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Un artista del crimen (Sasodei) por RyonSempai

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Notas del fanfic:

Parejas: SasoDei

Notas del capitulo:

Este es el segundo fanfic que escribo ^^ Espero que os guste el Sasodei tanto como a mi y disfrutéis de esta historia!!

*Pensamientos de Sasori*

   La limusina llegó a su destino. El chófer me llamó: "¡Eh, señor Akasuna, ya llegamos a casa!" gritó, haciéndome despertar de mal humor. Miré por la ventanilla del coche y descubrí ante mis ojos una enorme puerta metálica que se extendía en forma de valla, cubriendo un bello y enorme jardín con diversidad de vegetación. En medio de éste se alargaba un camino, y a la mitad de él una fuente con estatuas de mármol que escupían agua por sus bocas. El camino de piedra rodeaba la fuente, y seguía adelante hasta llegar a una gigantesca y lujosa mansión. Había dos escaleras diferentes de subida, ambas en mármol con algunos detalles en oro. En la cima de éstas, una gran puerta en madera, con los pomos de oro. La mansión debía tener 4 o 5 plantas, al menos esas se contaban a esta distancia. Los ventanales se cubrían con preciosas vidrieras, y los balcones también eran de mármol con adornos en oro, como las escaleras.
     - Lamento la muerte de sus padres, joven Akasuna. Ellos dejaron de herencia esta mansión, y como puede apreciar, no querían que usted viviera en cualquier sitio... Siempre han querido lo mejor para su hijo- comentó el chófer al bajar de la limusina, cerrándome la puerta.
     - Gracias, Kankûro. ¿Se encuentra mi abuela Chiyo en la estancia?- le pregunté.
     - Sí, señor. Estaba ansiosa por verle. Vaya con ella, yo le llevaré el equipaje a su habitación en breve- concluyó abriendo el maletero y sacando la numerosa cantidad de maletas que allí se encontraban. 
Avancé hasta la puerta metálica y toqué al timbre. Mientras respondían eché una mirada hacia el letrero que presidía la entrada: "Familia Akasuna". Retiré la mirada decepcionado. "¿Familia...?", pensé, "Yo prácticamente no tengo familia..." 
     - ¿Sasori Akasuna? ¿Es usted?- escuché decir a una voz por el micrófono. Me podía ver a través de la cámara. 
     - Así me llamaron... Abre ya- ordené secamente.
     - Vaya.... Si que ha crecido. Bienvenido sea- tras sus últimas palabras se escuchó un pitido y la puerta comenzó a abrirse sola. 
Avancé a través de ella, y siguiendo el camino, llegué a las escaleras de la mansión. Subí por ellas, y nada más llegar a la cima me encontré con mi vieja abuela Chiyo, mucho más anciana de como la recordaba, y vestida con una especie de túnica de color amarillo pálido que llegaba hasta el suelo. No la veía desde que tenía 6 años, mucho tiempo teniendo en cuenta mis 34 años actuales.
     - ¡¡SASORI, MI QUERIDO NIETO!!- corrió hacia mí y me estrechó entre sus brazos con fuerza. 
     - Abuela, me haces daño...- me quejé frío, apartándola de mi.
     - Perdóname, mi niño. Ains, ¡qué guapo que estás!- exclamó pellizcándome los mofletes en un gesto cariñoso- ¡Estás hecho un hombretón, no sabes cuánto he echado de menos a mi pequeño...!- dijo a la vez que sus ojos iban cristalizándose, con intención de acabar en lágrimas.
     - No puedo decir lo mismo... estás hecha un desastre- reconocí observando su cara llena de arrugas- Y no me llames así, que ya soy mayorcito para motes tan infantiles- renegué mirándole serio, en tono frío.

Avancé esquivándola y entré dentro de la mansión. Si exteriormente ya resultaba lujosa, interiormente era algo indescriptible. Ante mis ojos se extendía una gran sala con un círculo de mármol en el centro, en el cual había incrustado el símbolo de un escorpión negro. A pocos metros de éste, había una gran escalera, que se terminaba dividiendo en dos hacia pisos superiores. En la zona de división, se vislumbraba un enorme cuadro de mis padres. Iban vestidos con elegantes ropajes y mi madre sostenía en sus brazos a un bebé de cabello rojizo, al igual que ella y mi padre. Se trataba de mi mismo. Ambos tenían los ojos de un intenso color miel, el cual había heredado yo. Encima del cuadro se abría un inmenso y espectacular ventanal, cubierto con una vidriera que inundaba  de luz toda la estancia. Como siguiendo el ejemplo circular del símbolo del escorpión, una serie de puertas limitaban la sala rodeándolo, a excepción de los espacios dedicados a la escalera principal y a la entrada de la mansión, donde yo me encontraba. Las paredes se teñían de un color rojizo, con numerosos adornos y detalles en oro. Las puertas eran en madera, como la principal. Todo el diseño en si era digno de admirar.
     - ¡Qué carácter más seco tienes...!- escuché a mi espalda las quejas de mi abuela- De pequeño eras un encanto, siempre con una sonrisa que regalarle al mundo... Y por supuesto, eras mucho más cariñoso con tu pobre abuela- terminó de decir.
Ignoré sus palabras y avancé hacia las escaleras. Subí hasta el rellano, y después seguí por las escaleras de la derecha. Nada más llegar al segundo piso me encontré con el mayordomo. Cuando era pequeño, el mayordomo solía ser un viejo barbudo, que siempre parecía estar triste. En cambio, esta vez era un chico joven. Llevaba gafas redondas y llevaba su grisáceo cabello recogido con una cola a su espalda. Iba vestido con el típico uniforme, que resultaba algo parecido a un traje de chaqueta. 
     - Buenos días, joven Akasuna- me saludó con una amplia sonrisa. Extendió su mano hacia mí, para que se la estrechara- Mi nombre es Kabuto Yakushi, estoy aquí para servirle en todo lo que necesite y desee.
     - Encantado, Kabuto- respondí estrechando su mano -¿Me podrías llevar hasta mi habitación?- le pedí.
     - Oh, por supuesto. Sus deseos son órdenes para mi, señor. Sígueme- dijo avanzando por el largo pasillo que se extendía ante mis ojos.
"Menudo pelota lameculos..." pensé siguiéndole. Paramos frente a una de las tantas puertas que se repartían por aquel infinito pasillo. La única diferencia es que ésta era de mayor tamaño que las otras. 
     - Llegamos- me anunció, abriendo la puerta con una de las llaves que llevaba en el bolsillo- ¿Desea algo más?
     - Si- respondí entrando dentro- Que te vayas y me dejes tranquilo. Estoy cansado por el largo viaje y me gustaría descansar. Asegúrate de que a nadie se lo ocurra molestarme mientras duermo- le avisé preparándome para cerrar la puerta.
     - Descuide, señor. Nadie le molestará, descanse- se despidió desapareciendo de mi vista. 
Cerré la puerta y me tumbé en la cama.  La habitación era enorme. La cama se encontraba en el centro. Era circular, más grande que una de matrimonio, y tenía instaladas funciones de masaje. A la esquina de la habitación había un jacuzzi, de agua cristalina. Costaba no meterse dentro al verlo... Al otro lado estaba el armario, cuyas puertas eran el espejo, y como todo en este lugar, era enorme. Lo abrí y por dentro era una sala con millones de prendas diferentes, y un probador al fondo. Justo enfrente de la cama había una televisión de plasma que cubría casi toda la pared. Levanté mi mirada hacia el techo y vi las lámparas. ¿Sería como las películas, que se encienden al aplaudir? Hice la prueba, di dos palmadas y de repente las luces se encendieron. "Vaya... tiene de todo", pensé asombrado. A los lados de la cama había una especie de mesillas. Y encima de la de la derecha, un mando a distancia. Lo investigué y al pulsar uno de los botones se abrió una gran ventana, situada justo encima del jacuzzi, pero que cubría toda la pared también. Mirando de nuevo hacia él, me di cuenta de que había una nevera incrustada en la pared, justo al lado. Fui hacia ella y la abrí, había todo tipo de bebidas: agua, bebidas gaseosas, y sobretodo alcohólicas. 
   Después de haber investigado toda la habitación decidí descansar un rato. Me tumbé en la cama y di dos palmadas para apagar la luz. Después, cerré la ventana con el mando a distancia. Me quité los zapatos y algo de ropa, y me sumergí entre las sábanas. La cama era tan cómoda que en cuestión de segundos caí en los brazos del sueño.

 

*Pensamientos de Deidara*
Salí de mi casa cerrando con un portazo. Había discutido con mi abuelo y mi hermana pequeña, que como siempre estaba de su lado. "Qué asco de familia...", pensé, suspirando cabreado. Tenía mi skate en las manos, adornado con un grafiti en el que ponía: "el arte es una explosión". Sí, esa era mi frase favorita, que describía perfectamente mi visión sobre lo más perfecto de este mundo: el arte. Lo dejé caer al suelo y subí en él una de mis piernas, impulsándome con la otra para empezar a patinar. Avancé con velocidad por las pobres calles de Iwagakure, el barrio marginal de la Ciudad  de la Arena. Odiaba este sitio con todas mis fuerzas: las calles apestaban, sólo había gentuza, y todos aquí eran asquerosamente pobres, incluyéndome a mí. Pero lo que más odiaba de este sitio es que nadie tenía un sentido artístico, nadie se molestaba lo más mínimo por ese tema ni le interesaba. "Un artista como yo, no debería vivir en un sitio como éste", pensé asqueado. Llegué hasta las pistas de skate y me encontré sentado en las cuestas a uno de los tíos más tontos que había conocido en mi vida: Tobi. 
     - ¡SEMPAAAAAAI!- me gritó saludándome con la mano, muy emocionado. 
Iba vestido de negro, con un suéter que le cubría hasta el cuello. Y por supuesto, no faltaba en él su típica careta naranja, en forma de espiral, que por alguna inexplicable razón llevaba siempre puesta 
     - Déjame en paz que no estoy de humor, hmm- respondí en tono borde.
Empecé a subir por las cuestas de la pista de skate y a hacer piruetas, mientras él me miraba asombrado. 
     - Hoy dicen que ha regresado a la Arena un pez gordo- me contó dando pataditas en el aire, aún sentado en la cima de la cuesta y observándome. 
     - ¿Y por qué crees que eso debería interesarme, hmm?- pregunté sin dejar de patinar, en tono seco.
     - No lo sé- respondió riéndose, rascándose la nuca- Se llama Akasuna no Sasori- le oí comentar.
La noticia me dejó tan impactado que perdí el control del skate, lo cual hizo que cayera ridículamente por la cuesta. 
     -¡¡SEMPAI!!- gritó bajando de la cuesta de un salto y yendo hacia mí - ¿Está usted bien?- preguntó ayudándome a levantarme, cogiéndome de la mano y tirando de mí. 
     -Sí, sí- respondí poniéndome rápido en pie, intentando recuperar la dignidad tras esa caída...
     - Estás hecho un skater, rubio. ¿Me firmas un autógrafo?- se burlaron a mi espalda. 
Al girarme descubrí a una de las personas que más despreciaba de la zona: Sasuke Uchiha. Siempre con ese peinado chulesco, esa mirada confiada, y esos aires de superioridad encima. Sus ojos, al igual que los de todos los de clan Uchiha, tenían un intenso color rojo, con unas marcas negras muy características. Iba vestido con una chaqueta de cuero, y unos pantalones del mismo tono negro. La camiseta era blanca, haciendo contraste con los otros tonos más oscuros de su ropa. De su cuello colgaba un collar con un abanico en dos colores (blanco y rojo) que era el símbolo oficial de su familia: los Uchiha. Iba acompañado con un chico de cabellos blancos y ojos violetas, con los brazos algo musculosos, que vestía una camiseta de tirantes negra y unos pantalones vaqueros algo rotos. Tenía cierta pinta chulesca. Su nombre era Suigetsu. Como no, también le acompañaba la guarra de su novia: Karin. Era una chica de cabello rojizo que se había acostado con media Iwagakure. Vestía una camiseta blanca, enseñando barriga, y una mini falda negra. Por último, también iba con él un chico de pelo naranja, con apariencia tranquila. Vestía de forma muy normal: camiseta y vaqueros. 
     - Ya decía yo que olía mal por aquí, hmm- le respondí asqueado, mirándole desafiante. 
     - No será por Sasuke, él siempre huele perfecto- me contestó Karin, mirando a su novio babosamente. 
     - Tobi, vámonos de aquí antes de que se me acabe la paciencia...- dije resignado, cogiendo el skate con la mano y empezando a andar dándoles la espalda.
     - Si, iros... No vaya a ser que la barbie de Iwagakure se mosquee y me pegue. Me muero de miedo solo de pensarlo- siguió burlándose Sasuke. Sus compañeros le rieron la gracia. 
     - Descuida, yo no me mancho las manos con escoria como tú, hmm- le respondí siguiendo mi camino, intentado no explotar con su comentario de “la barbie” refiriéndose a mi persona.
Tras eso último se quedaron callados, tanto él como sus amiguitos. Tobi puso su mano en mi hombro para calmarme.
     - No haga caso, sempai- me aconsejó en voz baja.
     - Me da igual... ese niñato no me llega ni a la suela de los zapatos- respondí orgulloso- A todo esto...- dije recordando lo que me había dicho en la pista de skate, antes de que empezara todo esto. Me puse delante suyo con una gran sonrisa- ¿Has dicho... Sasori Akasuna? ¿El gran artista? ¿Él... él... está aquí? ¿De veras?- le acosé a preguntas, agarrándole por los hombros, ansioso por que respondiera.
   - Sempai, ¡tranquilícese!- me pidió agobiado al ver mi reacción- Si... em… eso leí, vino esta mañana. Sus padres eran de aquí, y él heredó su mansión, que se encuentra en esta ciudad. Y bueno, Tobi no sabe nada más...- dijo bajando la cabeza a la vez que se rascaba la nuca.
   -¿Leíste? ¿Dónde?- le pregunté extrañado.
   - En el periódico, sempai- me respondió.
   - Vaya... -dije soltándole y mirándole divertido- No sabía que supieras leer, con lo retrasado que pareces... –bromeé, mirándole con una sonrisa burlona.
   - ¡Oye! Sempai es malo con Tobi... Tobi no es retrasado…- se quejó con voz de niño pequeño a punto de llorar. 
Solté una risa. Le di la espalda y empecé a andar, dejándole atrás.
   - ¡Sempai!- gritó- ¿A dónde va ahora? ¡Espéreme!- escuché sus pasos a mi espalda corriendo hacia mí.
   - Un gran artista ha pisado este lugar... Es buena señal, Tobi- le decía sin parar de andar- Esta ciudad empieza a estar preparada para el arte, él les dará a los habitantes de esta asquerosa ciudad la sensibilidad artística que debieran tener, hmm. El arte lo embellece todo, Tobi... Es lo más bello que existe en este mundo, lo más perfecto... Con un artista de su categoría, el mundo empezará a aceptar mejor el arte... Y entonces... Me entenderán, entenderán a un artista como yo, entenderán que el arte es algo absolutamente bello que te deslumbra, te enamora, y desaparece en un segundo... Con una explosión, SÍ, ¡UNA GRAN EXPLOSIÓN! Dejando tu corazón completamente lleno de felicidad, impactado por la gran belleza del arte... ¿Entiendes, Tobi?- le pregunté emocionado por mis propias palabras.
   - Pues… no… la verdad no entendí ni una sola palabra, y además... Sempai, le respeto y quiero como a nadie... Pero... sinceramente, creo que está usted un poco loco...- me respondió ya caminando a mi nivel, rascándose la nuca y mirándome algo preocupado. 
   - Como imaginaba... Eres demasiado simple para entender algo tan inmensamente complejo y perfecto, hmm. Y... ¿loco? ¿LOCO? ¡SERÁS IMBÉCIL! Sé perfectamente lo que digo, idiota- le grité cabreado.
Tiré el skate al suelo y avancé con él a toda velocidad. Tobi empezó a correr tras de mí, gritando mi nombre y suplicándome que le esperara. Nadie de por aquí era capaz de compartir, o como mínimo, entender mi pasión por el arte. Pero él... él... sé que él si me entendería... Akasuna no Sasori, tengo que conocerte como sea...

 

Continuará...

Notas finales:

Y haaaaaasta aquí el primer capítulo. No es muy emocionante que digamos, pero tenía que empezar haciendo una introducción de los ambientes y los personajes en si ^^ Para mí los comentarios son muy importantes, ya que son los que me motivan a seguir con una historia, si veo en plan que nadie me comenta ni nada pueees me desilusiono con la historia bastante... u_u Asi que os agradecería inmensamente a los lectores que comentarais, por favor xD

En cuanto a la conti... depende mucho de mi calendario de examenes lo que tarde en subirla... Pero si veo que la historia gusta, prometo contis al menos una vez por semana xD En fin, me despido ^^ Espero que os haya gustado, y gracias por leerme!! :3


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