--Selene--
7 de Noviembre, fue aquella fecha en la que ella y yo unimos un lazo de amor lleno de promesas e ilusiones que hasta ahora el tiempo desgastó un poco. Ya cumplido un año y yo entre sus brazos aquella fría noche con el palpitar de su corazón en mi pecho, podía sentirlo con claridad, acompañado además por su calor corporal. Yo bajo su cuerpo en la oscuridad de nuestra habitación. En nuestro lecho, nuestro “nido de amor” y ella mirando mi rostro, contemplando mis mejillas sonrosadas y mi respirar agitado.
Aquella noche estaba especialmente sensible, le mire a los ojos, ojos llenos de ternura y amor con un ligero pesar que solo yo podía percibir.
- Amor… podrías prometerme una cosa. - Mi voz era temblorosa, sentía que apenas y me había escuchado pronunciar aquellas palabras. Ella volteo a mis labios y depósito un suave beso, para después dirigir nuevamente su mirada a mis ojos.
- Dime, pequeña. – Me pidió, abrazándome mas fuerte, sintiendo como si nuestros cuerpos desnudos se fundieran para formar uno solo.
Siempre fui su pequeña, aun que no siempre me gustaba. A veces sentía que ella se creía superior por sus 5 años más de vida que yo, pero en noches como esa amaba tanto ser su pequeña, tanto como la amaba a ella.
- Júrame… por favor… - Mi voz se quebraba. Tibias lágrimas empezaron a rodar por mis sonrosadas mejillas mientras veía fortaleza, seguridad y atención en sus ojos azabache hasta que al fin complete mi petición. – por favor… nunca me dejes.
- Selene, no seas tonta, no lo hare. No lo hare nunca.- Acaricio mis mejillas retirando las lágrimas con dulzura y beso mis ojos. Bajo a mi boca y la delineo con sus suaves labios rosados y gruesos que tanto adoraba morder. Fueron juguetones por mi mentón y bajaron a mi cuello. Yo me deje hacer mientras mis lágrimas se escabullían de mis ojos por la idea de perderle, pero mi corazón gozaba de tanta pasión con la que recorría mi cuerpo entero.
Aquella noche cumplimos 12 meses juntas pero cada que los días pasaban, dentro, muy dentro de mi sentía que ese “para siempre” se iba acortando un poco más.
La inseguridad me invadía. Y a pesar de sus muestras de afecto no salía de mi cabeza que con tan solo 19 años pudiese sostener a mi lado por siempre a una mujer de 24 que me veía como una niña.
Y es que ella era una mujer no precisamente bella y voluptuosa, pero era sorprendentemente sensual, sus ojos te atrapaban, sus manos te rodeaban y hacían perderte por completo. Tan segura de sí misma; ese era su mayor atractivo. Tan madura, tan seria. Sus palabras llenas de picardía, pero sin llegar a parecer vulgares; era tan seductora. Temía tanto que fuese a usar aquellos encantos con alguna otra persona. Algo andaba mal pero temía confirmar lo que creía estaba sucediendo, así que me decidí a callar, sin saber cómo es que podría vivir de esa forma.
Cada noche después de una de sus jornadas de trabajo la esperaba llegar a casa preguntándome que habría hecho y con quien. Pero solo bastaba con estrecharme entre sus brazos para perderme en su ser, mientras mi corazón dolía al no sentirla completamente conmigo.