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Balas de lujuria por Nilde

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Pdv. Lay

Las calles de Seúl estaban completamente abandonadas, haciendo que mis pisadas por la gruesa nieve que ocultaba la acera resonasen casi con eco. Los establecimientos estaban cerrados, en parte por la nieve y en parte porque eran las 11 de la noche. Los hombres del tiempo dijeron que iba a haber vientos fuertes que incluían nevadas, así que por miedo no se salía.

Los perros callejeros se escondían en los lugares más calientes y remotos de la ciudad, mientras que yo me tenía que conformar con calentarme las manos con el vaho que se desprendía de mi boca. Mi nariz no iba a aguantar ni un momento más sin detectar algo caliente cerca de ésta, así que decidí ir hacia una zona comercial para comprarme una bebida caliente.

Iba a ir al único supermercado que conocía por aquella zona, pues las calles de los barrios coreanos eran bastante más complicadas que las de mi China natal. El letrero luminoso me informaba que ya había llegado, maldiciéndome puesto que a esa hora sabía que el local debería de estar cerrado. Me decanté por ir por la misma zona, pero dirigiéndome hacia una máquina de refrescos cercana cuando vi como una figura negra se acercaba al establecimiento, insultándolo para mi sorpresa. Con pavor, me escondí acuclillándome detrás de una papelera muy cercana, observando al hombre por si acaso se trataba de un borracho o un mendigo.

 

-¡Mierda, mierda! ¿¡Por qué tenías que cerrar hoy!? ¡Me muero  de frío! – Entonces, el desconocido cogió una lata que estaba semi enterrada en la nieve y la lanzó con furia contra la persiana que evitaba el contacto con las grandes puertas de plástico.

-Perdone, ¿le parecería bien si le llevo hasta una máquina de bebidas calientes? – Salí de mi escondite, acercándome lentamente como si de un gato se tratase hacia éste. Mi amabilidad no tenía perdón de Dios, así que cuando vi que el chico accedía y se acercaba más, noté como sus profundos ojos negros me comían vivo.

-Es muy amable por tu parte... Hagamos un trato. Tú me llevas hasta allí y yo nos pago las bebidas, ¿trato hecho? – Y entonces estiró su mano para que sellase aquel “trato”, cosa que acepté sin dudármelo dos veces, estrechándole la mano.

 

Por el camino la conversación no fue nada del otro mundo, o más bien fue inexistente. Al llegar a la máquina, sacamos dos tés verdes calientes (ya que ésta incluía la función de calentarlos) y cuando nos íbamos a dirigir cada uno por su camino, una fuerte ráfaga de viento me hizo tambalearme sintiendo acto seguido la mano del chico en mi brazo para evitar que me cayese.

-No deberíamos de quedarnos aquí, va a empezar una tormenta. Venga, vamos. – Me cogió con fuerza del brazo y tirando de mí se puso en uno bajo un puente a mi lado. Yo tenía los ojos abiertos de par en par y apenas hablaba por timidez.

Comenzó a nevar con fuerza, mientras él me acurrucaba en su hombro y hablábamos de nuestras vidas. Siento mentirte en algunas cosas, ese fue el pensamiento que tuve al decirle que había estudiado en un centro de estudios en la otra punta de China de donde yo vivía.

Suho, Suho…

El reloj de la plaza central, de pronto dio una sola campanada indicando que era la una de la madrugada y yo “desperté” de aquel mundo que había creado mi mente, iluso de mí. Me levanté de un salto e hice una reverencia, antes de irme. Sentí como su brazo cogía el mío y noté un giro de 180º, sintiendo que me caía.

Pero completamente al contrario, terminé por apoyarme y encontrarme los labios de éste contra los míos. Mis ojos se abrieron levemente al igual que mi boca, acto en el cual aprovechó a introducir con juego su lengua en mi boca hasta que ambas se encontraron, haciendo una especie de baile. Su maestría y mi torpeza.

Se separó de mí, me besó el dorso de la mano y con un simple “Nos veremos”, se marchó. ¿Acaso tenía pensado volver? ¿Sabría dónde vivo? Con sólo mi nombre no me encontrará.

 

Pasaron los meses; y hasta el año. Eran las 7 de la mañana y mi equipo estaba levantado. Íbamos completamente de negro, cualquiera diría que veníamos de un funeral, a pesar de que llevábamos gafas de sol. Mis dos amigos y yo nos mirábamos de reojo por debajo de la patilla de las gafas, esperando en la única cola del banco que había. Delante de nosotros, se hallaba un anciano duro de oído que desquiciaba a la cajera, ya que ésta le repetía una y otra vez la suma de dinero.

A Luhan le llegó un SMS, y nos informó de los siguientes movimientos como si de un ciudadano normal se tratase, pero siempre hablando en clave.

- Kris dice que ya tiene todo para el desayuno. Dice que saquemos la leche de la nevera cuando queramos y que compremos más fruta enseguida, que hay prisa por si llegan invitados. – La voz del chico sonaba muy inocente, haciendo hasta una sonrisa dibujada en su rostro.

Tal y como dijo, lo hicimos. Kris había desactivado todas las alarmas existentes y sacamos de nuestros amplios pantalones las pistolas que llevábamos, apuntando al anciano y a la cajera. Todo iba según lo planeado. Nos colocamos bien las gorras que llevábamos para que no se nos descubriese fácilmente y entonces la furia de Tao se vio en el lugar.

-Vamos a ver. Esto es un jodido atraco. Pon el dinero en la bolsa o te prometo que lo siguiente que metamos en la bolsa será tu cabeza. ¿¡ME HAS OÍDO!? – El acento de Tao era característico, pues parecía más francés que chino y eso era una gran ventaja. Él apuntaba a la cajera mientras que ésta como una esclava, hizo lo que le dijo.

Cuando estábamos allí, de pronto llegaron 6 chicos de negro como nosotros, los cuales no se asustaron. Algo iba mal, puesto que sus expresiones eran contradictorias a lo que pensábamos; estaban felices.

-Hombre, hombre… Qué tenemos aquí, unos ladrones. ¿Quién cojones sois y qué hacéis robando NUESTRO dinero? – El que parecía ser el líder de ellos, habló. No sabíamos bien si responder o no, hasta que llegó Kris tan tranquilo desde dentro de la oficina con una bolsa llena de dinero.

-Dirás nuestro dinero. Quien llega antes, se lo queda; es la norma. Somos “YǎnLóng Shìlì”, más conocidos aquí como “Vista de ojo de dragón”. Y he de informarte, que compartir el botín ‘is not my style’. – Kris como siempre, daba a entender que era el líder de nuestro equipo, salvándonos de todos los apuros.

-Qué graciosos sois los chinos, quién lo diría. – Unas carcajadas sonaron de los miembros del equipo contrario hasta que dijo éste. – Tendrías que ser mi esclavo, líder. Nosotros somos “Dong-gyeol Ingan”, o traducido para ti, “Frío mortal”.

-Si tan subidos vais, hagamos un pacto. A la de tres, todos nos quitaremos los accesorios de los rostros para vernos y así en un futuro poder mataros sin que os enteréis. ¿Va? – Y tal y como dijo mi líder, contaron ambos líderes hasta tres, descubriéndose los rostros de cada uno de nosotros.

Aquellos ojos. Aquellos labios.

-¿¡S-SUHO!?

-¡Vaya, vaya! Si Yixing no es como yo me recordaba. ¿Quedaste insatisfecho y vienes a por otro beso y más, chinito? – Al decir eso último, mi mafia me miró pasmado por las palabras de éste, mientras que la mafia de Suho, le miró de la misma forma.

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Pdv. Baekhyun

La otra mafia nos tenía cogidos por los huevos, pero no literalmente. Andábamos escabulléndonos entre las cajas de aquel gran almacén en el que nos encontrábamos y las balas volaban surcando el aire, hasta que una de ellas me alcanzó la mejilla.

Comencé a disparar como un loco, sin ton ni son, acertando de puro milagro algunas balas en los torsos de algunos de la mafia contraria. Sentía el dolor en la mejilla  corroerme, sollozando algo porque no estaba preparado para ese tipo de situaciones, cuando de pronto llegó a apoyarme Chanyeol tras la gran caja donde me escondía.

-Estamos realmente jodidos. Se están acercando, somos dos y apenas podemos mantener esos archivos a salvo. La única salida que tenemos ahora mismo es salir por un conducto de ventilación que hay a un pasillo de aquí. Pero antes  quiero decirte, Baekhyun, que te quie-…

Mis oídos se taponaron y mi vista se nubló. Mi cuerpo se deslizó por el aire cual pluma, terminando más allá de donde me escondía. Pasaron varios minutos hasta que conseguí reaccionar, y lo primero que hice, fue buscar a Chanyeol fuese como fuese.

Me lo encontré tumbado boca abajo con unos escombros por encima, le di varias palmaditas pero fue inútil. Me puse desesperado y nervioso, pero cuando fui a tomar su pulso…

Los muy hijos de puta nos habían lanzado una granada, y los archivos que habíamos robado ya no estaban. Las cajas del almacén se quemaban y yo cargaba con el cuerpo inmóvil de Chanyeol por donde me había dicho.

 

Mañana iban a hacer dos meses de aquel suceso. Yo no me detenía, rezando o más bien llorando por el estado de él. Tenía suerte al saber que estaba aún en coma y no había muerto. Necesitaba tocarle y sentirle encima de mi cuerpo. Necesitaba sentir sus besos recorriendo mi cuerpo. Pero era inútil, pues lo máximo que me tocaba era una almohada humedecida por mis lágrimas. Sehun, entró en mi habitación, sin asombrarse de que estuviese tan deprimido ya que les parecía normal.

-Baek, dice Suho que duermas. Mañana a las 7 y cuarto damos el golpe. Prepara las cosas.

Cuando cerró la puerta, me levanté de la cama y comencé a preparar el arsenal para mañana.

Los chinos iban a pagar por lo que nos habían hecho, sobre todo, lo haré por Chanyeol.

Notas finales:

Espero que os haya gustado aunque creo que lo he hecho demasiado largo para ser el primer capítulo, pero quería más o menos decir lo más esencial aquí.

Si tenéis alguna idea o sugerencia, decídmela en Twitter: @Myownraindew


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