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Maldito Corazón |BangHim Fanfic| por RushanaChan

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Notas del capitulo:

Disculpen la tardanza, pero les traigo dos capítulos para compensarlo <3

En un rato subo el siguiente!

Disfruuten ;w;

El incidente de la conspiración contra el comandante Kim Himchan no tardó en hacerse noticia en el planeta Mato. Múltiples fueron las reacciones, por un lado, la Gobernación desmintió todo, alegando que todo era un invento para perjudicar a la Gobernadora. Por otro lado, la Milicia tomó aquello como una ofensa hacia ellos, y los lazos con la Gobernación se rompieron definitivamente. Una guerra institucional había comenzado.

En medio de todo esto, un grupo de rebeldes que años atrás eran solo unos cuantos opositores de un pueblo al sur, cobró una fuerza impresionante, y este incidente no hacía más que aumentar dicha fuerza. Ahora, usaban aquello como excusa para convencer a la población de que la Gobernadora y su sequito debían renunciar y que así acabara la dictadura en Mato. Querían terminar con los autoritarismos, con los mandos hereditarios y la corrupción política. Cada vez había más pobreza en el planeta, e incluso se sospechaba que la energía proveniente de la Tierra, merced del trabajo de los chicos de B.A.P, era mal distribuida, quedándose La Capital con la mayor parte de ella, y dejando a los pueblos más pobres que se las arreglaran con lo que tenían.

Y era la regente de cabello morado quien debía cargar con todo el peso, aunque en realidad no fuera la culpable de todo. Si bien el odio era hacía la Gobernación en general, ella era la cara visible de la misma. Por su seguridad, había decidido quedarse en el edificio de Gobierno, pues estaba en peligro fuera de allí.

Con una expresión de fastidio en su rostro, escuchaba las noticias que su ministro le brindaba.

-El alcalde de Traza ha enviado otro mensaje urgente. Dice que la situación allá está fuera de control. Los rebeldes han tomado la Alcaldía y amenazan con destruirla completamente. Además, como la Milicia se ha acuartelado, muchos maleantes han aprovechado para asaltar casas y tiendas. La ciudad es un caos- decía el ministro con voz algo temblorosa. Traza era una importante ciudad al oeste de Mato. Se caracterizaba por su riqueza arquitectónica, y era, además, una de las mayores fuentes de recursos alimenticios del planeta. Pero también se caracterizaba por su arraigado conservadurismo y aferro a las tradiciones. Por eso, era de extrañar que el foco revolucionario tuviera fuerza allí. Se estaban extendiendo desde el sur, ahora hacia el oeste, y con pretensión de abarcar el planeta entero. No estaban lejos de concretarlo, pues el haber tomado Traza ya era una victoria digna de mención, y les aseguraba su paso al norte, donde algunos conflictos aislados ya se registraban.

-No puedo enviar más soldados de la Gobernación- respondía la Gobernadora, en tono preocupado. –Vamos a quedarnos sin soldados en La Capital. ¡¿No pudo negociar?!

-No, dice que la Milicia de allí no quiere negociar.

En ese momento, la Gobernadora tomó con brusquedad la carpeta donde constaba el mensaje urgente desde Traza y la arrojó violentamente al piso, haciendo que el pobre ministro se asustara ante tal acción. -¡Llama a Suk de inmediato! ¡Hace media hora que debía estar aquí!- ordenó encolerizada.

Justo en ese momento, el susodicho hizo su aparición por la gran puerta que lindaba la oficina de la Gobernadora.

-¡Debías estar aquí hace media hora! ¡¿Dónde mierda estabas?!- gritó de forma agresiva al hombre de mediana edad, quien no cambiaba la expresión seria de su rostro. El ministro salió de inmediato, antes de sufrir la cólera de la mandataria.

-¿Qué sucede ahora?

-¿Qué que sucede ahora?- preguntó con expresión de incredulidad y desesperación. -¡EL PLANETA ENTERO SE ME ESTÁ YENDO DE LAS MANOS! ¡Y TODO POR TU MALDITA CULPA!- vociferó. Y no estaba equivocada. Justamente, quien en realidad había ideado la conspiración contra Himchan había sido ese militar retirado. Aquel mismo que acompañara a Himchan a aquella misión, donde Yongnam y sus compañeros murieran por haberle aconsejado al comandante que los dejara allí.

-¿Mi culpa? Te recuerdo que tú también ideaste parte de esto. Tú misma propusiste a ese inepto- le increpó, refiriéndose a Yongguk.

-¡Lo sé! ¡Maldito imbécil!- maldijo, dando un golpe en su escritorio. -¡Se supone que era el sicario más peligroso del planeta! ¡Maldito infeliz! ¡Me las va a pagar!

-Ya habrá tiempo de castigar a ese cobarde. Pero primero, debemos concretar lo de Himchan.

-Eso va a empeorar todo,  ¿no ves lo que está sucediendo? ¡Tengo a casi toda la Milicia en mi contra allá afuera, a punto de hacer un golpe de estado. Y del otro lado tengo a esos rebeldes que también amenazan con usurpar mi poder!- comentaba desesperada.

-¡Es justo en estos momentos donde debes mostrarte más fuerte que nunca! ¡Eres la maldita Gobernadora de este planeta!- decía, elevando el tono de voz, y cambiando su expresión tranquila.  -¡Dicta un decreto donde todos los militares deban rendirte obediencia, de lo contrario, será la muerte para ellos! ¡Llena las calles de militares que repriman a esos rebeldes! ¡Trae a Himchan y ejecútalo públicamente! ¡Transmítelo por todos lados, y que todos vean lo que le sucede a aquellos que se ponen en contra tuyo!

La Gobernadora se quedó en silencio ante lo dicho. Su respiración se agitaba. Estaba considerando aquello que Suk le decía. Él siempre le había dado consejos de tinte fascista, donde todo se solucionaba con represiones y muertes. Y la Gobernadora no estaba en contra de eso.

-Pero, ¿cómo haremos para traer a Himchan aquí?- decía mientras tomaba asiento, aun nerviosa, y revisaba los papeles de su escritorio. Entre ellos, estaban los perfiles de los enviados a la Tierra.

-Yo iré con unos soldados, y nos haremos pasar por los captores de Yongguk y Zelo. Solo necesito a alguien que desde allá obstruya la señal de comunicación y haga llegar nuestra misiva- explicaba. Era una cuestión protocolar que los soldados y comandantes siempre debían respetar. Suk sabía que un grupo de la Milicia viajaría allá para llevarse a Yongguk, pues Himchan había pedido expresamente su captura por traición, conspiración e intento de asesinato. Pero además, Jong Up había pedido la captura del robot, Zelo, por supuesta complicidad. Entonces, cada vez que un grupo de militares llegaba a un planeta en esas circunstancias, enviaba una misiva o un mensaje escrito anunciando su llegada, y acordaban un punto de encuentro donde el comandante llevaría a los prisioneros para su captura. El plan de Suk era hacer llegar una misiva falsa, y de esa forma, emboscar a Himchan.

La Gobernadora, quien se hallaba aun viendo los papeles en su escritorio, se detuvo en uno en especial. –Sé quien puede ayudarnos. –decía con una sonrisa ladina.

 

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-No te muevas- ordenó el cadete Jong Up a Yongguk, quien se hallaba sentado en una de las sillas del pequeño comedor, atado de pies y manos a ella. Lo ultimo que recordaba del día anterior era la imagen de Himchan saliendo y luego, miró a Jong Up, pero era demasiado tarde, éste ya le estaba propiciando una golpiza para noquearlo. Yongguk maldecía internamente, ¿acaso no lo entendían? Él había desistido a esa misión, ya no iba a matar a Himchan, y con quien debían enojarse era con la Gobernación por planear todo eso. Pero sabía que esto era algo personal. Jong Up le odiaba, y qué mejor para él que deshacerse del enemigo.

El sicario observaba al cadete sacar algo de una caja pequeña. Cuando este se dio vuelta, pudo ver qué era. Se trataba de un rastreador, pues Yongguk era ahora un prisionero, y no permitirían que se escapara a ningún lado. Jong Up se acercó al sicario y colocó bruscamente el rastreador en el costado de su cuello. Dicho dispositivo traspasó profundamente su piel, haciendo que Yongguk reprimiera una queja de dolor.

Luego, Jong Up desató las manos y pies del asesino. –Hasta aquí llegaste, Bang Yongguk- dijo, sin perder la rectitud característica de un soldado. Yongguk solo se mantenía callado, no había cruzado una sola palabra con el comandante. En el apartamento que compartían, Jong Up ya había tomado su lugar en el cuarto junto a Himchan. Y a Zelo no lo había visto aun.

-¿Dónde está Zelo?- preguntó casi en tono amenazante.

-Su batería se estaba cargando hace rato. Ya debe haber terminado- le decía el cadete, dándole la espalda para marcharse de allí.

Lo primero que hizo Yongguk fue ir a buscar a su robot. Le debía una explicación de todo esto. No podía borrar de su cabeza la imagen del pobre niño totalmente shockeado en el suelo. Salió de inmediato del apartamento hacia donde sabía que Zelo estaría: la sala de ensayos.

Efectivamente, allí estaba. Practicaba una secuencia, pero su rostro indicaba que no se hallaba pensando en eso, sino en otro mundo.

Frenó en seco al ver la imagen de su creador detrás suyo, a través del espejo.

-Zelo…

El robot se dio la vuelta y le miró consternado. -¿Es cierto? Hyung, ¿Viniste a matar a Himchan?

Yongguk se mantuvo en silencio, se tomó tiempo para pensar su respuesta. –Si- respondió con tono firme. –Pero déjame explicártelo todo.

El sicario se dirigió a una esquina de la sala y se sentó en el suelo, invitando al robot a que se sentara a su lado. Zelo se dirigió allí algo confundido por la situación.

Entonces, Yongguk le contó todo. Le contó acerca de Yongnam, de lo unidos que eran. Incluso le contó cosas de su familia que a nadie había dicho nunca, cosas como su supuesta hermana, Natasha, que un buen día decidió abandonarlo a él y a su hermano, con su madre enferma. O el hecho de nunca haber podido conocer a su padre. Y le contó cómo entraba Himchan en toda esta historia. Le contó cómo se ganaba la vida desde entonces, y por qué había decidido convertirse en un asesino a sueldo. –Y en realidad, había desistido a cumplir la misión. Simplemente porque me di cuenta que eso no me traería de vuelta a mi hermano, ¿sabes?- confesó, pero detrás de esa intención, había otra también: Himchan le había empezado a caer bien. No sabía si era la igualdad de edades, o si, muy en el fondo, ambos eran muy parecidos.

-… Pero… ¿Tu hermano murió por su culpa?

-Sí- respondió Yongguk, esta vez algo dubitativo. –Pero yo no vine tan solo para vengarme de Himchan- dijo, cambiando el tema. -Vine por ti, yo quería que tuvieras un futuro decente. Por eso, puse como condición para venir aquí, que tú también vinieras. Yo sabía que, fuera cual fuera nuestro destino en el planeta al que íbamos, cualquier cosa iba a ser mejor que estar en manos de esos tipos- decía, refiriéndose a la gente de la Unidad de Inteligencia. Zelo recordaba perfectamente el momento en el que a Yongguk lo mandaron preso. Estaban cenando y unos soldados derribaron la puerta de la pequeña cabaña donde vivían. Zelo había tenido entonces otro de esos ataques de shock, como aquel que había tenido cuando Jong Up le gritaba. Ese mismo día, los soldados también lo llevaron a él, pero no al lugar donde llevaban a Yongguk, sino a un edificio, completamente gris por dentro y por fuera, donde solo caminaban tipos con ropas blancas. Lo llevaron a una especie de laboratorio, y lo obligaron a entrar en un habitáculo pequeño con puerta de vidrio, donde lo encerraron, y de donde no salió hasta que la Gobernadora misma fuese a sacarlo de allí y llevárselo para la misión. Zelo no sabía qué iban a hacer con él, pero según Yongguk, seguro lo destinarían a una fábrica y pasaría a ser una máquina más. O lo convertirían, debido a la complejidad de su composición, en un robot sirviente, que sería usado por uno de esos tipos. O inclusive, podrían usarlo como parte de los experimentos que se llevaban a cabo allí.

-Hyung… Lo hiciste para vengar a tu hermano, fue su culpa que él muriera. Además, si la Gobernación fue la que te envió a hacerlo, entonces Himchan es de por si una mala persona, no te enviarían a matarlo por nada- decía en la forma más inocente posible.

-Eso es… Un tema complicado, Zelo- contestó bajando un poco la voz y desviando su mirada.

Ambos se quedaron en silencio un momento, hasta que un sollozo casi inaudible se hizo eco en la amplitud de aquella sala.

-Y… ¿Qué sucederá contigo hyung?- preguntó el robot, quien estaba al borde del llanto. Zelo solo relacionaba esto con aquella vez que se llevaran preso a su creador, lo cual había sido muy traumático para él. Intuía que algo malo le iba a pasar, y que probablemente no estaría a su lado.

Yongguk tomó al robot de los hombros para verle de frente. –No voy a abandonarte aquí. Pase lo que pase, nunca te dejaré solo ¿sí?- decía con tono preocupado pero firme. Lo que estaba diciendo era muy arriesgado, pues era casi imposible que Himchan desistiera, incluso, era muy probable que ya estuvieran viniendo los de la Milicia a llevárselo. Pero tenía que decirle algo, tenía que calmar a Zelo, no soportaba verlo en ese estado, le rompía el alma. Porque Yongguk seguía teniendo un alma.

Efectivamente, eso que había dicho tranquilizó al robot, quien ahora le sonreía de mejor ánimo. Aquella sonrisa se contagió en el rostro del asesino.

-Te quiero mucho, hyung.

-Yo también- le dijo, revolviendo con ternura su cabello. –Hablaré con Himchan-.

Pero su sonrisa se desvaneció cuando notó algo. Zelo tenía un rastreador, igual al que Jong Up le había puesto a Yongguk esa misma mañana.

El robot ya se había levantado animado de allí, dispuesto a seguir practicando su coreografía. Le hablaba a su creador, pero este no le prestaba atención.

¿Por qué tenía una de esas cosas? No podía verse con claridad debido al barbijo que el robot siempre usaba, cubriendo su cuello. Al parecer, Zelo tampoco había notado que esa cosa estaba ahí.

Yongguk solo pudo pensar lo peor: También iban a condenar a Zelo.

-¿Sabes qué? Mejor voy a hablar con Himchan ahora… - dijo, disimulando su nerviosismo tras una sonrisa forzada, y salió apresurado de allí.

 

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El comandante llegaba al apartamento que compartía con sus soldados, cargado de bolsas con cosas que traía del supermercado cercano a donde vivían. La sala estaba solitaria, así como la cocina. Supuso que los demás se hallarían en su cuarto, pero pronto, se acercarían a él con la pretensión saciar su hambre. El metabolismo de todos ya se había adecuado al de un humano, excepto el de Daehyun, quien parecía tener más hambre que un humano normal.

Y también se había hecho costumbre que quien cocinara fuera Himchan, ya que era al que mejor se le daba dicha actividad. Pero ese día, tenía ganas de tirar todo aquello en la mesada de la cocina y correr a encerrarse en su cuarto. Ni siquiera tenía hambre. Su ánimo estaba por el piso, se encontraba muy confundido por todo lo que había pasado. Y él nunca lo había notado, es más, quien siempre estaba advirtiéndole de Yongguk era Jong Up. Esta era ya la segunda vez que salvaba su vida. Realmente le debía algo a ese chico, aunque ese era su trabajo, pero Himchan consideraba su relación con aquel cadete como algo más allá de lo laboral. Lo consideraba un amigo, alguien muy importante, alguien a quien debía proteger también.

Pero sobretodo, Himchan se sentía un estúpido, un ingenuo. Había caído perfectamente en la trampa de Yongguk: hacerse su amigo y luego asesinarlo. Así lo había planeado seguramente, para hacerlo aun más doloroso.

-Himchan…

El comandante se sobresaltó al reconocer esa voz. Se dio la vuelta abruptamente.

-No te acerques- dijo, sacando una especie de picana eléctrica, como la que usara Jong Up para paralizar al sicario aquella vez. Le apuntaba con ella temeroso, pero fingiendo firmeza.

-No voy a hacerte nada- dijo calmado.

Himchan aun estaba apuntándole con el arma de forma nerviosa.

-Esta es tu técnica, ¿verdad? Primero me ignoras, luego te acercas a mí amablemente. Pero después vuelves a ignorarme. Ayer querías matarme, ¿y ahora vienes a suplicarme? ¿A hacerte mi amigo? Incluso dejé que me llamaras por mi nombre, ¡Debes dirigirte a mí con propiedad! ¡Soy tu comandante!- levantó la voz, pero no tanto como para que los demás en el apartamento escucharan.

Yongguk suspiró, y solo se quedó en silencio. No podía siquiera mirarle a los ojos.

-¡Anda! ¡Mátame ahora!- dijo, aún más nervioso. –Así podrás salvarte, porque te van a matar, ¿sabías? ¡Conspirar contra tu propio comandante merece la muerte! ¡Mátame! ¡VAMOS! ¡¿QUÉ ESPERAS?!

-No voy a hacerlo. Decidí no hacerlo, ¿qué es lo que no entiendes?- dijo, por fin mirándole a los ojos.

Himchan desvió su mirada. Tapó su rostro con una mano y suspiró.

-Escucha. Puedes hacer lo que quieras conmigo- el sicario hizo una pausa antes de continuar. –Pero, ¿Zelo? ¿Por qué él? Ni siquiera sabía de esto, él no sabía nada- dijo, esperando obtener una respuesta de Himchan, pero éste no decía ni una palabra. –Sé que, a pesar de todo, tú lo aprecias… Por eso, sabes que él no merece esto.

-Yo no fui quien envió su pedido de captura- le interrumpió cortante.

-¿Qué?

-Fue Jong Up.

Yongguk estaba desconcertado. Era aun peor. Jong Up había establecido un vinculo aun más fuerte con Zelo. No podía explicarse por qué haría una cosa así. –Pero tú lo autorizaste.

-Me dio un muy buen fundamento.

El sicario no podía creer lo que estaba escuchando. Nunca pensó que serían capaces de hacerle algo así a alguien que era totalmente inocente. -¡¿Fundamento?! ¡Tú sabes perfectamente lo que le van a hacer ahí!- dijo, dando un paso en su dirección, acercándose a Himchan. Éste reaccionó, apuntándole nuevamente con el arma.

-No me interesa. Es un peligro que se quede aquí. Un simple cambio de chip y hará lo que la Gobernación le diga. Incluso, él mismo podría matarme por haberte enviado lejos de aquí.

Yongguk no tenía nada qué decir. No podía hacer nada, y aquella promesa que le había hecho hace rato al robot, quedaría en la nada. Al menos, quería asegurarle una estadía en la Tierra, viviendo aquella vida de idols que tanto le gustaba.

-Si tanto te interesaba el bienestar de Zelo- habló el comandante en tono calmo, sacando a Yongguk de sus cavilaciones. –Hubieras decidido en primer lugar no cumplir esa misión, no arriesgarte de esa forma. Hubieras cortado toda comunicación. Hubieras pensado solo en pasarla bien aquí, viviendo esta nueva vida. Pero no, no lo hiciste- dijo, y se dispuso a marcharse de allí.

Yongguk le sostuvo el brazo, impidiendo que se fuera. –Desistí a cumplir mi misión. Mucho antes de lo que tú imaginas- dijo en aquel tono de voz sombrío que solía tener, pero había sinceridad en él. Le miraba fijamente a los ojos, y sus rostros se alejaban solo unos centímetros.

-No volveré a caer en tu juego- dijo Himchan, desviando su mirada y desentendiéndose del amarre del mayor.

Yongguk se quedó inmóvil. Se sumergió en miles de pensamientos. Ahora era él quien tampoco quería irse de allí. La experiencia que tenían en ese planeta era lo mejor que le había pasado en años, y seguramente lo mejor que le pasaría en el resto de su corta vida. Se apoyó en la mesada de la pequeña cocina que tenían. Cerró sus ojos fuertemente. Tenía que pensar algo, y rápido.

-Hyung.

No había notado a Daehyun, quien estaba en la entrada de la cocina, mirando algo desconcertado la escena delante suyo. Yongguk no le contestó.

-¿Himchan hyung volvió a encerrarse? ¿Quién cocinará ahora? Aish- dijo por detrás de la máscara que siempre llevaba. Últimamente, había empezado a hablar más seguido.

Yongguk no pudo evitar reir. –Supongo que tendré que hacerlo yo.

-Hyung…

-¿Mh?

-¿Qué vas a hacer? No puedes irte. ¿Y las fans? Ellas realmente nos quieren.

-Babyz…

-¿Qué?

-Babyz. Así les llamamos Himchan y yo. Al parecer, algunos terrícolas le llaman “baby” a sus novias. Al menos eso me dijo Himchan.

-No es mala idea. Digo, para el nombre oficial. Aquí los grupos de fans tienen un nombre.

Había una expresión de melancolía en el rostro del sicario. Suspiró e hizo una pausa antes de hablar nuevamente. –Escucha Daehyun. Las fans seguirán apoyándonos, pase lo que pase. Si es que verdaderamente son nuestras fans. Aunque yo esté o no, eso no debe impedirles a ustedes seguir.

Daehyun parecía tranquilizarse. Pero no del todo. -¿Y qué hay de Zelo?

-Aún tengo fe de que Himchan se apiadará de él.

 

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Hacía rato que Zelo se hallaba solo en el cuarto que compartía con su creador. Navegaba en internet, pero solo lo hacía para distraer los pensamientos que le carcomían la cabeza.

De pronto, una solicitud de una videollamada le llegó. El usuario no tenía nombre, por lo que en un principio, no quiso aceptarla. Pero ante la insistencia del llamado, clickeó para recibirla. Una imagen muy conocida para él apareció en la pantalla, sonriente y expectante ante el encuentro con su interlocutor. En ese momento, aquella persona señaló hacia el costado, para que el robot viera la ventana del chat.

¿Estás solo?

El robot asintió.

-¿Cómo estas, Zelo?- habló por fin aquella figura conocida. No era más que la Gobernadora de su planeta. Aquella que enviara a Yongguk a matar a Himchan.

El robot siguió sin emitir una palabra, le generaba desconfianza aquella mujer.

La Gobernadora le dedicó una mirada de ternura. –Sé que estás consternado por lo que ha sucedido. Pero ¿sabes? Tuvimos nuestras razones para hacerlo. –hizo una pausa antes de continuar. –Yongguk y tú no se merecen ser condenados.

Zelo expresó confusión en su rostro ante eso último que había dicho. La Gobernadora entendió en ese instante a qué se debía. –A ti también te condenaron, ¿no lo sabías? ¿Qué crees que es eso que llevas en el cuello?

El robot tocó su cuello con nerviosismo. No se había dado cuenta que lo llevaba puesto.

-Tú no tienes nada que ver, pero Himchan solo lo hace porque le caes mal. Eso es ilegal, ¿sabes?- le ilustró, como queriendo adoctrinarle, hablando siempre en tono calmo y con sonrisas. –Himchan ha cometido muchas faltas. Por eso, mereció aquella conspiración. Pero, tampoco estuvo bien lo que hicimos. No fue nuestra intención perjudicarlos a ti y a tu creador.

Al no ver respuesta por parte de Zelo, la Gobernadora tomó una expresión más seria para puntualizar lo siguiente. –Zelo, ustedes no se merecen ser condenados. Quiero ayudarlos, quiero que todos ustedes puedan seguir viviendo las experiencias maravillosas que están teniendo. Quiero que todos estén bien. Especialmente, quiero que tú y Yongguk estén bien. Pero para eso… Necesito que me ayudes… ¿Lo harás?

Zelo siguió sin responder. Estaba considerando su propuesta. Era lo único que podía hacer por Yongguk, era la única persona que se estaba ofreciendo a ayudarle.

-Pero no debes decirle nada a Yongguk.

Un asentimiento leve con su cabeza indicó a la alienígena de cabello morado que había elegido a la persona correcta para concretar su plan.

Notas finales:

Enseguida subo el proximo capítulo, gracias por leer <3


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