Shim Changmin es un escritor, sí, de esos que aún creen en el poder de las palabras y que cualquier cosa que tú quieras se pueda obtener si lo intentas.
Algo soñador, pero aún mantenía los pies en la tierra.
Su círculo de amigos no era muy grande, sólo lo suficiente para no sentirse solo, por lo menos la mayor parte del tiempo.
Pero, un día viernes, cerca de las 4 de la mañana con una copa de vino en su mano derecha y su móvil en la otra, no pudo escapar de su soledad, se vio rodeada de ella.
Changmin es algo soñador, pero porque le gustaba soñar con él.
¿Cuánto habrá pasado? ¿dos o tres años? Sí, han pasado tres años, pero la verdad, es que ya no quiere recordarlo.
Sus dedos se movían solos y en menos de un minuto, pudo ver una imagen, se vio a sí mismo, más joven, más feliz… más vivo. Pero no estaba solo, no. Juntó, a él se encontraba parecía de la misma edad, tal vez un poco mayor. Él mostraba una sonrisa, que le ganaba por mucho a la suya, más grande, blanca y pura.
A Changmin le gustaba imaginar su final feliz, por eso, cada vez que puede plasma en sus escritos sus sueños y fantasías. Crea su mundo ideal.
Y a veces, sólo a veces, puede recordarlo sin que sus ojos se humedezcan, y que pequeñas gotas salinas le recordaban que volvía a estar solo.
Changmin sabe que no puede cambiar el pasado, sabe que lo ocurrido no lo pudo evitar.
Una nueva lágrima se asomó y decide que esta esta madrugada no será fuerte, de inmediato otras se le unen y él ya no quiere ni puede pararlas.
Otra botella vacía se encuentra en su alfombra, junto a ella, una copa de vidrio hecha pedazos.
Él tomó uno de esos pedazos y la luz de la luna que apenas se filtraba por las cortinas mal cerradas produjo que una de las esquinas tuviera un pequeño destello, y por un momento recordó los ojos de su amado, podía pasar horas mirando esas obres y aún descubría nuevos sentimientos, nuevas emociones.
Un movimiento ciego, un ardor, un momento de dolor y luego vino la calma… sentía como su sangre emanaba por montones de su recién hecha herida. Pero lo que vio, le hizo sonreír, feliz, puede que incluso más que hace tres años.
Ahí estaba él, sonriendo. Regalando nuevamente esa hermosa curvatura, solo para él.
Se levantó, consciente de que ya no estaba en este mundo y había cursado la barrera que los separaba. Y lo acompañó a la única persona que ha amado hacía una nueva aventura.
Porque para Changmin nunca fue justo que una enfermedad terminal se lo quitase para siempre. Para él no era justo que la única persona que llegó a amar se le fuese arrebatada.
Por eso se armó de valor y terminó con su vida, terminó con su sufrimiento constaste.
Y ya nada más le importo, solo mantener esa mano que ahora, después de tres largos años, volvía a aferrarse a la suya.
Y sonrío, nuevamente sonrío porque sabía que esta vez, sería para siempre.