Nieve.
Era una noche fría de invierno, la nieve caía sin piedad en la ciudad, un manto blanco cubría calles y casas.
Un niño, de muy hermoso parecer, con un cabello negro azulado, su piel era tan blanca casi como la nieve, estaba tirado a los pies de una casa, tenía una bata blanca y la nieve caía cubriéndolo poco a poco, a simple vista nadie lo notaba sin embargo el dueño de la casa cuando llego noto ese cabello azulino, se sorprendió bastante al ver que era un niño y sin perder tiempo lo tomo en sus brazos, notándolo muy frio, lo metió a su casa poniéndolo muy cerca de la chimenea, prendió un poco de fuego para que el azulino se calentara.
El dueño de la casa era un hombre de 22 años, trabajaba en un prestigiado hospital, su nombre era Sebastián michaelis, su cabello era de un color negro totalmente y ojos marrones que aparentaban ser rubí.
Empezó a revisar al azulino, estaba frio y tenía una fiebre demasiado elevada, seguía respirando poro muy débilmente, su corazón latía a un ritmo alarmante, y su presión estaba por los suelos, el doctor primero le cambio la ropa lo puso en una cama calientita, junto a la chimenea para esperar que recuperara su calor corporal, le inyectó algo en los brazos, noto que tenía moretones y algunas cicatrices en su espalda de golpes, se preguntó demasiadas cosas como por ejemplo ¿Qué hacia el niño en plena nevada en la calle? ¿Quiénes eran sus padres? ¿Cuál era su nombre?, muchas preguntas pero ninguna respuesta, paso la noche vigilando al azulino que parecía todo un ángel cuando dormía…
A la mañana siguiente, el niño abrió los ojos, miro con extrañeza todo el lugar, con dificultad se sentó en la cómoda cama sintiendo un terrible malestar así que se volvió a acostar, el doctor en ese momento entro viendo con sorpresa los ojos zafiro del azulino
-veo que despertaste- el doctor michaelis se acercó para revisar al azulino
-¿Quién es usted?- pregunto confundido el azulino
-soy doctor, Sebastián michaelis, ayer en la noche te encontré a las afueras de mi casa casi muerto ¿Quién eres pequeño?- al azulino lo miraba con impresión, sentía como su cabeza procesaba las palabras
-¿Quién soy?- se tocó la cabeza y sus ojos se llenaron de una desesperación profundad, su mente estaba totalmente en blanco, miro al doctor con demasiada desesperación
-¿Qué pasa?- pregunto michaelis revisando todo el cuerpo del niño
-no recuerdo nada- decía desesperado, angustiado, sabía que tenía que recordar algo, así que forzó un poco su mente para recordar pero esto solo le provoco un dolor de cabeza
-no te fuerces tu memoria regresara- advirtió Sebastián al ver el esfuerzo del azulino
-pero…- el azulino sabía que algo estaba mal, su corazón latía muy deprisa
-no te preocupes, yo te cuidare hasta que recuperes la memoria- le sonrió para que el azulino se sintiera confiado, pero tuvo el efecto contrario- soy doctor- le volvió a recordar
-si lo sé pero me recuerda a alguien- lo miraba de pies a cabeza pero no lograba recordar a quien se parecía
-quizá a algún pariente- le sugirió mientras tomaba su temperatura
-no…- negó el azulino con la cabeza, dejando que el doctor le checara el cuerpo
-al parecer tienes neumonía, pero por suerte con un tratamiento y mucho descanso estarás bien- el doctor salió por un momento del cuarto para regresar con unas cajas de medicina- bien te tienes que tomar esta hora- le dio una pastilla algo grande como una capsula, el azulino algo vacilante se la tomo- en una hora te daré otra
-de verdad es doctor- pregunto con recelo
-no te preocupes- tapo al azulino y acaricio sus cabellos, haciendo que se tranquilizara para quedarse dormido…
A lo lejos de la ciudad en lo más profundo de un bosque, en lo que parecía una base militar, una señorita de cabello largo y blanco, con una piel de color y ojos de un azul claro, junto a alguien que parecía doctor con una bata blanca, con un cabello negro como el carbón y ojos dorados. Ambos discutían…
-¡imposible!- grito la peliblanca con furia -¿Cómo demonios pudo escapar?- miraba a uno guardias que estaban muertos por un disparo en su cabeza- ¿Cómo consiguió el arma?- gritaba cada vez más histérica
-la seguridad es impenetrable, aparte de que el bosque es una trampa mortal, no es posible que un niño se escapara con tanta facilidad- comento el pelinegro viendo con indiferencia la escena
-sabía que teníamos que matarlo, ahora todos nuestros secretos andan sueltos en ese niñato del demonio, si se lo llega a contar a alguien estamos acabados- decía con demasiada desesperación
-solo hay una cosa que podemos hacer- le sugirió a la señorita que estaba histérica
-ya la pensé, pero prepárate para un castigo seguro faustus- reto al pelinegro
-eso es lo más probable annafeloz- se dirigió a la señorita- ellos se encargaran de ese estúpido niño- decía con un tono frio
Ambos se miraron con complicidad, alejándose de la escena…
Sebastián seguía observando al azulino que tenía los ojos fijos en la ventana, siempre estaba alerta, si escuchaba un ruido por más mínimo que fuera se levantaba agitado, para que el azulino durmiera en paz tuvo que darle un sedante muy fuerte, después saco otra jeringa y saco un poco de sangre, noto que los bazos del azulino estaban llenos de marcas de agujas, tomo un bote y puso ahí la sangre, aprovechando que el azulino dormía, decidió llevar las muestras al hospital que quedaba a 10 minutos de su casa caminando, así que no tardo mucho al llegar al hospital, muchos doctores le miraron sorprendidos ya que era su día libre, llego al consultorio que tenía marcado como laboratorio, al entrar encontró a un peliblanco de piel morena y ojos de un intenso dorado
-agni ¿te puedo pedir un favor?- el peliblanco se sobresaltó al escuchar la voz de su compañero
-se supone que es tu día libre- cuestiono
-no importa, quiero que analices estas muestras de sangre- le dio el frasco que agni miro con curiosidad
-te mandare los resultados a tu casa- decía mientras tomaba la muestra
-sí, porque también me voy a tomar unas vacaciones de dos días- sonrió contento, al igual que agni
-suerte- con esa palabra Sebastián salió de ahí y del hospital, después se dirigió al supermercado para comprar la comida de ese día, tardo muy poco, así que regreso a su casa, al entrar dejo las cosas en la cocina, toda la casa estaba en un silencio sepulcral que de repente fue llenado con alaridos de dolor, Sebastián algo sorprendido sin perder tiempo fue a la habitación donde había dejado al azulino, al entrar lo vio gritando con fuerza, el sedante se había pasado, el azulino se veía aterrado completamente, sus ojos estaban abiertos como platos y temblaba exageradamente
-¿Qué ocurre?- pregunto con voz calmada para no asustar al azulino
-ellos… me… persiguen… me… quieren… muerto- decía entrecortadamente, Sebastián se sorprendió ante esas palabras
-¿Quiénes?- pregunto con la misma calma
-no… se…- decía también entrecortado
-todo fue un sueño- tranquilizo Sebastián, el azulino lo miro con demasiada atención como queriéndose creer sus palabras
-si- susurro, se volvió a acostar pero no quería cerrar sus ojos pero la fiebre obligaba a sus parpados a cerrarse, Sebastián acaricio los cabellos de azulino
-no te preocupes yo te protegeré- deposito un dulce beso en la frente del azulino, este se sorprendió pero ante ese acto simplemente hizo una mueca que no se podía interpretar…
¿Quién era ese azulino? Y ¿Cuál era su pasado?. Sebastián no tenía idea pero algo estaba seguro, tenía que protegerlo…