El gran telón escarlata se entreabre. La contraluz se fija en los dos hombres que están a punto de llevar a cabo su más cordial demostración.
Disfrutas la tonada de la melodía favorita de tu amado, los cálidos brazos que te enloquecen estrechan tu escuálido torso desnudo. Ambos desgastados, pero dispuestos a probar el tacto del contrario nuevamente.
Recorre sus dedos en tu tersa piel, mientras deshace apaciblemente el agarre que te sostenía. Un casto beso en tu mejilla, y aquel susurro que te hace estremecer como aquella primera vez que lo escuchaste. Te ama.
Tu corazón, tatuado con su nombre, bombea frenéticamente al contemplar con expectación como posa sus rodillas y manos al costado de tus muslos y brazos, te atiende con su mirada. Notas casi al instante que repasa cada rincón de tu complexióncon sus delirantes y oscuros iris. Un sonrojo invade inevitablemente tus mejillas, él deja escapar una risilla complacida. Le encanta tu inocencia.
Se inclina en dirección a tus labios, tu vista se nubla. Deseas el contacto,
Lo ansias,
Lo obtienes.
Te dejas llevar, otorgas que tus labios dancen al compás de los contrarios, al son de su canción. ¡Ah! Tan magnifico, tan atento, tan perfecto. Sabes que puede manejarte a su antojo, no te opones, nunca deja de ser dulce.
Mientras te sumerges en pensamientos propios dedicados a su persona, se intensifica más el beso. Él controla, tú buscas compaginarte, persistes, no lo desea, quiere dominarlo. Finaliza con una gentil lamida a tu labio inferior. Tu cuello, expuesto y muy provocador lo tienta. Le ofrece delirantes caricias con su lengua, el ímpetu que carcome su interior le impulsa. Tu respiración se acelera irremediablemente, eres el dueño de su paso.
Un apretón con sus dientes, causante del suspiro que escapó de tus labios. Aquel pedacito de carne húmeda, el consuelo perfecto para sanar el exquisito dolor. ¿Qué comenzaba a despertar? Tu amigo más fiel. Obliga indirectamente a que dejes más espacio para lamer y mordisquear, obedeces a duras penas, te enloquece que atienda tu cuello, y también...
–Nghh, Yuu...
Esos lindos botoncitos carmín.
Deleitosa cereza, exquisita.
Sus habilidosos dedos, frotando tú, tal vez, mayor debilidaden la cama. Quiere que te retuerzas, escuchar tus agudos gemidos, tus suspiros, esos que le encantaban más aún que la canción que presenciaban sus oídos en ese instante. Tu cuello aún continuaba siendo asaltado.
Ya salió el sol, pequeño. Es hora de levantarse.
Y vaya que comenzaba a despertar.
Jadeas.
Se desliza, creaun denso y destellante camino con su saliva, sin despegarse en ningún momento de tu piel. Toma entre sus dientes el pezón derecho. ¡Ah, sublime! ¡No podía explicar con palabras la satisfacción que le embargaba escucharte! Eras adictivo.
¿Qué podías hacer? Simplemente no callarías, aunque lo quisieses.
–N-no... ¡Ah! Lo sabes, no hay forma de resguardarme ante ti... –reprochas en tu interior. Deseas gritarlo. Te reprimes, más adelante no habrá por qué.
Succiona toscamente durante algunos segundos, tu respiración se corta durante estos. Cuando por fin te libera, dejas escapar un suspiro contenido. Estabas agitado. Boqueabas. Fue algo rudo, pero no te molesta en lo absoluto.
Bien, tú también deseas complacerle.
Tomas su nuca y le atraes, buscas sus labios, sediento. Los devoras sutilmente, así como sólo ambos sabían hacerlo. Paseas tus curiosas manos por su aterciopelada espalda, provocas que sus caderas rocen las tuyas.
Suspiran en medio del beso. Sus despiertos sexos desnudos han entrado en contacto.
La melodía termina. No hay de qué preocuparse, ésta se repetirá.
Continúan en lo que estaban, continúas recorriéndole con esmero, no deseas separarte de él. ¿Qué harás para complacerle? Tienes una idea, pero dudas, no crees que sea la mejor. No importa, solo él puede juzgarte.
Te separas con desgano, tú deseas sus labios en este momento. Sí, adoras su delirante virilidad, pero, ahora no te encuentras animado para engullirla, te hace falta algo. No sabes qué es.
Tus ojos, están siendo leídos a la perfección. Tu pelinegro susurra:
–Si no lo deseas, entonces no lo hagas.
Y una reconfortante sonrisa le acompaña.
También sonríes, pero no te convences al cien. No retiras tu mirada, le cuestionas con ésta. Asiente, ha sido comprensivo, a él tampoco le apetece.
–Te amo, Takashima.
Ha depositado un beso en tu frente. Tus ojos, rápidamente se tornan cristalinos. Eres feliz. Dependes de su aprobación, que te infunda certeza, eso era. Le rodeas con tus brazos y piernas, estas colgado como garrapata a su cuerpo.
Sí, existen ocasiones en las que tú actúas por cuenta propia. ¿Por qué hoy no es una de ellas?
La luna está en su mejor apogeo, ella no se los concede.
Recuerdas el día en el que le conociste: te encontrabas ahí, llameando de igual manera que las minúsculas luciérnagas, como faros para indicar que buscan pareja. Exactamente así.
Le miraste, te miró, y entonces sucedió.
¿Pensamiento breve? Esa es la realidad.
Él también lo recuerda, encajan, está tan consiente de la importancia de aquel día, tanto como tú lo estas. Agradece mentalmente el momento en el que apareciste en su campo de visión, en su vida.
Ansioso, toma tus muslos y los rodea en su propia cadera. Te gira casi al instante y oprime tu pecho en el suyo, ahora tú te encuentras sobre su modelado cuerpo en un parpadeo. Está abrazándote, la sorpresa te golpea como si fuese aquella primera vez que te abrazó.
–Yo también te amo, Yuu.
Época de invierno. Los vidrios anhelan con ser empañados. El motivo que aclaman: un acto de sincero afecto.
Inconscientemente, ya lo presencian.
La melodía que ha sido repetida en dos ocasiones por fin finaliza. El público aplaude, inmensamente complacido. Ha sido una pieza maravillosa para ambos.
Las personas que observan desde sus asientos como los dos hombres que han bailado tan maravillosamente se adentran en el enorme telón que se les aproxima, debaten entre ellas el increíble talento que Dios les ha otorgado.
Una de éstas, piensa:
–Es como… si ambos hiciesen el amor mientras se mueven.
Una lágrima desciende por la mejilla del pequeño rubio. Se encuentra estupefacto. Le conmovió.
Ha tenido el placer de contemplar semejante presentación.
Una muestra de amor no sólo se lleva a cabo en la cama.
Al parecer, sólo ésta persona cayó en eso.