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He Wolf (Lobo Hombre) por Dolche

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Notas del capitulo:

Bueno, ya que he quitado de momento dos babys, traigo este hasta que el otro este mejor! Disfriten!! :)

    El aire de deslizaba rechinando entre los árboles cargado de su aroma, tan suculento que me hacía salivar.  Perseguí su hedor con ansias, esperando que alguno más lo haya captado; esa presa sería solo mía.
    Mi nariz guiaba el camino hasta la que sería mi siguiente comida, cada vez estaba más cercas; no se escaparía.
    Corría por el bosque, la húmeda tierra me llenaba las garras. Tenía que llegar antes que los demás y reclamar mi premio.
    Cuando su olor lo rodeaba todo paré, mis ojos buscaban su presencian en medio de la noche y lo vi. Lo veía tan perfectamente como si fuera de día. El chico estaba muy flaco, pero algo era mejor que nada. Aunque no era mucha la carne que rodeaba sus huesos, sus piernas lucían tiernitas. Ya podía verme enterrando mis colmillos en esos muslos. Me hacía salivar.
    Lo observaba entre los matorrales seguro de que él detectaba algo distinto en el aire, algo peligroso. Su acelerado pulso golpeaba mi oreja confirmándolo. Él escudriñaba el bosque tratando de percibir lo que hacía al miedo bajar por la columna, pero sus ojos tan humanos no captaban nada.
    Seguía sigilosamente el ritmo de su andar, era adictivo. Ese ligero desliz me atrapaba sin poder escapar.
    En momentos paraba su paso, levantaba la mirada y confirmaba erróneamente que nadie le seguía, su muñeca limpiaba de vez en cuando el poco sudor de su frente. Descansaba en ratos tomando del húmedo aire, abanicándose con su mano.
    Lo veía tan perdido y desesperado, era el momento de hacer gran mi entrada. Tenía que disfrazarme para ser una carnada atractiva para mi presa. Los largos colmillos se hicieron dientes, mis garras se encogieron hasta ser uñas, todo el montón de pelos que me cubría cayó, y mi lobesco cuerpo se trasformó hasta adaptar las dimensiones de una persona normal.  
    El momento había llegado.
    Me enfunde en las ropas que guardé en la pequeña mochila que había llevado conmigo todo el camino.
    —Tú. ¿Qué haces aquí? —exclame a sus espaldas.
    Él se giró en un grito. Creo que lo asuste… pero eso estaba bien, él debía temerme.
    —Ah… yo… Estoy perdido, salí de campamento con unos amigos—“más comida rondando por el bosque” pensé­—, y se supone que estaba haciendo un pequeño recorrido, pero he terminado así. A veces puedo ser un completo tonto —rio tratando de aligerar el ambiente.
    Lo recorrí de pies a cabeza varias veces; lo que veía me gustaba.
    —Ya lo creo. Es muy tarde, sin luz no los encontrarás. Si quieres puedes dormir en mi casa y en la mañana cuando esté el sol los buscas.
    Me miró fijamente desconfiando de mí. Prudente. Lo más seguro es que pensara que era algún psicópata que quería mantenerlo cautivo.   Ja, pero que erróneo se encontraba.
    —Claro, si no es mucha molestia —“Has caído en la trampa”.
    —Para nada… vamos. Sígueme.
    Caminamos hasta llegar a una parte profunda y solitaria del bosque en donde estaba mi cabaña, abrí la puerta y lo hice pasar. Mi cuerpo estaba en medio de la puerta, por lo que él tuvo que ponerse de lado para poder entrar. Su rostro pasó muy cercas del mío; sus labios de veían con la textura correcta para morderlos, y sus rojas mejillas lo hacían ver como un cerdito con una manzana.
   —Tu casa es bonita—sonrió.
   —Gracias. Pero es tarde, mejor vamos a dormir —dije guiándolo al cuarto—. Sólo tengo una cama, así que dormiremos juntos. —“Y cuando duermas, te comeré”.
   Le guie hasta el cuarto y comencé a quitarme esas ropas para no mancharlas con su sangre cuando lo devorara. Estaba por quitarme la última prenda, esa pequeña que envolvía mi cadera.
   —E-espera, ¿por qué te desnudas? —envolvió su cuerpo con los brazos. 
   —Así duermo —mentí. Decidí dejarlos y eso pareció calcarlo, el color de su cara disminuyó al igual que su pulso. Quitó sus tenis y desabrochó su pantalón.
   Ambos nos tumbamos en la cama, los hombros tocándose. Él se giró dándome la espada, como persiguiéndolo, me giré hacia él, muy cercas. Aspiraba su aroma llevándolo a mi boca, saboreándolo. Escuchaba su acelerado corazón en mi oreja, lo más probable es que el miedo le hiciera correr el pulso. Su respiración trabajaba con el doble de rapidez, y en su aroma, había algo distinto, algo afilado y adictivo. Un aroma que, de estar en mí verdadera forma ya habría identificado, pero en este cuerpo me provocaba acercarme más para descubrir de qué se trataba.
   La cama crujió ante mi aproximación, recosté la nariz en su cuello, recorriéndolo. Por alguna razón desconocida para mí, ese estremecimiento de su cuerpo causó en mi más fervor por repetir la acción. Él se removió un poco con la aparente necesidad de alejarse, por lo que le aferré fuerte entre mis brazos para que no escapara. Los músculos de todo mi cuerpo se tensaron ante su queja, y lo apresaron con más determinación. Inmovilizado, deslice la nariz por esa larga extensión que era su cuello y respiré sobre él. La vena latente que mi nariz rozaba, expedía un magnifico aroma que caminó por mis pulmones. Con la lengua,  pasé sobre esa vena degustando su sabor. Mi lengua probó las vibraciones de ésta cuando liberó un gimoteo desde lo más profundo de su garganta. Ese pequeño sonido se clavó directo en mi cerebro, mi corazón latió rápido, al igual que mi respiración, la sangre se agolpaba en mis venas. Quería más de esos sonidos que me hacían reaccionar de una forma antes no conocida para mí.
   Apreté el agarre en sus caderas y subí las caricias a su oído. El pecho le subía y bajaba loco, desenfrenado, sus temblorosos dedos se aferraron a mis manos y él se retorció. Era maravilloso, como ver abrirse a una mariposa por vez primera.
   La necesidad de encontrar ese algo un su aroma que me tenía salvaje creció. ¿Sería en su cabello? Me hundí entre las hebras y las descarté. ¿Sería el sudor de su piel? Me fui sobre él desprendiéndolo de la camiseta, olí y probé con la lengua el torso frente a mí; algo había de eso pero no del todo, la fuente de ese aroma aún era desconocida. Bajé por su cuerpo y cada vez lo podía percibir con más concentración. Llegué donde sus piernas se juntan, seguro de que ese néctar se encontraba detrás de esas ropas. Luchó por que no le arrebatara el pantalón, pero su fuerza era nada. Sólo restaba una prenda más para desenmascarar el misterio. Me sumergí entre sus piernas. ¡Eureka! Restregaba la cara contra esa tela a cuadros, aspiraba profundo para llenarme de esa esencia. Él temblaba y se removía mientras de su boca salían los más hermosos aullidos.
   No sabía qué me pasaba. Se suponía que él sólo sería la comida de ese día, debía romperse entre mis dientes como una astilla, derretirse en mi boca como un queso, jalaría de su lustrosa piel hasta separarla del músculo, y finamente tomaría su sangre. Pero en lugar de eso, me fascino con cada sonido nuevo, me maravillo con cada retorcida de su cuerpo, y ese aroma que me pone como la primavera misma.
   Le quité lo último de su ropaje, encontrando ese erecto pedazo de suculenta carne. Olía bien, no había dudas, eso era lo que desprendía ese sazón tan deseado. En la punta brillaba una transparente gota, lo sujeté y la lamí. Todo su sabor explotó en mi boca, este cuerpo desconocido en que me había transformado reaccionó al velo arquear la espalda; rosa en toda su cara.
   Debajo de eso que aún me vestía, algo cosquilleó.
   En un movimiento, él vino hasta mí, tocó su boca con la mía en algo completamente nuevo.  Imité lo que él hacía con su lengua y sus labios hasta que necesité respirar de nuevo. Bajó con sus manos mi última prenda y acarició esa parte cosquilleante de mi cuerpo, sobándola. Sufrí una sacudida y me aferré con mis manos a su cadera; nunca sentí algo semejante. Movió la mano con más ímpetu, mi cuerpo se deslizaba instintivamente contra esa mano, cada vez más a prisa.
   El temblor me bajó por la espalda y con un gran aullido, una sensación de liberación me recorrió. Caí débil sosteniéndome abrazado a su cuerpo, parpadeé confundido por lo ocurrido, no entendía lo que acababa de pasar.
   Miré hacia abajo. Su mano aún me sostenía, de ella escapaba una viscosa y blanquecina sustancia. Tomé su muñeca y elevé su mano hasta oler ese líquido; definitivamente olía a mí, lamí un poco de ella; su sabor no era el mejor, pero definitivamente eso era mío.
   ­—Qué asco… que raro eres…—me miraba atento. Le miré como preguntando si lo que acababa de hacer era incorrecto y el sólo sonrió, naciendo desde su pecho constantes carcajadas.
   Lucía jovial. Lo recorrí con la mirada, su carne erecta era igual a la mía, más clara, pero era igual. ¿Si lo tocaba sentiría lo mismo que yo? ¿Funcionábamos igual? ¿También soltaría de esa extraña esencia? Fueron las preguntas que pasaron por mi mente mientras lo observaba reír. Sin contener la curiosidad le acaricié como él había hecho conmigo.
   —Hn. —dio un pequeño brinco cerrando los ojos; aceleré el tiempo en que mi mano subía y bajaba—. Mmm. —él se movía completamente adicto a mis caricias.
   Borré con la lengua una pequeña gota que descendía por su cuello, la succioné; su cuerpo me decía que disfrutaba con esa acción, así que continúe.
   Se echó hacia atrás, llevándome con él sobre el colchón, volvió a pegar nuestras bocas, moviéndolas; y yo volví a regalarle de esos toques.
   —Ahh… más rápido —pidió.
   — ¿Qué? 
   — ¡Qué muevas la mano más rápido! —así lo hice. Él se agitó aún más bajo mi cuerpo, se sacudió—. ¡Ahh! —su espalda se estiró y la misma sustancia blanquecina llenó mi mano.
   La olí y sí, olía a él. Lamí mi mano y llené mí boca con su sabor suculento.
   —Mmm… —sonrió—. Eso ha sido bueno —bostezó—. Pero es tarde, quítate de encima y vamos a dormir.
   Me recosté a su lado consiente de que después de eso, dormir me sería imposible. Miles de cosas y miles de preguntas se agrupaban en mi mente llamándome de confusión.
   Su cuerpo se recostó sobre el mío, dejándome con una cálida sensación, cerré los ojos respirando su aroma y llenándome con él.

Notas finales:

Gracias por leer, espero les haya gustado! ;)


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