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Not an Artist por Pink_Spider1998

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Not an Artist

 

 

Mientras ajustaba los grilletes en las finas muñecas del ladrón, este volvió la cabeza hacia él y parpadeó coquetamente susurrando entre dientes –Se cuidadoso, es mi primera vez-

Masashi se sintió sonrojar, maldiciendo al ladrón que se había atrevido a avergonzarle una vez más, con aquellos ojos tan hermoso que hablaban de una inocencia silenciada por las palabras que salían de su boca.

Apretando los grilletes un poco más, el moreno no fue capaz de apartar la vista de aquellos labios mentirosos, perfectos y atrayentes como una flor envenenada.

Empujó al ladrón con mucho más cuidado del que pretendía, pero simplemente no se veía capaz de tratarlo con la dureza que merecía, la idea de dañar aquella hermosa piel le resultaba abominable. El camino hasta la prisión no fue largo y para su sorpresa, el chico no se resistió ni una sola vez. Sin embargo, su falta de reacción tan solo le hizo sospechar. No era normal en un prisionero, el no resistir el arresto por lo menos un poquito.

Había algo raro en él, aquella sonrisa satisfecha quizás.

Ya en la celda el chico tan solo se sentó en el suelo ágilmente con las piernas abiertas, mirándole como el gato que ha atrapado un canario delicioso, y relamiéndose. Masashi notó el sonrojo reptando hasta sus mejillas una vez más y se encontró mirando hacia otro lado como un niño pequeño. Cuando se dio la vuelta y camino por el estrecho pasillo de las celdas en dirección a su despacho, la risa clara del ladrón le persiguió, haciendo que, pese a ser él el soldado, se sintiera como un cobarde huyendo de aquellas emociones que el ladrón provocaba en él y que no sabía cómo explicar.

Más tarde, cuando por fin encontró el agarre a su vergüenza, Masashi tomó una manta y una pequeña almohada y se dirigió hacia las celdas, la sensación de que algo estaba fuera de lugar todavía llenándole las entrañas. No pensaba dejar que se hiciera realidad. Al verle, el ladrón tan solo sonrió divertido.

 

Cuando abrió los ojos fue cuando se dio cuenta de que se había quedado dormido. Con el cabello despeinado por la siesta y la mirada todavía cansada, se incorporó, sintiendo cómo algo se escurría desde su pecho. Inclinándose para recoger el trozo de papel, se encontró de lleno con una imagen de su cara dormida. Fue entonces cuando miró hacia donde se suponía que tenía que estar el ladrón. No era así.

A Masashi se le congeló la sangre en las venas mientras la cara se le ponía roja de rabia.

Gritó y chilló, asustando a sus compañeros, ordenando que se registrara cada rincón de la ciudad, pidiendo sangre con cada alarido. Pero más tarde, sentado en la soledad de su cama, se sentó a contemplar el “regalo” con una calma extraña.

Con cuidado acarició la delicada pintura que no era sino una última burla.

Apretó los puños sin atreverse a romper el bello dibujo.

Aquel maldito ladrón.


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