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AMORES PROHIBIDOS por DeinoO-Dragomir

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Notas del capitulo:

Hola!! :D

Yo aqui ahora escribiendo el primer fic para amor yaoi y el primero de K Pop. Espero no defraudar a nadie. 

Dicen que las personas que viven de ilusiones mueren de decepciones. Y más cierto no puede ser.

 
Cuando sus padres descubrieron que le gustaban los hombres y no las mujeres, pegaron el grito al cielo. Literalmente. Y en sus diecinueve años de vida nunca había visto tanta hipocresía junta.  La madre que se pasaba los días en reuniones de té con sus acartonadisimas amigas y nunca tenía ni cinco minutos para dedicarle una mirada a su hijo, ahora lloraba en la sala como una Magdalena, preguntándole a voz en cuello qué era lo que le había faltado para que hiciera algo así. Su padre por otro lado le había pegado el golpe mas fuerte que recordaba haber recibido, reclamándole por haberlos avergonzado de aquella manera. Y SungMin no dijo nada. Por fin después de tantos años se le caía la venda de los ojos y era consciente de su realidad. Tenía una familia que nunca iba a aceptarlo, una madre que probablemente nunca quiso tenerlo y un padre que en lo único que pensaba era en su empresa. Como era de esperarse se sintió dolido, tan dolido como alguien que es rechazado por su propia familia puede estar, pero esa no era la única emoción en su interior. Se sentía defraudado, engañado, herido, y lo peor de todo, furioso.


Nunca les había pedido nada más que algo de tiempo, tiempo que obviamente nunca le dieron, y ahora lo trataban como si fuera un engreído. Pero eso era algo que no iba a tolerar el castaño.

-Deberías estar suplicándonos perdón de rodillas por esto, SungMin. –le reprochó su padre, pero el hermoso chico no estaba en la labor de escuchar. Simplemente se puso de pie y abandonó el salón para luego subir por las escalinatas enormes y doblar al pasillo a la derecha donde estaba su habitación.


Empujó la puerta que se cerró con un sonoro golpe y solo entonces lloró. Lloró por la impotencia y la frustración y por todos los sentimientos encontrados en ese momento. Lloró hasta que no quedaron mas lágrimas y las que ya habían caído se secaron en su cara. Quería seguir hundiéndose en ese mar de devastación en el que se encontraba, pero en cambio tomo una decisión. Se iría de su casa, y lo haría para siempre.


Apenas esta revelación llegó a su cabeza, comenzó a empacar todo lo que pudo. Tomó tanto dinero en efectivo como encontró en su fondo de ahorros y todas las tarjetas de crédito. Retiraría tanto dinero como pudiese antes de que las bloquearan, al fin y al cabo, de lo único que sus padres nunca se habían quejado era de cuanto derrochaba el dinero. Y cuando por fin tuvo todo lo que iba a llevarse listo en una maleta, salió de ese lugar infernal sin mirar atrás, sin decir adiós y sin pedir permiso. Por primera vez, Lee SungMin no se sometería a los caprichos de su familia.

 
En lo único en lo que no pensó Sungmin cuando decidió irse de su casa para siempre fue en que no tenía a donde ir. Él nunca se había visto en la necesidad de aquello, ya que nunca pensó que llegaría a distanciarse de sus padres de esa manera, por lo que en ese momento no tenía ni sitio en el que caerse muerto.


-Primero lo primero, Minnie. –se dijo a si mismo. –Necesitas dinero.


Caminó con más tranquilidad de la que en realidad sentía hasta el banco más cercano, donde extrajo hasta el último centavo de las tres tarjetas de crédito que había cargado desde siempre con él, que no fue mucho porque dos de las tres ya habían sido canceladas y la última tenía un límite de retiro. Solo entonces se dio cuenta de las consecuencias que acarrearía su decisión.  Necesitaba establecerse en algún lugar a la brevedad posible, ya que no podía simplemente ir por todo Seúl acarreando una maleta Dolce. Sería realmente algo bizarro. Pero aun con todo ello, no confiaba en nadie lo suficiente como para pedir ayuda, porque sabía que el rumor de que el lindo Minnie o Tierno Min como lo llamaban sus “amigos” había huido de su casa porque sus padres se enteraron de que le gustaban los chicos se esparciría como pólvora, por lo que pedir una mano a alguno de los niños ricos con los que compartía su vida social no iba a ser de ayuda.

-Claro, Min, te vas de tu casa y ahora no tienes a donde ir. –desde que tenía memoria, el pelinegro se había dedicado a perfeccionar el arte de hablar consigo mismo cuando no tenía a quien recurrir, por lo que en sus peores momentos su único consejero había sido siempre él mismo, o al menos antes de que conociera a Siwon en una de esas clases de música a la que su madre le había obligado ir después de lanzarle un comentario filoso sobre el premio que había ganado el hijo de alguna de sus amigas. Siwon era probablemente el único amigo que tenía, y aunque era excesivamente religioso y un chico muy bueno y bien portado, era capaz de oír todo sin prejuzgar.

 
Sungmin abrió los ojos desmesuradamente al darse cuenta de que había pasado por alto a la única persona que podría ayudarlo en una situación como aquella. –eres tan tonto, Min.


Del bolsillo de sus pantalones de mezclilla –de diseñador, por supuesto,- sacó su iPhone  de color rosa claro y marcó el número de Siwon, con la esperanza de que el teléfono del alto muchacho estuviera cargado. Una de las pocas cosas que sabía Sungmin de Siwon era que era pobre, no tanto como para no tener donde vivir, pero se las veía negras para lograr pasar cada mes lidiando con el pago de la renta de su extremadamente pequeño departamento, la comida y algunas otras cosas indispensables, además de que cuidaba a su hermana pequeña Jiwon. Y sabía también que con el afán de ahorrar, muchas veces evitaba cargar el teléfono. Más de una vez le había ofrecido ayuda, diciéndole que podía conseguirle un lugar mejor donde vivir, o que podía ayudarlo con la renta, pero Siwon siempre se negó, alegando que Dios proveerá.

 
La contestadora sonó inmediatamente y Sungmin comenzó a preocuparse. Tenía una vaga idea de donde vivía Siwon por alguna de las muchas conversaciones que habían tenido, pero no conocía la dirección con exactitud, y sabía que para meterse al distrito Seocho-gu le haría falta todo su coraje y quizás aplicar por primera vez las artes marciales que llevaba estudiando desde que aprendió a caminar. Por lo que sabía era un lugar muy peligroso, especialmente de noche, y para agravar las cosas, su amigo vivía en el lado más peligroso del distrito que de por sí ya era peligroso.
-Bravo, Min, ahora ya sabes lo que se siente. –se reprendió, pero también se resignó a tomar un bus que lo dejara relativamente cerca, porque tampoco sabía mucho de transportes en su ciudad, y no podía darse el gusto de tomar un taxi y gastar lo poco de dinero que tenía, ya que iba a necesitarlo en el futuro. Lógicamente no esperaba que Siwon, por muy buen samaritano que fuera, admitiera una boca más que alimentar sin recibir nada a cambio. Suspiró con cansancio y empezó a caminar hasta la parada de autobuses más cercana. –Y encima vas a meterte al Seocho-gu con tu mejor maleta a cuestas.


En realidad, él no era sarcástico, ni irónico, ni mucho menos tosco. En todos los aspectos posibles era un chico lindo, tan lindo como un chico podía ser e incluso más de lo que se considera varonil. Tierno, dulce, amable y cariñoso, además su inocencia e ingenuidad llegaban a niveles exorbitantes. Tenía una extraña manía con el color rosa desde siempre, tanto que solían llamarlo Pink Boy, o en muchos casos Pink Bunny. Si, más de una vez lo habían comparado con un conejo tierno. Y todas esas tonterías no le importaban, porque nunca entendía las verdaderas intenciones de los chicos que se lo decían. Intentaban ligárselo incansablemente tanto chicas como chicos, pero antes que él, nadie tuvo suerte. Él. Recordarlo hizo que un nudo se formara en la garganta del chico rosa. Había sido su primer amor, y también su primera decepción. Fue cuando el conejito se juró a si mismo que tendría reservas al enamorarse, que no entregaría todo de él una vez más, que se protegería y evitaría a toda costa salir herido. Se prometió ponerse primero a sí mismo para evitar que le volvieran a romper el corazón.


Mientras caminaba a la parada de autobuses, comenzó a cantar. Muchas personas le habían dicho que tenía una voz preciosa, algo a lo que él nunca daba crédito, pero cantar siempre había sido su forma de catarsis. Mientras otros golpeaban paredes, o incluso lloraban, él cantaba. Cuando sus sentimientos lo sobrepasaban y le hacían querer claudicar, él cantaba, cantaba para sentirse mejor, así como hablaba consigo mismo en voz alta para no sentirse solo. 


Mientras caminaba cantando a voz en cuello, muchas personas voltearon a verlo. Agunos le sonreían y seguían su camino y otros le lanzaban miradas molestas o extrañadas, pero nadie se atrevió a decirle nada, porque un chico que iba por la calle cantando no hace daño a nadie.

Cuando llegó a la parada se sentía mejor, no con la alegria desbordante que lo carcterizaba, pero su humor había mejorado mucho y otra vez sonreía. Se sentó para esperar el carro por largos minutos, hasta que reparó en que no sabia que bus debía tomar. Sacó nuevamente el telefono de su bolsillo y en el servidor de internet buscó raídamente la ruta de todos los buses, hasta dar con el que lo llevaría a aquel distrito. Y justo cuando iba a guardar el movil, en la pantallita apareció un icono de advertencia indicandole que casi no tenía batería. Sungmin soltó un "rayos" entre dientes y activó el modo de ahorro de energía, porque iba a necesitar de su telefono después, a menos que quisiera dormir en la calle. Con la esperanza de que su iPhone no le fallase lo guardó en la chaqueta y se dedicó a ver el paso de los cohces y de la gente en movimiento.

Luego de un cuarto de hora, el bus apareció y Sungmin lo abordo son dudarlo rumbo a su nueva vida.

Pero si hubiese sabido que esa sería la mejor y a la vez la peor decision de su vida, probablemente lo hubiera pensado mejor. Si alguien le hubiese dicho que al tomar ese bus, su destino se estaba uniendo al de Kyuhyun, con toda seguridad se habría bajado del bus.

Notas finales:

Espero que lo hayan disfrutado.

Dejenme un comentario para darme vuestro punto de vista, para decirme si voy bien o si de plano soy un fracaso.


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