El cielo sigue blanco, como hace ya algunos días.
Frío. Siento los finos y delicados copos blanquecinos chocar suavemente contra mi piel. Copos blandos y fríos, como sus caricias.
Una sonrisa se escapa por mis labios.
Entro al mismo café donde vine ayer, donde vengo desde que él está en mis memorias.
Basta, pensar en él es masoquismo.
¿Cómo puedo pensar en la persona que me abandonó? ¿Quién me juró su amor eterno? ¿Que prometió cuidar mi vida a cambio de la suya? Solo fueron palabras vacías, inexistentes y carentes de emoción… falsas, al igual que sus sonrisas.
El local está casi vacío, la mujer que alcanza los pedidos a las mesas sonríe al verme. No puedo evitar devolverle el gesto.
Me encamina hasta una de las dos mesas que uso todos los días. Justo la que está pegada a la ventana.
La sigo.
Encargo lo mismo de todos los días.
Suspiro con cansancio.
Algo se rompe en mí… Escucho su suave voz.
Siento un escalofrió, levanto la vista, lo veo…
Sentado a tres mesas más allá, justo en la mesa donde nos conocimos, donde me enamoré de sus ojos oscuros.
Está tomando la mano de una joven rubia de ojos celestes. Ella le sonríe cálidamente. No veo la expresión que tiene el bastardo, pero de seguro está sonriendo.
Siento como un balde de agua fría cae sobre mí.
La vida es así, cada uno crea sus propios caminos, el amor es una tela de araña, que se tiñe de los colores elegidos a través de decisiones.
Siento finas gotas resbalar por mis ojos verdes, recorriendo mis mejillas.
Pero la vida es así, cada uno elige, y yo elegí un mal camino; un camino donde él, era la luz.
Creo que no conocemos a las personar por accidente, que todas están destinadas a encontrarse en algún momento de la vida y se guían por los pasos escritos por el destino.
Regreso la mirada a su mesa. La chica llora, consolada por la camarera. ¿Dónde está Sai? ¿Abandonó a otra persona que le entregó el corazón?
Me levanto de la mesa. Me dirijo al baño de caballeros.
— ¿No te cansas de buscarme? —otra vez ese sonido, que antes era música, mañana será un recuerdo y hoy es un vidrio destrozado.
— ¿No te cansas de decir idioteces? –observo, otra vez, su sonrisa falsa.
Siento ganas de golpearlo, pero eso solo sería un punto a su favor.
Salgo del lugar, pago la cuenta, lo más rápido que puedo.
¿Qué es el dolor? ¿De dónde proviene? El dolor son los restos que deja el amor, y donde hay amor el odio florece.
El odio produce soledad… la soledad no es un regalo de la ausencia sino de un recuerdo…
El tiempo no borra los recuerdos. Pues, a pesar de todo, por las noches recuerdo los momentos dulces que viví a su lado.
¿Cuántas personas sintieron eso mismo? Cientos, quizás miles…
Lágrimas… odio… amor… todo es lo mismo, producto de las acciones que hacemos, producto de las acciones de la vida, producto de los colores con los que pintamos nuestros destinos.
—Sabes, no todas las historias son buenas por las portadas –dice un joven de cabellos rubios y ojos azul zafiro—. Ese libro, termina en desamor —agrega con una cálida sonrisa—. Te recomiendo este —dice alcanzandome un libro de tapas celestes, con un dibujo de algun camino–. Por cierto, soy Naruto, atiendo en esta tienda.
No puedo evitarlo, sonrío.
— Soy Gaara. Seguro que sera una linda historia.
Fin.