Mihawk caminaba con dirección a su habitación, después de pasar una agotadora tarde con Perona y su “fiesta” de cumpleaños, con cansancio, masajeo su cuello mientras abría la puerta de su cuarto, y cuando encendió la luz, se quedó de piedra.
-Feliz cumpleaños maestro~
Roronoa Zoro estaba acostado en su cama, cubierto de chocolate y una mirada picara instalada en su normalmente, serio rostro.
-Es hora de que pruebes tu pastel~
Con un dedo, recorrió una parte de su cuerpo, para llevarlo a su boca y lamerlo de una manera MUY sugerente. Ni siquiera Luffy con el Gear Second o Kizaru con su habilidad, habrían podido igualar la velocidad con la cual el pelinegro se había acercado hasta su “pastel” para comenzar a devorarlo.
Ni siquiera le importaba que su ropa se manchara, o que Zoro la desgarrara, tan solo se concentraba en lamer hasta la última gota de chocolate del pecho de su amante, jugando con sus pezones o recorriendo la cicatriz que le había causado, unas manos, lo interrumpieron, guiándolo hasta una boca hambrienta que reclama su lengua y sus mimos, pronto, era Zoro quien estaba arriba, controlando la situación.
Con un camino de besos, el moreno llego hasta el único pantalón que había y que pronto ya no estuvo, siendo acompañado por la ropa interior, así que por fin, con el cuerpo del festejado al descubierto, empezó a mamársela, lenta y eróticamente, dejando que sus dientes tocaran algo cada cierto tiempo.
Una mano en su trasero lo sorprendió, pero no impidió que continuara con su tarea. Por el lado de Mihawk, estaba desesperado por querer sentir más, así que, sin aguantarse, comenzó a prepararlo, porque desde que lo había visto, se había jurado a sí mismo, que iba a follarselo toda la puta noche, incluso, puede que también durante buena parte del día siguiente.
Zoro dejo su labor, para acercar su trasero hasta el enorme falo que siempre lo llevaba hasta el cielo, el mayor, espero, impaciente, a que el otro se auto-penetrara, eso por alguna razón siempre lo calentaba, muchísimo, así que solo puso las manos en las caderas morenas, que no tardaron en bajar e iniciar un ritmo bestial.
Gemidos, jadeos, gritos y el sonido de madera rompiéndose, fue lo que se escuchó por todo el castillo esa noche.
Y por primera vez, Perona no se quejó de no haber dormido, después de todo, tenía grabadas varias horas de perversiones.
Pasado el mediodía, los dos hombres por fin se dignaron a salir de aquella habitación, uno de ellos ayudando al otro a caminar, el mayor con una sonrisa, que se podría considerar radiante comparada con su usual cara de amargado, y el menor, más muerto que vivo, pero no se quejaba, si después de todo, había disfrutado.
Ya en el comedor, Mihawk dejó su periódico de lado y anuncio:
-Iremos de compras a la otra isla, necesito una cama y un sofá nuevos.
La pelirosa, grito de felicidad, mientras que Zoro se ruborizaba, era parte de su culpa, que ambos muebles terminaran totalmente destruidos, pero que podía hacer, después de todo, el Espadachín más fuerte, era muy fuerte en otros aspectos.