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Ryuuzaki por giossel

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Notas del fanfic:

para:

Norma. E.

Ryuuzaki

Por Giossel

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 Huele a campanadas de arena,

Esas que se derrumban como sal.

Huele a silencios eternos,

De una herida mortal.

Hule a mentiras amargas,

En hojas de una verdad fatal.

Huele a barro mojado,

La piedra que rompió el cristal.

(Gissela. D)

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Las campanas, las campanas suenan, una tras otra, como si se persiguieran a sí mismas sin poderse alcanzar. Danzan, siempre danzan las campanas aunque trates de detenerlas, en tu mente, en la iglesia, en el mundo entero. Yo hace mucho trato de detenerlas, pero siempre regresan cuando algo malo ocurrirá, cuando mi corazón se oprime como si quisiera explotar; no es muy común que lo sienta, no desde hace mucho tiempo, demasiado tiempo, tanto que mi corazón lo creía  dormido, las cosas han cambiado demasiado pronto, demasiado fácil.

He visto y he sentido la desesperación, la tristeza, y el sentimiento de haber perdido contra algo que no se puede luchar. No sé como sentirme en estos momentos, desde hace mucho que las emociones me abandonaron y llegue a pensar que era un hombre de solo pensamientos y acciones frías, un hombre al que le encanta retar al mundo entero, pero cuando llegó al reto más importante: probarse a sí mismo que es capaz: ha fracasado. He perdido y odio perder, pero con él no puede ser de otra forma. Creí en un principio erróneo que tenerlo a mi lado seria fácil de desenmascarar, lo he subestimado, y me he sobrestimado a mí mismo, tenerlo cerca empeoro las cosas. No debes batallar hombro a hombro con el enemigo o terminaras muerto por tu propia espada. Y yo estoy a punto de morir, definitivamente él ha ganado.

No soy un cobarde, quiero pensar eso, pero sé que no es así; aun si yo poseyera las pruebas necesarias para inculparlo, no podría hacerlo; aun así hare mi última movida, la hare por mí, para sentirme satisfecho con mi último respiro. Moriré pronto, lo sé, pero él en algo se equivoca: no soy su único ni último obstáculo, y de una forma masoquista me siento feliz de ser el primero, hemos jugado bien a las cartas juntos, hemos luchado tan bien que de una forma egoísta me siento feliz por su naturaleza… su existencia.

El mundo no era lo mismo antes que él apareciera, para mí era aburrido, se que para él también lo era. Cuando todo comenzó no estaba listo para él, pero él estaba listo para todo, incluso para mí; fue eso lo que despertó mi interés a tal grado de robarme el sueño y mis pensamientos, quería saber más de él, de esa persona que había irrumpido mi vida laboral y personal con tal impacto, era un misterio el cual tenía, debía resolver o no me sentiría completo. Ahora las cosas han cambiado, encontré lo que buscaba, lo encontré desde que lo mire, y eso me ha llevado a la ruina, y a contagiarme de un inaguantable dolor a tristeza.   

¿Él  es mi ruina o yo fui muy débil?, las dos son correctas en mi triste caso, pero no las acepto por completo, me es difícil creer que después de todo termine de un forma catastrófica, pero así tenía que ser, ya que mi comienzo fue igual de desastroso, pero un comienzo muy pocas veces importa, siempre se aprecia o se busca más un final, y yo estoy tan cerca del mío que duele, realmente duele.

He pensado muchas veces en lo que pasaría si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, o no fuéramos las mismas personas, posiblemente nos hubiéramos ignorado y hubiéramos seguido nuestros caminos en direcciones muy opuestas, que  no nos hubiéramos cruzado siquiera, o bien, nos encontraríamos ahora mismo disfrutando uno del otro o en una guerra de puños. Sin embargo… lo que hoy siento por él no sería igual de intenso, pero es justamente eso lo que me confunde, me agobia y me mata, he aprendido a ser un masoquista silencioso a sí que lo disfruto, a mi manera lo hago.

Las campanas no son más que un reflejo de mi memoria de un recuerdo lejano, y a la vez muy cercano en mi vida; siempre han representado la desgracia para mi, y la primera vez que las escuche, siendo yo un niño recién apodado huérfano, lloré como nunca llorará alguien en esta vida, estoy seguro que si pudiera lloraría de esa misma forma silenciosa, pero eso es imposible, ya es tarde incluso para las lagrimas, el berrinche y las negaciones, es tarde para todo, me he rendido de apoco, solo queda consolar mi corazón herido por las púas de su hielo.

La idea que él pudiera sentir algo por mi nunca existió, aunque se mantenía en mi mente como una idea desagradable, una idea que no quería afrontar ya que se convertiría en una esperanza que no debía tener. Quizás la verdadera razón de todo es esa esperanza, esa pequeña idea que se expandió como un virus y no me dejaba pensar en atraparlo, aun sabiendo quien era, a pesar de las consecuencias. No he cumplido con mi deber, he huido de el casi todo el tiempo; por esa razón acepto mi destino, ya que yo no pude, estoy seguro que ellos lo harán.

Alguien se acerca, puedo escuchar sus pasos aun con la lluvia, son ligeros y pausados, como si supiera lo que viene y desee evitarlo, pero a la vez no quiere, o no puede. Mi corazón latía rápido, y yo solo trataba de no demostrar mis emociones. Cuando el eco de los pasos terminaron me gire en su dirección ya muerta, y allí se encontraba él, tal como lo supuse. Tenía una mirada extraña, y se veía cansado, aunque mantenía una posición que solo lo cansaba más.

-¿Qué estás haciendo aquí, Ryuuzaki?

Lo mire por unos instantes sin parpadear, iba a contestarle, pero simplemente coloqué mi mano detrás de mi oreja en señal que no podía escucharlo. No lo demostró pero seguramente se exasperó.

-¡¿Qué estás haciendo aquí, Ryuuzaki?!

Coloqué nuevamente mi mano detrás de la oreja y sonreí de forma disimulada, dando a entender que no respondería si él no se acercaba. Me miro por breves instantes como si quisiera matarme, aun debajo de la lluvia pude descifrar su mirada, tan predecible. Me gire nuevamente a mi posición original esperando una respuesta, aunque ya la sabía, evite pensarla ya que a veces, solo a veces no era lo que pensaba. Mi corazón se tranquilizó y se oprimió cuando sus pasos se acercaron por entre la lluvia, se detuvo a una distancia no muy lejana, ni muy cercana de mí. 

 -¿Qué estás haciendo aquí, Ryuuzaki?

- Nada en particular. El sonido de las campanas…

-¿Campanas?- pregunto dudoso.

-Sí, hoy las campanas hacen mucho ruido.- contesté girándome hacia él, mantenía la el brazo derecho sobre su frente para proteger su rostro de la lluvia.

Me miró con seriedad por unos instantes para luego mirar hacia todos lados buscando el sonido de las campanas que había mencionado, no podría encontrarlas, se encontraban en mi mente, tortuosas.

-Yo no escucho nada- dijo al fin.

-¿En serio? Las condiciones son favorables, deberías escucharlas.- Me miró como si estuviera loco, las posibilidades de escuchar las campanas en medio de una lluvia parecida a un diluvio eran muy pocas, por no decir nulas, sin mencionar el hecho se encontrarse en el lugar más alto de un edificio de veinticinco pisos.- ¿será una iglesia?- seguí divagando- ¿Una boda?... o puede que…

-¿Qué estás diciendo, Ryuuzaki? No digas tonterías, vamos dentro.

Una interrupción muy obvia, predecible para una persona que sabe que son más que palabras sin sentido.  

-Lo siento.- decidí seguirle- No tengo mucha relación con la gente, no confío en cualquiera.

Su expresión se volvió relajada, transparente, casi de entendimiento; actúa muy bien, siempre ha sido un excelente actor, mejor que cualquiera cuando se trata de ocultar sentimientos, sabe que puedo leerlos y los evita a menudo en mi presencia. Pero a veces son infantiles y los descubro con facilidad, excepto cuando es tan humano, cuando pareciera comprenderme. Somos parecidos después de todo.

-Tienes razón Ryuuzaki.- cerró los ojos y sonrió, cuando volvió a abrirlos tenía una mirada totalmente comprensible, mi corazón dolió- No intensas tener relaciones con  los demás. Si la cosa no va bien, no deberías abandonar. Lo sé mejor que nadie.

-Sí, llevas razón, Light-kun.- no es justo que lo digas- Pero… Es algo mutuo, ¿Verdad?

Me miró sorprendido, aunque intentó disimular la reacción con desentendimiento, predecible, ahora que ya no estaré me parece tan predecible, no es justo.

-¿Qué quieres decir?

-Desde que naciste, ¿Siempre has dicho la verdad?

Sus ojos buscaron los míos, me miraban con intensidad, un cargado silencio nos siguió. Nos estábamos desafiando con la mirada, podía sentirlo: la adveración silenciosa que nos guardábamos, me era incómoda.

-¿De qué estás hablando, Ryuuzaki?- contestó con una sonrisa falsa- Lo cierto es que alguna vez he mentido. ¿Pero crees que haya alguna persona que no lo ha hecho nunca?- se silenció un momento, como si le fuera difícil seguir- No hay un ser humano tan perfecto, todos mentimos. Sin embargo, no he dicho mentiras que puedan dañar a las personas que quiero. Esa es mi respuesta.

-Sabía que dirías algo así.- miré de nuevo al frente y me mordí de forma discreta las paredes de mi boca- Vamos, nos estamos empapando.

-Sí.

Nos dirigimos en silencio hacia la entrada, él iba a unos pasos delante de mí, parecía que su postura comenzaba a ceder ya que su espalda se veía levemente curvada; se encontraba cansado, se notaba en sus ojos y su cuerpo, pero al mismo tiempo se forzaba a parecer relajado y tranquilo. Él siempre se esforzaba al máximo en todo lo que hacía, quería siempre ser el mejor, tratando de ocultar sus defectos, sin embargo, tenía muchos espacios en blanco que no podía llenar por si solo.

Caminamos por un largo pasillo que conectaba con unas amplias escaleras que se dirigían a todas partes. Nos dirigíamos a mi habitación, él iba unos pasos adelante de mí, caminaba con naturalidad, pero en realidad trataba de mantener su espalda derecha, también temblaba levemente a causa de la ropa mojada, no lo demostraba mucho, pero estaba realmente molesto por eso, seguramente en su itinerario no cabía un resfriado.

Los ecos de nuestros zapatos se escuchaban simétricos en las paredes lisas, como notas bacías en un lugar olvidado, me reconfortaba el pasar unos momentos en la intimidad con él, solo se trataba de mi intimidad de hecho; porque, había tanto que me unía a él, pero nada que lo uniera a mí.    

Cuando llegamos a mi habitación él se sentó en las gradas que había afuera y yo entre para buscar toallas, lo escuche estornudar un par de veces y quejarse muy bajo de lo empapado que se encontraba; cuando salí de mi cuarto con las toallas lo mire apoyado en sus piernas y se había quitado los zapatos. Se volteo hacia mí al sentir mi presencia y le lancé la toalla.       

Inmediatamente se estiro y comenzó a secarse, yo simplemente me coloqué la toalla en la cabeza. Lo miré fijamente, parecía muy concentrado en su trabajo, como si no quisiera hacer algo más que quitarse la humedad del cuerpo.

-Que lluvia tan horrible- comenté de pronto para aplacar el silencio.

-Es culpa tuya por quedarte bajo la lluvia- respondió sin dejar su ardua tarea.

-Lo sé. Perdona.

Mi intención era que él se volteara a verme, pero parecía dispuesto a no encontrarse con mi rostro, tanto que se aferraba a la toalla que secaba su cuerpo. Yo miré la mía sobre mi cabeza y avancé hacia él al tiempo que me la quitaba. Avancé por las gradas hasta ubicarme bajo sus pies y tome uno entre mis manos; su cuerpo reacciono sorprendido.

-¡¿Qué haces, Ryuuzaki?!- me preguntó con la voz alterada.

-He pensado en echarte una mano, te los secaré.

-No, no es necesario que lo hagas- se precipitó a contestar.

-Entonces te haré un masaje- insistí, quería verlo de frente a como diera lugar.- Es lo menos que puedo hacer, además se me da bien.

-Como quieras- contestó una vez más evadiendo mi rostro.

-sí.

 Una leve decepción me invadió, me encontraba un poco molesto ante mi fracaso porque él me viera. Tomé su pie con fuerza, más de la necesaria y lo apreté, un quejido se escapó de su garganta.

-Y a casi está.

Le tranquilicé, aunque él seguía aquejándose, esta vez me miraba, pero era yo el que mantenía la cara gacha, me sentía avergonzado por lastimarlo. Mi cabello aun se encontraba mojado asique un par de gotas cayeron en su pie, el tomó su toalla y la pasó por mi cabello, mi corazón se oprimió en ese instante y deseé que fuera eterno.

-Estás empapado- me dijo con gentileza, con una voz suave: quise llorar.

-Lo siento.

Tomé su otro pie y lo trate con más delicadeza, comencé a disfrutar del tacto en ese momento, por mi necedad había olvidado que estaba tocando a Light-kun. Un cómodo silencio se apoderó de nosotros en ese instante, lo único que se escuchaba era la lejana lluvia susurrante. Cuando terminé el masaje lo miré a los ojos, tenía una pequeña sonrisa dibujada en los labios; intenté agachar mi rostro de nuevo pero él atrapo mi cara con una de sus manos. No supe lo que estaba pensando en ese momento, ni quise saberlo hací que cerré los ojos, y pronto pude sentir unos labios que presionaban con gentileza los míos. Era un beso triste, pero era un beso, con un ligero sabor a despedida; entre abrí un poco los labios y él empujó su lengua hacia mi boca y la acarició despacio, podía sentirla muy bien: húmeda y caliente. El beso no duró mucho, tal como vino se fue, y yo me relamí los labios buscando el último contacto.

Nos miramos mutuamente por unos segundos, él tenía una mirada intensa que me sorprendió, un extraño nudo se formó en mi garganta: quería volver a besarlo, pero eso ya no era posible, fue entonces que la realidad cayó en mí y me sentí mas desdichado aun, iba a dejar de existir pronto.        

-Me siento triste- dije rompiendo el ambiente y me miró desconcertado, un poco dudoso- pronto lo entenderás- finalicé con una sonrisa.

Lo miré por un rato a los ojos mientras él trataba de adivinar mis pensamientos, y lo hiso porque se acercó un poco más a mí, mientras yo hacía lo mío; estaba a punto de besarlo nueva mente, de saborear su boca con ese ligero sentimiento de que nunca se repetiría, estaba tan cerca que dolía. Justo el momento en el que iba a unir mis labios con los suyos, en un beso seguramente salvaje, que seguramente se quedaría en mi cuerpo por siempre… mi celular comenzó a vibrar, hiso una mueca de fastidio y yo me levante para atender la llama.

***

Lo que miré antes de mi muerte fue su sonrisa triunfadora, esa mueca que decía muy claramente “TE HE GANADO RYUZZAKI”. Él rodeaba mi cuerpo con sus manos y me miraba a los ojos, en ellos pude ver un destello de tristeza muy leve, pero allí estaba. Quería negarme a morir, pero era inevitable, intente mantener mis ojos abiertos, sin embargo al final se cerraron, pero no sin la promesa de un día volverlo a ver.

Light-kun.

Notas finales:

comentarios?


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