Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Maybe One Day. [KAISOO] por TeamKaiDi

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Que conste que esto no es plagio (¿qué idiota plagaría esta porquería?)
Es el único One-Shot que tengo del Kaisoo, gad, así que tenía que subirlo. Le cambie el final porque el otro era shit pura, y no tenía pensado cambiar TODA la trama porque mi obsesión por el self-harm me lo impidio lml.
No me tiren tomates, al menos le hice un final bonito y no triste ;;

Notas del capitulo:

POV KYUNGSOO.

Había tomado mi decisión y pensaba llegarla a cabo aquella noche.

Cuando la tía Jihee salió por la puerta principal de mi casa, la oportunidad llegó a mí, como si me hubiese esperado desde siempre.

Corrí sin más hacia mi habitación para comenzar, no sin antes haberle asegurado a mí no muy estable abuela que me iba a dormir. Llegué y me comencé a desvestir, comenzando con las ojotas negras que llevaba, luego la remera y los pantalones, hasta que quedé solamente con mi ropa interior. Tomé una toalla y me dirigí sin más hacia el baño.

No sé por qué, ni como, pero cuando pise el frio piso del baño un estremecimiento se hizo presente en todo mi cuerpo. Mi estómago se sentía pesado, mi mandíbula amenazaba con generarme un dolor agudo si daba un paso más. Era claro lo que pasaba conmigo...quería llorar.

Y lo hice, aunque a mi manera. Mis ojos comenzaron a aguarse, mi nariz a moquear y mi piel se erizaba cada dos por tres.

Algo que yo nunca pude conseguir, fue el llanto. Aquel llanto que siempre muestran en las películas o en las series de TV, aquel llanto donde las lágrimas ruedan por las mejillas de los actores y caen al piso. Era raro pero yo quería saber cómo era, quería que las lágrimas salieran de mis ojos y cayeran en alguna parte fuera de mi rostro pero era imposible. Había intentado con todo tipo de cosas para poder lograrlo, pero nunca funcionaron.

Comencé a tener espasmos, pero las lágrimas seguían sin caer. Miré instantáneamente mis brazos, esos brazos magullados y maltratados, esos brazos poseyentes de una historia, de batallas perdidas.

Fruncí el ceño y aleje la vista de aquella imagen, ahora buscando mi objeto que lo encontré en la puertita del espejo. Lo tomé con suma delicadeza, temblando de los nervios y comenzando a cuestionar lo que estaba a punto de hacer.

Quería terminar rápido con esto, nada de dolor ni arrepentimientos, así que levante mi brazo en lo más alto y posicioné el objeto filoso en mi despilfarrada muñeca. Con rudeza, bajé la cuchilla, cortando gran parte de la piel mientras la sangre no tardaba en llegar.

Hilos e hilos de sangre caían de allí, mientras el dolor se impregnaba en todo mí ser junto a una extraña pero relajante sensación de libertad. Me iba haciendo débil poco a poco.

Fue diferente a las otras veces, podía sentirlo. Mientras aquellos momentos eran un desafortunado "Hasta luego", esta vez era un definitivo "Adiós".

 

A las personas.

Al mundo.

A la vida.

Al dolor.

A mí.

 

  •   

 

Escuchaba las voces lejanas, llamando mi nombre una y otra vez junto a los golpeteos en la puerta que cerré antes.

Estaba débil, muy débil, no sentía nada más que el dolor insoportable en mis brazos, en mis muñecas.

Sin poder resistirme a la tentación, Morfeo me llevó consigo al Mundo de los Sueños Eternos.

 

  •  

—Cortaduras de 10 centímetros de largo, vertical—la voz era lejana, se oía pero su remitente no se veía.

—Pudimos coser y vaciar su estómago, pero aun así parece no querer despertar…

—Doctor, lleva mucho tiempo en coma…

— ¿Está bien? —aquellas voces sonaban tan viejas y arruinadas pero esta era una nueva para mi sistema auditivo. Una voz bastante gruesa, pero delicada, absorbente y atrayente—. ¿Cómo se llama? —siguió preguntando aquella voz, sonaba tan curiosa y joven como yo.

 

  •  

 

Intenté abrir mis ojos poco a poco pero la luz brillante y blanca generaba un dolor pulsante en mí. Había demasiada iluminación y por un momento pensé que me encontraba en una cama de bronceados.

Me estaba intentando acostumbrar a la luz cegadora hasta que un rostro se cruzó en mi campo de vista.

Pestañé momentáneas veces, procurando que lo que estaba viendo fuese alguna clase de imaginación mía pero no. A medida que pestañeaba, el rostro se me hacía más claro.

En cuestión de segundos, mi vista solo estaba para ese rostro.

Era joven, un joven que parecia sonreírme con una perfecta dentadura, una sonrisa que amenazaba con ser más cegadora que la luz misma del Sol. Su cabello marrón estaba revuelto y podía notar las rebeldes hebras negras. Sus labios, esos labios...me quedé aturdido y desconcertado, mirando de soslayo aquellos labios, examinándolos.

Una pregunta salió de mi boca de forma débil:

— ¿Acaso… eres un ángel?

Me estaba tratando de convencer a mí mismo de que aquella luz, era la luz del Cielo y este joven frente a mí era nada más ni nada menos que un joven ángel que iba a explicarme cómo iba a ser mi nueva vida en el Paraíso.

El rostro tomó una expresión de sorpresa pero su sonrisa siguió vigente en su boca y yo intenté igualar aquella sonrisa, pero me dolía demasiado y mi cuerpo parecia no corresponder mis peticiones.

—Claro—respondió a mi pregunta, derramando alegría en todo el pequeño lugar de iluminación—. Un ángel de la custodia—me aseguró y, luego de batallar, pude lograr sonreír con cansancio. Pude sentir como unos dedos cálidos acariciaban mi fría mejilla—, por eso cuidaré de ti...Kyungsoo.

Esas fueron sus últimas palabras antes de que todo mí alrededor se volviese borroso y la neblina oscura se apoderase de mí.

 

  •  

 

Abrí mis ojos exaltado, sintiendo el sudor caer gotita tras gotita por mi cuero cabelludo.

Intente sentarme para poder observar mejor el lugar en el que me encontraba y poder alejarme de aquella sofocante luz que iluminaba todo, pero fue en vano.

Mi dolor de cabeza era asfixiante e impedía que pudiese mover los ojos adecuadamente. Sabía dónde me encontraba y me sentí decepcionado.

Suspiré resignado y tomé aire muchas veces y, sin desaprovechar el tiempo, tomé los cables que transportaban sangre hacia mi cuerpo y los arranqué sin pudor. Mordí mi labio inferior con fuerza, aguantando el dolor y las ganas de gritar a todo pulmón.

Me senté un tanto mareado, el brazo izquierdo me estaba sangrando bastante y me dolía demasiado, mucho. Quería llorar pero también necesitaba salir de este lugar antes de que alguna enfermera venga a ver como estoy.

Me salí de la camilla pero antes de que pudiera dar un paso más, la puerta se abrió y una joven de baja estatura entro.

—Oh, que susto—dijo con voz suave y femenina. Miro hacia el piso, llenándose de gotitas de sangre fresca y luego me miró fijamente, horrorizada ¡Oh dios mío! ¡Mira tú brazo! ¡Estas desangrándote!

Me quedé quieto hasta que noté que la chica se me iba acercando poco a poco, exaltada y al punto de tener un ataque al corazón, así que opte por empujarla hacia un lado cuando la tuvo lo suficientemente cerca y salí corriendo hacia afuera de la habitación.

Seguí corriendo sin rumbo alguno, solo quería encontrar algunas pastillas o algún objeto filoso para acabar con este cuento barato. El lobo murió y todos vivieron felices para siempre, fin. Ese era mi cuentito barato, mi historia. Yo soy el típico lobo incomprendido y autodestructivo. Ni más ni menos.

Me estuve chocando con varios pacientes mientras corría a todo lo que me daba el cuerpo pero no me importaba, estaba demasiado nervioso como para pedir disculpas o ayudarlos, necesitaba salir de allí. Pero cuando se es Do Kyungsoo, un suicida frustrado, el destino te pone las piedras suficientes para lastimarte los pies en el rio de la vida.

Algo había tomado mi traje especial para usar en el hospital, me estaba jalando para atrás pero yo me resistía. Fue demasiada la presión que estaba sintiendo que caí sentado y me arrastraron hacia una de las habitaciones.

Intente zafarme, pero a falta de sangre que se iba desparramando por mi brazo, las energías se iban más rápido que las golondrinas y hacían de mí un juguete sin sus baterías.

— ¿Quién sos? ¿Un doctor? —pregunté exasperado y cuando miré para arriba, me quedé sorprendido. Ahora entendía esa sensación de shock del que todo el mundo hablaba diariamente, la estaba viviendo ahora mismo junto a una segunda sensación: dejá vú. Sos el ángel. —solté sin pensar, haciendo una mueca de dolor.

—Así que si te acuerda, ¿eh? —dijo con su voz socarrona, pero también se lo oía preocupado. Me dejo delicadamente en el piso de aquel lugar casi oscuro pero yo no quería que me dejara. Tome su pierna y me arrastre hasta quedar abrazado a ella.

Me estaba sintiendo débil, mis pensamientos estaban pesando y mi cuerpo estaba demasiado ligero.

El ángel pareció notar mi aspecto demacrado y cansado así que sus manos se dirigieron a mi rostro.

Pude sentir sus manos pero a la vez no, pude sentir su voz llamándome pero a la vez no, pude sentir como venían doctores a ayudarme pero…a la vez no sentía nada, mi cuerpo estaba muerto aunque mi alma seguía con vida.

Mientras sonreía para mis adentros al recordar el rostro del ángel-chico, todo volvía a pasar.

La obscuridad nubla mis ojos, la sordina mis oídos, la mudez mi boca, la anestesia mis sentidos.

 

  •  

 

Estaba pasando el tiempo y yo seguía en el Hospital. Estaba visitando un terapeuta que intentaba ayudarme, aunque era todo en vano. Nadie podía comprender que pasaba por mi cabeza. Hasta que Jongin me comenzó a visitar en mis días de prisión.

Jongin. Así se llamaba el chico ángel. Jongin. Tan delicado y elegante como lo era él.

Hablábamos todo el tiempo y él conseguía lo que un terapeuta no. Mi felicidad y ganas de vivir la vida plena.

Palabras vacías no se comparaban con acciones y promesas de ayudarme. Jongin era mi terapia y podía sentir como alejaba poco a poco mis fantasmas, como iluminaba mi oscuridad y como conquistaba mi corazón.

Él me había dicho que era parte de aquel hospital. Su padre trabajaba como cirujano allí y su madre era enfermera. Me dijo que toda su vida había estado en aquel lugar, que era como un segundo hogar para él y también decía que yo era el paciente más lindo que había visto.

Tenía 17 años, era más grande que yo por apenas dos años pero aun así actuaba como si tuviese 5 años. No era maduro, le gustaba jugar y divertirse con los juguetes de los bebés del hospital pero... ¿A quién quiero engañar? Todo en Jongin me parecia perfecto.

Él era como un padre, un hermano, un amigo, era un todo para mí. Estaban pasando los días, las semanas, los meses y yo me estaba convenciendo de que por él sentía más que un simple cariño. Sentía amor, amor verdadero, él se preocupaba por mí, él quería que yo viviese, él quería que yo viviese con él. Para siempre.

 

  •  

 

Un día, mientras me encontraba en mi cuarto del hospital comiendo la comida rara y no comestible de allí, la puerta se abrió de par en par, dejando al descubierto a un reluciente Jongin, que me sonreía como era de costumbre. Ojos brillando, transmitiéndome una cálida sensación de seguridad y amor.

—Jongin—le dije con dulzura, saliéndome de la cama para así poder acercarme a él y darle un abrazo que no se hizo esperar en corresponder.

Era simplemente increíble como este simple ser humano me generaba, en tan poco tiempo, lo que muchos que conozco desde hace años no pudieron.

— ¿Qué haces aquí? ¿Los enfermeros no te vieron?—le pregunté sin alejarme de él, mientras acariciaba mi espalda con sutileza y dejaba dulces besos en mi frente.

—Vengo a pedirte una cita—me soltó sin preámbulos y yo no tuve otra reacción que la sorpresa.

— ¿Una cita, en un hospital, junto a un suicida? ¡Qué romántico!—bromee, alejándome para poder verlo a la cara y conseguir sacarle una sonrisa divertida.

—Tentador, pero no. Vamos a tener una cita real, como tú siempre quisiste. Donde tú quieras, donde nunca fuiste, vamos a ir tú y yo, ¿te gusta la idea?—dudé unos minutos ya que no entendía cómo iba a lograr eso pero no dude en responder con un alegre sí.

Entrelazó nuestras manos enfrente de nuestros ojos y una sensación rara se hizo presente en mi estómago.

No eran las típicas punzadas de dolor que sufría en mis ataques de pánico o nervios, esta sensación era nueva y más cómoda. Me gustaba mucho sentir aquellas mariposas en mi estómago, dando vueltas y vueltas.

 

  •  

 

Al atardecer, Jongin volvió a aparecer en mi cuarto y esta vez venía con una bolsa de consorcio que al principio confundí con basura, pero no se trataba de aquello.

— ¿Para qué es la ropa? —le pregunté extrañado cuando la deposito en mi cama.

— ¿Acaso piensas ir a nuestra cita con esa ropa de hospital? —esa fue la respuesta de Jongin y mi sonrisa no tardó en aparecer. ¿Acaso íbamos a tener en serio una cita?

Tome la ropa y me fui dando saltitos de la emoción hacia el baño. Me la pasé sin dejar de sonreír y me lave un poco la cara, intentando no reflejar mi cansancio por toda la anestesia y las pastillas que recibía por parte de los doctores.

Salimos juntos del Hospital y me pareció demasiado raro que los médicos nos hayan dejado ir así como así pero opte por no preguntar y seguir el camino hacia donde Jongin me llevara, ambos tomados de la mano.

Decir que ese día no fue el mejor que pude haber tenido en mi vida, sería mentir.

No solo fuimos al cine a ver la película que más anhelaba ver desde que se había entrenado, sino que también fuimos a un parque de diversiones donde había un montón de animales exóticos y hermosos, jugamos en los juegos y comimos algodón de azúcar. Visitamos lugares que mi tía o mi abuela nunca me llevaron jamás. Fui a lugares junto a Jongin y eso definitivamente iba a quedar en mis memorias.

Comimos hamburguesas de un carrito en la calle y sentía como aquella comida se adentraba en mi estómago. En el hospital nunca me daban comida así, solo pastas rancias y agua de canilla, y la comida de mi tía no era de chef profesional que digamos. Lo que estaba comiendo en ese momento era lo más sabroso que jamás haya probado jamás.

 

—Kyungsoo—me llamó Jongin. Nos encontrábamos en el bosque de la ciudad, entre los grillos y la luz de la luna. Estábamos sobre un árbol enorme, acostados y mirándonos fijamente, sonrisas tímidas por mi parte y caricias suaves de su parte.

— ¿Si? —dije, mirando sus ojos. Me estaba perdiendo en sus pupilas, en aquel mar marrón que me llevaba a otra galaxia, a otro mundo, aquellos ojos que me llenaban de vida.

Las caricias en mi mejilla sonrojada cesaron y sus manos fueron a parar a mis brazos. Me arremango la manga del buzo y dejo al descubierto mis vendas.

— ¿Por qué lo hiciste? —preguntó, sin ningún tipo de reproche o algo parecido, su tono era cariñoso y también curioso.

Yo me estremecí, era la primera vez que me hacia esa pregunta y no sabía que decir porque ni yo mismo conocía mis motivos.

—Porque me odio—solté con un poco de sincerad y Jongin frunció el ceño, comenzando de nuevo a acariciar mis mejillas sin dejar de quitar esa mirada de dolor. Yo no quería eso—. Por favor, no sientas lastima de mí, no quiero eso.

—No lo hago, solamente me duele escucharte. ¿Por qué te odias, Kyungsoo? —La pregunta estaba destinada a no ser respondida porque después de hacer una leve pausa, retomo la palabra—. Eres una persona con un corazón de oro, tienes unos ojos que reflejan la limpieza e inocencia de tu alma. Me siento tan afortunado de haberte visto aquella vez, cuando recién ingresabas en el hospital pero al ver tus cortadas… quiero cuidar de ti, quiero ser tu ángel de la guarda como tú me habías llamado aquel día —me sonrío —. Kyungsoo, eres una hermosa persona y por eso no puedo negar que....

Lo quedé viendo, con el corazón palpitándome con fuerza. No quería decir nada porque sabía que iba a llorar, no quería llorar frente a él pero aun así insistí en que hablara. Mi mano sana se dirigió hacia su labio y lo acaricie delicadamente, temeroso de lo que podría ser su reacción.

Jongin absorbió mi acción y siguió viéndome a los ojos. Tomo ambas manos y las beso. En la mano buena fue un beso para cada dedo y la mano en vendada fue un beso para las muñecas, transmitiéndole fuerza.

—Que estoy enamorado de ti, eso no puedo negar. Amo tu forma de pensar, amo tu voz, amo tus ojos, amo todas tus sonrisas, amo todo de vos. Te amo hasta los defectos, Soo, y por eso quiero que valores tu vida.

— ¿Por qué? —espeté, sintiendo las lágrimas venir—. Te amo, Jongin, te amo mucho y desde la primera vez que te vi supe que serías mucho más de lo que pensé. Te fui amando cada día, con tu presencia y tu preocupación en mí sin ni siquiera saber quién era, con tus sonrisas y tu alegría alejando mi dolor—me confesé de una. Estaba teniendo los pequeños espasmos del llanto y antes de que Jongin pudiese hacer algo, me acerque a él y lo besé, con tranquilidad y deseo.

Jongin comenzó siendo nada para luego convertirse en mi todo, en mi salvación, en mi realidad, en mi vida. Él era muchas cosas para mí pero principalmente era mi ángel, mi hermoso ángel caído del cielo quien fue asignado a enamorarme y ayudarme a salir del abismo del sufrimiento.

El primero en romper aquel beso fue Jongin, quien apoyo nuestras frentes y miro mis ojos.

—Nunca olvides que tu vida es más grande que tus miedos, que tus fuerzas son mayores que tus dudas, que aunque tu mente esta confundida, tu corazón siempre sabrá la respuesta. Recuerda que no estás solo, recuerda que yo siempre estaré contigo, en todo momento, estaré junto a ti. Sin fin—dijo con voz poética, llenando mis oídos de dulces melodías. Así era él, un soñador que motivaba mi vida, un soñador que sembraba sueños y alegría en mi corazón oscuro.

Comenzó a dejar pequeños caminitos de besos en mi mejilla y secó las lágrimas de mis ojos.

—Nunca me abandones, no quiero que me abandones, Jongin, no quiero ser abandonado ni reemplazado. Por favor, no me dejes, nunca—suplicaba sin dejar de llorar, con miedo de volver a ser abandonado, de repetir la historia del reemplazo y el abandono. No. No quería que Jongin me dejara como mis padres, como la vida lo hizo. No quería ser abandonado nunca más.

—Jamás te dejaré—me prometió, dejando los besos para abrazarme fuertemente.

Esa noche pasaron cosas que nunca imaginé que hubiesen podido pasarme a mí, Do Kyungsoo, un suicida frustrado quien solo deseaba irse de la mano con la muerte.

Había llorado de la emoción, con lágrimas incluidas, por primera vez.

Había sido besado.

Había desarrollado amor puro hacía alguien muy especial.

Había entendido la importancia de vivir junto a quién amo.

Había estado con él.

Jongin siempre iba a ser el amor de mi vida.

Notas finales:

lml yo sé escribir, solo que esto lo hice en mis tiempos de chiquilla sin conocimientos xD. Ya~ algun día escribiré un one shot del Kaisoo muy bonito ;; MAYBE ONE DAY, GIRLS.

 

XOXO.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).