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Desencuentros por x_tirana

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Frio, sintió frio. Por primera vez lo sacudió la sensación de lo vacía que estaba su habitación. Las piedras que la formaban eran perfectas y cada una encastraba con la siguiente con una admirable precisión, vestidas de rojo y oro. Construidas para durar y resistir, para protegerlo. Entonces, ¿Por qué sentía que se llevaban el aire de su cuerpo, el calor de sus manos, dejándolo vulnerable? Esa era una sensación extraña para él. Estaba asustado de lo que vendría, claro que no era algo que admitiría ante cualquiera ni siquiera ante sí mismo.

Gwen dejo la habitación poco después que Merlín. No sin antes llamarlo “simple” de una manera delicada. Una mirada y le dijo todo lo que ella necesitaba saber, de la magnitud de su estupidez y de su capacidad de complicar una situación sin ninguna necesidad. Gwen aguantó estoicamente su verborragica explicación con un gesto compasivo en su bello rostro. Ahora se sentía más patético. Ella con un ademan disipó sus temores y le infundió valor.

- Díselo.- el “imbécil” estaba implícito. Lo besó en la frente como si besara a un niño y salió.

 

---

Entró Merlín cargando lo que parecía ser el último balde de agua caliente.

Arturo seguía escondido detrás de la mampara.

Su patetismo no tenía límites, ¿verdad? Se incorporó, recolecto toda la dignidad que pudo y salió a su encuentro. ¿Cómo comenzar? ¿Debería saludarlo? “hey Merlín, ¿todo bien…?”. Claro que no, idiota. ¿Debería tratar de aligerar la tensión con una frase graciosa? “¿Hay una barra de jabón en tu bolsillo o estas alegre de volver a verme…?” ¡¿QUÉ?! ¡¿PODRÍA SONAR AÚN MÁS PERVERTIDO?!

Basta, solo díselo. Si, díselo.

Vamos. Díselo.

DÍ-SE-LO.

- MERLín… mmr…Merlín.

Merlín se detuvo y quedó como suspendido en el aire un momento. Del balde que tenía en sus manos seguía cayendo agua hacia la bañera. Tenía las manos húmedas y traía arremangada su camisa purpura. Su pañuelo rojo, el favorito de Arturo, se estaba torciendo hacia la derecha. Arturo reprimió el impulso de estirar la mano para acomodarlo. Merlín giró, dejó el balde vacío en el suelo con un sonoro TUC y volvió a quedarse inmóvil en el lugar, esperando. Su rostro, impasible, era una página en blanco. Pero sus ojos, oh sus ojos, le hablaron de dolor, repulsión, enojo. ¿Tan grave habían sido sus actos?

- Merlín lamento haberte incomodado, realmente lo lamento. No pensé… Sentí el impulso de besarte y lo hice sin pensar en lo que tú… pensé solo en lo que yo quería y te quería a ti. Estos últimos días fueron una tortura, te alejaste o te aleje sin saberlo, sin proponérmelo. Porque jamás lo haría, tú… tú tienes que estar a mi lado. Siempre. Solo tú.- ¿Entendería Merlín cuán importante era para él? No sabía. Su discurso era más que incoherente y  a Arturo le dolía cada palabra después de ver el rostro de su amigo.

- Señor, -Merlín lo interrumpió. La angustia de su príncipe era visible y estaba consumiendo toda la convicción que tenía de odiarlo. Tragó saliva y Arturo siguió con sus ojos el movimiento de su nuez de Adán, devorando cada segundo. Tenía que salir de allí ahora. Empezaba a pensar de forma peligrosa. Empezaba a compadecerse de Arturo y… a querer continuar lo que habían comenzado.-… tengo… tengo que traer el resto del agua…

Arturo se interpuso en su camino y lo sostuvo. Era menos que un abrazo pero mucho más íntimo. El mago apenas podía mantener la compostura con una cálida respiración en su cuello y unas palabras suplicantes susurradas en su oído.

“Por favor, quédate” le suplicó cuando las lágrimas corrieron por su mejilla. ¿La besa y me quiere a mí? ¿Me besa y termina en sus brazos?

- Te vi. Con ella.- confesó finalmente, con un estremecimiento. Fue todo lo que necesitó Arturo para entender. Este tiempo evitándolo. El dolor de Merlín era por su culpa… Alto. Dolor. ¿Dolor? Eso significa que había herido sus sentimientos. Que tenía sentimientos hacia él. Que… (piensa, Arturo, piensa!)que tenía una oportunidad. Sí, eso es! Ah casi podría saltar de la emoción. Su amigo pensaría que estaba loco. Terminó de rodearlo con sus brazos y besó su rostro salado y humedecido.

- Soy el futuro rey de Camelot pero ya el rey de los idiotas, ¿lo sabías?- trato de ocultar sus exaltación y esperanzas para que Merlín no pensara que se estaba burlando de él.- Existe solo una ocasión en la que pudiste verme con alguien y fue hace poco más de una semana, con Guinevere.- Merlín permanecía inmóvil y expectante así que continuó.- Y la única razón que tuve para besarla fue para aclarar lo que siento por ti. Claro que eso yo no losabía. Ella lo propuso, supongo que no esperaba que me atreviera a hacerlo. Conoces a Gwen, seguro se dio cuenta de que estaba, bueno, que me gustas Merlín. Porque es cierto, me enamore de ti. Y como un torpe no me di cuenta hasta que la besé. En ese instante todo mi cuerpo rechazaba la idea. Cuando la besé me sentí… fuera de lugar. Cerré los ojos y te vi Merlín. Así como te ves ahora. Irradiando calor en mis brazos. Pero no eras tú y en el momento que reaccioné ya no pude volver a tocarla. A ella ni a nadie más. Te lo dije, Merlín: siempre a mi lado y solo tú.

Mientras terminaba su discurso, se movió lentamente hasta apoyar su frente contra la de Merlín. Se quedaron en un amigable silencio por un tiempo hasta que el mago se adelantó y rozó sus labios. “Idiota”. Inclinó su cabeza y rápidamente aumentó la intensidad del beso. Era tierno pero posesivo. Quería imponer su nombre en todos aquellos lugares en donde Gwen había apoyado sus dedos, sus labios, borrar su perfume y su recuerdo. Arturo movía sus manos bajo una tela color purpura. Había fuego dentro de él y bajo sus dedos. Paciencia, trato de recordarse de mala gana pero olvidó todo al escuchar esos pequeños gemidos ahogados por su boca. Merlín se aferraba con desesperación a su cintura, con una mano, y a su nuca y parte de su cabello, con la otra. No había suficiente piel. Necesitaba verlo todo. Sentirlo todo.

- Báñate conmigo.- Arturo creyó haberlo dicho pero no estaba seguro. Apenas si registraba la existencia de la habitación.

Sin mediar palabra, Merlín le quitó la camisa a su príncipe con una agilidad proveniente de la práctica. ¿Cuántas veces había soñado con esas palabras? ¿Cuántas veces había encontrado placer en una habitación oscura planeando este momento? Debía mantener la calma o podría revelar demasiado en este encuentro. Ya habría tiempo de hablar de magia y de druidas, de eso estaba seguro. Cada beso de Arturo era una promesa de más.

Merlín reverenció el torso desnudo frente a él pero esta vez no lo hizo en secreto. Siguió la línea de sus músculos y acarició con sus dedos el delicado vello hasta llegar al nudo del pantalón. Su pecho subía y bajaba. Descaradamente atrapó su erección entre sus dedos. Deliciosos sonidos escaparon de su garganta. Desató el nudo  y la ropa se desparramó por el suelo. Urgió a Arturo para que se metiera en el agua y él a su vez lo hizo, desvistiéndose sin mucha ceremonia. El agua caía por todas partes pero no les podría importar menos. No les faltaba mucho para el clímax.

Posicionado sobre Arturo, Merlín comenzó a rozar sus miembros con un frenético movimiento, masturbándolos con una mano mientras se sostenía de la bañera con la otra. El miembro de Arturo era casi del mismo tamaño que el de Merlín, un poco más grueso tal vez. Asaltado por la fantasía de lo que sentiría al tenerlo dentro y ahogando un agudo gemido llegó al orgasmo. Arturo trataba de sostenerlo, sin limitar sus movimientos. Hundió sus manos en el nacimiento de su trasero y convulsionó en movimientos desesperados. Lo imaginó entre sus piernas, con una mirada provocadora, sus labios separados dejando entrever parte de su lengua, lamiendo la punta de su miembro. “Las cosas que me gustaría hacerte y que ahora podré”, pensó. Llegó al clímax también, con la idea de manchar esos pecaminosos labios rojos con su semilla.

Jadeando, Merlín se desplomó sobre Arturo y lo besó con tanta devoción que conmovió al príncipe. Dos palabras vinieron a su mente. Un inmenso sentimiento, demasiado grande para describirlo en ese momento. Ya habría tiempo para eso y para mucho más.

 

En cuanto se recuperaron y se secaron medianamente, se refugiaron en la cama. En esas circunstancias tan particulares no lo habían sentido pero el agua se había enfriado rápidamente y ahora percibían sus efectos.

Abrazados, Arturo no le permitió volver a vestirse hasta entrada la noche. Le dijo incluso que prohibiría que hiciera nada en la habitación con prenda alguna. Por supuesto, Merlín lo llamó idiota de nuevo.

Notas finales:

Lamento reconocerlo pero ya habia abandonado este fic. Decidi terminarlo por aquellas ASOMBROSAS personas que se tomaron la molestia de dejarme comentarios. Pido perdon si no era esta la manera en la que pensaban que continuaria o si esperaban mas capitulos. Realmente toda la inspiracion me abandono y se fue de viaje :D

Seguramente me sali del personaje y mi forma de escribir no es la misma. Si es asi... shhh dejenme vivir en la feliz ignorancia.

 

Muchas gracias por leer el fanfic (y este pequeño testamento!)

Un abrazo enorme!

Lady_T


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