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Insania por LeylaRuki

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Notas del fanfic:

Holi, el síndrome desempeñado en este intento de fanfic es el de Frégoli, no estoy segura de haberme mantenido al margen de los requisitos, pero pasen buen rato leyendo, que está hecho con mucho amors <3 

Y no se olviden escuchar esta melodía cuando lean, el violín les pondrá los pelos de punta (?)  

https://www.youtube.com/watch?v=9_V0KE_8c4U

Notas del capitulo:

Por cierto, todo lo que esté en este tipo de letra, son los sueños de Akira :)

 

 

Réquiem a la Bestia:

 

Recientemente, algunos médicos me han enviado artículos variados sobre el síndrome de Frégoli. La mayoría de ellos no han presenciado un caso de este síndrome, y los que lo han hecho, desearían haber tenido el mío. De tiempo en tiempo, más de uno va tomando pequeña curiosidad sobre mi particular caso y no solo eso, en base a personas distintas, varios comienzan a crear sus propias hipótesis.   
Después de haber analizado varios escritos sobre la desdichada Bestia, llegué a la conclusión que solo yo puedo ser capaz de contar la historia de este hombre. Quiero remarcar que en algún punto mis palabras serán crudas y tan reales que preferirán creer que esto también es un cuento de horror sacado de acontecimientos centenarios. Pero comencemos con algo sencillo.

Tanto para el  niño como para el señor Suzuki Akira, el hombre del saco era tan real que según él podía mantener una conexión muy profunda con este fantasioso ser. Lo mantuvo hasta el punto en que se convirtió en su sombra. Lo hizo hasta el punto de que la locura lo tocó con sus podridas garras y lo secuestró. Irónico caso de lo que hizo con sus víctimas; todo lo basaba al secuestro y a la tortura.
A lo largo de la historia, más de un hombre se ha hecho ganador del dichoso apodo, que causa terror en miles de niños. Pero atención, el terror que se apodera de estos pequeños es mayormente en Europa y América. Japón, siendo una isla más apartada y con sus propios cuentos folclóricos, uno de esta índole simplemente no se va de boca en boca. El problema radica en los padres. ¿Cómo, sabiendo el pavor que este cuento le causaba a su propio hijo, le siguieron sometiendo a esa tortura psicológica?

Nunca, nadie se imaginó que habían estado creando un monstruo para la sociedad japonesa. Nadie se imaginó que con una historia como esa, alguien crearía una copia aún mejor que la original historia…

 

 

 

I

 

 

 

La sangre corrió por todos los rincones de lo que parecía ser una cueva, la satisfacción que denotaba en las carcajadas era tan grande que no se lo creía. Pero él estaba lleno de miedo que tenía ganas de hacerse ovillo en el suelo y no despertar, pero no podía porque estaba cubierto de ese líquido rojo y sabía que era la propia, unas punzadas fuertes le aturdían la mente, su abdomen sangraba a raudales y sin poder detenerlo seguía presionando sus manos para detener la hemorragia. Esos ojos eran espantosos y al lado en el suelo estaba ese cuerpo indefenso mirándole, no, ya no le miraba porque no había ningún brillo, ya eran las puras cuencas vacías que acompañaban a ese cuerpo destruido. Así supo que su fin estaba cerca.

Las pisadas eran fuertes y secas, se le pegaban a los oídos como taladros. Podía escuchar los gritos de los demás niños pidiendo ayuda, con la esperanza de salvarse, él mismo hacía lo que ellos ¿Quién no haría lo mismo? Lo peor de todo era esa mezcla de impotencia, apenas abría sus labios y sentía que su alma era succionada por ese desconocido, ese desconocido que le acosaba todas las noches, no perdía un solo detalle de lo que hacía y le seguía castigando por haberse portado mal. Era una voz profunda y aterradora que le decía “Niño malo” “Todos son niños malos” Y algunas veces se los comía, primero les arrancaba alguna parte del cuerpo para saber si valdría la pena, si no le gustaba, los usaba para alimentar a los perros que rondaban por ahí. A él le arrancó toda la mano, de un mordisco esos dientes afilados se encargaron de dejar ese lugar vacío, fue una mordida rápida pero no por eso menos doloroso, pero los niños siempre suelen estar tiernos y sabrosos…Ese rostro malacariento y lleno de cicatrices, con los ojos más malignos que jamás había visto nunca se le olvidaría.

 

 

Era la quinta, sexta o séptima vez que soñaba que mataban a Kouyou y ya ni siquiera sabía que número era, las pesadillas se volvieron tan frecuentes como lo eran sus comidas o darles los buenos días a sus papás. Siempre era la misma historia, el mismo escenario que por más que trataba no podía ubicar. En realidad su estómago le ardía y se levantó de un salto de la cama, inspiró cortadamente y se dirigió al baño; mojó su rostro con agua helada y sacudió sus manos temblorosas. Si las pesadillas continuaban así se vería obligado a confesarle todo a sus padres, quizás lo llevarían con un psiquiatra y esa idea estaba lejos de lo normal o peor sus papás podían dejarlo en un manicomio, a esa edad uno cree de todo y desgraciadamente creía que eso le hacía un niño malo como le decía ese hombre que le torturaba todas las noches sin falta. Le daba miedo contarle a Kouyou lo que pasaba por su mente, ya cada vez se volvía más difícil evitarlo en las clases, cada día era una pesadilla casi tan dolorosa como la que le despertaba en las noches. Una fina y roja línea se marcaba en su abdomen, tal vez dentro de su misma desesperación él mismo se las causaba, tal vez, tenía miedo averiguarlo.

 

 

 

En la cena después de contarle a su mamá como le había ido en el colegio quiso retirarse de la mesa pero no se le permitió.


—Akira cómete toda la comida —Le ordenó su papá molesto, era la cuarta vez en la semana que le decía la misma frase sin obtener resultados y ya estaba harto—, solo pruebas dos bocados y luego quieres dejarlo ¿Crees que es bueno tirar la comida? Siéntate y come.

—Pero de verdad que no tengo hambre —Se quejó con su vocecilla cansada, sus ojos se escondían bajo la mesa y sus pies colgaban de la silla, tenía demasiado sueño y las ojeras se hicieron más oscuras conforme los días pasaron. Pero tembló al ver el rostro de su papá tan cerca del suyo y hablarle de ese tema.

—Te he dicho que comas. Cientos de niños matarían por la mitad de la comida que hay en tu plato ¿Quieres que el hombre del saco venga por ti? ¿No sabes lo que le hace a los niños que no quieren comer? —Se encogió en su asiento y negó cerrando los ojos, sí que lo sabía, lo había soñado con tanta nitidez que no podía mentir tanto—, Se los come, el hombre del saco sabe cuando un niño se porta mal y espera pacientemente para llevárselos y…

—¡Basta! Voy a comer… p-p-pero no dejes que el hombre me lleve r13;Sus manitas tomaron el tenedor y entre pequeños bocados, se acabó la cena.

 

Y los papás creyeron que con eso bastaría, de hecho la mujer estaba molesta por tener que recurrir a esa historia tan trucada pero no veía forma, se veía en el rostro del niño que no estaba alimentando bien y le daba miedo que los calificaran como malos padres, no podía permitir que le quitaran a su hijo, se moriría si la dejaran sin su pequeño Akira. Estaba extremadamente inquieta por las ojeras, todos los días trataba de saber que aquejaba a su pequeño.  ¿Qué clase de preocupaciones podía tener un niño de diez años para que no pueda dormir?

 


Al terminar la cena, recogieron todo y el niño quiso quedarse en la sala un rato más para la televisión, estaba sentado en un rincón del sillón con el mando entre sus manos y su boca, con las piernas encogidas casi hasta su barbilla, viendo un supuesto documental de animales, pero su mente vagaba en otras cosas, vagaba en esos sueños que le estaban torturando.
Sin darse cuenta se dieron las diez y le mandaron a dormir. Al momento de poner un pie en el suelo sintió que algo se arrastró por donde había pisado, subió el pie rápidamente y estuvo esperando el momento indicado para mirar abajo, pero no lo hubo. “Niño malo” Creyó escuchar y no pudo evitar comenzar a llorar, el miedo le tenía paralizado por completo. La televisión se apagó y del miedo arrojó el mando a distancia lejos de él. Su respiración se agitó y su corazón retumbó en su cerebro. El sonido de pasos se formaron detrás de los muebles, no sabía de dónde venían pero sabía que no eran ni de su papá ni de su mamá, éstas sonaban distintas, sigilosas pero extrañamente pesadas, como si arrastrara algo consigo. Su mente conectó todo, era el hombre del saco que iba a matarle. Rodó una o dos veces para llegar a su habitación, se escondió bajo su cama rezando para que no entrara a por él; pero se equivocó. La luz se encendió y perdió la consciencia al ver una especia de bolsa en el suelo, estaba grande, vieja y olía mal pero sobre todo tenía algo dentro, algo que comenzó a moverse hasta lograr salir. Su mejor amigo estaba en el maldito saco. Y supo que era él porque conforme se arrastraba se aclaraba más su rostro, no podía verificar que había debajo su cintura pero estaba casi seguro que no había nada.

Lo sentía cerca, podía escuchar su respiración, se tiró en el suelo y sollozó.

—Mátame —Rogó con voz partida, derramando una cuantiosa cantidad de sangre de su boca.

 

 

Se estremeció y volvió a despertar asustado, temblado como un perro en el sofá, donde pasó toda la noche.

Mátame” Le había pedido Kouyou en su sueño cuando se asomó bajo la cama, recordaba su rostro tumefacto, lo recordaba pedir piedad y como él se la negaba mientras le desgarraba el cuello. Faltaban un par de horas para que se dieran las seis de la mañana, su cuerpo ardía. Era un sueño pero no lo era ¿tenía sentido? Recordó una parte de su sueño, donde rodó tratando de subir las escaleras dejó una zapatilla, inclinó la cabeza hacia atrás para verificar y sí, ahí estaba, la del pie izquierdo, con la suela para arriba, tembló y se arrastró por cada escalón hasta llegar al baño. Agradeció que fuera sábado y fue a bañarse. Sintió que cada gota de agua le desgarraba la piel, se estaba quemando vivo sin realmente morir. Eso le pesaba más.

 

 

 

 

 

 

II

 

 

 

Pasadas las horas llegó una conclusión perfecta, escribió algo rápido con su escaso y simple vocabulario y lo dobló añadiéndole el nombre de su amigo, dejándolo en la cama de manera que pudiera verse, si todo iba bien nadie más lo vería y aunque lo vieran todos ya le daba igual. Descolgó el teléfono de la sala y le habló a Akira, le dio instrucciones de que fuera directamente a su habitación. Era un alivio que ambos fueran tan cercanos que ni siquiera tenía que pedir permiso a su mamá para entrar.

 


Cuando entró su mejor amigo le miró a los ojos difícilmente, ya estaba prácticamente colgado de las orillas de la ventana, esperando a que alguien entrara, quien sea, y poderse tirar. “Lo siento” dibujó en sus labios, señaló la carta que puso en su cama y dejó que su cuerpo de diez años, lánguido y sin vigor se cayera por la ventana. Un silencio perturbador se creó en la habitación y se vio interrumpido por el estruendo del cuerpo que se clavó perfectamente en las rejas del patio delantero, era una escena moderna del empalamiento, sin embargo su cabeza interfería con el resto de la reja así que terminó por dar un giro hasta quedar colgando de su propio cuerpo, pronto caería al suelo. Seguidamente Akira al asomarse por la ventana vio a algo que ya no era su amigo, algo que parecía moverse pero que no lo hacía, no tenía idea si alucinaba o si era verdad pero el cadáver ya estaba ahí colgado, mostrándose a los demás vecinos que caían de espalda al ver semejante escena, varios se desmayaron, otros corrieron sin mirar atrás y algunos se quedaban paralizados en el mismo lugar. Nadie hizo sonido alguno, parecía que sus voces se habían esfumado. La sangre se esparcía por el cemento, nadie podía dejar de ver su cabeza. Y el grito de Akira hizo subir a los papás que interrumpieron su sesión de chismes cotidianos y se preguntaron qué pasaba pero el pequeño ya estaba tirado en un rincón sin poder parar de llorar, estrujando la nota que terminó por esconder entre sus pantalones mojados. No respondía a los llamados de nadie, estaba completamente perdido, la habitación le daba vueltas, la cabeza de Kouyou, no la podía borrar de su mente, ese color rojo le perturbaba los sentidos. Después de eso, su mente se desvaneció. Incluso inconsciente sabía que terminaría loco.

 

 

 

 

Se hizo un nudo en la cama tratando de conciliar el sueño pero una vez que cerraba los ojos encontraba la mirada de Kouyou, su cuerpo ¡Por Dios! Quería morirse también, pero entonces recordaba la nota y comenzaba a llorar frenéticamente. Tenía un mes que no iba a la escuela, todos se preguntaban por qué no iba y algunos iban a visitarlo pero siempre lo encontraban en la misma posición, cuando les miraba les transmitía un miedo, no era temor hacía él, era el temor que él sentía, el hombre del saco estaba esperando el momento oportuno para llevárselo, eso era lo que decía en la maldita nota. Kouyou se había suicidado para salvarse de ese monstruo, pero a él no le había dejado una sola instrucción de cómo protegerse.

 

 

Su pobre protección parecía estar funcionando, pero le estaba costando un precio muy alto. Se sentía como un extraño en su propia casa. Todo en su hogar era perfecto; a excepción de él mismo. Pero cuando salió de esa asquerosidad, no se podía siquiera reconocer. Las pesadillas en las que mataba a Kouyou se volvieron más frecuentes. Él estaba muerto, pero él lo seguía matando.

 

 

 

La puerta se abrió y cerró de golpe, no fue una ráfaga de aire, ni sus padres. Tragó seco y dudó si debía llamar a su hermana pero prefirió callarse, primero un golpe, podía jurar que se equivocaba y que era la televisión pero algo más se cayó y comenzó a temblar, escuchó a su hermana mayor llorar, implorar por su vida y de pronto el silencio que le comía los sesos.

¿Dónde estaban sus papás? Salió al pasillo para esconderse en el sótano pero en cuanto su pie tocó el suelo derrapó hasta caer y pegarse contra el sillón, el reflejo del televisor dejaba ver que era sangre lo que estaba ahí, con las piernas temblorosas se puso de nuevo en pie y trató de huir pero enfocó la mirada en su hermana que estaba sentada en la mesa del comedor, entre sombras la veía temblar y la oía sollozar, tenía mucho miedo, pero no podía dejarla sola. Se abrazó de ella y se estremeció.

 

 

 

 

III

 

 

 

 

 

Blanco. Todo a su alrededor era blanco. Su ropa, las paredes, el suelo, incluso su mente era de color blanco. Movió la vista y comenzó a gritar desesperado, estaba completamente inmovilizado. Nadie fue a su ayuda.

 

 

¿Estaba llorando? No, era alguien más, alguien que lloraba y le desgarraba algo dentro de sí le recordaba cuando recién llegó que no supo que otro niño estuvo con él todo ese tiempo. Un fuerte golpe lo hizo sentarse de una vez, no veía nada. Una mano le tomó con fuerza de la nuca para estrellarlo contra las paredes, probó una vez más el sabor metálico de la sangre y sintió la cantidad de cicatrices todavía malheridas desde el día que se perdió hasta antes de que el demonio se fuera.


—¡Fue un desperdicio! —Escuchó esa asquerosa voz iracunda—, Era perfecta, parecía una niña —Con sus manos hizo un gesto como si sostuviera a una bebé, era casi grotesco. Le miró y lo tomó por los hombros, lo estrujó hasta que lo mordió bruscamente los labios para conseguir más sangre—, pero desafortunadamente no era como ninguno de ustedes, ni tenía un sabor como el tuyo. ¡No tuve más remedio que matarla! Que desgracia. Pero ¿Sabes lo que conseguí? ¡Otro mugroso! Es una sabandija de las que no se encuentran tan fácilmente, es escurridizo y me costó atraparlo pero ¡aquí está! De esos que logran burlar a la muerte pero a mí no —Lanzó a Akira lo más lejos que pudo cayendo sobre alguien, peor, no era alguien, eran huesos que estaban bajo un montoncillo de ropa de algún niño anterior que murió, quiso huir pero esos fósiles no se lo permitían, lo atraparon y lo pegaron a la pared casi como si fuera parte de esta. Tomó a otro niño por la cabeza hasta emparejarlo con Suzuki—. Uke, explícale las reglas al nuevo por favor. El niño de cabellos castaños hasta los hombros se puso de pie haciendo sonar las cadenas que le atrapaban, se alejó un par de pasos y examinó al nuevo con tristeza. Sus labios rozaron con el oído de Akira.

 

 

—No hables si el amo no te da el permiso, no te muevas si él no te lo ordena, no grites porque es inútil y él te hará desear la muerte. Vive como si hubieses sido entrenado para esto —Su voz comenzó a fallarle—. No te resistas a nada, si se te da una orden cúmplela de inmediato y no le hables.

—¿A quién? —Preguntó y con la misma velocidad que habló Uke se fue a por él como una máquina de golpes, alcanzó a decir sus disculpas mientras le golpeaba y una vez que se detuvo continuó explicando.

—Sí él no te da permiso, ni siquiera respires. Ha sido solo una advertencia. No lo puedes matar, él no existe —Y le pesó el cuerpo, otro inocente que moriría en cuestión de días, horas si no acataba las reglas.

¿Estaba en el infierno? ¿Dónde estaban las nubes, su aureola y sus alas? Así se imaginaba que sería el paraíso y sobre todo cuando todavía era un niño. ¿Por qué no podía escuchar los violines y los cantos celestiales? ¿Qué daño había hecho para estar ahí? ¿Por qué aquél niño se comportaba de esa manera, en lugar de ayudarle?
De repente hubo una pequeña sacudida a su alrededor, de las paredes llenas de hongos comenzaron a salir unos tubos para sujetarle con fuerza, solo que al tratar de resistirse se dio cuenta que no eran tubos sino huesos, casi de su mismo tamaño y con una enorme fuerza que le dejaba sin respiración, estaba muerto de sed, hambre y miedo. Deseaba ser apretado con más fuerza para que le despertara de esa horrible pesadilla pero cuanto más era así más real se sentía.

 

—Akira ¿alguna vez tus papás te amenazaron con el hombre del saco? —La criatura caminó con cautela hasta él y pegó su boca hasta su oreja, le preguntó mientras encajaba sus manos en el torso del niño, olía a tabaco, así de cerca su voz no era la de un humano cualquiera, en realidad eran voces perfectamente sincronizadas y una peor que la otra—, No querrás morir tan rápido ¿o sí? Sería triste y doloroso ¿Cómo puedes morir sin pagar lo que me debes? Esto —Tomó uno de los huesos que sujetaban al niño con fuerza—, es de alguien que quiso escapar. Lo primero que hice fue quitarle la piel poco a poco, es algo que me gustaría repetir pero me pregunto quién podría ser como lo fue él ¿Quieres averiguarlo? —Le vio negarse con la cabeza—. Bien, ya sabes las reglas.

Se retiró de su oído y se encaminó más al fondo de lo que después sabría que era una cueva a preparar algunos utensilios, todos estaban viejos y sucios, llenos de sangre, algunos con restos impregnados de carne, impregnados de niños. Con esa tenue luz de algunas velas gastadas le vio dirigirse a un bulto, encerrado por una tela con la que se tuvo que ver familiarizado, ese bulto en cuanto fue tocado comenzó a gritar colérico, Akira y Uke cerraron los ojos y lo único que pudieron hacer fue escuchar la golpiza que recibió el niño, los gritos de ayuda y algunas frases como “soy un buen niño” “yo no maté a nadie” pero ninguno tuvo efecto.

 

Miró a Uke y solo se limitó a eso, no tenía nada para decirle pero necesitaba un abrazo, una pequeña muestra de afecto que le hiciese sentir mejor pero que al parecer no conseguiría en lo absoluto, olvidó todas sus heridas y se dejó caer de nuevo entre las rocas, de haberlo sabido se hubiese dejado caer y rodar hasta hacerse trocitos contra esos muros, pero eran tonterías de críos, la realidad comenzaba a superarle. ¿Qué estaría haciendo su familia? ¿Le estarían buscando ya? Les extrañaba un montón y de repente le llegó el recuerdo de su hermana, no quería agonizar tan rápido con eso, no pudo haber terminado así, su cuerpo pesaba como plomo, se le cortaba la respiración y las lágrimas salieron en cuanto se hizo un ovillo en la tierra, con grandes esfuerzos las detuvo y las escondió, ya las dejaría salir cuando regresara con su familia y serían únicamente de felicidad por haber vuelto a casa. Todavía no tenía idea de lo que pasaba pero no se daría por vencido, aunque claro, no había mucho que pudiese hacer un niño acompañado de otros dos ya traumatizados. A pesar de su reciente engaño, la idea de escapar le parecía muy fresca y muy posible de realizar, solo tenía que encontrar la forma de lograrlo. Convencer a ese par para escapar juntos ya le parecía demasiado arriesgado.

“Sabes por qué estás aquí” Escuchó la voz de su mejor amigo. “No te interesan estos pobres chicos... ¿no te da vergüenza?”

—No sé de lo que me hablas —Contestó, atrayendo la atención momentánea de los chicos. Abrió la boca para reclamarles esas miradas que ya le juzgaban de loco pero se dio cuenta que no estaba solo, pero si lo estaba—. No quiero que me hables —Se atrevió a decir y volvió a darles la espalda. La mano de Akira se paseó por su hombro, estaba húmeda.

“No puedes pedirme algo imposible, ¿ya no te importo?

—No —Respondió ya sin importarle ser mirado o no.

“Ya estás loco, mírate, hablando con tu mejor amigo muerto, no te molestes en contestarme que me da igual y por lo visto no te gusta ser el centro de atención. Creo que es algo que tendrás que superar en cualquier momento, cuando ese hombre regrese no será para tomar el té”

Akira se sentó de sorpresa, escuchar a un muerto ya no le parecía tan descabellado y hablar con uno tampoco pero no esperaba encontrar a Kouyou de la manera en que lo vio por última vez, la voz se emitía de algún lado pero no era por su rostro puesto que no tenía uno, recordó esa escena en la película de El Exorcista en la que la cabeza de Regan da la vuelta entera, solo que estaba no daba una vuelta, estaba así torcido como cuando cayó y no parecía tener la intención de moverse, la mano que pasó por su hombro dejó un rastro de sangre. No estaba seguro de si levantarse, gritar y asustarse ante esa aparición. Sus piernas dieron de sí y cayó al suelo sin poner atención a nada más.

 

 

Ese tipo de pesadillas ya no le parecían tan imposibles. Uno detrás de otro. Al contrario, se volvieron más recurrentes e imposibles de olvidar. Lo que realmente le asustaba era la voz de Kouyou, seguía sonando como un niño, tan suave y tímida que aún se le presentara como un monstruo, con tal solo esa voz se dejaría ir con él. No se había puesto a pensar en lo mucho que lo echaba de menos hasta que empezó a tener esos espeluznantes sueños. Nada de eso había pasado jamás. Uke, ahora lo había incluido en sus sueños sin saber realmente porqué. ¿Cuál era el detonante para tener esos sueños?

 

 

 

 

IV

 

En su cumpleaños número dieciocho, todo se había convertido en una fantasía terrible. Akira seguía insistiendo que estaba capturado en una cueva, insistía que no saldría vivo de ahí. Incluso sus padres de preocupaban por él pero no se atrevían a hacer pública su locura. No importaba cuanto se esmeraban en ayudarlo, nada parecía funcionar. Sabían que tenían que darse prisa, enfermedades como Alzheimer se veían como la explicación lógica de todo cuando dejó de reconocer a su propia  familia y no sabía hacer otra cosa más que estar en un estado de paranoia pura. Creían que se había vuelto loco cuando empezó a llevar a su <novio>, Matsumoto Takanori, casi igual o más peligroso para la estabilidad de su hijo. Todo estaba yéndose por la borda hasta que encontraron al psicólogo predilecto: Yuu Shiroyama.

r13;Dime Akira ¿Por qué crees que tus padres te han mandado hasta este lugar? r13;El aludido solo movió la cabeza de un lado y no le apartó la mirada ni un segundor13;. Quizás hay de lo que tú no sabes.

Los locos no saben que están locos, pensó Yuu.

r13;Me han mandado con usted porque piensan que así puedo curar mi homosexualidad ¿no es así? Pero creo que hay cosas más importantes que eso.

Yuu se inclinó, hizo un movimiento con la mano para que continuase.

r13;Hace unos días, salí con mi amigo Uke, siempre salimos juntos, hemos sido amigos desde que recuerdo. Pero cuando él fue a la barra y no volvía con las cervezas pude jurar que a unas mesas más delante estaba Takanori, mi novio, con otras personas. Cuando me acerqué pareció no reconocerme, estuvimos muy cerca de pelearnos hasta que mi amigo me paró. Creí que estaba en una especie de trance pero juraría que él era Takanori. Al principio creí que estaba loco pero luego me di cuenta que mi familia no era la misma ¿Entiende? r13;Shiroyama negó con la cabeza pero entendía perfectamenter13;. Sé que a mi papá lo han reemplazado y no estoy seguro si a ellas también pero de él sí. Quieren raptarme y entregarme a él y entonces se disfrazan de mi familia. También estoy seguro que Uke está involucrado, por eso dejé de contactarlo. Algo traman.

¡Bingo! Ya había dado con el clavo.

Su mirada y sus facciones estaban tan tiesas y él se mostraba tan seguro de sí mismo que casi parecía no estar loco. Si hubiese estado predicando, pensó Yuu, con ese rostro hubiera convencido a cualquiera.

r13;Tus papás me han mencionado que presenciaste el suicidio de un amigo tuyo cuando eras más pequeño. ¿Recuerdas con exactitud lo que pasó?

Inmediatamente la boca de Akira se torció, parecía casi haber cambiado de paciente.

r13;Yo no lo hice r13;Se frotó con fuerza las palmas de las manos contra sus piernasr13;. Fue ese monstruo que se apodera de mis seres queridos. El que se apodera de mi padre.

r13;¿Tus papás te han amenazado alguna vez? ¿Te han golpeado?

r13;No.

r13;¿Y cómo estás seguro si puedes confiar en tu novio? Takanori ¿no es así su nombre? ¿Cómo puedes estar tan seguro que no es él el que te está engañando y alejando de tu familia?

El rostro del joven era indescifrable, esa pregunta comenzaba a maquinar como una bomba. Tarde o temprano también lo dejaría.

r13;Pero… Takanori no me haría eso jamás. ¿Por qué me pregunta si él…? ¡No! ¡Olvídelo!

Akira se puso de pie y corrió a la puerta, pero estaba bajo llave.

r13;¡Calma! Todo lo que pase aquí será confidencial, no estoy obligado de contarles nada a tus padres ni a nadie que tú no quieras.

Pero el paciente seguía luchando por su escape.

r13;¡Es igual que ellos, son falsos! ¡Él se los llevó de mi lado y mandó a otras personas en su lugar! Lo único que quieren es matarme ¿no es así? r13;Shiroyama ya había dejado de pelear contra él y le buscaba la llave, aunque sus instintos médicos le decían que hiciese todo lo contrario. Sus instintos médicos le decían lo fascinante que era su caso. Akira se paró en seco al momento que tuvo el umbral abierto y solo se enderezó para decir su última fraser13;. Pues bien, me pueden tener pero yo les daré la guerra antes de rendirme.

Y se esfumó.

No había tenido en bastante tiempo un paciente que tardara tantas sesiones para hablar de la raíz de su problema. Era un caso tan excitante, más de lo que había pensado. Pasó toda la tarde haciendo una línea del tiempo con la vida de ese paciente. Algo grande estaba por pasar y tenía que presenciarlo. Solo él se imaginaba lo que pasaría con su futuro si se supiese que él lo trató por meses.

 

 

 

En el momento en que llegó hecho un manojo de nervios con Takanori, no paraba de temblar, unos sollozos espantosos que le desgarraban todo su interior. Pedía a gritos que le devolvieran su vida porque él así no podía continuar. Era la primera vez que Takanori lo trataba de la manera más delicada, nunca lo había hecho ni consigo mismo, pero a él lo miró fijamente a los ojos y con eso le hacía saber que seguía siendo el mismo que cuando se habían conocido y que le ayudaría en lo que hiciera falta. Llevaría todo hasta las últimas consecuencias. Cada vez que regresaba de su cita volvía más a trozos que en una sola pieza.

Le llevó un té para relajarlo. Matsumoto se dio cuenta que a Akira le había pasado algo muy importante porque no mencionó a su familia, ese psicólogo no le había ayudado en nada.

Takanori le dio el tirón con uno de sus brazos para engancharlo con el otro, Akira se frotó tan cerca de él. Hasta ese momento que habló con el psicólogo, él hubiera metido las manos al fuego por Matsumoto y viceversa. Akira se sentía desesperado y necesitado de varios sentimientos  imposibles de enumerar en ese instante. Simplemente se dedicaría a amar a Takanori como lo solía hacer. Apretó con suavidad la erección del otro hasta oírlo gemir con fuerza. Solo Taka era capaz de desnudarlo y sentirlo tan real como era el otro. O al menos eso pensaba.

Takanori sintió una especie de pánico cuando Akira se le enterró como si fuese un desconocido. Su cuerpo comienza a sudar frío y trata de escapar. Siente su respiración agitada muy de cerca, escucha los gemidos casi como gemidos fantasmales. Se obliga a darse la vuelta para saber si en realidad es Akira quien está con él. Lo empujó porque le besaba más brusco y con violencia. Se supone que estaba ahí para ayudarle. Trató de pegarle con sus puños pero no tenía la fuerza suficiente si Akira le cortaba la respiración quebrándole el cuello. Akira había llegado al clímax muy pronto y se apartó de la cama de un salto.

r13;¡¿Quién eres?! ¿Mi padre? ¿Kouyou? ¡¿Quién?!

r13;¡Takanori! r13;Respondió el otro. Tosiendo, llorando de rabia, miedo y dolor.

r13;¡Mientes! Quieren matarme y por eso todos fingen ser mi familia. Por eso, todos van a ir al infierno.

r13;¡Yo no sé de qué me hablas! ¿Qué te sucede?

Pero cuando enfocó su vista, Akira ya no estaba.

 

 

 

 

V

 

“Sigo aquí, contigo”

Esa voz le parecía tan cálida y tan familiar. Tan ajena a la tierra que tenía que ser casi inexistente, tenía que ser Dios, nadie más podía hablarle de esa manera para darle esperanza.

“¿Cuánto más vas a tardar?”

No. No podía ser Dios, él no dejaba que los humanos se profanasen los unos a los otros por mano propia… ¿o sí?

“¿Ya viste que todos se están apoderando de él? Tarde o temprano, él te va a engañar r13;Casi podía jurar que lo estaban observandor13;. Tú estás perdiendo y si ellos ganan, tú mueres. ¿Sabes lo que tienes que hacer?”

Akira asintió con la cabeza, a la misma vez que frunció su ceño, atrayendo la atención de su papá. Sabía que la guerra estaba por comenzar.

La luz que se asomaba por la ventana era demasiado brillante como para poner en marcha su plan. Todo tendría que esperar.

r13;¿Ya te vas? ¿Y mi beso? r13;No podía ser Takanori. Tenía al menos dos semanas que no estaba en contacto con él ¿Qué hacía en su casa? ¿Cuándo se había metido? No pudo evitar entrelazar sus dedos para no evidenciar su temor. Alzó la vista y se encontró con más arrugas de las que pudo contar en realidad. No era Takanori, pero su voz había sonado exactamente como la suya. Ya no podía soportarlo por más tiempo.

r13;¿Qué dijiste? r13;Preguntó.

r13;¿A qué hora piensas volver? r13;Había escuchado mal. Había entendido todo mal.

r13;Antes de las nueve estoy aquí. Es el cumpleaños de mamá, regresaré para la cena.

Se esfumó tras la puerta con una sola idea en mente: Tenía que darse prisa.

 

No recordaba cómo había llegado de vuelta a casa, con Takanori, justo como debía ser. Debió haberse quedado tan solo ese día unas horas más, pero se sentía bien estar con él. Casi había olvidado por completo la duda que había sembrado Yuu. Se sentía bien no tener esas palpitaciones de miedo en una casa que ya no era la propia. Se sentía en confianza al saber que al menos, Takanori no lo traicionaría. Que mientras estuviera cerca de él, el hombre del saco no le tocaría, de eso estaba seguro.

No se sentía agotado, incluso después de haber hecho el amor con Takanori lo que pareciese cientos de veces. No era consciente de sus músculos engarrotados, adoloridos. Disfruta gemir al unísono con él, le gustaba dominarlo. Takanori fue por años la única persona que no le importaba su rareza, al contrario, la aceptaba y cuando no se es normal, lo único que se busca es la aceptación. Quizás, eso era lo más cercano al amor que jamás había tenido. Amor en su forma más extraña y realista.

Tenía los ojos cerrados cuando sintió el peso de Takanori caer en su pecho. Por un segundo creyó que era un juego pero esa voz le hizo estremecerse.

“Gracias, aún faltan más.”

Sintió cuando sus ojos se pusieron en blanco y de su boca no salió un solo grito a pesar de haber sentido que desgarraba sus pulmones. Su mundo se había destruido en solo una tarde. Había sido todo verdad, ese psicólogo tenía la razón y él no le creyó.

 

 

 

r13;¿Cuánto más te vas a tardar?” Entre todos sus pensamientos volvió a escuchar a esa voz, apretujada pero fuerte, sonaba ansiosa.

 

 

 

Réquiem a la Bestia:

 

Después de haber recibido al paciente Akira, Suzuki, fui capaz de tener una conversación con él que me atrevo a adjuntar a este artículo:

“r13;¿Sabes que acabas de hacer con tus padres?

(Akira no levanta la cabeza pero se puede observar una pequeña sonrisa)

r13;¿Cómo mataste al joven Takanori Matsumoto? A él si le habías mostrado tu lado más cuerdo, a él si conseguiste ocultarle todo lo que estaba mal contigo ¿no es así? Y aun así lo mataste.

(Levanta la cabeza, la sonrisa se ha esfumado)

r13;Takanori se estaba apoderando de mi padre. Tuve que salvar a ambos. Alguien se había apoderado de Taka, y yo no me di cuenta cuando había pasado. Estaba acorralado.

r13;¿Qué hiciste con ambos?

r13;No sé. El Hombre del Saco era mi padre.

r13;¿Cómo puedes estar seguro de eso?

(No me mira a los ojos, avienta un escupitajo en la mesa, me mira fijamente como si supiese que estoy grabando todo.  Inclina su espalda hasta que su barbilla golpea la madera y baja su voz. )

r13;El Hombre del saco, Takanori Matsumoto, Uke. Todos eran la misma persona. T-o-d-o-s  y no podía dejar que me matasen.

r13;¿Te suenan las palabras “El día que seas feliz morirás”?¿Mataste también al infante Kouyou Takashima?¿Qué sentiste cuando lo arrojaste por la ventana? ¿Alguien se estaba apoderando de él también?

(Concentra su vista en la pared hasta que las lágrimas dejaron de caer. Pierde interés que la conversación y exige dormir)

 

 

No hace añadir que la ciudad se vistió de luto por mucho tiempo después de haber presenciado una tragedia familiar de tal magnitud. La vida del joven Akira Suzuki duró muy poco, sobre todo después de haberse convertido en el peor asesino que pudo haber tenido esta ciudad por haber sostenido su versión a lo sucedido, ganándose el apodo de La Bestia. Desde niño sufrió de alucinaciones tan vívidas que le hacían perder sentido de la realidad. Se había tomado demasiado con demasiada seriedad la existencia de alguien que no podría estar viviendo en la actualidad. Ni siquiera el fallecido Takanori había sido capaz de detener su locura. Al contrario, siguió con él sin saber que estaba cavando su propia tumba. No se imaginó que su muerte llegaría incluso antes que la de nadie. Akira, con lo supersticioso que era, debió haber visto venir ese final cuando se dio cuenta que la felicidad estaba al lado de Takanori. Justo como lo había predicho el pequeño Kouyou en la última línea de su nota para Akira: El día que seas feliz, morirás.

Al final, Suzuki Akira no supo distinguir que su familia y el tan mencionado amor de su vida seguían siendo los mismos. Ni siquiera después de años de terapia supo superar su enfermedad, tampoco a su pesadilla del saco, ni a su peor fantasma: Él mismo.

Notas finales:

¡Suerte a todas las participantes!

Y que los tomatazos me caigan con sal que saben más rico~


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