Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ser alguien... por Atenea

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

  Entended que en el primer capítulo no puedo meter TODA la introducción de lo que será el fanfic y su entrevesada trama (aviso), porque sin una trama entrevesada no hay misterio o drama, bajo mi punto de vista, las cosas sencillas son fáciles de predecir, y no, hermosuras, no lo voy a poner tan fácil. De todos modos, si me enrollo mucho en tonterías u os perdéis en lo que sea, me avisáis en un review y yo lo esplico de forma más estructurada y resumida e intento aplicármelo a la hora de escribir.

 

  Respecto a la ortografía, no creo que sea mala, y aunque tampoco presumo de ser la mejor redactora de toda España, creo que se entiende bien el mensaje.

 

 

Notas del capitulo:

  He aquí el primer capítulo de mi primer JooMi; no es el primero que escribo, pero sí el primero que publico y espero de verdad que os guste.



CAPÍTULO I:

''Ser alguien''

05 de febrero a las 12:46 am, centro de Seúl.

En el centro de una ciudad que nunca duerme; allí se encontraba detenido por ese incontrolable impulso que con el transcurso de los años había ido adquiriendo, muy poco a poco, tal vez e incluso de forma intencionada. A su derecha, su actual pareja fingía disfrutar de un fantástico zumo tropical mientras él ingería un cubata tras otro en uno de los más prestigiosos locales del lugar, cerca del ventanal, allí donde su estrecha camisa blanca atraía las miradas de todo el que desfilaba por allí. Y es que sus musculados y bien tonificados brazos y torso sabían como lucirse incluso bajo aquel look de ''aburrido sr. de negocios''. Unos le admiraban con los ojos inyectados en deseo, otros tintados en verde de la envidia. Pero si había algo claro e incuestionable, era que su presencia siempre terminaba convirtiéndose en el centro de atención para todos.

 Gustoso habría perdido la noción del tiempo en tal agradable lugar de no ser porque su acompañante soltaba un bufido cada 10 minutos. Básicamente, cada vez que una joven entraba en el establecimiento con un ceñido vestido que dejaba a la vista su esbelta figura.

 -Incluso ahora estás mucho más buena que esa… - Inquirió el atlético muchacho sin apartar los ojos del trasero de aquella tercera chica que acababa de entrar.

  Su pareja, en un acto cariñoso, colocó la mano sobre su vientre; aquel que ligeramente inflamado contenía en su interior a un crío de poco más de dos meses y medio.

 -Joon, cariño. - Gimoteó sosegada.- Me voy a casa, tengo sueño.- Y dicho esto, se levantó del sitio y salió del lugar después de besar tiernamente la frente de su novio.

  Poco después de la marcha de la joven, Joon pagó la cuenta de aquella espectacular y, por lo tanto, carísima cena, y se largó a casa sin más.

  En aquel momento debía ser el hombre más feliz del mundo: una prestigiosa universidad masculina requería su presencia en el sureste de Corea, próximamente sería padre de un maravilloso crío al que daría vida junto a una de las más hermosas mujeres que sus ojos jamás habían visto y, además, la empresa de sus padres se encontraba en pleno auge económico, por ende, podía permitirse casi cualquier cosa.

  Efectivamente, debía ser el hombre más feliz en la faz de la tierra, ¿por qué entonces no lo era? ¿En qué momento había dejado de ser feliz al 100%? Hasta aquel día no supo darle respuesta a sus propias cuestiones…

 



  Resoplido tras resoplido; cerraba los ojos y se lamía los labios, pensativo, cansado y algo ebrio. A decir verdad, no estaba muy seguro de cómo no se había estrellado con el coche por el camino y había llegado sano y salvo a casa. 

 -Joon, ¿qué haces? - Se dijo así mismo cuando escuchó su extravagante reloj de muñeca marcar las 2:30 de la mañana.

  No era aquel el tipo de vida que un buen padre debería llevar, de ello ya se había convencido mucho tiempo atrás. Sin más estudios que el bachillerato y la E.S.O, sin experiencias laborales y sin una zorra idea de economía o incluso inglés. ¿De verdad pensaba tener un hijo dentro de escasos meses?

  Sacó fuerzas de flaqueza para salir del coche y entrar a su elegante y prestigioso hogar. Una vez dentro se tomó una rápida ducha mientras la lavadora se encargaba de borrar cualquier rastro de aquella noche sobre su ropa; el tiempo suficiente como para eliminar esa mezcla de sudor, alcohol y perfume que en cierto modo no dejaba de resultarle de lo más excitante.

  Fuera hacía frío, tanto que la fina capa de llovizna constante conjelaba las ventanas y casi imposibilitaba su apertura. Sin embargo, a pesar de las bajas temperaturas de una noche de invierno a las 3 de la mañana, el hecho de ver su amplio jardín cubierto por una fina capa de nieve removía sus más infantiles instintos y le obligaba casi a salir con GaHae, su mascota desde hacía unos 5 o 6 años, a revolcarse hasta la neumonía, a olvidar por un momento aquel malestar que, queriéndolo o sin querer, el embarazo de Hara había traído consigo. Porque era un hijo querido, claro, pero no buscado. ¿Cómo iba a ser buscado? Él ni siquiera había cumplido los 20 y aunque ella, 7 años mayor que él, sí se encontraba físicamente apta para un embarazo, su trabajo como abogada del pueblo no le permitiría educar en primera persona a aquel crío.

 ''¡Joder!'', pensó, lleno de impotencia y cargado de tensiones. Abrió la puerta y salió al jardín pegándole patadas a la nieve, desahogándose silenciosamente con esta; la cogía y sin llegar a formar una bola la lanzaba con todas sus fuerzas hacia aquel lugar que se perdía en la oscuridad, ese sitio que la luz proveniente de su hogar no llegaba a iluminar. Mientras tanto, el pequeño canino que se tomó aquello como un juego, saltaba y lanzaba bocados al aire intentando morder la nieve; fue aquel inocente acto de su perro el que poco a poco fue mejorando el humor de Joon hasta terminar boca arriba sobre la nieve, sonriendo, acallando la risa (dada la hora) e hiperventilando de forma leve. Dios, cómo quería a aquel perro. Y pensar que hubo un tiempo atrás en el que podría haber llegado a odiarlo.

-Te quiero, GaHae.

  Aquel precioso Akita blanco había sido regalo de una antigua ex pareja suya. La única, de hecho. Habían estado juntos durante los años que les había durado la adolescencia la adolescencia, pero se conocían desde que eran dos mocosos y se llevaban todo el día leyendo manga, viendo anime o jugando a esos juegos frikis que sólo a ellos parecían encantarles. Con aquella persona lo había compartido todo, era a quien le había cedido su virginidad y los mejores años de su vida.

  Era aquella persona que misteriosamente decidió desaparecer por completo de un día para otro, sin dedicarle un mísero ‘’Adiós’’…

 

 

11 de septiembre a las 9:02 am, Korea University.


  Acababa de despedirse de su novia en la entrada de aquella enorme universidad, la ajustada chaqueta oscura que llevaba combinaba a la perfección con su blanquecina piel y, cómo no, con aquellos oscuros cabellos ondulados que de forma meticulosa dejaban ver sus penetrantes ojos negros azabache.

  Ya había visitado aquel lugar con anterioridad por lo que no se perdería por los amplios pasillos: ya fuera fascinado ante la increíble obra de arquitectónica en la que se encontraba o simplemente extraviado, como la propia palabra indica. A pesar de ello, no negaría que a punto estuvo de llegar tarde y por ello no tuvo otra elección más que optar por el único sitio libre que quedaba. Al tratarse de una universidad de alto ‘standing’ el número de mesas en cada aula era bastante limitado, todo ello para, según había afirmado el director en una pasada reunión, cada alumno tuviera a su disposición una mayor atención profesional mucho más personalizada. Lo que sí llegó a sorprenderle fue que el último sitio en rellenarse fuera uno del centro de la segunda fila; después de todo allí únicamente convivían cerebritos y hasta entonces habría apostado a que se pelearían por las plazas más cercanas al profesor.

 -Muy buenos días, queridos alumnos. – Acababa de sacar uno de sus cuadernos cuando un hombre canoso que debía rondar los 40 y pocos entró en el aula con un pequeño maletín de mano.- Espero que disfruten de su estancia por aquí, pero que sobre todo sepan aprovechar la increíble oportunidad de la que se os dota al requerir de vuestra presencia en una de las más prestigiosas universidades de toda Corea. Exijo que me tratéis de usted y que me llaméis o bien ‘Profesor’, o bien Sr.-… -

 -¡YA! Déjese de ‘formelidades’, Hyunnie.~ Somos los mismos de antes del verano. – Aquella atípica voz que ante los ojos de nuestro protagonista se tornó tan familiar como dulce, infantil y encantadora, para el resto resultó parecer un chiste más del típico payaso de la clase.

-For-ma-li-da-des… ¿Te haces una idea del suplicio que me supone tener un alumno que ni siquiera sabe hablar? – Más risas que acompañaron al irónico rodamiento de ojos del más veterano de todos por allí, el profesor.- Abrid vuestros cuadernos, quiero que todos los nuevos escriban una presentación, expliquen el motivo de por qué están aquí y un breve resumen de sus anteriores años escolares. Exijo una buena presentación, lo recogeré al final de la clase. – El imperativo tono que utilizaba al referirse a la clase en su conjunto resultaba tan diferente al que usaba cuando hablaba con ese chico que incluso incitaba a pensar que había algún tipo de relación familiar o extra escolar entre ellos; tal vez sus padres fueran amigos, pensó al percatarse de cómo aquella autoridad se dirigía de nuevo hasta la zona de la que provenía esa dulce y familiar voz, a sus espadas, y acotaba: - No negaré que me alegré al verte en mi lista de tutoría. Veo que te has teñido, pequeño Mir…

  Sintió la minúscula punta de su lápiz hacerse trizas contra el papel nada más oír aquel nombre. De forma inconsciente sus ojos se habían abierto como platos y en aquel momento, más que nunca, había agradecido llevar el pelo lo suficientemente largo como para que nadie se percatara. En su mente numerosos recuerdos asociados con aquel singular apodo correteaban de un lado a otro: risas, llantos, chistes…

 -En realidad no. Utilicé el tinte de noona por error pensando que era champú; me he pasado medio verano con la frente rubia.- Novedosas risas en el fondo de la clase afirmaban que las palabras del chico eran, cuanto menos, ciertas. Mas aquello no resultó ser lo más alarmante del asunto, aquel dulce chico que confundía palabras, gritaba y liaba un tinte femenino con un champú corriente no era ni más ni menos que la maravillosa persona de la que estuvo enamorado durante prácticamente toda su infancia.

¿Qué hacía alguien como él en un sitio así? ¿Por qué sentía que en cualquier momento su corazón saldría despedido de su caja torácica?

 

 

11 de septiembre a las 10:05 am, Korea University.

 

Corría a través de aquellos infinitos pasillos como si su vida se fuera en ello, sentía el palpitar de su corazón a lo largo de toda su anatomía y comenzaba a confundir izquierda con derecha. No hacían más de 5 minutos que la clase había terminado y ya se había recorrido media universidad; por ello, era muy consciente de que la velocidad con la que había recogido y desaparecido del aula había resultado tan extravagante y exótica que había llamado la atención de todos sus compañeros de clase. Posiblemente, incluso la de él.

  No tenía la menor idea de cómo, pero había conseguido llegar hasta los baños. Una vez en el interior, abrió la llave del agua y dejó que esta fluyera sobre el lavamanos. Miraba su rostro en el espejo y no era capaz de reconocerse a sí mismo. ¿Qué acababa de ver, de oír? Era su voz, aquella preciosa sonrisa que tantos días le había iluminado. Esos labios que tantas veces había besado y anhelado al mismo tiempo.

  Estaba seguro, se trataba de él. No había margen posible de error.

  Aún así, tomó una gran bocanada de aire que no tardó en preceder a unas gélidas gotas de agua estampándose contra su delicada piel. Necesitaba estar despierto, aún más de lo que ya estaba.

  Volvió a lavarse la cara en un par de ocasiones más, incapaz de no recordar todos aquellos mágicos momentos vividos con el pequeño: esas charlas solitarias que se daba con los peluches de su habitación, sus llamativas carcajadas, la simple y adorable mueca de su rostro cuando dormía.

  Necesitaba explicaciones, y creía necesitarlas ya. Sin embargo, ¿de qué serviría remover la mierda del pasado ahora que se encontraba en una relación estable, enamorado y a la espera de un hijo?

  Tomó una nueva bocanada de aire y salió del baño propinándole un fuerte portazo a la puerta. El resto de alumnos presentes observaron de lejos las extrañas acciones del 'chico nuevo'; nadie se atrevió a acercase, y cuando Joon se percató de que estaba sembrando el miedo entre sus compañeros, fue cuando calló en la cuenta de que todo allí sería mucho mejor de aquel modo. Exacto, aquella era la solución. Si no tenía amigos en la universidad, jamás tendría que hablar con él, no coincidirían en ningún lado y nadie le hablaría sobre él; Mir al final terminaría siendo un mal sueño y su vida continuaría siendo tan perfecta como hasta ahora, ¿no es así?

  

  Dos horas más tarde la hora del almuerzo se le echó encima. Al fin un momento para estar solo, pensó, en aquel inmenso comedor podría sentarse solo en una mesa sin la necesidad de tener que cruzar palabra con nadie. Un momento de paz en el que recapacitar sobre los hechos y las novedades del día.
  A decir verdad, tratándose de una universidad como aquella, esperaba un poco más de calidad en cuanto a la comida se refiere; como mínimo, que la poca comida sana que hubiera no pareciera haber sido deglutida por la cocinera. La próxima vez se aseguraría de traer el almuerzo de casa o de comprarlo antes de llegar al campus.

 -Esta es mi mesa... - Espetó una voz con un arrogante tono y una exótica pronunciación. Al alzar la mirada pudo observar a una preciosa chica de rasgos caucásicos, alta y esbelta, de ojos azules, grises, verdes, tal vez incluso violetas y un ondulado cabello castaño que caía ligeramente sobre sus hombros.

 -No veo tu nombre escrito por ningún lado, mocosa.

 -Fuera.

 -No pienso moverme de aquí, vete a molestar a cualquier otro.

 -Fuera.- Repitió, intentando echar a un lado la bandeja de comida que Joon pretendía ingerir.

 -¿Es lo único que sabes decir? ¿Acaso tus papis adoptivos no te enseñaron a hablar o es que no venías con diccionario incluído? A mi no me molestes y vete a incordiar alguien de tu país, niñata. Déjame comer solo, no tengo un buen día ni la necesidad de que una tonta adinerada venga con sus aires de grandeza y sus ''Soy europea, soy superior.'' a empeorarme aún más esta mierda de día.

  Fue soltar todo aquello de golpe y arrepentirse de inmediato; aquella chica, por muy molesta que pareciera, no tenía culpa en absoluto de su horrible humor. Lo más probable, creía, era que se echara a llorar y corriera hacia los baños, destinándole así a que todos le llamaran ''Mounstruo'' mientras le señalaban con el dedo por el resto de su carrera universitaria. Pero no fue lo que pasó, la chica se sentó sonriente justo frente a él y comenzó a comer sin más.

  Se mantuvieron en silencio durante lo que restaba de la hora y una vez hubieron terminado de comer cada uno se dirigió a su respectiva clase; aparentemente en lados contrarios del centro.
Según su horario, después del almuerzo tenían clase de danza e interpretación durante dos horas seguidas, y una vez terminadas esas dos horas, a casita. Aquella clase, que no dejaba de ser prácticamente la única clase por la que se había sumado a la lista de alumnos de la Korea University, justo después de comer no parecía del todo atractiva y maldijo cientos de veces a la 'maravillosa' persona que se encargó de montar los horarios escolares por estropearle aquella fantástica clase.
  Sin embargo, el auténtico problema de la situación no se hayaba en cuándo se daba la clase, sino donde. En teoría y según los mapas que habían repartidos por el campus, la sala de danza debería encontrarse en un punto que según él no existía. Todo hubiera sido tan sencillo como preguntarle a cualquier alumno o simplemente dejarse guiar por alguna persona del servicio; pero era demasiado orgulloso para ello.

  Tenía que encontrarlo por sí solo.

 -¡No quiero que...!

 -Perdón... - Susurró, cerrando muy cuidadosamente la puerta, cabizbajo.

  La profesora, de no más de 1,55 de estatura, se tomó las molestias de interrumpir su emotivo discurso de presentación (muy posiblemente, el de todos los años), para que Joon se agregara a la clase.
El incómodo silencio, las miradas penetrantes de sus compañeros y el descarado escrutinio de la profesora a lo largo del tiempo que tardó en encontrar asiento servirían como aviso para que todo aquel que pensara llegar tarde a su clase, se lo pensara dos veces.

  -Parece que tenemos a alguien por aquí que cree ser lo suficientemente bueno como para permitirse saltarse la básica norma de la puntualidad. La próxima vez que vayas a llegar tarde a mi clase, no entres. - Tajante, fría y, sí, una de las personas más amargadas que había conocido a lo largo de toda su vida.- Pero ya que has entrado...

  No dijo nada más, agarró a Joon del brazo, lo puso en el centro de la amplia sala repleta de espejos y colocó en los equipos de música una obra que nunca antes había escuchado a lo largo de sus casi 20 años. Sin embargo, la profesora continuaba invitándolo a que mostrara sus 'dotes', incluso aunque llevara unos vaqueros puestos.

  ¿Y qué menos que complacer los deseos de su superior?

  Por un momento cerró los ojos e imaginó que se encontraba en casa de sus padres, como cuando era un niño. Imaginó que únicamente una persona podía verlo. Una persona que no tenía cara, pero que le sonreía al verlo bailar. Por un momento, disfrutó plenamente de aquella sensación. Por un momento, bailar le alejó de todos sus problemas, de todas las discusiones que había tenido a los largo de aquellas semanas con todo el que se le cruzaba. Por un momento, recordó cómo se sentía al ser feliz... Pero entonces abrió los ojos, y al buscar un punto en el que fijar su mirada durante una piruoette, lo vio, sonriente y con su dulce y armonioso rostro, observándole detalladamente.

  Y entonces se derrumbó. No sólo de forma física, también emocional.

 -No está mal, aunque si te lesionas al final, es como si nada hubieras hecho, Lee ChangSun. - Susurró en el oído de su propio alumno, con cierto deje de felicidad en su voz.

  No volvió a salir voluntario e intentaba evitar hablar en público. Aquella persona no sólo le intimidaba hasta puntos insospechables, sino que también le repelía. Era la típica persona que únicamente era capaz de resaltar los fallos de los demás, por pequeños e insignificantes que fueran. No era perfeccionista, era mala.

 -¿Estás bien..? ¿Qué te ha pasado?- Nadie más quedaba en la clase, incluso la profesora había salido ya del aula, y el eco de aquella dulce voz rebotaba en todos y cada uno de los cientos de espejos que se hallaban en la sala. Después de su improvisada actuación, había sentido como una mirada intentaba observarle sin ser cazado; aunque claro, era imposible que Mir apreciara nada sin que cientos de reflejos suyos le delataran. - ChangSun... - Aprovechando que se encontraba de espaldas a él, el más joven de los dos fundió ambos cuerpos al chocar su pecho contra la ancha espalda de Joon; rodeó por completo su torso con ambas manos y aspiró todo el perfume posible de su cuello mientras apoyaba el mentón en su hombro.

  En aquel momento Joon se dio cuenta de que en realidad le había echado muchísimo más de menos de lo que había creído cuando desconocía su paradero.

 -Estoy bien... De todos modos, no creo ser yo quien.- Detuvo el habla en busca de la expresión más acertada mientras, incrédulo aún ante aquel inesperado abrazo, colocaba ingenuamente sus manos sobre las de Mir.

  -No eres tú quien tiene que explicar nada, ¿cierto?

  Joon asintió con la cabeza y, aunque era incapaz de ver la expresión de la que fuera su pareja tiempo atrás, sabía que estaba sonriendo. Sintió sus manos acariciando su pecho y su voz única pidiendo perdón una y otra vez en un susurro, entre múltiples y delicados besos sobre la desnuda piel de su cuello. ¿Por qué a pesar del tiempo, a pesar de que él quería a otra persona (incluso de género contrario), sus cuerpos continuaban encajando a la perfección? ¿Por qué su olor le embriagaba de aquel modo? ¿Por qué deseaba que aquel momento durara siglos..? Por mucho tiempo que pasara, no podría molestarse con él, ni mucho menos odiarlo.

 -Mir, ¿por qué? ¿Por qué me hiciste eso? - Las manos de Joon cayeron sin más y su mirada se volvió inánime, inerte, sin vida... Tenía ganas de llorar, pero alguien como él no se desplumaba tan fácil. Mir por su parte, relentizó considerablemente la velocidad de sus caricias, mas no soltó a su compañero.- Sin explicaciones, sin más... Te busqué por cielo y tierra, lloré como nunca antes había llorado. No recuerdo cuánto tiempo ha pasado, no tengo heridas pero me sigue doliendo incluso después de tanto tiempo. No sabía a quien acudir si tú no estabas, estaba solo...

 -Pero ya no lo estás. -Interrumpió.- Yo estoy aquí, ¿vale? Y prometo besar todas y cada una de esas heridas que no se ven hasta que se curen y desaparezcan para siempre...

 -No. - Respondió tajante. Una cosa era que no pudiera estar enfadado con él y otra muy distinta que no tuviera cosas que echarle en cara, o que se fuera a echar a sus brazos a la primera de cambio. - No es necesario, ¿sabes? - Comenzó a avanzar en dirección a la puerta de salida del aula, dejando atrás los cálidos abrazos del castaño; ese mismo que apretaba los labios en un intento de asimilar tan repentina información, tal vez, e incluso intentando replimir el llanto.- Tengo a la más maravillosa persona a mi disposición, y no eres tú, ni mucho menos. Tú lo fuiste absolutamente todo para mi, y yo ni siquiera merecía un 'por qué' para ti. 

-No lo entiendes, no es tan sencillo... - Y de hecho, no lo era. Era muchísimo más complicado que eso, pero, ¿qué iba a saber Joon? Él sólo negó con la cabeza y continuó con su camino pensando que se trataba de una simple excusa más.- De todos modos, entiendo que quieras odiarme, yo era consciente del daño que te iba a hacer, pero aun así, te pido por favor que sepas perdonarme. Yo quiero empezar de cero. Quiero ser tu amigo, Joon.



12 de septiembre a las 12:09, Campus de la Korea University.



  Escasos tres días hacían desde el comienzo del curso.

  Tres días bastante duros, a decir verdad. No sólo por el reencuentro con Mir, Joon había tenido serias discusiones con su pareja y había decidido dedicarse algo de tiempo así mismo, a sus estudios y ensayos y a su disfrute personal. Volvería a estar orgulloso de sí mismo, de la persona que es, y para ello debía volver a ser el mejor. Aprobaría todos los exámenes con nota alta y conseguiría un buen trabajo con el que alimentar a su familia. O al menos, esa era la idea.

  -¿Qué tal un café para ahogar esos males?

    Joon, que se encontraba tirado boca arriba en el césped, con las manos tras la nuca y la piernas flexionadas, reconoció la voz de la chica, y por algún motivo no le extrañó en absoluto aquello proposición puesto que, aunque en silencio, habían estado comiendo juntos desde su llegada. Poco hablador como de costumbre cuando entre personas poco conocidas se hallaba, se sentó con las piernas cruzadas, tomó el envase con ambas manos y se lo aproximó a los labios.

 -Está frío, se agradece.- La chica se sentó a su lado del mismo modo sin esperar una invitación por parte de Joon; su mueca se tornaba a una mucho más feliz y simpática que la del chico.- Lee Changsun, o Joon. Como prefieras. - Esta vez, sin embargo, ella ni siquiera se molestó en mover un sólo músculo de su cuerpo para mirarle. - ¿Sabes? Me he dado cuenta de que eres la única chica que he visto en todo el campus desde que estoy aquí.

 -Porque la universidad está dividida en dos edificios; el de los chicos, y el de las chicas. Según parece, aún hay quien cree que es inapropiado que las chicas utilicen la misma sala de danza, la piscina o incluso el mismo comedor que un atajo de brutos como vosotros. A Jenna no se le da bien hablar con otras chicas, por lo que no tengo muy buen trato con ellas y durante los recreos o las horas libres me vengo aquí.

 -¿Está permitido?

 -¿Crees que si lo estuviera no estaría esto lleno de chicas? Por favor... Aquello está lleno de puras santas.- Clamó con ironía, para luego callar. Más de una vez la había observado en su entorno (siempre rodeada de chicos), y parecía alguien realmente agradable; enérgica y muy sonriente. La típica persona que no sabes muy bien por qué, pero parece andar en unos eternos y tontos 13 años. - Hay rumores, sobre ti y Mir. No he venido a cotillear, no te equivoques. Pero yo en tu lugar no me acercaría demasiado.

-¿A qué te refieres? ¿Qué dicen esos rumores? - La conversación había pasado de ser una casual y tranquila a una extremadamente rápida en la que entre pregunta y respuesta no existía el tiempo.

-A cosas. Tú hazme caso. No te conozco de nada, pero me caes bien, y no quiero que termines mal. El problema no es qué digan los rumores, sino que los haya. - Tomó una breve pausa para tomar nuevo aire y relamerse los labios, pensativa. Parecía medir meticulosamente lo que quería y no explicar.- ¿Sabes? En los tiempos que corren todo lo mueve el dinero, más aún en un sitio como este. Como ya te habrás imaginado, muchos de los alumnos que aquí estudian lo hacen porque sus padres tienen poder para mover montañas, y no talento alguno. Este poder puede dividirse en cuatro grupos: en algunos de los casos se encuentran en un alto rango ejecutivo de los tutores del alumno, tal vez favores, gran cantidad de capital de por medio, o malos rollos. Mir se encuentra en el último grupo...

-¿Qué malos rollos?

-Como digas algo te mato con mis propias manos, ¿te enteras? Tú simplemente evita acercarte demasiado a él.

 

 

 

 

Notas finales:

Y CONTINUARÁ. 

 

Espero vuestros reviews para conocer vuestra opinión y sabes si merezco o no continuar con este fic. 

Gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).