Mi agonía
Porque la parte más difícil de esto… Es dejarte.
La mañana de primavera se presentaba como de costumbre con un hermoso sol que entró de molesta forma por la ventana de la habitación haciendo que el chico de cabellos negros que estaba sobre la cama se removiera incómodo, apretando sus párpados con fuerza tras la invasión matutina que lo invadía a causa de no haber cerrado bien las cortinas. En un movimiento rápido tapo sus ojos con el antebrazo, aquel era… Otro día más fingiendo sonrisas.
—Oe, Luffy, ¡arriba! —Soltó un hombre mayor golpeando la puerta de madera con brusquedad. —No quieres que entré y que te saque a fuerzas de la cama, ¿verdad?!
—Ya voy, viejo. —Respondió recién incorporándose en la cama y estirando sus miembros con demasiada pereza. Busco su ropa, la cual no variaba mucho de su pijama pero sin profundizar en esos detalles en un instante estaba cambiado y listo como para bajar a desayunar.
Todas las comidas eran bastantes silenciosas desde hace tiempo en esa pequeña familia, solamente se escuchaba el movimiento de la mandíbula y se mantenía la mirada en el plato por minutos eternos hasta que alguno de los participantes de la mesa terminaba y decidía levantarse para dirigirse a su habitación. Antes no era así.
Después del desayuno se sentó en el escalón de la entrada de su casa para esperar a que llegue Nami junto con Sanji, ellos habían tomado la costumbre de pasarlo a buscar para que Luffy no quedara completamente solo en su casa durante el día ya que su abuelo trabajaba hasta muy tarde.
—Si sigues actuando como un completo idiota jamás podrás pagarme todo lo que me debes…—El pelinegro buscó la reconocida voz de su amiga que se oía bastante cerca y lo estaba, venía discutiendo con Sanji y con aquel otro muchacho que no reconocía…
—¡Oe, chicos! —Sacudió su mano saludándolos recibiendo una sonrisa por parte de la pelirroja y una mirada de los dos hombres que la acompañaban.
Cuando los demás se acercaron al menor, éste parpadeo varias veces concentrándose en la presencia del peliverde que se le hacía familiar. Aunque no, no podría ser, la única persona con esas características que Luffy conocía estaba en otro país y se había ido hace años, muchos años. — ¿Zoro? —Preguntó algo incrédulo. — ¡Zoro! —Gritó a la vez que sonreía y se abalanzaba sobre el cuerpo del más alto sin creer que fuera real.
—Sabíamos que te agradaría la sorpresa, Luffy…—Comentó esta vez el rubio que se había mantenido callado. —El estúpido marimo quería venir a verte solo…—Agregó en tono de burla y después rio irónicamente. — ¡Te hubieras perdido, idiota!
— ¿A quién le dices estúpido e idiota?! ¡Cejas de sushi! —Se defendió el atacado enfrentando el aura que despedía Sanji aún con el pelinegro colgando de su cuerpo que no paraba de reír ante la situación que no veía desde hace tiempo sin embargo no contaron con que la presencia femenina que estaba allí les daría un golpe a cada uno para parar sus innecesarias peleas de niños inmaduros.
— ¿Acaso no han crecido nada en todos estos años?! Maldita sea, par de anormales. —Acotó indignada mientras sacudía su cabello anaranjado.
—Vaya, Zoro seguís siendo igual de divertido, shishishi…
El nombrado sonrió, de verdad hacía tiempo que no veía a su mejor amigo de la infancia y realmente no esperaba que Luffy lo recibiera con un abrazo, pensó que le daría vuelta la cara o cosas peores, no es como si él no se hubiera enterado por lo que había pasado el moreno pero los miedos, él no saber que decir o qué hacer, no había podido acercarse a él se preguntó como el más chico podía sonreír y reír de esa manera. ¿Cómo lo haces, Luffy?
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El autobús que habían tomado se había tardado más de la cuenta, iban a celebrar la llegada de su viejo amigo en el bar dónde actualmente trabaja Sanji como ayudante de Chef, Luffy había insistido en sentarse con Zoro acostumbrado a que el rubio le suplique para que lo dejara sentarse al lado de Nami.
Las conversaciones entre el pelinegro y el peliverde eran bastante fluidas, a pesar de lo no-comunicativo que era el mayor, Luffy lo había llenado de preguntas acerca del extranjero, de los paisajes, de los recuerdos, de los amigos que había hecho allá pero jamás preguntó ¿por qué no había llamado? O ¿Por qué nunca había sido capaz de despedirse de él? Fuera de eso, Zoro estaba bastante incómodo ya que frente a sus asientos había otro par dónde dos jovencitas no dejaban de mirarlos, al parecer Luffy estaba totalmente ajeno a las miradas sugerentes y aunque el de ojos verdes trataba de ignorarlas se le hacía bastante complicado, trataba lo más que podía en responder a las preguntas de su amigo sin sentirse invadido por aquellas dos muchachas. El autobús había parado y giró el rostro cuando vio que el de ojos negros se paraba, ¿ya había que bajar? Miró hacia la ventanilla y cuando quiso volver a mirar a Luffy notó que éste le dejaba el asiento a una señora bastante delgada y con un pañuelo en la cabeza, el mayor no comentó nada, simplemente se dedicó a mirar por la ventanilla mientras el moreno se sostenía del asiento para no caer. Ambos escucharon los murmullos de las sillas frente a ellos.
—Si fuera tú me cambiaría de lugar…—Había hablado una pelirosada dirigiendo sus palabras a Zoro.
—Se te puede contagiar el cáncer… —Agregó su acompañante logrando que el peliverde desviara apenas la mirada hacia ese par, la señora junto a él se llevó las manos a su rostro comenzando a llorar mientras por otra parte Luffy apretaba sus puños con fuerza.
— ¿Es qué no lo sabías?!
—El cáncer no es contagioso…—El pelinegro decidió hablar, todo aquello no hacía más que traerle dolorosos recuerdos a su mente.
—Pero la estupidez sí…—Luffy abrió los ojos sorprendido por la acotación de su amigo, no esperaba que Zoro saliera a defender a alguien, se sorprendió aún más cuando sacó un pañuelo del bolsillo y se lo tendió a la mujer que estaba a su lado, se lo hubiera esperado de Sanji o de Nami (aunque ellos estaban bastante atrás como para escuchar el alboroto que estaban haciendo) pero no de Zoro. —Y ustedes no son más que un par de estúpidas mujeres, piérdanse de mi vista…