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Lágrimas de sangre. por GogoMatoki

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Notas del fanfic:

La pareja es el BangHim (YongGuk & HimChan) Es un angustia, que al principio no supe como terminar y luego de salir el MV de 1004, comprendí cual debía ser el final.

Miraba desde la ventana de su apartamento, por suerte esta daba a la calle y como era una costumbre para él, empezaba el día de esa manera. La gente pasaba al igual que pasaban los segundos mientras el rubio Kim HimChan no encontraba cabida para sus emociones en ese momento. Su vista cambio de un instante a otro. Se quedó mirando fijamente horrorizado ante lo que veía, ‘’¡Ellos cada día están más juntos!’’ exclamo con furia mientras cerraba la cortina tapando la visión de la escena que estaba empezando a destruirlo internamente.
Por su mente anduvieron miles de pensamientos, sobre todo preguntas que lo hacían ver como un chico patético, inmaduro, sensible, celoso y sobretodo un soñador; ¿Era realmente ese el verdadero Kim HimChan? La rutina de su día siguió y comenzó con una ducha. Se secaba sus cabellos con la suave toalla grisácea, esos cabellos rubios y lisos como él solo podía poseerlos, un perfil único con rasgos demasiado finos pero sin llegar del todo a unas facciones afeminadas. Nadie pensaría que un chico tan hermoso como él podía sufrir de desamor como estaba ocurriendo. Luego de cercarse muy bien y cubrir su delgado cuerpo aunque tonificado, se miró al espejo cada vez concentrando su mirada más en este. Muchos pensamientos debieron pasar por la mente del rubio mientras se miraba a si mismo con tanta intensidad.
–Soy bello, soy un hombre muy apuesto– Dijo en un tono demasiado bajo y aun mirándose fijamente por medio del objeto cristalizado que le proporcionaba a su ser narcisista la imagen más bella para él; su criterio pareció despedazarse segundo por segundo, aquella mirada intensa fue perdiendo la fuerza, su vista se nublo y comenzaron a brotar algo que él estaba evitando que ocurriera hace unas semanas (…) La contemplación de su imagen en el espejo lo hizo caer en una terrible depresión, se odiaba así mismo, seguramente maldiciéndose por no tener lo que quiere pese a todo lo bello que se pueda considerar y digan que es.
Su puño se levantó y con fuerza se dirigió al objeto que se encontraba opuesto a su posición, con una velocidad algo abrupta, partió el vidrio fabricado, haciendo que cayeran al instante los pedazos junto con su sangre en el piso, los trozos del espejo y sus gotas de sangre se confundían en las frías baldosas blancas. La mano empezó a dolerle y con la otra aun no herida sostenía su brazo, quien ya estaba empezando a ingeniárselas para no perder un poco más de su sangre, de esa herida que físicamente era muy cruel.
–Ningún dolor que sienta ahora por alguna herida física… Es más grande que las heridas que se encuentran en mi alma.
Recordó esas palabras que le decía su hermana ese día en que terminó por completo con su novio con quien llevaba más de tres años; –Unas perdidas así deben ser realmente dolorosas– Se dijo así mismo con una sonrisa de satisfacción en su rostro, sonrisa que en esos momentos se asimilaba a la de cualquier maniático escalofriante. Abandono la habitación sin haber recogido ninguna pieza rota de su anterior desastre, se dirigió a la cocina, abriendo la nevera y sacando la única botella que se encontraba en ella, era vino blanco muy exquisito y fino, pero al rubio no le gustaba el alcohol, muchas veces cuando bebía con sus amigos decía que le asqueaba aun así esa mañana bebió varias veces de la botella teniendo un gran motivo y era esa persona; la persona que lo hacía sonreír a diario.
Sentado en la mesa central de la cocina se encontraba bebiendo casi por completo la botella, no dejaría de beber hasta que se percatara que no quedara ni una gota dentro del envase, pero por arte de magia se detuvo; miro alrededor de la cocina como alguien que busca algo empezó a mirar con desesperación y con el mismo desespero se levantó abriendo una gaveta y encontrando un pequeño frasco blanco que agito fuertemente e intento abrir esa tapa dura lastimando incluso su herida aún abierta y que seguía dejando un rastro de sangre. –Alcohol y medicinas, la mezcla perfecta para la solución– Apareció nuevamente su sonrisa escalofriante luego de llevarse más de siete pastillas para la alergia a su boca, seguidas de un largo sorbo de la botella que por fin se había acabo; su sonrisa era incomprensible, su felicidad muy ficticia y su depresión sin duda estaba más que plasmada en cada una de sus acciones, envolviéndolo, desgarrándolo y llevándolo a un final ambiguo.
La puerta sonó, tocaban de manera pausada pero al cabo de unos instantes los toques eran tan fuertes, la intensión del chico alto y pelirrojo que se encontraba ante ella era de tumbarla, pero decidió volarse la paradilla de la casa de su amigo. Para su sorpresa la puerta que daba del jardín al interior del lugar estaba abierta, así que solo entro algo extrañado y directo al segundo piso. Abrió su habitación encontró las tan anheladas llaves en su chaqueta del día de ayer, cerró la habitación y al ver todo en silencioso pensó en que el rubio podía estar bañándose aun así se dio una pasada por la habitación del joven Kim quedando anonadado con lo que encontró. Las piezas rotas del espejo, observo el piso detenidamente… Hayo sangre en el y se preocupó al instante, grito el nombre del rubio de manera desgarradora con su profunda voz y corrió a buscar a ese alguien quien no era más que su gran amigo, con quien compartía muchos sueños entre esos su pasión por la música, eran aun compañeros de apartamento, pero desde hacía dos semanas YongGuk había decidido alejarse solo un poco, para vivir en el edifico de al frente y así vivir con su actual novia haciendo de sus ideas una vida de pareja enamorada. La lejanía no era tan física ya que aún Vivian muy cerca, pero si sentimental, poco a poco YongGuk fue enfocando su tiempo en esa nueva persona que había llegado a su vida, dejando a un lado a su incondicional amigo y compañero de sueños.
Un desespero se apodero del cuerpo del pelirrojo al no hallar a su amigo por ningún lado, bajo al primer piso y no lo veía, hasta que tropezó con un cuerpo pálido, alto, delgado y echado en el piso, ahí estaba tendido HimChan, revolcándose como haciendo de alguien que presentaba una convulsión aunque no fuera así. Se movía agitadamente, a su lado se encontraba la botella y parte de las pastillas habían caído en el piso. YongGuk se acercó poco a poco, observando la escena con confusión. Su herida que en ningún momento había dejado de gotear sangre, sus ojos cerrados y el estado inconsciente en que se encontraba su amigo. Apartó la botella y el frasco a un lado del cuerpo, levantándolo y reaccionando de la manera más rápida posible, salió a la calle luego de que algunos habitantes del recinto hayan apreciado el cuerpo de HimChan, herido y casi sin aliento. Un taxi por fortuna pasó de la manera más pertinente, el chico de voz gruesa no hacía más que expresar su preocupación y estrés apresurando al conductor para que llegara a la clínica aun a tiempo.
El hombre de la penetrante voz no podía comprender aun una razón justificada para que él hubiera hecho aquel acto. En la sala de espera y con una enorme incertidumbre se posó sobre una silla metálica esperando noticias referente a la salud de Kim HimChan, mas deducciones intento sacar pero la mayoría eran absurdas, la última vez que había estado en una relación sentimental con alguien ya iba para casi un año y desde ese tiempo, siempre se veía solo y al contrario jactándose de su condición de soltería casi que todo el tiempo. Su vida iba bien, por lo menos en lo que el sabia, la relación con los miembros de su familia era estrecha como siempre… Nada en lo que pensaba YongGuk podía relacionarse con la decisión de aquel chico que nació en el mismo año que él y que tan solo era dos semanas menor. Las horas pasaron lentamente y la angustia seguía abordando su corazón, pero aun así intentaba guardar la calma. No contestaba ninguna de sus llamadas y menos de ella, para lo menos que tenía cabeza, era por contestar tiernamente a su novia, se estaba viendo en una crisis emocional y por unos minutos pensó en que se volvería loco de la desesperación hasta que llegó el hombre de bata blanca a darle las noticias que él esperaba. Su salud se encontraba estable y él estaba recuperándose. Un milagro, ya que YongGuk había llegado a tiempo al hospital, los analgésicos no eran lo suficientemente fuertes para crear una reacción muy negativa en el paciente, solo mareo, vómito y perdida de la consciencia. Luego de un profundo suspiro, el pelirrojo se tranquilizó ya que todo pudo haber sido peor y terminar en un derrame interno.

–¿Por qué HimChan?; ¿Por qué lo hiciste?– Preguntó YongGuk con un hilo de voz, pero aun así sonoro. El rubio se encontraba recostado en la camilla, aun débil pero despierto y comprendiendo perfectamente cada palabra, lágrima y lamento de su amigo. La maltratada mano de HimChan señalo a la puerta, YongGuk asintió pensando en que el posiblemente quería privacidad; estaba pálido, su clara y suave piel se encontraban en el estado más decadente y lamentable, sus labios tirando a un corlo semi blanco, sus manos y muñecas vendadas, no podría mantener su mirada en el pelirrojo de vez en cuando la esquivaba dirigiéndola a cualquier objeto de la habitación. –¿por qué lo hiciste?– esta vez, fue mucho más insistente. El joven Kim solo trago en seco antes de contestar.

– ¿ella está aquí?
– ¿quién ella?
–Tu novia. Ella…
–No, ni siquiera la he llamada en todo el día. Estaba muy preocupado por ti.
–No debiste haber llegado… Debiste demorarte unas horas más. Dijo el rubio afirmando algo que deseaba y con una fuerte rabia y presión en cada connotación de sus palabras. Pese a su débil salud, se le notaba implacable y con ánimos de reprochar.
–No quiero imaginarme que hubiera pasado si llego unos instantes después.
–Si piensas que te agradecerá por salvarme la vida, guárdate los pensamientos porque eso no pasara. HimChan no era capaz de mirar a YongGuk frente a frente. Mantenía su mirada fija en aquella ventana semi abierta.
–Mírame a los ojos y dime la verdad. ¿Qué demonios te pasa? Y… ¿qué has hecho con mi mejor amigo? Recalco la amistad pese a la penosa y desesperante situación. Minutos más tarde en vista de que el rubio no cedía en su posición se marchó de la habitación, tirando de la puerta de un golpe, un golpe fuerte y ruidoso; tanto como los latidos del corazón de Kim HimChan quien sólo miraba a la puerta con tristeza y suspiraba mientras su vista se nublaba debido a las lágrimas que ya empezaban a aparecer, como las testigos fieles de su sufrimiento.
Se levantó y a los pocos minutos ya la bata se encontraba en la camilla, y el acomodándose su saco, para marcharse sin dejar algún rastro. Para su beneficio su ropa le permitía esconder sus heridas y algunos que otros rasguños leves. Salió de aquel hospital con gran éxito, pasando muy cerca del pelirrojo y logrando que él no se percatara de su presencia. YongGuk ingreso a la habitación dándose cuenta del inesperado suceso, con furia recorrió los pasillos y en medio de su desespero grito varias veces el calificativo de ‘’ineptos’’ al personal de la clínica. Tomó su teléfono y marco el número de la persona que más le interesaba en el mundo, pero no contestaba, hizo varios intentos pero aun así HimChan no tomaba su teléfono, YongGuk lanzo el aparato desde el sexto piso de la clínica, destrozándose este como sus nervios, sonrisa e ingenio. Si él no se encontraba en casa, ni en el hospital no había otro lugar en dónde pudiera ir.
Bajó las escaleras rápidamente, buscando la salida en cuestión de segundos, una idea había llegado a su mente y no podía dejar pasarla. Sacando las llaves de su auto se le olvido que no lo había traído consigo, por lo que le tocaría recurrir nuevamente a un taxi, se subió en el y tras 20 minutos de recorrido se detuvo justo en el mirador de la ciudad. El pelirrojo miraba hacia arriba intentando cubrir los rayos de sol que no le permitían una vista plena, los minutos pasaban y las lágrimas del rubio corrían por su rostro sin tenerse, en una pequeña capilla oraba por su vida y por los suyos, era extraño ver a un chico que hace meses decía que no le interesaba nada tratado con la religión aun así el joven Kim arrodillado, con sus ojos cerrados y frente a una escultura del divino niño, pedía ser perdonado. Unos pasos se aproximaron a él, pero debido a su concentración en la oración no se detuvo a observar de quien se trataba. Ahí estaba de pie Bang YongGuk, a solo dos metros de su amigo, lo miraba incrédulo… Al ver como lloraba y oraba con devoción, se acercó un poco más y se arrodillo junto con él.
Al abrir los ojos el solo dos semanas menor, lo vio a su lado, intento levantarse, pero el pelirrojo sosteniendo una mano en su hombro se lo impidió. A su vez, tapo su boca intentando callarlo, contrajo su cabeza con su cuerpo, hundiendo está cada vez más en su pecho, por primera vez, YongGuk se mostraba nostálgico llegando al punto de derramar varias lágrimas. –Vámonos de aquí, vamos a casa, intenta recuperarte… ¡Por favor! – Por vez primera en todo el día, el rubio sonrió, dejando ver sus peculiares dientes y arqueando sus finos labios, cosa que secretamente al pelirrojo lo volvía loco y estremecía cientos de emociones dentro de él. Sin separar la unión de sus manos ambos se levantaron, saliendo de la capilla, pero había algo más que hacía que HimChan no demostrara una sonrisa plena, pidió a su amigo que se alejara un poco, este miro a través del mirador la ciudad, quien desde ese punto y aun cuando ya estaba por anochecer era simplemente mágica. Al girar nuevamente para encontrar a HimChan, ante su vista estaba un chico junto con un arma, respondió acercándose intentando quitársela de sus manos, pero el rubio retrocedió y presiono el gatillo, escuchándose un disparo… Que había dado al aire. YongGuk trago en seco y se llevó las manos a su cabeza, en actitud de su sumisión y con la intención de calmarlo y buscar la mejor opción para arrebatársela.

–HimChan, por favor no cometas una locura… No ganas nada con matarme.
–Yo no quiero matarte, ni siquiera lo había pensado… Yo decidí tomar esta decisión, fue difícil pero es lo mejor para todos.
– ¿De qué hablas? Grito el pelirrojo, aun teniendo una idea a lo que se refería.
–Tengo tantos recuerdos, algunos dulces, otros amargos y la mayoría de ellos son tan agridulces como tú. Tú solo me transmites momentos lindos y perturbadores.

A medida en que se seguía expresando, el arma cambiaba de posición, había dejado de apuntar a YongGuk, para permanecer en la frente del rubio justo en la sien, el mayor por dos semanas, lo miro despavorido, pero lo que tarde que temprano diría se escuchó. – ¡No te acerques más! o me disparo. Los siguientes segundos, fueron de una tensión y profundo silencio, –HimChan, ¿por qué? – preguntó como por duodécima vez en el transcurso del día, pero al igual que las anteriores veces no encontraría una respuesta como tal. La mirada del rubio se encontraba perdida entre el rostro de su mejor amigo y el paisaje que a diferencia de la escena si era alentador. El silencio permanecía y la mirada perdida cambiaba a una fuerte y llena de odio, una mirada que el joven Bang nunca había contemplado antes… Mientras miraba a YongGuk, se imaginaba a sí mismo como una gran idiota que tomó muchas malas decisiones y que fracaso en algo que no se esperaba, el amor… Un odio hacía si mismo mezclado con la melancolía del momento se encontraba plasmado en sus ojos. El pelirrojo se acercó y a diferencia de hace unos minutos no dijo ni hizo nada para detenerlo. Este lo abrazo muy fuerte, pero sin quitarle aquella arma de su sien; intento penetrar en su fría mirada, en donde él detallaba a un extraño en cambio el rubio solo notaba a su vida, sus más preciados recuerdos, con solo mirarlo a los ojos se sentía en paz y más seguro de su decisión, tiró del gatillo aun mirando profundamente a esos ojos negros. Cayó al instante y debido a la cercanía de su cuerpo a solo dos centímetros de la nada, por un segundo YongGuk en medio de su sorpresa y dolor, tomó la mano de HimChan, no había signos vitales, murió enseguida junto con el impacto y ante sus ojos. Agarró fuertemente su mano, evitando a que el cuerpo callera al precipicio; cuantas veces Kim HimChan no hubiera deseado en vida que aquel joven que consideraba como la persona más importante para él en el mundo, le correspondiera en muchos de sus más secretos sentimientos y que tomara su mano con tanta presión para que no se apartara nunca de su lado.


FIN

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