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Te Conozco por amorosa

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Notas del fanfic:

todos los personajes pertenecen a Masami Kurumada

Notas del capitulo:

Hola de nuevo!!

Aquí les traigo un nuevo fic de esta hermosa pareja.

Debo decir que este fic está inspirado en la canción "TE CONOZCO" de Ricardo Arjona (almenos la última parte).

sin más, espero les guste...

 

Aparentemente todo iba bien entre los dos. Sus vidas no estaban unidas por ningún compromiso formal y social pero sí por un fuerte lazo, un sentimiento tan puro y verdadero como el amor. Desde hace unos meses ellos vivían juntos, como una pareja feliz y armoniosa pero, lamentablemente, él había comenzado a sentir que las cosas ya no eran iguales, que algo fundamental había cambado radicalmente y por ende, ya no se sentía a gusto estando con Milo, compartiendo cama con él, compartiendo los momentos supuestamente más alegres de su vida.

 

Cuando tenían intimidad ya no sentía la misma pasión, cuando lo besaba ya no sentía el  mismo dulzor de antes… todo era completamente deprimente, extraño, ajeno, diferente… parecía más bien que su relación se había vuelto rutinaria, cotidiana, acostumbrada a hacer las mismas cosas de siempre pero sin desearlo realmente, casi mecánicamente. Ya no se sentía deseado, querido; sentía que Milo lo hacía todo por obligación, con hastío, con cansancio y no porque verdaderamente deseara algo con él.

 

Intentó muchas veces hablar con él pero siempre la misma respuesta: Estoy cansado. Hablaremos mañana. Cada vez más se cansaba de aquella situación, de los rechazos de su novio, de las desatenciones… fue gracias a eso, a su tristeza, desilusión y melancolía que para un joven llamado Hyoga fue demasiado fácil meterse más y más en su vida y prontamente en una parte de su corazón.

 

-Milo, qué bueno que llegas porque tengo algo que decirte…-dijo al escuchar como la puerta del apartamento donde vivían era abierta.

 

-Sea lo que sea hazlo rápido porque estoy muy cansado!!-contestó con desgano.

 

Aquellas palabras enfurecieron a Camus y aumentaron aún más su deseo de dejarlo, de irse con ese hombre de cabellos rubios, sumamente atractivo, de cuerpo escultural que a pesar de todo lo trataba muy bien, brindándole cariño, respeto y atención.

 

-Tú siempre estás cansado, siempre estas ocupado, siempre te muestras indiferente y por eso ya estoy harto de ti!!-exclamó con dolor y quizás una pizca de odio- Es por eso que te dejo y nunca me volverás a ver, eso tenlo por seguro!!-gritó cogiendo sus maletas y acercándose a la puerta de salida.-A, por cierto, no te preocupes, ya no queda nada aquí que sea mío…-fue lo último que dijo antes de dar un fuerte portazo que declaraba la veracidad de sus palabras.

 

Él se quedó ahí solo, con lágrimas en los ojos pues aunque le duela, Camus, su amado hielito, tenía razón. Lo había descuidado mucho y era natural que se marchara; sin embargo, él no lo había tratado así a propósito, al contario, hubiera hecho todo lo que estuviera a su alcance por hacerlo feliz y querido pero… su enfermedad cada día más apagaba su vida, su sagacidad, su viveza, sus ganas de vivir y su alegría. Le quitaba las energías hasta dejarlo agotadísimo y con muy mal humor, sin ánimos de hacer nada y mucho menos atender al hombre que más amaba en el mundo. Por eso prefería dejarlo partir para que fuera feliz con otro  a saber que Camus acabaría su vida, su juventud, por cuidar de él.

 

Sabía que si le hubiera dicho sobre su enfermedad, Camus no hubiera querido alejarse de su lado por más que él se lo pidiera y eso no podía permitirlo. Fue esa la razón que tuvo para hacer que Camus se desilusionara de su persona y se fuera con un chico que estaba seguro lo haría feliz y dichoso.

 

Tenía pensado volver a buscarlo si es que había alguna mejora y explicarle todo; más por ahora, lo único que podía hacer era asistir a todas sus terapias y rogar porque ese tal Hyoga cuidara bien de su amado aguador.

 

***

 

Ya habían pasado seis meses desde que dejó a Milo y su vida no había cambiado en mucho. En un principio todo era color de rosa pero a los dos meses, Hyoga empezó a cambiar o tal vez a mostrar su verdadera personalidad. Era desordenado, grosero, irrespetuoso, un sádico animal en la cama, desatento, violento… en resumen tenía todo lo negativo que pudiera tener un ser humano. Hasta la fecha Camus se había quejado un millón de veces pero nada cambiaba. Ya habían llegado a las agresiones verbales en más de una ocasión y, milagrosamente, no había ocurrido ningún tipo de agresión física y por ello debía estar más que agradecido.

 

Su vida era un calvario pues por haberse quejado y maldecido más de una vez a Milo, ahora estaba pagando muy caro el haberse mudado con ese hombre. Por lo menos él no era como este hombre que todas las noches tomaba su cuerpo de una forma violenta, sádica, casi animal; desgarrando no solo su cuerpo sino también su alma.

 

Como deseaba regresar el tiempo y arreglar las cosas. Como extrañaba los delicados besos de Milo, sus caricias, la época en la que el bichito lo trataba como una persona, no usándolo en la cama como hacía Hyoga. Cuantas veces mientras el rubio prácticamente lo violaba, se imaginó estar entre los brazos de aquel apasionado escorpiano que con sus susurros amorosos, sus suaves caricias y la forma tan delicada con la que siempre tomaba todo de su ser, se ganó su corazón. Ahora no podía quejarse pues sabía que toda la culpa era suya por haber abandonado a un chico maravilloso que aunque lo descuidó un poco durante los últimos meses que vivieron juntos, nunca lo trató de aquella manera tan asquerosa, cruel y salvaje.

 

-Camus!! Maldita sea!! Qué tanto estás haciendo!! Sírveme la cena de una puta vez!! Qué para eso es que te traje aquí!!-gritaba encolerizado. Si ese muchachito no le  atendía como él se merecía lo eliminaría de un solo balazo.

 

-Hoy es viernes así que prepárate la cena tú solo!!-exclamó con odio y de forma desafiante mientras entraba a su cuarto y cerraba la puerta con llave.

 

-Qué has dicho!! Maldita zorra del demonio!! A mí nadie me dice que me sirva!!-gritó como condenado, aventando todas las cosas de la casa y dirigiéndose directamente hasta la puerta del cuarto de Camus, la tumbó de una patada, entrando como endemoniado y después de golpear a su antojo al pobre francés que en un intento por defenderse había encestado un fuerte puñetazo en la cara del ruso, cosa que provocó que el sujeto se enfureciera aún más y lo golpeara hasta casi matarlo.

 

Dejando semiinconsciente al galo, se largó de ahí hacia una cantina donde bebería hasta decir basta.

 

Camus estaba tirado en el piso, con heridas en el rostro y cuerpo que sangraban profusamente formando un gran charco de sangre a su alrededor. Su vista estaba nublaba por el llanto tan desgarrador que salía desde lo más puro y profundo de su alma. Su cuerpo dolía demasiado como para intentar siquiera moverse. Sentía que iba a morir en ese mismo sitio por lo que su único deseo era volver a ver a su amado Milo.

 

Para estos momentos, nuestro orgulloso, guapo y fornido Milo ya estaba mejor, la terapia si bien no curaba La Leucemia, ayudaba en mucho a poder sobrellevar una vida tranquila y en compañía de alguien.

 

Durante todos estos meses nunca dejó de pensar en su amado Camus, en como estaría y que habría sido de su vida; suponía que se encontraba bien o de lo contrario ya hubiese sabido algo por sus amigos o por boca del mismo francés.  Con estos pensamientos, y dispuesto a cumplir la promesa que se hizo el mismo día en que el hielito se fue con ese sujeto, manejó a una velocidad moderada hasta llegar a la casa de Hyoga. Una vez ahí dudó un momento en si llamar a la puerta o no ya que nunca, jamás había visitado a ese chiquillo odioso desde que se lo presentaron en un tour que hizo con su amor pero, ahora era un asunto diferente, deseaba saber cómo se encontraba el amor de su vida, que había sido de ellos como pareja desde hace seis meses y aunque ese niñato imbécil que nunca le había simpatizado se encontrara ahí, no dejaría de visitar a Camus de vez en cuando.

 

-Camus, ábreme, soy yo, Milo…-susurró emocionado mientras tocaba la puerta. Hoy por fin volvería a ver a Camus aunque este no o recibiera con los brazos abiertos.

 

Esperó pacientemente a que le abrieran pero nada. Estaba justamente por retirarse cuando a través de una ventana sin cortina que daba a sala, observó todo hecho un desastre, todas las cosas tiradas en el piso, regadas por doquier… ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba todo en desorden? ¿Acaso algo malo le había pasado a su Camie?. Completamente preocupado entró rompiendo la ventana, observando con una mezcla de asombro y temor todo el desastre de aquel lugar. Lo más extraño de todo es que n parecía que hubiese entrado un ladrón y eso que no había ni rastro de los habitantes de aquella vivienda.

 

-Camus!! Sí estas aquí responde!!-argumentó nervioso.

 

Dentro, en la habitación, un casi desfallecido Camus escuchó el grito de una voz que él conocía muy bien

 

-Mi…lo… MILO!!-gritó con sus últimas fuerzas antes de caer completamente en la inconsciencia.

 

Desde la sala, el griego escuchó el grito y suponiendo que Camus se encontraba en una de las habitaciones, corrió como desesperado, encontrando en un cuarto con la puerta destrozada a su único amor.

 

-Camus… Camus… -decía el de ojos turquesas completamente furioso mientras observaba la gravedad de las heridas que el hielito tenía.

 

Rápidamente lo tomó entre sus brazos con cuidado, se levantó y corrió hacia la calle donde se encontraba su auto; colocó al galo en el asiento trasero del coche, se subió en el asiento del piloto y manejó a 100km por hora con el fin de llegar lo más rápido posible a su departamento y curar las heridas de Camus, cuidarlo y protegerlo hasta que estuviese mejor.

 

***

 

Le costaba moverse. Las heridas dolían demasiado así que no podía hacer ningún tipo de esfuerzo. No sabía dónde estaba solo recordaba vagamente haber oído la voz de Milo.

 

-Camus… ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes?-oyó que le preguntaron pero no contestó. Simplemente abrió los ojos y observó con detenimiento el rostro de quien le hablaba para confirmar que no fuera una ilusión o un espejismo y grande fue su sorpresa tras confirmar que quien le cogía la mano y lo cuidaba era nada más y nada menos que Milo.

 

-Milo yo estoy bien…-respondió tratando de incorporarse-…Arg!!-exclamó con dolor.

 

-No te esfuerces demasiado. Las heridas están curadas y vendadas pero no debes hacer ningún tipo de esfuerzo o podrían abrirse-murmuró el bichito.

 

-Milo… no sabes cuánto te extrañé. Sé que no merezco qué me perdones por haberte abandonado por otro pero…-El peli-azul colocó un dedo gentilmente sobre sus labios haciéndolo callar.

 

-Camus soy yo quien tendría que decirte eso ya que fui yo él se portaba indiferente contigo pero la razón era que estaba enfermo. Un mes antes de que te marcharas me diagnosticaron Leucemia y como sabes esa es una enfermedad incurable; por eso, prefería que te fueras casi odiándome a tenerte a mi lado solo por lástima, por tener que atenderme y que dejaras morir tu juventud por estar con un enfermo como yo…

 

-Pero Milo… ¿Cómo no me lo dijiste? Yo pensé que ya no me querías y que te aburría!!

 

-Eso ya no importa solo quiero que escuches una canción que escribí para ti.

 

-Está bien…-respondió a media voz.

 

El escorpiano se puso de pie y empezó a cantar:

 

Teconozco

Te conozco desde el pelo hasta la punta de los pies

Sé que roncas por las noches y que duermes de revés

Sé que dices que tienes 20 cuando tienes 23.

Te conozco cuando ríes y tus gestos al amar

Sé de aquella cirugía que a nadie le has de contar

Sé que odias la rutina un poco más que a la cocina.

 

Dime si él te conoce la mitad

Dime si él tiene la sensibilidad de encontrar el punto exacto donde explotas al amar

Dime si él te conoce la mitad

Dime si él te ama la mitad de lo que te ama este loco qué dejaste en libertad.

 

Reconozco lo que piensas antes que empieces hablar

Sé de tus 150 dietas para adelgazar

Sé que padeces de insomnio y que fumas sin parar

Imagino esas charlas qué en mi honor han de entablar

Y hasta sé lo que este viernes le has de hacer para cenar

Y es que tanto te conozco que hasta sé me has de extrañar.

 

Dime si él te conoce la mitad

Dime si él tiene la sensibilidad de encontrar el punto exacto donde explotas al amar

Dime si él te conoce la mitad

Dime si él te ama la mitad de lo que te ama este loco qué dejaste en libertad

 

Y es que tanto te conozco que hasta podría jurar te mueres por regresar…

 

Cuando terminó de cantar aquella hermosa canción, el francesito tenía los ojos bañados en lágrima… era cierto, todo lo que decía esa canción era cierto… como le costaba admitirlo. Milo era el único que lo conocía tan a fondo, el único que sabía cuáles eran sus mentirillas piadosas, cuáles eran sus defectos y qué cosas más odiaba.

 

 

-Milo… todo lo que dice la canción es cierto. Tú me conoces mejor que nadie por eso te diré que Hyoga es el peor hombre que he podido conocer en mi vida, él fue quien me golpeó y si no fuera por tu ayuda yo ya estaría muerto!!-argumentó con el rostro bañado en sufrimiento líquido.

 

El bichin no tenía las palabras adecuadas para consolar a Camus a pesar de que le partía el corazón verlo sufrir de esa manera por lo que solo atinó a abrazarlo fuertemente, transmitiéndole su calor, su apoyo, seguridad y parte de sus sentimientos.

 

En medio de ese estado de regocijo y ternura dijo la frase que los mantendría unidos para siempre:

 

-Yo te sigo amando Camus y si en verdad aún me quieres, quédate a mi lado, quédate conmigo y seamos felices para toda la eternidad…-murmuró al mismo tiempo que se acercaba a la cama, se acomodaba al costado del galo y, tras acercar su rostro al de su amor, lo besó suavemente en los labios, intentando no lastimarlo por las heridas que tenía.

 

El beso duró unos cuantos minutos y aunque Milo hubiese querido continuar con el gesto, necesitaba la respuesta del hielito sobre lo que le acababa d decir.

 

-Milo… estoy feliz de que aún me ames como yo a ti!! Por supuesto que me quedaré contigo. No quiero regresar con ese maldito de Hyoga!!-murmuró con todo su corazón, buscando de nueva cuenta los labios de su escorpioncito.

 

Se besaron con cuidado durante largo rato como si fueran unos adolescentes en su primer beso. La dulzura del gesto hacía pensar a Camus que se desmayaría pero aquello ya no era suficiente, necesitaba que Milo limpiara todo rastro del ruso de su cuerpo, necesitaba que el bichito lo tomara y lo hiciera suyo en cuerpo y alma.

 

-Milo, hay algo que quiero pedirte…-dijo algo sonrojado por lo que iba a decir-. Quiero que me hagas tuyo... Tómate y limpia todo rastro de impureza de mi ser…

 

-Pero Camie, aún estas lastimado y yo no quisiera lastimarte más…-comentó algo angustiado.

 

-Milo… por favor… yo necesito ser tuyo en cuerpo y alma, es una necesidad tan grande que me quema la piel… no me lastimarás, no te angusties por eso…

 

El griego suspiró rendido. No podía oponerse a ninguna petición que viniera de aquella deliciosa boca. Suavemente se colocó encima del hermoso cuerpo de Camus, besando sus labios con ternura y delicadeza, agarrándolo por la cintura como si de un cristal se tratase. Al separarse de aquellos labios, pasó su vista por el rostro tan angelical de ese hombre, admirando su belleza tanto física como interior, besando su mejilla y pasando su rostro por el pabellón de la oreja hacia el cuello, aspirante el aroma a flores de su blanquecina piel.

 

Sin perder más el tiempo pasó a besar el cuello, saboreando su sabor, deleitándose con la extrema suavidad de aquella dermis. Conforme avanzaba la temperatura subía más, su cuerpo estaba caliente y sentía que el de su compañero también. Despacio sin prisas pero sin pausas desabotonó la camisa azul, dejándola abierta por el pecho, bajando su boca hacia el sur, besando suavemente los hombros, descendiendo hacia los dos rosados pezones. Atrapó uno de ellos con su boca, succionándolo suavemente, jalándolo, chupándolo, mordiéndolo pero siempre con delicadeza, haciéndole hervir la sangre pero con todo el cuidado que requerían sus heridas. Hizo lo mismo con el otro pezón, encantado con los gemidos que soltaba su amor, con la forma en la que se curvaba extasiado, con la forma en la que agarraba desesperadamente y fuerte la sábana…

 

-mmm…ahhh…Mi-lo…-gimió.

 

Sonrió con picardía mientras pasaba sus manos con suavidad por el abdomen, llegando al ombligo, hundiendo sus lengua en él, ensalivándolo, lamiéndolo, haciendo círculos, jugando con él, excitando aún más al otro cosa que notó cuando llegó a la altura de su entrepierna, observando la forma en la que se levantaba por tan tierno y placentero trato.

 

Sin avisarle siquiera tomó entre sus labios la punta del miembro de su Camie, lo besó ahí para comenzar a meterlo y sacarlo de su boca, a chuparlo y succionarlo con delicadeza como si de la más dulce de las paletas se tratara, cosechando una serie de gemidos de satisfacción de Camus.

 

-ahhh… Milo… mmm… ahhh…-gemía extasiado, curveando su espalda  moviendo sus caderas vertiginosamente pidiendo sin palabras que el otro continuara con lo que hacía y el griego no se detenía, aumentó paulatinamente la velocidad de sus succiones hasta que sintió un tibio líquido entre dulce y amargo en su boca.

 

Aquel orgasmo lo había nublado. Su respiración era agitada y trataba con fuerza de llevar aire a sus pulmones. Estaba feliz porque ya faltaba muy poco para la mejor parte en la que ambos estarían unidos no solo físicamente sino también de alma, de corazón… de todo.

 

-Hazme tuyo…

 

No se lo dijo dos veces. Rápidamente buscó una posición más cómoda, intentando no ser muy brusco con él; no deseaba lastimarlo de ningún modo. Lo colocó boca abajo, apartando con una mano su cabello aguamarina, besando su espalda, acariciándolo hasta llegar a sus nalgas, separándolas gentilmente y pasando con sutileza su lengua por su entrada tan sensible. Pasaba una y otra vez su lengua por ese pequeño sitio tan rosadito, avivando las más intensas sensaciones en el joven acuariano.

 

-ahhh… sigue… sigue…ahhh… p-o-r fa-vor…-gemía sintiendo aquella deliciosa humedad en su zona más íntima.

 

Asegurándose de haber dejado suficientemente humedad en esa bella entrada, lubricó uno de sus dedos y lo introdujo con cuidado como temiendo lastimarlo. Empezó a moverlo en círculos, intentando ensancharlo un poco pues a pesar de todo seguía siendo estrecho, muy a pesar de los salvajes movimientos de Hyoga en su interior cuando estuvo con él.

 

Un segundo dedo fue introducido en su canal más sensible y entre los dos hacían más la necesidad del de ojos como zafiro.

 

-Ya estoy listo… entra en mí… por favor…

 

Sin hacerlo esperar y ayudado por una de sus manos, guió la punta de su sexo hacia la entradita de su único amor y empezó a empujar. Camus se relajó como pudo para hacer más fácil la entrada, les costó un poco de trabajo hasta que finalmente Milo, su amado Milo, estaba dentro de él, adueñándose nuevamente de sus entrañas, nuevamente y para siempre.

 

Durante unos momentos permanecieron quietos para poder acoplarse a la perfección hasta que creció la necesidad de moverse. Sus caderas comenzaron a arcarse, a moverse a un compás apasionado. Los dos estaban más que felices, esta era una de las muchas noches donde se amarían no solo de forma física sino también de algo mucho más importante: de corazón.

 

El vaivén era acompasado, fuerte y rápido. Con cada embestida la sensible próstata de Camus era asaltada sin pausas, haciéndolo retorcerse de placer y gemir como enloquecido… Pronto ya no eran conscientes de nada, solo dejaban que sus cuerpos se reconocieran y movieran como uno solo… a partir de este momento dejaron de ser uno para convertirse en un solo ser, en un solo ente, en un solo todo…

 

Sentían que se contraían, que sus cuerpos se tensaban que les faltaba el aire. Sentían que estaban próximos al orgasmos, lo sentían claramente por lo que Milo aumentó sus movimientos pero siempre con cuidado… era más el instinto que la cordura lo que los controlaba pero no importaba nada que no sea el hecho de que estaban juntos y que se pertenecían, que jamás se separarían de ahora en adelante.

 

Finalmente el tan ansiado clímax llegó, dejándolos completamente agotados pero satisfechos. El escorpioncito salió delicadamente de él y se acostó a su lado, abrazándolo protectoramente y susurrándole cuanto lo amaba, lo adoraba.

 

Se quedaron ahí, recostados y descansando de aquella entrega tan amorosa y apasionada… Si no fuera por esa hermosa canción, Camus nunca hubiera sentido la veracidad de los sentimientos de Milo y es que esa canción “TE CONOZCO” iba perfecto con ellos dos…

 

Fin

Notas finales:

ojalá haya sido de su agrado.

 


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