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Mi juguete nuevo por minimay

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Notas del fanfic:

Este one-shot se me ocurrió de la nada al ver una imágen de Bartolomeo mirando a Cavendish transformado en juguete. 

Ah... Deberían poner en los personajes a Bartolomeo y a Cavendish, se hace todo un poquito más fácil para publicar BartoxCaven...

De todas maneras, aquí va el one-shot!!

Trabajar, trabajar y trabajar… Ese día no hice más que trabajar como un burro, parecía como si todos los idiotas de la ciudad se hubiesen puesto de acuerdo para hacerse tatuajes el mismo día. Aunque no me podía quejar demasiado, había conocido a un moreno que se quería hacer unos tatuajes bastante raros: la palabra “DEATH” escita en los nudillos de la mano izquierda, unas especies de cruces en el dorso de las manos, un sol extraño en cada antebrazo, el lobo que tenía en su sudadera en la espalda y un corazón en el pecho. Lo más raro de todo es que el hombre no se había quejado en ningún momento, y sé por experiencia que los tatuajes en el pecho dolían bastante… Y eso que el mío no era tan grande como el del moreno…

El caso es que sólo quería ir a casa para ver a mi Cavendish, para abrazar a mi Cavendish, para acariciar a mi Cavendish, para besar a mi Cavendish y para hacerle el amor con mi Cavendish. Cavendish… Mi novio, lo único que me da fuerzas para seguir adelante y la única razón por la que seguir vivo. Necesitaba tenerle cerca para poder relajarme, pero había un problema… Ese día estaba fuera de casa, había ido a visitar a sus padres, los cuales me odian a muerte. Sus críticas no me afectan, y estoy tranquilo porque sé que por muchas gilipolleces que le digan sus padres él jamás me dejará, sé que me quiere. Pero eso no quita que  le vaya a echar de menos cuando llegue a casa…

-¡Joven amo! ¡Amo! –Gritó alguien, yo giré mi cabeza hacia todos lados pero no vi a nadie. -¡Aquí abajo amo!

Miré hacia abajo y me encontré con un pequeño juguete, o eso parecía. Me puse en cuclillas para poder ver al juguete mejor, y así comprobar qué tipo de mecanismo llevaba para poder hablar y mantenerse de pie. Era un muñeco de madera con el pelo negro que me llegaba muy por debajo de las rodillas, llevaba un gorro de fiesta en un lado de la cabeza de color blanco y añil; una gola* en el cuello; una camiseta blanca de puntos añiles; unos pantalones negros; y unas alpargatas negras.

-¡Amo! ¡Al fin te he encontrado! –Me gritaba el muñeco con dos destellos de luz en sus ojos.

Lo miré detenidamente y con curiosidad lo cogí en mis manos por debajo de los brazos. Me levanté con él en mis manos y empecé a examinarlo detenidamente, pronto me di cuenta de que ese muñeco no tenía cuerda, pilas ni batería. Era como si estuviese vivo de verdad.

-Pero Bartolomeo-senpai, ¿qué haces? –Preguntó el muñeco cogiéndome uno de mis dedos con sus diminutas manos.

Esa cosa movía las manos sin nada que los moviese, era un jodido muñeco demoníaco que sabía mi nombre. Ese pensamiento fue suficiente para que soltase al muñeco de repente, y éste cayese de culo al suelo.

-¡Auch! –Se quejó sobándose su trasero de madera. No me jodas… ¿Ahora encima sentía dolor el muñeco ese?

Ignoré al muñeco y salí literalmente corriendo a casa, no quería hacer otra cosa que volver a casa y relajarme un rato. Juré que me iba a pegar a la televisión hasta que me olvidase del muñeco diabólico. Me tumbé en el sofá con la televisión encendida y allí me quedé, abrazado a un cojín para poder dormirme. Había llegado al punto en el que sin el cuerpo de Cavendish pegado al mío me era imposible conciliar el sueño, así que tuve que coger el cojín para sentir algo.

Al despertar me alegré de que fuese sábado, pasaría la mañana liberando tensiones con algo de ejercicio. Me vestí rápidamente y salí alegremente de casa, pero mi felicidad se fue rápidamente…

-¡Buenos días amo! –Gritó el juguete “diabólico” del otro día, eso me hizo quedarme completamente pálido.

-¡No soy tu amo! ¡Déjame en paz! –Grité mientras me alejaba de ahí corriendo tan rápido como podía.

Esa mañana iba a correr para quitarme el estrés, y no sé si el hecho de llevar a ese muñeco corriendo detrás de mí me ayuda a correr más rápido o me da más estrés… Posiblemente las dos cosas…

Cuando no pude correr más fui a la pista de deportes donde siempre terminaba mi rutina mañanera con algunas flexiones y abdominales. Me daba la sensación de que había estado mucho más tiempo corriendo que otras veces. La razón, muy sencilla, siempre que voy con Cavendish procuro no forzarle mucho, siempre ha sido un gandul… Pero agradezco su compañía.

-Ay… Amo… ¿Ya…? ¿Ya terminaste? –Preguntó el muñeco jadeando entre palabra y palabra.

Dejé de lado mis abdominales para mirarle, estaba tumbado encima de la portería usando la red como hamaca para tumbarse. Sin querer, sonreí… Cavendish siempre se subía ahí para descansar mientras yo hacía mis abdominales.

-Sí. –Respondí, y me sorprendí a mí mismo por haberle respondido. El muñeco empezaba a ser una no tan mala compañía.

-Demasiado fácil… Demasiado fácil… -Murmuré para mí mismo mientras empezaba con las flexiones.

Sentí un pequeño peso en mi espalda. Me di cuenta de que el muñeco se estaba sentando en mi espalda para hacerme las flexiones más difíciles, aunque no pesaba demasiado… Eso me recordaba a algo…

-Demasiado fácil… Demasiado fácil… -Murmuré para mí mismo mientras empezaba con las flexiones.

Sentí un gran peso en mi espalda que me hizo quedarme tumbado en el suelo sin poder levantarme. Gruñí al escuchar la risita de mi novio, que se había sentado en mi espalda para hacerme las flexiones más difíciles.

-¿Qué pasa Barto-chan? ¿Ahora no es tan fácil? –Se burló Cavendish con una voz muy tocapelotas…

-¡Cállate! –Ordené intentando quitármelo de encima, pero me era imposible, pesaba demasiado…

Me levanté del suelo después de avisar al juguete de que me iba a sentar. Él se quedó de pie y yo me senté delante de él, me hizo muchísima gracia ver que yo era más alto que él incluso sentado.

-¿Qué eres? ¿Por qué me sigues? –Pregunté para comprender qué pasaba por la mente del muñeco, si es que tenía mente…

-Soy un juguete, creo. Te sigo porque eres mi amo, Bartolomeo-senpai. –Respondió con una sonrisa, o eso me pareció a mí.

-Dios… Tendré que soportarte hasta que sepa qué hacer contigo… Al menos dime tu nombre.

-No tengo. –Contestó alzándose de hombros.

-Esto… Te llamaré… ¡Garu! –Exclamé chasqueando los dedos, ese nombre le venía perfecto.

-Garu… ¡Me gusta!

Cogí a Garu entre mis brazos y me lo llevé a casa, ya tenía un regalo para Cavendish… Llegué a casa y dejé al muñeco en el suelo, que en seguida empezó a dar vueltas por la casa con emoción. Normal, para un muñeco tan pequeño esta casa era tan grande…

-¡Amo! ¿Quién es este chico? –Preguntó señalando a una fotografía que tenía por ahí tirada.

La cogió y me la entregó. Yo la vi con una suave sonrisa en la cara… Era una foto mía con Cavendish.

-Hehahahaha es mi novio. –Respondí con una risa que simplemente me salió así porque así. Me ponía feliz el tan solo mirar nuestras fotos.

-Oh... Parece hermoso… -Opinó mirando de cerca la fotografía, y de verdad que lo era…

-Y lo es. Eh, ¿te quedarás? –Pregunté cogiendo al muñeco en brazos. -¿Vivirás conmigo y con Cavendish?

-Yo… ¿Yo te agrado…? –Preguntó ladeando la cabeza dulcemente, como un niño pequeño.

-Hehahahaha pues claro Garu.

El muñeco me abrazó con fuerza por el cuello, yo correspondí al abrazo suavemente. El simple hecho de agradarme le hacía feliz, y eso me hacía feliz a mí. Pero el momento bonito fue cortado por la melodía del teléfono. Dejé a Garu en el suelo y cogí el teléfono, en la pantalla del móvil se podía leer “vieja puta de mierda”.

-¿Qué coño quieres? Espero que Cavendish esté bien o si no mejor que reces por tu vida. –Amenacé a quién me llamaba, mi asquerosa suegra, la cual me odiaba.

-Tsk… Maleducado… -Murmuró entre dientes, me encantaría que hubiese visto la señal de amor que le hice con el dedo corazón. -¿Cuándo viene Cavendish?

-Vieja bruja, salió ayer así que ya debería estar ahí.

-Aquí no ha venido. Seguro que te ha dejado… -Se burló con una voz muy molesta, si no fuera mi suegra ya me habría deshecho de ella…

Fulminé el teléfono con la mirada y colgué de golpe. Seguro que la vieja asquerosa sólo quería joderme al decirme eso… Pero por si acaso, y tan sólo por si acaso, decidí llamar a Cavendish. Marqué su número, pero buzón de voz anunció que su teléfono estaba apagado o fuera de cobertura. Pensé en lo despistado que era siempre, y se me escapó una risita, seguro que se le había olvidado cargarlo antes de salir de casa.

Busqué a Garu para estar un rato con él, después de todo me había empezado a caer bien el muñeco, seguro que le gustaría a Cavendish… Me lo encontré sentado en lavabo con un bote entre sus piernas. Reconocí lo que contenía el bote, pétalos de rosa que siempre compraba Cavendish para, supuestamente, bañarse con ellos. Nada más lejos de la realidad, siempre acaba comiéndoselos… Le encantaba comérselos, y parece que a Garu también.

Oh… Mierda… ¡Mierda!

Me desperté por la falta de un cuerpo pegado al mío, gruñí por la falta de contacto y me levanté a regañadientes. Ese día era domingo, así que al no tener que ir a trabajar no me molesté en vestirme, sólo me puse el primer bóxer que encontré en el cajón. Fui hasta el salón para pedir explicaciones de por qué me había despertado solo. Al llegar vi a mi novio sentado en el sofá mientras comía de un bote que contenía… Pétalos de rosa…

-Eh… ¿Qué haces? –Pregunté arqueando una ceja, era realmente raro encontrarme eso. ¿Qué persona normal come pétalos de rosa?

-Desayunar. –Respondió alzando los hombros, como si fuera lo más obvio del mundo. Y desde luego que NO lo era.

El juguete se cansaba muy rápido de correr, al verme hacer flexiones se subía a mi espalda, se llamaba hermoso al verse indirectamente en una foto y comía pétalos de rosa… Cavendish también hacía todo eso…

Cavendish no cogía el teléfono y no había llegado a casa de sus padres, y justo cuando pasa todo eso aparece un juguete que actuaba como él… ¿Acaso era él?

-Cavendish… ¿Eres tú? –Pregunté acercándome lentamente a él.

-Soy Garu, Bartolomeo-senpai. –Respondió sin dejar de comer los rojizos pétalos.

Después de pensarlo, y mucho, decidí llamar a la vidente Madam Shyarly. Era una mujer bastante misteriosa, pero era muy exacta a la hora de predecir el futuro. También era experta en temas paranormales y demás, así que no se me ocurrió nadie mejor a quién llamar para comprobar si de verdad en el muñeco estaba metido mi querido Cavendish.

Tocaron a la puerta, al abrirla una mujer de piel clara y pelo corto que le cubría un ojo entró sin siquiera pedir permiso. Sabía que era Shyarly, así que no le dije nada y cerré la puerta. La invité a sentarse en el sofá y me senté a su lado.

-¡Garu! ¡Ven aquí un momento! –Llamé al muñeco, que si mal no recuerdo estaba haciendo el tonto en mi habitación.

-¡Sí joven amo! –Gritó alegremente yendo a donde estábamos Shyarly y yo.

Ella le miró con curiosidad y levantó su barbilla con suavidad para verle mejor los ojos, o eso me parecía a mí.

-Veo algo… Una alma aquí dentro… -Murmuró observando los ojos de Garu, que no entendía nada de lo que pasaba.

Buscó algo en su bolso y sacó una bola de cristal que apoyó en su regazo. Ordenó que el muñeco se situase al otro lado de la bola, y lo hizo con desconfianza. Después sonrió y me ordenó a mí que mirase por la bola de cristal. Así lo hice, y dentro de la bola se podía ver perfectamente a un rubio de ojos azules que nos miraba a la nada a través de la bola de cristal. Le saludé, le grité, intenté llamarle la atención, pero ni se inmutaba.

-Sólo es el reflejo de su alma, él no nos puede ver. –Dijo Madam Shyarly señalando el reflejo del rubio. –Bueno, mi trabajo aquí ha terminado. –Anunció guardándose la bola de cristal de nuevo en el bolso.

-¿Y cómo lo saco de ahí? Ya sabes, ¿cómo hago para que vuelva? –Pregunté siguiéndola con la mirada, se le había olvidado decírmelo.

-No volverá, lo siento…

El corazón se me paró por un momento, debía estar de coña… ¿Cómo que no volverá? Y encima al final de frase le puso ese “lo siento”. Debería saber que con estas cosas no se juegan, así que mejor que dejase ya la broma y me diga cómo devolver a Cavendish a su estado normal.

-Hehahahaha. –Me reí, pero mi risa salió demasiado nerviosa para mi gusto. –Déjate la broma y dime cómo hacer que vuelva.

-No es una broma.

Avancé hacia ella lentamente, sentí cómo empezaba a sudar frío. No era posible… Mi Cavendish tenía que volver sí o sí.

-Mentira, sé que mientes… Por favor, dime cómo hacerle volver… Por favor… ¡Dímelo! –Le rogué, y me sentí miserable por eso, pero lo hice.

En un rápido movimiento la vidente me agarró del cuello con fuerza.

-¡Deja a Bartolomeo-senpai! –Ordenó Garu o Cavendish, ya no sé ni qué decir…

-Escucha mocoso, sé que te duele pero aferrarse a una mentira no es la solución. ¿Crees que tu novio volverá si me ruegas que lo haga volver? Eso no servirá de nada, sé con seguridad que no hay ninguna forma de hacerle volver. Piensa en que al menos el juguete te ha encontrado y se va a quedar contigo, piensa en que al menos su alma está contigo. –Dijo manteniendo sus ojos clavados en los míos.

Me soltó y salió de casa con un portazo. Yo me fui directo a la cama después de eso, y me importaba una mierda que no fuesen ni las dos de la tarde, me quería ir a dormir en ese momento y lo iba a hacer. Me acosté en la cama y cerré los ojos con fuerza, sentía que iba a explotar de un momento a otro… ¿De verdad Cavendish no iba a volver jamás?

Y así me quedé horas y horas, tumbado en la cama sin hacer el amago de moverme de allí. El juguete me hacía compañía en silencio y de vez en cuando frotaba su cara contra mi mano, animándome poco a poco. No sé cuántas horas estuve tirado en la cama pensando en mi novio, en que según la vidente jamás iba a regresar… Sólo sé que estuve todo el día y la noche allí tumbado, porque unos rayos de luz de la mañana empezaron a atacar a mis pobres ojos.

Entonces, y sólo entonces, me levanté de la cama. Pero de poco sirvió, la verdad, porque me senté en el sofá. Sin querer, o quizás queriendo, una lágrima salió de mis vidriosos ojos. Yo no era de llorar, jamás lo fui, pero esa vez me derrumbé. ¿Por qué Cavendish no podía volver? Garu estaba conmigo, pero no era lo mismo… Puede que su alma estuviese encerrada en ese cuerpo de madera, pero, ¿y qué? Por muy bien que le cayese el muñeco no era Cavendish, tuviese su alma o no. Garu me llamaba amo y senpai, y ni siquiera me recordaba… ¡Ese no era Cavendish! Dejé de luchar contra mis lágrimas, dejé que salieran sin intentar retenerlas.

-Amo… ¿Estás llorando? –Preguntó el muñeco mirándome con la cabeza ladeada.

Ja… Ese no era Cavendish, él no hubiese preguntado, me hubiese abrazado con todas sus fuerzas. Y quizás habría compartido algunas lágrimas conmigo… De repente, el juguete me abrazó con fuerza.

-Sé fuerte mi amor, estoy contigo. Te quiero… -Dijo el muñeco con una voz muy diferente a la que había usado todo este tiempo, era la voz de mi Cavendish…

El muñeco se separó inmediatamente.

-¿Cavendish? –Pregunté mirando al juguete, que parecía confundido.

-No, Garu.

Había puesto su voz normal de muñeco… ¿Por qué antes había dicho eso con la voz de Cavendish?

-Cavendish… Vuelve por favor… Te necesito… Te amo… -Murmuré secándome las lágrimas que no paraban de caer una tras otra.

Llamaron a la puerta, pero no abrió, no quería que me viesen así. Insistieron, siguieron tocando una y otra vez. Llegó un punto en el que me harté de verdad, así que me sequé bien las lágrimas para que no se notase que he estado llorando y abrí la puerta para ver quién me estaba molestando. Abrí la puerta y vi que quien tocaba era una niña de pelo de color aguamarina con un monóculo en el ojo que vestía con un abrigo que llevaba orejas de oso.

No me dio tiempo a decir nada, cuando menos me lo esperaba la niña se coló dentro de casa. La perdí de vista, pero al rato apareció en el salón con una cesta de uvas que había robado de mi cocina. La niña se sentó cómodamente en mi sofá y yo me acerqué a ella con un pequeño tic en el ojo.

-Maldita niña… ¿Te crees que soy una niñera? –Pregunté aún con el tic en el ojo, intenté controlarme para no matar a la niña.

-No. –Respondió cogiendo el mando de la televisión, y con toda la libertad del mundo encendió la televisión y puso los dibujos animados.

-Pe… Pero… ¿Quién coño te crees que eres? –Pregunté escéptico, estaba a punto de matar a alguien…

-Sugar.

-Bartolomeo-senpai, no es mala. –Opinó el juguete que estaba también sentado en el sofá.

-Cállate Cavendish. –Ordené, y sin querer le llamé Cavendish…

-Oh, entonces sabes que es Cavendish… -Dijo la niña mirándome con una sonrisa inocente en la cara. Decidí seguirle el rollo…

-Como para no reconocer al hombre del que me enamoré…

-Entonces, ¿le amas de verdad?

-Obviamente.

-¿De verdad de la buena? –Preguntó como una niña pequeña, que es.

-Sí… De verdad de la buena. –Respondí pacientemente.

Sugar se levantó y se puso enfrente del juguete, que aún seguía sentado en el sofá. No supe qué estaba haciendo, pero le golpeó la cabeza y empezó a brillar intensamente. Cerré los ojos porque la luz que desprendía me encandilaba, ¿qué acababa de pasar? Al abrirlos busqué a la niña con la mirada, ya no estaba.

-Mis manos… Mi pelo… Mi piel… ¡He vuelto! ¡No me lo puedo creer! ¡He vuelto! –Gritó… ¿Cavendish?

Giré mi cabeza, y allí estaba. No estaba el juguete de antes, era mi Cavendish en carne y hueso el que estaba allí. Pronto pude notarlo contra mi pecho, abrazándome, quitándome el aire. Pero no me importó, tan sólo correspondí al abrazo con tanta felicidad que parecía que no me cabía toda en el cuerpo.

-Has estado llorando por mí… Idiota, idiota, idiota… -Me renegó como muchas otras veces hacía, siempre restregándose contra mi pecho.

-¿Yo? ¿Idiota? ¡Qué va! –Dije con sarcasmo acariciando sus rubios cabellos para que se apartase un poco.

Me dio un casto y rápido beso en los labios, beso que no me dio tiempo a corresponder. Cuando fui a quejarme se levantó del sofá y echó literalmente a correr por el pasillo. Entendiendo la indirecta, me levanté y lo seguí. Otra noche en la que los vecinos no iban a poder pegar ojo… Vi su camisa tirada por el suelo, la recogí y por un momento, inspiré su olor, el que tanto me agradaba… Recordé que tenía más de aquel exótico olor esperándome en la habitación, así que dejé de perder tiempo en el pasillo, que seguro que me estaba esperando.

Entré a la habitación y cerré la puerta, me sorprendí al no encontrarlo tumbado en la cama. Sentí una mano tapándome los ojos y otra colándose por mi pantalón para acariciar mi miembro, empezando a despertarlo por la caricia. Aparté su mano de ahí, y estiré mi otra mano hacia atrás para apretar una de sus nalgas.

-Vas demasiado rápido. –Le renegué alegremente, lo que hizo que apartase sus manos de mí.

Fui literalmente arrastrado a la cama. Cavendish sin paciencia alguna se tiró sobre mí y empezó a besarme. Al principio tan sólo fue un dulce roce de nuestros labios, permitiéndome notar sus finos y sensuales labios rozar contra los míos, provocándome un escalofrió placentero. La caricia cesó, y al fin noté su deliciosa lengua lamer uno de mis colmillos, como lo hizo la primera vez que nos besamos, lo que a la gente le asqueaba, a él le volvía loco. Acaricié su espalda desnuda mientras introducía mi lengua en su boca y casi al instante, se encontraba con la tuya. Como siempre hacíamos, pronto empezamos una batalla para tomar el control del beso. Me sorprendió notar cómo esta vez él era el que jugaba con mi lengua y ganaba todo el control. No se quería separar, así que le tomé de barbilla para apartarlo suavemente, necesitaba tomar un poco de aire.

Sin razón alguna, lamí su mejilla mientras él recuperaba el aire. Eso hizo que una pequeña risa se le escapase. Simplemente no entiendo cómo puede existir alguien como él, y menos aún cómo ese alguien es mío y sólo mío, cómo se entrega a mí por las noches y cómo se deja tomar por mí.

Apartó “mi molesto abrigo”, o así lo llamaba él cada vez que me lo tenía que quitar. Al momento en el que escuché mi abrigo caer al suelo, pude sentir cómo besaba mi cuello y lo lamía mientras acariciaba mi pecho.

-Casi nunca llevas camiseta. –Comentó pícaramente pasando una mano por mi pectoral derecho.

-Ah… ¿Para qué la quieres? Si siempre… Siempre que llevo… Me la arrancas… -Respondí entre jadeos, él sólo rió por ello.

Mientras seguía lamiendo y besando mi cuello, yo empecé a jugar con sus pezones con mis dedos, retorciéndolos de vez en cuando, sacándote gemidos que ahogaba en mi cuello.

-Mmm… Quiero sentirte más… -Dijo entre gemidos.

Dejó mi cuello y se acomodó a horcajadas sobre mí para frotar su erección contra la mía, sacándonos a ambos gemidos. Yo los intentaba ahogar, él los dejaba salir como siempre hacía. Me cogió de la barbilla de improvisto y se acercó a mí, rozando sus labios contra los míos sin llegar a juntarlos del todo.

-Si… Ah… Si quieres aho-ahogar tus… Gemidos… Bésa… Nngh… Bésame… -Ordenó entre gemidos que no ocultaba, gemidos que inundaban mi mente como si se tratase de una dulce melodía.

Y otra vez nos besamos, cada vez subiendo un poco más la velocidad, dejándole sentir al otro todos nuestros deseos. Quise tomar el control que me había robado en el otro beso, pero él se resistía, aun así conseguí ganar la batalla en la que estaban involucradas nuestras lenguas.

La fricción iba aumentando cada vez más, mi atractivo rubio no paraba de restregarse contra mi miembro, ya completamente despierto. No sé cuándo me quitó los pantalones, pero cuando me despisté mis pantalones al igual que mis botas estaban a parte y Cavendish tocaba mi miembro por encima de mi ajustado bóxer.

Me lo quité de encima para cambiar posiciones, estaba harto de dejarme hacer mientras me quedaba quieto. Lentamente empecé a quitarle los pantalones, con paciencia, besando y lamiendo cada trozo de pierna que quedaba al descubierto. Hasta que se hartó y golpeó mi cabeza suavemente con su pie, para indicar que dejase de hacer esto y le quitase ya los pantalones. Le miré y le sonreí inocentemente para después quitarle los pantalones y las botas de una vez.

Aproveché que le empezaba a quitarle el bóxer para lamerme tres dedos, para lubricarlos. Una vez lubricados, y sin pena ni vergüenza, engullí su miembro. Sus gemidos constantes gemidos me animaban a ir más rápido para poco a poco, hacer que gimiese más y más fuerte. Introduje el primer dedo en su entrada, ni se enteró. Pero sí lo hizo cuando metí el segundo y comencé a hacer movimientos como de una tijera para dilatar su estrecha entrada. Eso pareció molestarle, ya que apoyó el pie en mi frente y empezó a empujarme hasta sacarme su hombría de la boca. Me fulminó con la mirada mientras yo seguía sin entender.

-Métemela de una vez y para de gilipolleces. –Ordenó frunciendo el ceño, creí que se le había ido la cabeza, sólo le estaba preparando.

-Gilipolleces… Si te estoy preparando. –Me justifiqué, y cuando vi que iba a decir algo más metí el tercer dedo para pararle.

-¡Ah coño! ¡QUE DUELE JODER! –Gritó con una venita hinchándose en su perfecta frente.

Le callé con un beso. Ahogué una carcajada en él, pensando en que se estaba quejando y hace unos minutos me estaba exigiendo que se la metiese sin prepararle. Seguí preparándole y cuando creí conveniente, saqué mis dedos para colocarme mejor entre sus piernas. Poco a poco, empecé a presionar mi miembro contra su entrada, fijándome en cómo su cara cambiaba conforme me iba enterrando en su calor.

Cuando estuve todo lo dentro que podía de él, me miró con una cara que yo ya conocía muy bien: tenía los ojos entrecerrados con dos pequeñas lágrimas adornándolos y la boca apretada, posiblemente se estaba mordiendo el labio inferior para no quejarse. Con una sonrisa torcida agarré su barbilla para obligarle a abrir la boca para besarle. Al instante en el que pasé mi lengua por su labio pude notar el sabor metálico de su sangre, como siempre se había mordido demasiado fuerte.

Le miré para preguntarle indirectamente si podía empezar a moverme, él me fulminó con la mirada. De una manera y otra, entendí el mensaje que esa mirada me quería hacer entender: “eso no se pregunta, idiota”. Ya ni me sorprendí de que nos entendamos con las miradas, era algo habitual en nosotros.

Empecé a moverme, entrando y saliendo lentamente, estudiando cada milímetro de su interior.

-Ah… Maaas… Nhgg… Más p-por… Mmm… Favor…

Eso es lo que esperaba oír para aumentar la velocidad. Mientras ambos llevábamos un ritmo frenético clavé mi mirada en las mejillas tiernamente sonrojadas del rubio, en sus ojos azules entrecerrados coronados con suaves lágrimas y en su boca entreabierta de la cual brotaba un hilo de saliva. Todo eso, sumado a los melódicos gemidos que salían de su dulce boca, hacían que esto fuese una rutina para nada aburrida.

-Diooosss… Nhgg… Si lo hubiéramos… Mmm… Hecho cuan-cuando e-era un mu… Muñeco… ¡Ah! Me hu-hubiese roooto…

Eso me hizo gracia, sin duda, es cierto que con lo poco cuidadoso que soy yo hubiese acabado rompiendo al frágil muñeco haciendo estas cosas con él. Aunque nunca lo hubiese hecho, no habría sido capaz… Eso me convertiría en un fetichista, un sucio y pervertido fetichista, eso a su vez me convertiría en un enfermo mental, que se podría decir que ya soy en un bajo (o alto) nivel.

Sí, y ahí estaba yo… Estaba parado como un idiota pensando en fetichismo en vez de pensar en lo que tenía justo debajo; a mi sexy rubio desnudo, excitado y abierto de piernas a más no poder.

Hasta que la mirada llena de rabia de Cavendish me sacó de mis pensamientos, devolviéndome al mundo real dónde él me necesitaba para complacerle. Y siendo sinceros, yo también le necesitaba para que él me complaciese a mí. Ya había dejado atrás mis tiempos de adolescente en los que me auto-complacía con una paja torpe en el baño, o en mi habitación, dependiendo de las ganas que tenía en ese momento.

Me obligué a mí mismo a dejar esos estúpidos pensamientos de lado para seguir, y así lo hice. Volví a coger un ritmo más o menos regular, al contrario de mi respiración, que cambiaba constantemente de velocidad. Pude ver cómo las manos de Cavendish, ambas a cada lado de su cuerpo, apretaban las sábanas. También note cómo su mano derecha de vez en cuando se movía hasta posarse en su abdomen, para luego regresar de inmediato a su sitio. No supe el motivo de esto hasta que lo pensé un poco, dudaba si masturbarse o no…

Sin pensármelo agarré su miembro con mi mano derecha para masturbarlo al ritmo de mis estocadas, no quería acabar rápido, pero quería que sintiese todo el placer como fuera posible.

No sé cuándo empezó, pero hubo un momento en el que sus gemidos ya no estaban, ahora estaban convirtiéndose en gritos. De la nada me vino el pensamiento, o más bien la realidad, de que los vecinos tenían dos opciones: la primera, no dormir en toda la noche por culpa de los gritos y gemidos; o la segunda, que se excitasen como pervertidos lujuriosos y acabasen haciéndolo también. Yo optaba por la primera, ya que ellos no se cortaban ni un pelo a la hora de hacer ruido y en esa ocasión no se podía oír los gemidos y las súplicas del vecino.

­-Bartolomeo… Diooos que puto nombre maaas largo… Nnhg… -Se quejó entre gemidos de puro placer.

-Cavendish tampoco se queda muy atrás…

-Nnh… Me corro… ¡Joder! Me… Me corro…

¡¿YAAA?! ¡¿TAN RÁPIDO?! Eso es lo que pensé, pero preferí guardarme eso en mi mente. De todas maneras, yo también estaba en mi límite. Aceleré el ritmo de las penetraciones y el de mi mano, para intentar llegar cuanto antes al esperado final. Pero un final no es un final sin un beso… Así que me incliné para besar a mi novio, él me correspondió tan receptivo hacia mí como siempre.

Un gemido en forma de grito más, y se corrió tanto en mi mano como en su vientre. Fueron los espasmos que apretaron más mi hombría en su interior los que hicieron que me corriese en su interior, llenándole con mi esencia.

Jadeante, me dejé caer encima de él. Le abracé como pude y acomodé mi cabeza en su pecho, siempre solía ser él que se acostaba en mi pecho, pero era agradable sentir cómo su acelerado corazón empezaba a calmarse lentamente. Me abrazó y comenzó a jugar con mis verdes cabellos, y entre tanta caricia, acabé quedando dormido.

No sé qué hora era, pero me desperté por culpa de una ráfaga de aire helado. Me intenté levantar para ver lo que pasaba, pero los fuertes brazos de Cavendish me lo impedían. Con cuidado logré zafarme del abrazo y me puse de rodillas en la cama. Pude ver que estaba con el ceño fruncido y buscando algo en sueños, posiblemente a mí. Limpié con mi mano un hilo de saliva que caía por la comisura de su boca. Seguía inquieto, así que lo calmé con un beso en la frente.

El frío volvió a atacarme, lo que hizo que girase la cabeza para ver qué pasaba. La ventana estaba abierta de par en par, y si mal no recordaba, no la había abierto yo. Murmurando algo que prefiero no volver a decir, me levanté a cerrar la ventana para que el frío no despertase a Cavendish como había hecho conmigo. Cerré la ventana y al darme la vuelta, distinguí algo que había pasado desapercibido para mí antes, una cajita. Me acerqué, tenía una etiqueta que ponía: “es tu nuevo juguete, espero que lo disfrutes”. Ni siquiera lo abrí, prefería hacerlo por la mañana con mi novio al lado, pero sabía perfectamente que en su interior había un muñeco con ropa blanca y añil.

Volví a la cama, en la cual un inquieto Cavendish gruñía en sueños y se retorcía en la cama. Lo tumbé en mi pecho y lo abracé, y sólo entonces cambió su ceño fruncido por una suave sonrisa.

-¿Con que mi nuevo juguete…? No me desagrada, pero prefiero a mi tierno osito de peluche. –Me dije a mí mismo acariciando los rubios cabellos de mi tierno osito, más conocido como Cavendish.

Notas finales:

Para los que lean mi otro fic "El chico de la ventana", quiero informar de que va a haber un parón en ese fic debido a que estoy algo bloqueada y no soy capaz de escribir nada decente en ese fic. Y para los que hayan leído "Ahora que yo no estoy", va a haber una continuación tarde o temprano. 

No tengo nada más que decir, así que una cosita más...

Besoss a todoos!! ^.^


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