cejas curioso al ver que no tenía sino su dirección y poco más y abrió aquel sobre que parecía nuevo, de nuevo en su sofá.

-Ni una palabra -Mintió su inteligencia artificial, Jarvis sabía que si le decían de quién era no la leería, solo la tiraría.

Al abrirla vio una carta escrita a máquina de escribir, pero lo primero que llamó su atención fue un folio que en la mitad tenía un retrato suyo hecho a bolígrafo azul. Frunció el ceño algo extrañado por aquello, pero ver algo más detenidamente el dibujo sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo y trató de regresar a la primera página de aquella carta.

 

Mi más querido vengador,

Dicen las noticias que desde hace casi un año dejaste de ser Ironman, que ya no existe el protector de brillante armadura de Nueva York. ¿Pero sabes qué? Muero de curiosidad por saber que inventos dejaste escondidos en tu taller, donde solo Jarvis y tú sabéis donde están.   No dejes de leer, no al menos ahora. Sé que pensarás que soy solo un fan más buscando a su vengador volver a brillar, pero sabiendo lo curioso que eres ya habrás mirado la otra hoja y sé que ya no dejarás de leer.

Leyó el saludo y las primeras líneas con algo de prisa, intentando averiguar si su deducción sería correcta, pero las últimas palabras le hicieron bajar la vista al siguiente párrafo con las manos temblorosas sobre el papel intentó coger aire.

Quieres explicaciones, quieres hablarme, gritarme incluso si quisieras pegarme lo entendería. Trataste de salvarme de algo que me estaba haciendo débil, estúpido y malvado  y yo no dejé que me salvases. No te dejé porque tenía miedo de que sin aquello no fuera nada ni nadie, de que sin aquello ya no sería nada. Las últimas palabras que te dije no fueron nada amables, entiéndeme o no me entiendas si no quieres, eran las palabras de un corazón herido y una mente confusa. ¿Sabes una cosa? Tiré esas malditas botas de cowboy a la basura. Aunque en el trabajo no me dejarían ir con ellas, preferí tirarlas.

Las pulsaciones de Tony se alteraron de manera considerable, tanto así que tuvo que respirar hondo intentando calmarse, pero las lágrimas en sus ojos le borraban las letras de su vista y se las secó con la manga de la camiseta con un leve sollozo. Había sido un cabrón con él y aun así estaba sonriendo como un imbécil al leer la última frase. Como odiaba esas botas.

A estas alturas estarás pensando en mil cosas, pensando en cómo pude ser tan cobarde de venir ahora mismo hasta tu casa y no hablarte, no decir ni hacer nada, sino dejarte una carta en el buzón. Quizás no quieras verme, no quieras saber nada más de mí y lo tirarás todo a una trituradora...Pero en caso de que si quieras,  estaré en el parque que tenía una pequeña fuente en el centro, rodeada de  bancos, donde estabas buscándome con una foto en tu móvil antes de la misión, antes de todo lo que pasó. Estaré mañana por la tarde, desde las cinco, en el mismo banco de aquella vez aunque esta vez sin las botas de cowboy.

 

Steve G. Rogers.

 

Solo una frase y las palabras se emborronaban debido a las lágrimas que ahora caían por sus mejillas manchando el final de la hoja, y se secó rápido, no quería estropear esa carta y contuvo un pequeño sollozo, con los dedos temblorosos intentó enfocar de nuevo terminando de leer, volviendo a sonreír como un niño ilusionado y dejó aquella hoja a su lado en el sofá, mirando el dibujo sin poder contener una sonrisa y suspiró intentando calmarse, tenía que planear que decirle cuando se vieran o no planear nada y estrujarlo entre sus brazos para que no se volviera a ir.

Steve llegó al piso en donde ahora vivía quitándose la gorra y la chaqueta con un leve suspiro. El trabajo de repartidor no era el mejor del mundo y no iba a cambiar el mundo repartiendo paquetes y cartas, pero había sido la forma  más fácil de ponerse en contacto con Tony y de conseguir algo de dinero para poder pagarse un alquiler de un pequeño estudio. Decidió ponerse unos vaqueros y una camiseta básica de color blanco, con una chaqueta de cuero, cogiendo las gafas de sol al salir por la puerta.

Había pasado un año desde que todo aquello había pasado, un año desde que había sido tan cruel con Tony, consiguió desprenderse de su adicción a la cocaína, al tener aún el suero activo en su organismo no le costó tanto como le hubiera costado a alguien normal y suspiró pasándose una mano por el pelo y decidió  sentarse en el banco moviendo ligeramente el pie izquierdo nervioso y miró su teléfono móvil. Llegaba dos minutos antes de la hora y trató de pensar en que decirle a Tony cuando le viera aparecer.

Aparcó en un sitio cercano, llegando caminando al parque, cuando vio la fuente y su corazón se aceleró, pero fue cuando vio a Steve en el banco que casi se le sale del pecho y se acercó a paso rápido casi corriendo pero al quedarse frente a él, este levantó la mirada y al verlo se puso en pie sin decir nada pero con una leve sonrisa.

-Son zapatillas -Murmuró Tony entre sollozos intentando secarse las lágrimas con las mangas de la americana negra que llevaba con las manos aun temblorosas y frías por los nervios.

Steve no pudo evitar reírse de forma leve al oírle y trató de contener sus lágrimas, acercándose algo más al moreno y sostuvo su rostro con las dos manos, mirándole a los ojos con una sonrisa.

- T e dije que las tiré -Dijo el rubio con una leve sonrisa aunque con la voz algo temblorosa al sentir las manos de Tony quedarse en su pecho, apretando su camiseta entre los dedos.

-Menos mal, porque eran horribles -Respondió con una leve risa entre lágrimas aún, su cuerpo temblaba  de pies a cabeza y se apegó algo más al cuerpo del rubio, besando sus labios despacio.

Correspondió al beso dejando las manos en su espalda para poder pegarle más a su cuerpo, sentía al otro temblar contra su cuerpo, y le abrazó con fuerza dejando que Tony escondiera el rostro en su pecho intentando ahogar los sollozos, sin demasiado éxito.

- Bienvenido a bordo capitán - Dijo entonces Stark con una leve sonrisa aun sin dejar de abrazarle y acomodó la mejilla en su pecho.

- Un placer, Stark - Respondió Steve con una sonrisa dejando caer las lágrimas que llevaba minutos intentando retener.

Y aunque tenía casi una vida que contarse y mil que perdonarse, ya fuera por la propia voluntad de Steve o la ayuda de Tony o quizás ambas cosas, la puerta azul se había  cerrado para siempre.


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